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La madrina degenerada
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Tengo 39 años y soy un poco gordita, aunque en los últimos cuatro años asisto regularmente a un gimnasio. Trato de mantener una dieta equilibrada, y rutinariamente hago caminatas con alguna vecina. Esto ha hecho que mantenga unas nalgas abundantes y firmes y senos duritos. Soy de esas mujeres que todavía los hombres se dan vuelta a mirarlas a mi edad.

Me casé muy joven por lo tanto mis aventuras amorosas no fueron muchas…

Tengo dos niñas de diez y once años…

El sexo siempre me ha gustado y ha sido satisfactorio con mi marido Edgardo un hombre de cabeza abierta y sin tabúes.

Pasado los diez años de casados, donde ya no somos tan inseguros, comenzamos con bromas y chistes sobre fantasía que rondan la cabeza de todos los seres humanos. A él le encantan, y a mí también. Esto queda de manifiesto o a la vista cuando mantenemos relaciones y me dice al oído después de dejar resbalar sus dedos por mi vagina o ano e introducirlos junto a su pene.

-Imagínate, otro clavándote y entrando apretadito?? Te gustaría??

No precisa ni contestar, mi vagina me delata mojándose abundantemente.

Confieso que ya pensamos en conseguir otra persona para poder llevar a cabo esas ideas.

Las veces que nos planteamos eso, nunca encontramos a alguien convincente.

Que fuera sobre todo discreto, de buena apariencia y un gusto mío personal es que tenga un pene bastante grande y sobre todo grueso.

La vez que estuvimos más cerca fue en un viaje a Bahía, Brasil. Después de acertar el precio el candidato no quería la participación de los dos. Solo para mi, y no me anime a seguir.

Además el miedo a contraer alguna enfermedad venérea, más allá de usar protección también nos preocupa.

Pero la vida siempre da oportunidades y llegan cuando menos se espera.

El año pasado visitamos a una prima y comadre mía que viven en el campo.

Había bautizado a Jorge su niño mayor. Pasamos todo un fin de semana entre máquinas y animales. Donde nos contó que su hijo esté año vendría a la capital terminar sus estudios.

Un adolescente, que como persona de campo, era bastante tímido. Pero ya era todo un hombrecito.

-Tu ahijado, te acordás? Me dijo.

-Qué edad tiene?

-Cumplió 19 hace un mes.

-Como pasan los años Marisa…

Después de esos tres días, nos volvimos a la ciudad.

Extrañábamos ya nuestra casa, y esa noche a pesar del cansancio hicimos el amor.

Y creo que ahí comenzó toda esta locura linda y excitante que actualmente estoy o estamos envuelto.

Ya estando en la cama yo en perrito, con mi vagina para arriba y abierta me dice Edgardo después de unas palmadas.

-Vamos a comer esa colita, que la miraron con tantas ganas…

-Quien? Porque me decis eso?

-No te diste cuenta?

Aahh, no lo viste?

-No, yo no, pero quién?

Terminamos enseguida y las embestidas de mi marido fueron grandes y profundas. Lo conozco, sé que cuando eso pasa tiene algún motivo que lo deja sumamente excitado. Después de terminar no seguimos con el diálogo. Solo lo retome al otro día, cuando insistí en saber quién me había mirado. Los hombres muchas veces palpan cosas que las mujeres no las vemos. Aunque a veces es también al revés. Nosotras vemos y percibimos cosas que ellos ni cuenta se dan.

Con cara de picardía me dijo:

-No se dio cuenta madrina quien le miraba ese culo redondito?

-Quien!!??

-No se dio cuenta que su ahijado le clavaba la mirada y la quería comer con los ojos?

Aquel día que los ayudamos acarrear cajones de tomates o cuando la sujeto para subir a caballo?

-Noo, es un guacho, no jodas, en serio…

-Es un guacho, pero si te agarra con la vara que tiene te hace delirar… me dijo y se fue a trabajar

Las bromas de mi marido siguieron, y primero diciéndome si no quería traer al ahijado a estudiar.

Pero después me lo dijo en serio.

Al comenzar el ciclo lectivo, ahí estaba mi ahijado. Ya no lo mire como un niño. Era un hombre, con los brazos torneadas y quemados del sol. Era tímido y observador tal cual me dijo Edgardo.

Cada vez que salía a trabajar me decía pícaramente

-No se vaya a comer su ahijado, madrina.

Se reía y me daba un beso.

Días después me dijo que si quisiera desecharlo lo hiciera que él no veía nada. Y para atizar más mi lívido agregaba.

-Ojo que la tiene grande y gruesa…

-No jodass…

Pasados 15 días, note que era cierto que me miraba disimuladamente y seguí los consejos de andar con un short corto.

Cuando venía del gimnasio y dejaba la ropa interior, note que faltaba y después aparecían misteriosamente en el lugar.

-Lo vas a tener que pasar por la entrepierna era el consejo de mi esposo… me decía riéndose.

Cada vez que lo llamaba a su trabajo lo primero que me preguntaba era si ya lo habíamos hecho.

Un día arreglamos con Edgardo que él se iría a otra ciudad por dos días…

Que tratara yo que él me comiera en esos días. Después de cenar esa noche, ya las niñas dormían, quedamos conversando y tomando unas cervezas.

Bromeábamos y creo que el alcohol lo dejo más desinhibido. Lleve la mano en sus geniales, se río y acepto, no paramos hasta casi dos horas después.

Lo que hicimos ahí mismo sobre el sofá, con aquel pene grande, lleno de venas y ansioso fue de lo mejor.

Su venida dentro de mi parecía que hubiera orinado. Tenía semen dentro de mi vagina y chorreado hasta la espalda.

Como sigue esta historia no lo sé, claro que mi deseo es de tener mi marido y el dentro mío.

Todavía no me anime a eso. Si lo hago ustedes sabrán.

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