Hace mucho tiempo atrás, comencé a tener una relación con una compañera de trabajo, primero en lo laboral y después un poco más personal, como iniciando una pequeña amistad.
Ella es una mujer muy atractiva, rubia, con unos ojos hermosos y una mirada profunda, con un cuerpo que era imposible no mirarlo por completo cuando pasaba por los pasillos. A la cuál saludaba tímidamente.
Si bien ya sabía quién era, por un parentesco de un compañero, no me animaba a acercarme. Pero de casualidad nos pidieron unas tareas en conjunto y ahí empezamos a conocernos un poco por email y luego por mensajes.
No voy a negar que pensaba que era una persona altanera, creída, que muchos hombres estaban detrás de ella. Pero estaba totalmente equivocado. Tiene un carácter dulce, agradable, alegre y eso me gustó. Con unos pocos mensajes me di cuenta como era. Y fuimos generando más confianza entre nosotros.
A nivel personal me parecía interesante, inteligente y profesional. Pero también físicamente me provocaba curiosidad y un deseo tremendo, que crecía día a día. Yo dudaba si a ella le pasaba lo mismo o solo me veía como un amigo.
A menudo nos coqueteábamos a modo de chiste y otras no tanto. Yo siempre la charlaba y alababa una parte de su cuerpo que me encantaba.
Decidí que no iba a quedarme con la duda. Estábamos solteros y pensé, ¿Por qué no? Era en otoño y estaba un poco frío, así que la invité a mi casa un día viernes, para cenar y ver una película juntos. Y ver si pasaría algo entre nosotros. Ella aceptó mi invitación y la esperé con ansiedad y nervios. Una hermosa sensación generaba en mí.
Llegó esa noche ansiada y se fue dando todo con normalidad. Si bien yo no vivía solo, teníamos mi habitación para nosotros. Charlamos y el ambiente era cómodo. Siempre me gustó escucharla y disfruté eso. Pero también le miraba su boca. Me contenía por dentro.
Luego de la película y cerca de las 2 de la mañana, me preguntó si podía quedarse a dormir e irse temprano. A lo cual accedí sin problemas. Se sacó su calzado y se acostó en el somier. Terminé de acomodar unas cosas y también me acosté a su lado. Ambos con la ropa puesta. Mi corazón latía más acelerado.
La luz estaba apagada y solo nos alumbraba el brillo del televisor. Ella de costado dándome la espalda. Le pregunté si podía abrazarla y asintió con su cabeza. Pasé mi brazo izquierdo por debajo su cuello y quedamos bien cerca.
La apreté un poquito, sintiendo un abrazo muy tierno, pero a su vez iba tomando un poco de calor. Ella se acomodaba dejando que pueda sentir su cuerpo pegado al mío. Yo la rozaba desde atrás con movimientos suaves. Ella también se movía en forma sincrónica, sintiendo la erección que había provocado en mí. Lo que tanto había deseado este tiempo, lo estaba disfrutando de a poco.
No quería perder el control en ese momento. pero si deseaba besarla, me imaginaba unos besos ricos, húmedos, disfrutando nuestros labios y que nos hagan explotar. Sentí su perfume, me acerqué por su cuello, unos pequeños besos en esas zonas. Giré su cabeza hacia mi lado para empezar. Y me dijo que no. Que mejor pare. Me quedé en silencio y no supe que decirle, pero obviamente hice lo que me pidió.
Me alejé un poco y la dejé descansar hasta que amaneció y se fue. Al otro día no sabía de qué forma pedirle disculpas y me sembró otra duda. En qué había fallado o porque no se dio.
A partir de esa noche no volvimos a ser los mismos. Poco a poco fuimos perdiendo el contacto y cada uno fue tomando distintos caminos. Pero la buena relación y el cariño siempre quedó latente hasta el día de la fecha.
Está historia no tuvo el final que esperaba, pero forjó un deseo y momentos íntimos que me hubiesen encantado vivir y disfrutar. Están en mi imaginación. Y bien detallados en la parte 2.
¿Te gustaría leerla? Te aclaro que el contenido es explícito y caliente.