back to top
InicioConfesionesLa mujer de mi amigo me folló a gusto

La mujer de mi amigo me folló a gusto
L

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 4 minutos

En uno de los primeros relatos que envié titulado “¿Qué es ser un o una PGG?”, narré lo que me contó mi amigo llamado Anthony. Su mujer, Sara, es una ninfómana de medalla de oro. Incluso llegó al extremo de prostituirse una vez por semana en una casa de citas, por puro morbo.

Después de escuchar esta vivencia matrimonial, yo en vez de sentir compasión por Anthony, me puse muy cachondo y decidí hacerle una visita a Sara para trajinármela duro. ¡Qué mejor estímulo sexual que pasarte por la piedra a la esposa de un colega!

Al saber el día y a la hora en que Sara acude a ese lugar, gracias a la información aportada por su marido, pues una tarde al salir de mi estudio me acerqué por allí.

Me abre la puerta una Madame de unos cincuenta y pico años, toda emperifollada y follada hacía poco. Me saluda y me invita a ir al salón donde allí están las chicas y escoger a la que me apetezca.

Cuando entro en el salón, entre las 10 o 12 mujeres que allí había estaba Sara. Esta al reconocerme no hizo el menor gesto de ocultarse, todo lo contrario. Se levanta, se me acerca y me suelta:

–Vaya, vaya. Tú por aquí. No sabía que Anthony ahora se dedicara a buscarme clientes.

–Él no sabe nada. Me contó lo vuestro y me puse tan caliente que no pude reprimir el venir a visitarte –le comento.

–¡Así reaccionan los buenos amigos! Si un colega no pretende tirarse a tu mujer desconfía de él. Bueno, entonces, ¿subes a mis aposentos?

–Por supuesto. Para eso vine. Eres una mujer muy hermosa y elegante.

Y sí que lo es. Anthony la comparó con Claudia Schiffer, pero la supera, solo que Sara es de melena morena. No me extraña que Anthony le consienta todo con tal de no perderla, una hembra así no se conquista todos los días… ni todas las décadas.

Subimos por unas escaleras a una guardilla. Ella va delante de mí y se contonea de forma muy sensual. Lleva una minifalda muy ajustada y sus piernas lucen como dos jamones de Jabugo. Su blusa con un escote muy pronunciado dejaba, también, asomar ligeramente unos exquisitos pechos turgentes.

No llevaba sus peculiares gafas de pasta y su pelo recogido en un moño (como es lo habitual en ella), que le dan una imagen más modosa, de mujer de su casa. Para la ocasión lleva el típico atuendo de pelandrusca.

Con labios pintados de un rojo carmesí y algo hinchados con ácido Hialurónico, Sara daba a entender que es una buena tragasables, que sabe exprimir un buen rabo.

Es una hembra insaciable. Un solo marido no puede darle todo lo que su ardiente y esculpido cuerpo demanda.

Ya en su alcoba, no puedo reprimir abrazarla y pegarle unos buenos morreos. Ella me dice:

–Lámeme las orejas. Me encanta sentir cosquillitas por ahí. También me pone que me laman los pezones.

–Te lameré y te chupetearé todo lo que me pidas, cariño, y por supuesto el coño –le suelto todo excitado.

Sara estalla en carcajadas por mi atrevimiento. Se tumba boca arriba sobre su cama y me ordena que le baje las bragas y le morree el conejo, aceptando mi ofrecimiento.

Se sube la mini a modo de cinturón y yo le tiro de las bragas hacia abajo. Deja a mi vista un chumino todo depilado y con un tatuaje muy original. En el pubis, ingles y perineo tiene dibujado un marco de ventana de estilo gótico. Por él asoma su almeja rosada y con tres piercings en los labios mayores. Me zambullo en aquel manjar y comienzo a lamer y succionar con ansiedad desbordada.

Sara me aprieta la cabeza contra su concha mientras me dice frases subidas de tono del estilo: “Saboréame bien el chocho. Parece que tú eres el puto y yo la clienta. ¡Qué ganas le pones a la comida de almeja, maricón!”.

Me encanta comer un buen coño, lo reconozco. Succionar fuerte, buscando su zumo recién exprimido.

Sara no pudo evitar correrse en toda mi cara, refregándome su berberecho por todo el rostro mientras percibe sus últimos espasmos.

–¡Trágate todos mis caldos, cabrón! Déjame la almeja reluciente para luego albergar a tu maciza polla.

Mientras yo me desnudo para montar sobre aquella yegua, ella me comenta que tengo que animar a Sonia, mi mujer, a ir por allí, pues es muy calentorra también. Le comento que mi esposa es la más puta de entre las putas, pues lo hace gratis con todo el mundo y sin pedir agasajos a cambio.

–Entonces no es puta. Es una vulgar GG, sin más –me informa.

Yo conocía, por Anthony, la teoría de Sara respecto a lo que es ser un o una PGG, GG, etc. (remito al lector a dicho relato para aclarar estos conceptos), y no quise entrar en polémicas etimológicas.

Sara se desabrocha la blusa, tirándola al suelo. Un sujetador negro de encaje sujeta bien alto dos cántaros exquisitos. Se lo quita muy despacio.

Yo me tumbo en la cama y espero a que me monte. Aunque es una buena jaca, en esta ocasión adoptaría el papel de jinete. Mientras me cabalga aprovecho para lamerle y chuparle los pezones. Me folla a buen ritmo. Por su piel comienzan a notarse algunas gotas de sudor.

–Córrete bien adentro de mi almeja. Después me pondré un tampón e iré a casa. Me lo sacaré y se lo daré a chupar al cabrón y consentidor de mi marido –me suelta Sara.

–Pero no le digas que es mío –le comento, todo preocupado.

Sara se echa a reír y me tranquiliza diciéndome:

–Tranquilo, será nuestro secreto.

Aquella hembra en celo, insaciable de polla y semen, con su melena a tirabuzones empapada ya en sudor por la salvaje follada que me estaba proporcionando, y con el correspondiente chasqueo de nuestras entrepiernas, me estaba poniendo como un potro desbocado.

No cambiamos de postura en toda aquella sesión de sexo duro, que fue de una media hora. A Sara le encanta el montar sobre su macho y marcar el ritmo a su gusto, buscando el orgasmo o retrasándolo a su capricho. Yo me limitaba a saborear su piel salada y sudada. Orejas, mejillas, cuello y tetas quedaron bien lamidas y mordisqueadas.

Sara tuvo sus tres buenos orgasmos y entonces me ordena que me corra, que ya está saciada y que el fuelle comienza a irritarle el chocho. Entonces le pido que me escupa en la boca, que eso me excita muchísimo. Ella lo hace. Me suelta cuatro o cinco salivazos en la cara y en el interior de la boca. Los saboreo con sumo placer y me caliento tanto que a los pocos segundos inundo su chumino de una copiosa descarga de lefa.

Nada más desacoplarse de mí, se coloca el tampón, se viste y sale disparada para su casa, después de darme un buen morreo de despedida.

A los tres días de este suceso quedé con Anthony para tomar un café. Me saca el tema de su mujer y me cuenta que Sara está cada día más desatada.

–El otro día llegó a casa, se sacó un tampón y me dijo que lo chupara y me tragara todo su contenido. Me dijo que era esperma de uno de sus machos y que si me gustaba me traería más –me comentó Anthony.

–¿Y te gustó? –le pregunto.

–La verdad es que sí. Todo lo que salga del cuerpo de mi mujer me encanta, aunque no sea producido por ella.

–Me alegro por ti… y por mí –le digo, aunque estas últimas palabras las dije entre dientes.

Compartir relato
Autor
El Manso Embravecido
El Manso Embravecido
Soy un humilde discípulo del Marqués de Sade. Los relatos eróticos y pornográficos me gusta sazonarlos con crítica social, política y religiosa. El sexo muy guarro, el fetichismo y la dominación son algo que me activan la libido y encienden mis instintos más salvajes. Una imagen no siempre vale más que mil palabras. Soy un gran amante de la lectura. iiSaludos y buen sexo!!

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.