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La mamada travesti más deliciosa de mi vida
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Tiempo de lectura: 5 minutos

¡Me sorprendió travistiéndome! No había excusa. No era posible argumentar nada. No tenía escapatoria ni salida. Esta vez no pude correr a mi cuarto, al baño o a ningún lado. Simplemente me descubrieron. Pensé en todo: En mi familia, en mis amigos, en mi casa, en la vergüenza, en el qué dirán. Pero la suerte ya estaba echada.

No consideré las consecuencias ni medí los tiempos. Tardé demasiado y me arriesgué mucho. Pero las ganas contenidas por estar al fin solo después de varias semanas lo había sido más; el deseo me había provocado al nomás mi hermano salir de casa, correr a mi cuarto, desnudarme en el camino y sacar las pantimedias, el sostén, la tanga y el minivestido tallado que tengo oculto en mi closet. Vestirme sintiendo la delicadeza de las medias deslizándose sobre mis piernas, la textura del sostén en mi pecho y en mis caderas, así como la tela elástica del vestido ciñéndome el cuerpo hasta la mitad de la pierna. Disfruté eróticamente el toque final de ponerme unas sandalias altas estilo gladiador con correas hasta la rodilla. Verme al espejo fue un deleite. Era toda una mujer con un pequeño miembro y tenía toda la casa para pavonearme por ella, contorneándome como toda una diva, modelando por el living, posando en el comedor, siendo una nenita mal portada en la cocina. Decidí ver una película de travestis masturbándose, conectando la computadora al televisor, en la sala principal y me senté al estilo Cleopatra en el sofá.

Yo vivo con mis dos hermanos mayores y mi madre. Mi madre y mis hermanos trabajan todo el día y yo estudio en la universidad. Mi hermano quien fue el último en salir no regresaría por un buen tiempo, pero el otro, quien había salido primero únicamente lo hizo para ir a dejar a mi madre a su trabajo e iría al suyo, pero más adelante en la mañana. No reparé en que regresaría tan pronto.

No tuve tiempo de reaccionar. Toda la ropa estaba tirada por la casa. El escándalo de las relaciones sexuales travestis en la televisión a volumen alto y yo casi acostada en el sofá. No escuché la cerradura ni la puerta abriéndose, cuando me di cuenta mi hermano estaba en la entrada viéndome.

Cerró la puerta, colocó su llave en un mueble y se acercó a mí, extrañado. Se paró frente mío, evidentemente exigiendo una explicación. Mi corazón latía agitadamente lleno de temor y angustia. Me bajé del sofá y me arrodillé directamente en el piso. Estaba frente a él y mi cabeza llegaba justo a su cintura.

En ese momento, mi temor se convirtió en valentía. Lo encaré directamente a los ojos. Los travestis de la televisión seguían dando gemidos en su loca fornicación. Arrodillado frente a él tomé su cinturón y lo desabroché. Bajé su cremallera. Él no dijo nada. Bajo su calzoncillo noté un bulto hermoso. Bajé su pantalón totalmente hasta sus tobillos y él sacó su miembro del calzoncillo. Estaba flácido, pero comenzaba a hincharse. Bajé su prenda de vestir. Tomé su miembro con mi mano y lo vi directa y fijamente a los ojos. Era mi primera vez, mi primera verga, sería mi primera mamada y quería disfrutarla sin temor. Me abandoné al deseo. Mientras levantaba con la mano su miembro, bajé a sus testículos y saqué la lengua para lamerlos. Primero el derecho: por debajo, lenta, suave y delicadamente. Succioné su testículo y él emitió un gemido de dolor. Luego, el izquierdo. Me tomé un buen tiempo en mamarlo bien. Ahora venía el plato fuerte: Bajé lo más que pude y localicé la línea que divide los dos testículos, muy despacio la recorrí hacia arriba hasta que llegué a la base de su miembro. Lo recorrí largamente hasta la cabeza, aun cubierta por su prepucio. Descapoté su miembro que ya estaba erecto y recorrí la circunferencia de su glande enjuagándolo con saliva caliente de mi lengua. Luego, bajé nuevamente por un costado de su verga, me sentí una leona mordiendo el cuello de su presa, en este caso un búfalo fuerte que pronto comenzaría a embestirme. Subí de nuevo, llegué a la cabeza calva de su pene, era suave, lisa, rosada y caliente. La lamí con movimientos circulares espirales de mi lengua hasta llegar al agujero de su punta y allí la metí. Sentí su sabor salado, sabor a hombre y el vapor y calor que irradiaba su pija a mi cara y boca. Como a una mazorca lo recorrí todo hacia abajo por el lado izquierdo, disfrutando todo el cuello de su verga ya dura y vigorosa.

Subí de nuevo por el frente y esta vez al llegar a la cabeza abrí bien la boca y comencé a disfrutarlo como a una gran bola de helado caliente. Metí solo su cabeza y su glande estaba a la altura de mis dientes. Era enorme y casi no me cabía. Cerré un poco la boca y lo chupé succionándolo. Él gemía de placer. Puse mis manos en sus nalgas y lo empujé a mi para sentir todo su miembro en mi boca. Lo saqué despacio, luego otra vez y otra hasta llegar a su punta y luego adentro.

Me acomodé y poco a poco introduje toda su hermosa y caliente verga en mi boca. Despacio, con la lentitud de una jeringa que inyecta una vitamina al cuerpo. La metí más y un poco más hasta que su punta tocó mi paladar. Mi lengua extendida saboreaba a lo largo y ancho todo aquel manjar. Arqueé mi garganta como pronunciando profundamente una letra o, y sentí todo su miembro en mi ardiente boca llegando hasta mi garganta. Controlé el reflejo de la náusea. Lo deseaba todo. Su glande masajeó mi glotis. Lo saqué hasta su punta a la cual eché saliva y nuevamente la engullí, despacio, lento, una y otra vez mamé hasta mi garganta esa verga hermosa que me hacía sentir lo mismo que los travestis que justo en ese momento acababan su leche entre ellos en la televisión.

Aceleré el ritmo. Sus manos me empujaban la cabeza violentamente para que tuviera todo aquel pedazo de carne bien metida en mi boca y de nuevo hacia afuera. Fue más rápido, y más; y más; y más. Él perdió el control. Gritaba, gemía sin cesar. Aderecé la forma en como mis manos saboreaban su cuerpo y su piel, pellizcando con la derecha sus tetillas y con la izquierda apretando sus testículos.

Su primer chorro de semen fue justo cuando lo tenía más adentro en la boca, de modo que la campanilla de mi paladar sintió su poder. Lo salado de su leche estimuló mis glándulas salivares, de tal forma que su semen se hizo muy líquido y llenaba mi boca y se salía de ella, pero muy espeso aún. Me dio otro chorro y otro. Con mi boca llena de semen saqué su verga de ella y lo saboreé con mi lengua, era salado y con olor potente a hombre. Sus dos siguientes chorros los gocé sobre toda mi cara. Humedecí mi frente, ojos, nariz, mejillas, labios y orejas con ese líquido blanquecino, viscoso y ardiente. Lo llevé nuevamente a mi boca y me tragué lo que ya tenía en ella, para terminar de exprimirlo dentro.

Se sentó desplomándose en el sofá, acabado hasta la última gota por mi boca. Me incorporé de pie. Mi miembro pequeño estaba parado. En aquel vestido se notaba claramente bajo las pantimedias. Él me vio y sin duda me admiró como estaba vestido como toda una mujer. Frente a él tomé mi miembro bajo el vestido y me masturbé, eyaculando dentro de la tanga.

Lo reté viéndolo a los ojos, ambos habiendo tenido un monumental y excitante orgasmo. “Sí” le dije “soy travesti de closet. Me gusta vestirme de mujer y masturbarme con estas delicadas prendas. Es la primera vez que alguien me ve y la primera vez que mamo una verga. Te aseguró que tu semen estuvo mucho más delicioso de lo que alguna vez me imaginé. Te prometo darte mi virginidad del culo, mis mejores momentos sexuales y ser una yegua para que me montes como quieras. Aquí, entre los dos, seré para ti Genoveva. ¿Qué dices, me guardas mi secreto?”

“Si te gusta vestirte de mujercita” me respondió “te voy a dar la mejor de las cogidas que alguna vez pudiste soñar. Si así de rico, tal como me mamaste la verga es tu culo, no me quiero perder la oportunidad de montarte”; y, diciendo esto, me llevó a su cuarto para darme la mas explosiva, sensual, caliente y deliciosa de las desfloradas anales.

Escríbeme, [email protected].

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