Nos encontrábamos en nuestro lugar favorito de los sillones enfrente de las camas en el cuarto oscuro, donde una ocasional amiga se había unido a nosotros y ya estaba montada en mí, desplazando su cadera al frente y atrás con una cadencia única, que le permitía sentirse completamente penetrada y a la vez frotaba su clítoris con mi abdomen, mientras ustedes dos se besaban y repartían caricias en sus cuerpos.
No dudaste en prenderte de sus senos y chuparlos con mucha pasión, alternando cada uno en tu boca, mientras la amiga continuaba montada cogiendo mi pene con ese ritmo deliciosamente acompasado, sin prisas, privilegiando extender el tiempo del disfrute de la pasión, de repetir las sensaciones y de entrega que le generaba orgasmos consecutivos, pausando brevemente para una recuperación paulatina, sin liberar mi virilidad.
El espectáculo que daban ustedes no pasaba desapercibido a los demás asistentes. Varios pasaban frente a nosotros y algunas parejas que estaban en las camas al centro les observaban con interés.
Pronto, un amigo en plena desnudez se acercó a ti, se inclinó para darte un beso furtivo en tus labios y al incorporarse te mostró su ya erecto miembro, al que no le quitaste la mirada a partir de entonces.
Primero lo tomaste con una de tus manos, recorriéndolo en su longitud, jugaste con sus testículos que sobresalían ligeramente y aprovechaste para masturbarlo con tu palma y dedos, usando como lubricante una de sus primeras gotas de líquido preseminal que asomaron en la punta.
Eso te dio la oportunidad de apreciar, ya erecto en su totalidad, ese nuevo instrumento de placer y luego acercar tu boca para besarle la punta, abriendo después tus labios para acercarle tu lengua y lamerlo en toda su extensión.
Te concentraste en su glande, que lucía brillante y de buen tamaño, lo rodeaste con tus labios y dejaste que fuera entrando en tu boca poco a poco. Ya que lo sentiste entrar una buena parte, te dedicaste a brindarle una mamada de las que arrancan suspiros y gemidos con lo que, en otras ocasiones, has logrado hacer venir a otros amigos a tu voluntad. Colocó delicadamente una de sus manos en tu cabeza y empezó a coger tu boca con un poco de más intensidad, llevando a mayor profundidad su ya enhiesto pene. Yo sé que esa sensación de sentirte cogida por tu boca es para ti muy estimulante y tus pezones eran claros testigos de ello.
Luego, él te incorporó para llevarte a las camas frente a nosotros. Allí la ocasional amiga y yo, pudimos atestiguar la forma en que te recostó, abriendo tus piernas y enterrando su boca para darte unos 15 minutos de delicioso sexo oral, lo que provocó en ti un intenso primer orgasmo. A ratos, mientras te lamía y succionaba por igual tu culito, vagina y clítoris, él se masturbaba para mantener su erección a tope.
Te levantó para acercarte a él y besar tu boca con tus jugos en sus labios y levantó tus piernas de nuevo para penetrarte con su largo instrumento. Colocó la punta en tus labios vaginales y al sentirlo entrar en tí, tus gemidos acompañaron un segundo orgasmo. Se fue abriendo paso y no dejaste de vibrar, gemir y disfrutar esta verga nueva, desconocida, que te estaba sometiendo a un ritmo más intenso y profundidad mayor.
Nuestra ocasional amiga se venía encima de mi por tercera ocasión y se recargaba en mi para besarme y decirme que estaba disfrutando todo, con particular sensibilidad y gran excitación.
El entorno no era para menos. Tu ocasional pareja no tardaba en inclinarse hacia ti para comerte los senos mientras continuaba con su rítmica penetración. Desde nuestra posición podíamos ver cómo su pene salía muy mojado de tus líquidos y regresaba completamente con fuerza en tu interior, provocando ese típico sonido de las cogidas intensas al chocar su cuerpo con el tuyo.
No tardó en hacerte venir nuevamente, lo que advertimos por el intenso gemido de tu parte y los estertores que tu cuerpo mostraba. Eso lo acabó por excitar y empezar a correrse dentro de ti, metiendo lo más profundo su pene en ti.
Ella, al sentir que tendría un nuevo orgasmo, detuvo sus movimientos sobre mi abdomen y me empapó con su cuarta corrida, mientras su cuerpo vibraba con su orgasmo. Mi pene estaba que reventaba, y así lo sintió ella también. Se incorporó dejándome fuera de su seductor cuerpo, puso sus rodillas en el piso y se acurrucó entre mis piernas, retiró el condón para chupar mi pene y terminar con el poco control que me quedaba al hacerme venir en su boca y parte en sus labios y mejillas. No dejó de lamer y succionar mi pene hasta sacar la última gota.
La noche era joven y prometía…