Revisaba documentos en mi escritorio cuando apareció Mike. Me saludó con un gesto de mano y una sonrisa de perfecta y blanca dentadura.
Me alegré al verlo. Después de una tarde ajetreada necesitaba una pausa y hablar un poco resultaría provechoso como un sorbo de agua en el implacable desierto. -Pasa -le dije con entusiasmo mientras me levantaba y le sonreía. -¿Qué se te ofrece?
Mike ingresó en el aula y con su habitual educación inclinó un poco la cabeza y me estrechó la mano. -Pasaba a ver si ha hecho dibujos nuevos -me dijo.
-Oh, sí -manifesté mientras abría mi carpeta. -Aquí tienes.
Mike tomó el voluminoso bulto compuesto por unos 40 dibujos. Había ilustraciones de animales, coches, criaturas y para mi desdicha otras que no debían estar ahí. El corazón se me aceleró cuando vi los ojos de Mike agrandarse por la sorpresa y su bonito rostro teñirse de rojo.
-Eso no debía estar ahí… -expresé avergonzado con un susurro sintiendo la cara hecha una brasa con el tono de un tomate ante los dibujos de varios chicos desnudos que olvidé guardar en casa en mis dibujos privados.
-Me da mucha pena… Mike… No tenías que haber visto eso… -dije con voz temblorosa mientras carente de fuerzas me sentaba para luego llevarme las manos a la cabeza en expresión de angustia. El estudiante que más me agradaba y ahora se alejaría sin duda al considerarme un pervertido al que le agrada el mismo sexo.
Me sentí morir, pero luego un soplo de aire fresco inundó mis pulmones cuando unos dedos delicados se posaron con suavidad sobre mi hombro. -No se preocupe -me dijo una voz apacible -Están preciosos sus dibujos, en especial los últimos.
Miré a Mike con los ojos húmedos. Él me sonreía.
Creí que estaba en un sueño. -¿En verdad no te molestan mis dibujos? -le dije para estar seguro de que no alucinaba. Entonces sentí los agradables dedos del muchacho acariciar mi hombro en una forma en que sería inusual para un chico corriente al tiempo que su voz tranquilizadora manifestaba con un susurro cálido: -No, de hecho me gustan muchísimo. -Me quedé atónito cuando su voz varonil, pero suave agregó: -Me gustan tanto, que, si fuera posible, me gustaría ser dibujado por usted alguna vez como en uno de esos magníficos dibujos.
Tocaron la puerta. Era Mike.
Mi corazón se aceleró cuando el apuesto espécimen de muchacho que tenía enfrente se sacó la camisa. A sus 19 años era un muchacho espléndido, guapo en el sentido absoluto del término.
Tenía los brazos gruesos y el torso robusto, con grandes pezones rojos abultados y pectorales y abdomen gorditos, como los muchachos de las pinturas barrocas. Tenía la piel muy blanca y tan suave como la piel de un bebé. Un torso robusto, no obeso, era bonito, precioso, según estilo de canon renacentista, tanto como su exquisito rostro, varonil, pero de facciones delicadas, por el que resultaba complementado con esbelta gracia.
A petición mía se sacó también los zapatos. Tenía los pies hermosos.
Se acomodó en el sofá, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y las piernas algo abiertas, una hacia adelante y otra hacia atrás, y el rostro algo inclinado con los entrecerrados ojos seductores dirigidos a mí. La pose lo hacía ver exuberante. El tono blanco rosáceo de su torso contrastaba agradablemente con el negro de su pantalón. Podría quedarse sin camisa y descalzo una eternidad y mis ojos nunca dejarían de contemplarlo extasiados.
Mike miró su dibujo con asombro. -Está perfecto -exclamó complacido. -¡Tiene usted un enorme talento! -agregó. Sonreí satisfecho con su expresión. No dejaba de contemplar su dibujo. -Es tuyo -le dije.
Mike se volvió con los tiernos ojos húmedos y me abrazó agradecido. Su torso desnudo tan cerca mío me desestabilizó y no pude evitar una erección. -Lo siento, no era mi intención… manifesté avergonzado sintiendo nuevamente mi cara hecha una brasa ardiente del tono de un tomate muy maduro mientras le quitaba las manos de la espalda aunque mis dedos se resistieran a abandonar su tersa piel.
Mike se sonrojó, pero me sonrió con ternura. -Si alguien ha sido culpable soy yo – exclamó con un susurro jocoso refiriéndose al abrazo. Luego me guiñó un ojo mientras decía: -Es lindo que mi contacto te provoque sensaciones. Es muy lindo ser del agrado creativo y personal -aquí hizo énfasis y me volvió a guiñar el ojo -de un artista.
Me desperté de lo que había sido un hermoso sueño.
Vi a Mike a mi lado, dormido, de espaldas a mí, con mi brazo rodeando su torso y mi polla erecta entre sus nalgas.
Sentí sus nalgas carnosas rodeando, casi apretando, la sensibilidad de mi glande hinchado y duro sobre la suave oquedad de su ano; sentí su blanda piel bajo mis dedos y una oleada de su olor viril me inundó las fosas nasales y entonces entendí que no se trataba de un mero hermoso sueño. Mi musa estaba conmigo bajo las sabanas. La intensa noche de sexo había sido tan real como mi polla erecta entre las nalgas del chico ahora. Todavía sentía bajo la punta del glande la preciosa humedad de su tibio culo.
FIN