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La masajista (Capítulo 3): Majo
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Ring – Sonó el timbre de la puerta. 

– Del cielo a la tierra sin solución de continuidad – dije y reímos ambos, pero por un segundo.

– ¿Quién es? – pregunta Juli.

– Majo, Juli. Me adelanté un poco. – Nos miramos. Estábamos absolutamente cubiertos de ese aceite espeso y denso. Un enchastre, en rigor.

– Bueno, que carajo. Al fin y al cabo esto se trata de pornografía. – dice Juli, se levanta, prende la luz, y la hace pasar a Majo.

– ¡Ahhh bueno! ¿Interrumpo algo? No, no interrumpo nada. Te chorreo semen a la pierna Juli – rio – ¡pero esto fue una bacanal!

Ya me había puesto de pie, casi resbalando con el aceite (si, hasta las plantas de mis pies estaban con aceite).

– Majo, Edu – dice Juli presentándonos.

– Hola Majo – y la beso en la mejilla.

– Ehhh, bueno – comienza Majo.

– Y nada – dice Juli, apartando el tatami a un rincón – ponéte cómoda – agrega señalando la banqueta.

Yo me acomodé la única silla que había comprado para ahí, la cual había elegido por ser de metal y cuerina fácilmente lavable previendo su función, por lo que no me preocupó usarla como estaba. Juli me dijo “¿y yo?” solo con la mirada, y se sentó en mi falda, rodeándome con el brazo, aunque tuve que sostenerla un poco de la cintura, porque se me resbalaba. Hablamos con Majo un rato. Nos metimos tanto en la conversación al punto de olvidarnos de que estábamos desnudos. Majo era desinhibida y guarra; y pronto pude entender que la forma natural en que se tomó esa entrada que para otro hubiera resultado incómoda era compatible con su personalidad. Se entusiasmó con lo que tenía que hacer. Evidentemente la excitaba. El único punto áspero fue el tema de que iba a ser una performance sin preservativo. Por lo que quedamos que le pedíamos una rutina de laboratorio de ETS reciente a cada chico. Excusas para no levantar sospechas había un montón. Y ella traía la suya claro. Quedaría atenta para un posible “debut” el martes o miércoles.

– ¡Listo entonces! – dijo Majo.

– ¡Pará!, ¿Cómo listo? – la frena Juli.

– ¿Qué falta?

– Falta que Edu te vea.

– Que me ve… Ahhh. Tenés razón – señalándola con el dedo. – ¡Música de striptease! – ordena.

Majo era una bomba pelirroja de 30. Ojos celestes, altura mediana y tetas turgentes del tamaño de pomelos. Mujer de curvas, pero no gorda. Todo firme y en su lugar. Y por supuesto, las pecas que siempre acompañan y tan bonitas les quedan a las coloradas, y denuncian que el color de pelo es natural, más allá de que Majo – lo vería en breve – conservaba una pequeña tirita de vello púbico sin afeitar. Una suerte de declaración. “ES mi color de pelo, ¿entendés?”. Al ritmo sensual de la música que puso Juli, comenzó a quitarse lentamente el vestidito corto y suelto que traía, revelando su ropa interior de encaje negro. Ninguna improvisada. Sabía lo moverse y bailar. Y desvestirse. Ya desnuda, solo con sus zapatos negros de tacos altos, su danza siguió sobre la baqueta, y empezó a acariciarse y a tocarse, y continuó hasta chupar sus dedos con ademán lujurioso, para luego abrir sus piernas hacia nosotros y metérselos en la concha. Terminó la música.

– ¿Qué te parece Edu? – pregunta con mirada de devoradora de hombres.

– ¡Muy Bien! – le responde Juli antes de que yo reaccionara.

– Edu, no vos.

– Estoy sentado sobre su respuesta y te digo que muy bien. – Cierto, a pesar de haber acabado hace unos 30 minutos el striptease me había puesto al palo. Con cierta malicia, Juli se levantó y me dejó expuesto.

– Bueno, no soy de fierro chicas… -comienzo a justificarme.

– ¿Y qué hacemos con eso? – pregunta Majo.

– Vos no sé. Yo voy a buscar la cámara. ¡Tengo que practicar!

Nunca entendí si era un plan, o simplemente un entendimiento tácito entre amigas. Pero sí entendí que no me disgustaba en lo absoluto. Juli volvió con la videocámara, colocó y encendió algunas luces disponiéndolas como le había enseñado, y se puso en el papel de directora.

– Arrancamos con oral – instruyó.

Me acerque a Majo, que estaba sentada en la banqueta, y me tomó en la boca sin más trámite. Su destreza era soberbia. Un pete jugoso, voluptuoso.

– Mas de costado, se tapan entre ustedes. Edu, apoyá tu rodilla izquierda en la banqueta – dijo Juli – ¡Ahí!

Majo prosiguió varios minutos, y yo le acariciaba por momentos una teta. En eso empujó hasta el fondo y comenzó a hacerme garganta profunda. No acabe ahí, solo por el polvo anterior.

– Vamos con un poco de misionero.

Se quitó los zapatos y se recostó con el culo hacia el centro de la banqueta, levantando sus piernas hasta el pecho. Me acomodé abriendo mis piernas flexionadas lo más que pude, y la penetré, a lo que respondió con un grito de placer. Estaba bastante mojada, y su concha no era estrecha, más bien amplia. Casi cómoda. Comencé a bombear en esa posición y ella a gritar. Era, en consonancia con su personalidad, muy verbal en el sexo. “¡Dale cogeme!” “¡Así, así!” “¡más, mas!” repetía incansablemente entre gritos y gemidos. Aunque un resultaba poco exagerado en esa pose. Esta, que es bien popular en las películas porno, probablemente por dejar bien expuesta la penetración – de hecho Juli se había arrodillado al lado mío en la banqueta para tomarnos mejor – era una cagada de incómoda, mis movimientos torpes no se correspondían con la verbosidad de Majo

– Dale, fuerte – dice Juli.

– Che, no tengo físico de pornostar. Ya me duele todo. – en parte, no era tan malo esto. Me ayudaba un poco a controlar mi excitación. No fuera a ser que esto se acabara demasiado pronto.

Seguimos varios minutos, y Juli decidió que ya era tiempo de otra posición.

– “Reverse Cowgirl” – apeló al anglicismo.

Me senté en el borde y me recosté. Majo se colocó sobre mí y guió la penetración con una mano, asegurándose de mostrarla bien a la cámara. Se recostó hacia atrás sobre sus brazos y comenzó un bombeo pertinaz. Le acompañan las caderas con mis manos, sujetas a su carne tersa y consistente. Cuando se cansó se recostó sobre mí, y manoseé con fruición sus tetas ahora a mi alcance. Corrí mi cola hacia fuera del borde de la banqueta y la incorporé, con la idea de hacer lo de las películas: ella quieta y yo bombeándola fuerte desde abajo. Pero me salió para el culo, ya que no conseguía mover mi pelvis y todavía resbalaban mis pies. Nos reímos los tres.

– Ahora chupásela – me dice Juli a mí.

Bien. Ya se me estaba complicando no acabar. Me siento en el piso, Majo en el borde de la banqueta y entro a comerla. Majo acusó el contacto con un gemido fuerte, se tensó y agarró mi cabeza con una mano. Con la otra se sostenía atrás, para no estar completamente recostada y mostrar mejor sus lolas a la cámara.

– ¡Ah bueno!, ahh ca… caramba! ¡ahhh! ¡Esto es cosa seria! ¡esto lo hacés de puta madre! – gritaba, gemía y se contorsionaba.

– Ché pero déjenme un acercamiento. – dijo Juli.

A partir de allí se dio una situación bastante particular en la cual por momentos alejaba mi cara hacia un costado y le lamía el clítoris con la punta de la lengua y en otros, enterraba mi cara en su concha con jugando más intensamente sobre su botón mágico y también entrando en su vagina. Claro, esto último acompañado por gritos y contorsiones. Así se estaba aproximando Majo al orgasmo cuando Juli pide que se ponga arriba mío. Dejo mi faena al instante y sentí que Majo golpeaba con un puño la superficie acolchada. Me puse de pie, la ayudé a ella a hacer lo mismo, me acosté en su lugar y se montó encima. La cópula siguió ahora desenfrenada. Majo se movía con ferocidad y hasta traspiraba. Le pellizqué sus pezones, duros como acero. Le estrujé las lolas. También se recostó sobre mí y la bombee yo, esta vez con mejor resultado, mientras Juli nos filmaba ese ángulo. Se incorporó nuevamente y movió su pelvis furiosa hacia adelante y atrás. Su orgasmo se aproximaba nuevamente. Y el mío más rápido aún.

– Perrito! – anunció Juli.

Pero Majo no paraba. Me incorporé bloqueándola y la levanté, o le eyaculaba ahí mismo. Frustrada se puso en cuatro y la volví a penetrar. Me quedaba muy cómoda esa posición, con un pie en el piso y una rodilla en la banqueta. Entre a bombear agarrándola de las caderas. Gritaba.

– ¡Dale! ¡Damelaaa! ¡Mas fuerte por favor! – y gemía y gritaba – ¡acabo, acabo, no pares!

– ¡Acabada en la boca! Ordenó Juli.

Pero definitivamente no era un pornostar. No pude retener más mi clímax. La saqué, y le acabé en la espalda. Majo se quedó rígida y emitió un gemido largo, como un quejido, un lamento quizás. Había quedado al borde. No dude y la volví a penetrar.

– ¡Si, si!! – gritó con felicidad. ¡Ahhh!!!

Unas embestidas más la empujaron por el borde. Sus piernas temblaron fuerte mientras contenía la respiración. Exhaló cuando su orgasmo cedió y se dejó caer hacia adelante.

– Gracias. – dijo respirando agitada – Creo que te cagaba a trompadas. Los cagaba a trompadas – agregó mirando a Juli a quien una sonrisa picara iluminaba el rostro. – porque vos, me cortaste al menos una vez. ¡A sabiendas y a propósito!

– Bueno para debut nada mal – dije yo. – hay que ver cómo le fue a la camarógrafa.

– Eso después, primero una ducha.

Nos bañamos los tres juntos mientras hablábamos alegremente de tonterías. O casi juntos, porque no entrabamos los tres en la ducha del pequeño baño a la vez. Nos vestimos, Majo se despidió y se fue, y nosotros nos quedamos ordenando mientras el crudo del video bajaba a la notebook. Salimos hacia las nueve.

– Tengo hambre. ¿Cenamos algo? ¿O tenés que hacer?

– Nada. Dale.

Fuimos a un restaurante lindo en la calle Arcos. Pedimos una parrillada de pescados y mariscos con un chardonnay.

– ¿Nunca estuviste en pareja? – disparó, ya terminando la primera copa de vino.

– Si… no, no realmente. Fueron noviazgos cortos, y no estaba realmente enamorado. Me cuestan mucho las relaciones. Todas las relaciones. A veces prefiero quedarme un fin de semana entero encerrado en casa armando mis modelos de barcos y escuchando música. El boliche no me gusta… en fin. Además soy un gordito de cero pinta.

– No sos feo y menos gordo. Estas descuidado, y esa pancita es de no hacer ningún ejercicio. Si salieras a correr tres veces por semana y compraras ropa con un poco más de onda y serías un bombón. ¡Y además coges bien, boludo! Esto último bajando la voz.

– ¡Exagerada! – dije sonriendo, e hice una breve pausa – ¿Y vos? ¿Te enamoraste alguna vez?

– ¿Para qué?… ya sabes mi tema. ¿Para qué me dejen por frígida? ¿Y ahora encima puta? – me miro con ojos vidriosos. Bebió un sorbo de vino y se armó de vuelta. – Si era Diana Krall ¿te gusta? – cambió de tema.

– ¡Si!, a ver, dejame ver que hay en tu iPod.

Hablamos de música, hablamos de cine, hablamos de viajes y lugares lindos. Al postre siguió un par de coctails y luego otro más.

– Estamos cerrando – interrumpe el mozo.

Sin darnos cuenta, se habían hecho las 3 am, y solo quedábamos nosotros en el restaurant. Caminamos las diez cuadras hasta su casa en la noche templada y agradable. Al llegar caí en cuenta que inconscientemente nos habíamos entrelazado con el gesto quizás más tonto, pero a su vez el más profundo: caminábamos de la mano. Nos paramos frente a frente en la puerta de su edificio. Me dio un beso robado, me miró con ojos agridulces, y entró.

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