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La mejor cita de mi vida
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Había recorrido un largo camino hasta el restaurante donde me encontraría con él, lo había visto en fotos y una que otra videollamada… Él es tan jodidamente sexy, su cuerpo es tan atlético y su cabello negro azabache lo hace lucir aún más joven de lo que es.

Cuando por fin lo encontré me senté junto a él, el olor a menta y whisky que venía de él me hacía perder la cabeza.

— Eres aún más bonita que en las fotos — dijo dándole un sorbo a una pequeña copa de whisky que descansaba sobre la mesa.

No podía dejar de mirarlo, era aún más atractivo en persona, vestía un traje blanco y unos lentes oscuros, también tenía una sonrisa encantadoramente sexy.

— Es lo que dicen — Dije arrebatándole su pequeña copa de whisky.

— Y más atrevida por lo que veo — el hombre me guiñó un ojo.

La velada seguía con naturalidad, pero no podía dejar de imaginar cómo me vería sobre él o como se vería basándome. Mi cuerpo estaba caliente y sabía que si aquel hombre que se encontraba cenando frente a mi me tocaba terminaría corriéndome.

— Necesito ir al baño — dije levantándome de inmediato.

— Te espero — Dijo el hombre sonriendo.

Ya en el tocador de mujeres observé lo maravillosa que me veía, traía un vestido rojo con escote que hacía que mis tetas se vieran más grandes y mi figura se veía fantástica como la de un reloj de arena, sabía el efecto que causaría en él. Aproveché la soledad del tocador para revisar mi ropa interior roja de encaje. No pude soportar las ganas de tocarme de solo imaginarme las manos de ese hombre sobre mí, su cuerpo sudado sobre el mío y sus brazos fuertes alrededor de mi cintura mientras su miembro entra y sale de mí.

Salí del tocador lista para irme, pues nuestra velada había llegado a su fin. Estaba algo decepcionada por no haber follado al hombre en cuestión.

— Podemos ir a mi casa — Dijo acercándose a mí con cuidado.

— Sería un gusto — Dije en tono coqueto.

Subimos al departamento del hombre, era bastante bonito. Nos sentamos a beber en unos sillones color marrón.

— Eres hermosa — Dijo dándole un sorbo a su copa de vino.

— Y tú eres tan jodidamente sexy

No soporté las ganas y lo besé, él correspondió mi beso y sus manos bajaban desde mi espalda alta hasta mi abultado trasero.

— Podrías ser mi hija — Dijo separándose de mí.

— Pero no lo soy.

Me quité el vestido lentamente mientras él solo observaba, tan educado como siempre, lo empuje al sillón.

— Dios… Eres tan…

Lo silencié con un beso mientras me montaba sobre él. En ese instante me quitó el brasier haciendo que mis tetas se queden al descubierto, comenzó a jugar con mis pezones y luego se los llevó a la boca.

— Quería que te arrancaras ese vestido rojo desde que te vi con él.

Se levantó del sillón y comenzó a quitarse el traje blanco, su abdomen marcado quedó al descubierto.

— Ven aquí — Dijo atrayéndome hacia él.

Sus manos paseaban desde mis tetas hasta mi vagina.

— Por favor cógeme, he tenido tantas ganas de que me folles…

Me quitó la ropa interior y quedé completamente desnuda, a diferencia de él que sólo traía un bóxer.

Se sentó sobre el sillón observándome un minuto, no esperé demasiado y me subí sobre él. Comencé a mover mis caderas sobre su miembro el cual aún permanecía en su bóxer, él lo sacó del bóxer, su pene se frotaba sobre mi vagina, cada vez se ponía más duro.

— Metelo, por favor — Dije suplicando.

Puse mis brazos alrededor de su cuello, él rodeaba mis caderas con sus fornidos brazos y comenzó a penetrarme, su miembro se movía con rapidez y yo sentía que tocaba el cielo, cada vez más rápido, comenzó a lamer mis grandes tetas mientras me penetraba con placer, pude observar lo maravilloso que se veía gimiendo y sudado.

— Ponte en cuatro — dijo.

Me dejé caer sobre el sofá obedeciendo sus órdenes.

Sus manos masajearon mi culo y tocaron mi vagina con cuidado, sus dedos entraban y salían de mi vagina, seguidamente su lengua entraba y salía de mi, haciendo que un calor invadiera mi cuerpo.

— Voy a entrar

Su pene entró lentamente en mi vagina

— Estás apretada

Su pelvis chocaba contra mi culo, comenzó con movimientos lentos, podía sentir toda su verga dura en mi, no me imaginaba que sería así de grande. Comenzó a moverse aún más rápido, las venas de su verga rozaban mis paredes vaginales haciendo que cada vez se volviera más satisfactoria la sensación.

— Por favor no pares.

Mi cabello caía sobre mi rostro y mis pezones estaban erectos, sabía que el hombre se vendría pronto.

— Voy a venirme — Dijo con el cabello sobre la cara y su rostro se veía realmente sudado — Aurora, voltéate, déjame ver tus tetas.

Me volteé mientras él seguía penetrándome.

— Sigue, sigue y no pares, siento que estoy tocando el cielo, puedes venirte dentro…

Siguió moviendo sus caderas al son de las mías, sentí todo su semen dentro de mí.

Nos vinimos al mismo tiempo.

El cayó sobre el sofá junto a mí, sus brazos me rodearon por completo.

— Súbete sobre mí — susurro aún en tono lujurioso.

Me monté sobre él dividiendo mis nalgas para que su pene pudiera entrar, él me tomó ambas nalgas separándolas para una mejor penetración comencé a mover mi culo sobre su verga aún erecta, pequeños brincos sobre el me hacían gemir, al igual que él, podía ver su rostro cubierto de sudor y sus gemidos eran melodía para mí.

— Ahh… Aurora muévete más rápido.

Los brincos eran cada vez más rápidos, las caricias en mis tetas hacían que el placer del momento no se perdiera, se sentó a mi altura aún con mi vagina sobre su verga, comenzó a besarme apasionadamente, su lengua se apoderó de mi boca mientras yo seguía moviéndome, finalmente volvió a venirse.

Ambos quedamos tendidos sobre el sillón, mis piernas alrededor de sus caderas y sus manos sobre mis tetas, había sido la mejor cita de mi vida.

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