El cuarto es muy simple, cabe una cama, un clóset de techo a piso de madera clara y un pequeño tocador con algunos cajones. Las cortinas son blancas, pero no dejan ver hacia afuera. Es un cuarto de azotea, alrededor hay un lavadero y un pequeño baño contiguo. Se oyen algunos sonidos de vendedores y autos. Hay algunas sábanas ya secas colgadas que tapan la entrada de las escaleras y forman un pequeño camino hacia el cuarto.
El hombre, “el Güero”, se encuentra de rodillas frente a la parte inferior de la cama. Las manos esposadas por la espalda y con un paliacate rojo en los ojos. Viste sólo con un short y sandalias; quizá de unos treinta y tres años, medio blanco y delgado.
Las mujeres entran al cuarto. La primera es de unos treinta y cinco años, se llama Denisse, es de facciones finas y está un poco asustada, trae sandalias y está enfundada en una bata lila; la otra mujer se puede apreciar mayor, quizá casi de cincuenta años, se llama Mónica, es de ojos muy pequeños y rasgados; es una mujer movimientos decididos y de acciones firmes.
“Párate ahí y ahorita que te diga te quitas la bata, te arrodillas” le dice Mónica con tono directo, pero sin alzar la voz, a Denisse y le indica con señas dónde debe pararse. Mónica se pone a las espaldas del hombre y le dice: “Ahora sí Güero” y le quita el paliacate de los ojos. Lo que ve el Güero es a Denisse, una mujer de facciones finas despojarse de la bata, no lo mira a los ojos, sus movimientos son algo lentos y se le nota su nerviosismo. Su cuerpo es maduro y firme: se puede apreciar una piel suave y uniforme; sus senos son medianos, un poco alargados y de pezones altos; sus muslos son gruesos; sus nalgas son un poco más pequeñas que su cadera, pero al arrodillarse se extienden y se hacen más grandes, esféricas, tersas e impresionantes.
“Hazte un poco hacia atrás mamacita” le dice Mónica a Denisse, quien obedece. “Ahora tú, Güero, apoya tus codos en la cama y acerca tu cara”. El hombre puede ver de cerca esas nalgas, su respiración se agita y siente una erección que le estira el short. Mónica les dice: “les tengo una pequeña sorpresa a los dos” y abre las puertas del clóset. Un gran espejo refleja la escena. “¡Ahora sí, inicia Güero!”.
Denisse siente una gran humedad que le recorre como una brocha la cadera, esta se desliza en el nacimiento de sus nalgas y avanza hacia la rugosidad del ano. La lengua escudriña, picotea, lame, quiere vencer resistencias, busca abrir lo abrible. Denisse se siente excitada aún en contra de su voluntad. Al girar la cabeza puede ver la escena en el espejo. Es muy extraña la situación, pero ella la pidió así. Mónica le pide que se agache, que se recargué en su cabeza. La cadera y las nalgas se le paran y abren más a Denisse. Hay más espacio y oportunidad para maniobrar. Siente lengüetonazos por todas partes. Una de sus manos sostiene sus senos, la otra aprisiona las sábanas.
Le sorprende sentir la adrenalina en el pecho y la excitación desde el pubis, acelera sus movimientos. Su cara muestra las expresiones de placer, se ve sonrojada y deja salir algunos gemidos. Mónica le pellizca con suavidad un pezón y le retuerce con giros hacia los dos lados el clítoris, lo que le provoca un orgasmo violento. Al final con resoplidos recupera un poco el control y abre los ojos para ver la escena en el espejo.
“¡Ahora voltéate Güero!” escucha decir. El güero se detiene y se retira un poco, recarga los brazos al filo de la cama y espera. Se gira, se arrastra por debajo de Denisse y se coloca boca arriba entre las piernas de esta. Le cuesta un poco de trabajo por tener las manos sujetas por la espalda. Mónica le baja el short y se puede apreciar una gran erección. Denisse trata al inicio de evitar verle el miembro, pero a la vez no puede dejar de mirarlo. “Anda, síguele”. Sobre su vagina siente el movimiento y embate de una lengua urgida de frotar, succionar y recorrer todo. Mónica le toma el miembro al güero y se lo mueve. Denisse se siente nuevamente excitada, no para venirse nuevamente, pero sí experimenta el calor en el vientre y las piernas, el placer de sus pezones sobre su mano y brazo. Se dice que esto no está bien, pero le es imposible dejar de sentir el gustito y mover la cadera.
“Ahora con el pájaro” Dice Mónica. Y lleva a Denisse a colocarse sobre el Güero y ayuda a que la penetre guiando el miembro. Denisse mira por el espejo su cuerpo hermoso siendo penetrada por ese hombre cuyo deseo le llevo a hacer el trato y pagar. Siente olas de placer, pero le gusta ver el efecto que provoca en el deseo del hombre.
El güero no resiste mucho, el miembro se le hincha y se le pone más grande, se viene entre grandes jadeos. Mónica se previene con paliacate rojo que traía y lo limpia. Denisse disfruta observar como se retuerce y se relaja.
“Ya puedes irte” le dice Mónica mientras le soba los senos y le beso un hombro. Denisse se incorpora, se pone la bata y las sandalias y se va del cuarto, alcanza a escuchar un “Ahorita bajo”. Mónica le dice al Güero: “acuéstate un rato para que te repongas … ¿te gustó?”. El Güero da resoplidos y con el antebrazo sobre los ojos asiente con la cabeza.
Denisse en el piso de abajo se acaba de vestir. Mónica llega y saca un periódico de un librerito atestado con figuras corrientes de imitación de porcelana y recuerditos de bodas y de bautizos. Lo abre y le da el fajo de billetes. “Tú me dices si le seguimos”. Denisse se encoge de brazos, aprieta los labios y se va. Cuando ya no la ven sonríe para sí misma.