La mayoría del tiempo no estás en mi mente, pero cuando te veo me hago consciente de lo mucho que me gustas. Al llegar al lugar nuestro primer encuentro de miradas, me ves lo sé y yo a ti, pero no decimos nada. Sé que es algo imposible pero quizá eso es lo que me atrae, me gusta ver cómo te mueves y escucharte hablar con ese acento que aún no descifro de dónde será, es claro que no es de por aquí.
Además me encanta tu olor, no sé cómo haces para oler bien no importa a la hora que vaya, siempre pareces tan fresca, tan cómoda contigo misma. He vivido intrigado por dos años porque nunca he podido ver tu rostro a voluntad, siempre con ese maldito cubrebocas, recuerdo que alguna vez estabas retirada de mí y te lo quitaste por algún motivo, desgraciadamente la distancia era demasiada y yo y mis lentes no fuimos capaces ni siquiera de una fotografía mental que me hiciera recordarte.
En cada ocasión que te veo me enamoro de una mirada y de una risa, fantaseo con la situación de estar contigo a solas. Quizá en alguna terraza de algún restaurante o en bar bebiendo una copa, tomaríamos dos o tres tragos y platicaríamos.
Se que te observaría directo a esos ojos negros, te platicaría de mi vida y de las cosas que he pasado así como tú me hablaras de tu historia también. Te tomaría de la mano esperando no ser rechazado, esas manos delicadas y delgadas que tanto me gustan. Las tomaría entre las mías y la acariciaría suavemente para sentir incluso tus huesos, te diría que si no quisieras envolverme en esos finos y delgados brazos tuyos o mejor aún, que me dejaras envolverte en un abrazo mío, besar tus hombros, mientras admiro tu fino torso y sentir tu delicioso aroma.
Y es que tú olor que me penetra directo al cerebro me hace consciente de algo más que es tu atractiva y sexy figura, he visto ir y venir esa cintura y esas nalgas por mucho tiempo, tus pechos perfectos a la proporción de tu cuerpo me ponen a pensar en lo que te diría para que al fin te animaras a irte conmigo.
Y que mejor que llevarte a un lugar donde podamos estar solos y desnudos. Tocarnos y besarnos explorando nuestros cuerpos con los labios y la piel.
Entrar en ti, sentir tu humedad y mirar tus gestos, escuchar tus ruidos, experimentar tu calor. Quiero terminar exhausto a tu lado abrazándote y tú a mí al fin.
Dejar de movernos y quedarnos quietos para así quedarnos dormidos y en silencio y sentir la confianza de que nos hemos encontrado y que quizá pueda volver a suceder.