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La madre de mi hijo, la prostituta
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Mi nombre es Juan, tengo 39 años y vivo en los suburbios de la ciudad. Estoy casado con Bárbara desde hace 8 años con la cual tengo un hijo de 7 años.

Durante toda mi vida fui empleado de una distribuidora de ropa. Pero esta debido a la crisis y los vaivenes de la economía cerró sus operaciones en la ciudad dejando a muchos incluyéndome a mi en la calle. Acto por lo cual tuve que tomar mi automóvil y empezar a realizar viajes tipo taxi mediante aplicaciones móviles.

Trabajo en el cual no se gana mucho dinero, pero cuando tienes una familia y un niño que alimentar no hay mucho más que pensar.

Todos los días trabajo más de 10 horas para que a mi familia no le falte nada. Mientras Bárbara se ocupa de cuidar a nuestro hijo y realizar los que haceres domésticos.

Bárbara o Barbi cómo solemos decirle es una mujer hermosa con 170 cm de altura y 37 años. Piernas largas, caderas anchas, cola parada y poderosa con una pizca de celulitis que le da un realismo extremo. Cintura marcada, con un busto pequeño pero muy sexy y dotada de un abdomen bastante plano. Pelo largo castaño con flequillo y una boca de labios gruesos. Sin estrías, ni tatuajes, ni piercings. Una verdadera mujer de casi 40 años que fue madre de un hijo. De una conducta intachable y una perra insaciable en la cama.

La condición económica generada por mi despido hizo que Barbi tenga que buscar algunos trabajos a tiempo parcial, los cuales hacía desde nuestra casa. Viéndose limitada en el tiempo por las actividades que nuestro hijo realiza. Así sea llevarlo o traerlo a la escuela, a fútbol a inglés o alguna de las tareas que desempeña un niño de 7 años. Cosa que me es imposible realizar por la dinámica de trabajo que tengo con mi automóvil.

Trabajos vinculados con la venta on line de productos para el pelo, cremas y algunos maquillajes era el campo donde Barbi se desempeñaba con gran éxito. Las comisiones de dichas ventas nos ayudaban muchísimo a la hora de pagar las cuentas. Habiendo meses en los cuales superaba holgadamente mi salario. Pasando a ser este el ingreso principal de la casa.

Una tarde luego de dejar el auto en el taller mecánico con el fin de hacerle unas reparaciones tuve la mala noticia de que iban a demorar 2 días en entregármelo.

Entonces decidí no desaprovechar esos 2 días y hacer algunas cosas pendientes en la casa. Trabajos simples como arreglar el desagüe de la cocina, pintar la reja de entrada o simplemente ordenar mis herramientas.

Vivimos en una casa muy amplia de 3 habitaciones, con una gran cocina comedor y un extenso patio trasero con un florido jardín. Teniendo entrada tanto delantera como trasera por la cochera. Un palacio en buen estado pero al cual aún le restan algunas cosas por hacer para que quede sensacional.

Dos días eran suficientes para pintar y reparar unos armarios en una habitación que teníamos como depósito.

Revolviendo ese armario encontré para mí sorpresa una caja muy bien escondida la cual tenía varios conjuntos de lencería, bragas, diferentes disfraces eróticos, vestidos muy sensuales, sugestivos y extremadamente cortos, además de tacones altos y botas. Ropa la cual Barbi nunca había utilizado ni siquiera en nuestras noches de pasión. También en la caja había una agenda donde Barbi anotaba sus ventas detallando por nombres e importe.

Lunes Raúl $200 3 pm.

Jueves Tomás $500 2 pm.

Viernes Ezequiel $1000 3:30 pm.

Previsto para la semana entrante. Calculé que eran nombres de algunos compradores pero era todo muy sospechoso.

El comienzo de estos detalles en esa agenda venía de hacía varios meses.

Entonces planeé ese lunes dejar de trabajar cerca de las 2 pm, para ir a mi casa y ver que ocurría.

Esperé sobre mi automóvil pacientemente desde un ángulo dónde podía verse la puerta de entrada de mi hogar, sin estar del todo visible para el que estaba dentro. Pasadas las 3 pm un hombre de mediana edad, panzón y medio pelado tocó el timbre. Evidentemente era Raúl. Todo concordaba con la agenda. Pasaron 10 min y el tal Raúl seguía dentro de mí casa. Por tanto decidí entrar sigilosamente por la puerta trasera sin que nadie me viera para ver lo que estaba ocurriendo. Realizar esta maniobra en el anonimato no fue difícil de gestar. Lo que sí es difícil es narrar lo que estaba ocurriendo dentro de mi hogar.

Luego de entrar silenciosamente por la puerta trasera y refugiarme tras una pequeña pared pude ver como Bárbara chupaba la verga de Raúl de modo atroz. El pene erecto de este estaba completamente dentro de la boca de mi mujer. Raúl estaba sentado en una de las sillas de la cocina mientras mi esposa Bárbara estaba de rodillas frente a este. Jalándola del cabello subía y bajaba su cabeza graduando esté desde ahí, la cantidad de centímetros que mi mujer tragaba por la boca.

Vestida para la ocasión con unos tacones negros, una pollera corta negra muy ceñida a sus caderas y un pequeño top mi mujer se prostituía con este patán.

Cómo buena anfitriona agasajaba vía oral a su invitado. El cual esgrimía una cara de placer extremo con cada lamida de mi esposa a la cabeza de su verga. El panzón de Raúl no dejaba de presionar con su mano la nuca de Bárbara metiéndosela hasta la garganta como intentando saber cuan profunda era.

Dejándola a las puertas del ahogo y la asfixia. Arcadas mediante sin ningún tipo de respeto.

-¡Así puta! ¡Así, trágatela toda! -solía decirle

Haciendo que mi mujer agarre con sus dos manos su instrumento de carne, mientras succionaba su glande de forma atroz. Mirándolo fijamente a los ojos de modo tierno yacía de rodillas frente a él.

Acto que hizo venir a Raúl en la boca de mi esposa la cual tragó toda la semilla de este sin ningún tipo de inconveniente.

Pude ver la cara de placer de Raúl debido al orgasmo que mi señora le hizo tener con su boca.

No voy a negar que al ver a mi esposa en esta situación me dio una gran ira. También género una terrible erección como hacía tiempo no tenía. Tales imágenes generaron que me masturbe varias veces seguidas recordando cómo mi señora por dinero le chupaba la verga a un extraño en mi casa haciéndome acabar contra la pared del baño mientras tomaba una ducha.

Por lo cual decidí volver a ver cómo rezaba la agenda sin mencionar ninguna palabra de lo ocurrido.

Fue así como llegó el jueves. Posicionándome de la misma manera esperé que el tal fulano ingrese a mi casa, el cual no tardó en llegar. Tomás era un veinteañero que recién había salido de la pubertad. La única diferencia con Raúl fue que está vez al atenderlo en la puerta, Bárbara se encontraba con una ropa muy sugestiva símil prostibularia. Tacones medias negras un vestido muy corto extremadamente abierto por ambos lados color rojo.

Dejé pasar varios minutos para entrar con el fin de no ser descubierto para ver lo que acontecía en mi hogar. Repitiendo mi ritual silencioso atravesando la casa sin despertar ninguna sospecha. Posicionándome en el mismo lugar descubro que la acción lejos estaba de producirse en la cocina como el martes.

El seguir la huella de los ruidos que invadían el silencio de mi hogar me condujeron a la puerta de mi habitación donde podía escuchar como estaban haciendo tronar el colchón de mi cama matrimonial mientras Bárbara gemía de forma alocada.

Acciones que llevaron a ver por entre la puerta cómo Tomás ensartaba con su enorme miembro a mi señora. Bárbara brincaba como una zorra sobre este desprovista de su pequeño vestido el cual adornaba el piso. Tomándola de las caderas sacudía con fiereza una y otra vez a mi esposa para que esta recorra con su vagina todo su largo pene de ida y vuelta. El joven usaba el cuerpo de mí esposa la cual solo estaba vestida con unas medias largas negras sostenidas por un liguero.

Mientras me masturbaba, podía observar a la golfa de mi mujer teniendo un orgasmo el cual pintó de blanco el largo tronco peneano de Tomás.

Este no dejaba de sacudirse frenéticamente cogiéndose a mí esposa, la cual brincaba de manera colosal sobre él. Gritando de placer de forma terrible haciendo tronar nuestro colchón. Hasta que este le pidió acabarle en la cara. Para ser textual le dijo:

-Putita, ¡arrodíllate que te voy a pintar la cara con leche!

Ordenó el joven

Podía ver cómo a escasos centímetros mi esposa se prostituía en mi cama por unos pocos billetes. Mientras me masturbaba durante todo el transcurso de este acto tras la puerta.

Entonces puso a Barbi de rodillas y el ya puesto en pie empezó a agitar su largo miembro frente a ella. Lo cual dio tiempo a que Barbi pudiera acomodar su pelo. Jalando el pellejo de su pene hacia atrás y hacia adelante esté cargaba su pepino de leche. Mi señora esperaba desde abajo con gran emoción recibir todos sus jugos. Hasta que de un momento a otro escupió su esperma en varios chorros seguidos. Una cantidad enorme de semen espeso que impactaron de lleno en la cara de mi mujer. Chorreándole la cara de una caliente y espesa leche. Envuelta en una profunda humillación está lamía sin culpa el orificio de la uretra de este para quitarle hasta la última gota de esperma al viril pendejo. Haciéndome masturbar y acabar por tercera vez consecutiva dentro de mis pantalones.

Solo restaba el jueves para terminar este rodeo sexual dónde oficiaba de marido voyeur mientras mi mujer trabajaba del oficio más viejo del mundo.

Esperaba con ansias el viernes para ver la llegada de Exequiel. Seguí paso a paso la secuencia que fue descripta en los días anteriores. Exequiel era un muchacho afroamericano el cual llevaba 20 minutos dentro de mi casa. Al igual que con Tomás la acción se desarrollaba dentro de las 4 paredes de nuestra habitación matrimonial. Dónde este muchacho tenía ensartada por la cola a la madre de mi hijo. La cual estaba vestida con un uniforme de mucama.

Con un pene de tamaño normal pero ancho y cabezón abría analmente a Bárbara la cual estaba sobre el borde de la cama puesta como un perrito. Mientras este hombre de tés negra empujaba tras ella taladrándole el culo de modo firme. Todo el moreno miembro de este no cabía dentro del ano de mi mujer la cual tiraba su cuerpo hacia delante buscando un poco de alivio. Retirando así ¾ del largo del pene de este de dentro de ella. El cual la tomaba del cabello para volver a introducir nuevamente esa distancia de un solo empujón.

Así pasaban los minutos. Mi señora se defendía de las arremetidas de Exequiel con la cola sobre nuestro lecho matrimonial. Barbi no podía soportar la bravura de tales movimientos debido al grosor del aparato de este. Haciendo que mi esposa golpeara con la palma de su mano en reiteradas ocasiones el colchón como clamando compasión. Exequiel había pagado un alto precio y en efectivo por la cola de mi señora. No iba a dejarla hasta satisfacer sus más bajos instintos. Barbi tomó una almohada para morderla con su boca y así poder soportar al moreno que metía toda su ancha verga dentro de su culo. Para luego con sus dos manos presionarla sobre su boca y así disminuir los gritos que le hacía pegar tan terrible bombeada. De esta manera bajaba varios decibeles a sus alaridos que este le extraía cuando se sacudía tomándola de la cintura con sus morenas manos.

Era un hecho este hombre de color le estaba rompiendo el culo a su sirvienta sexual. Con el trasero bien empinado sobre mi cama, había arremangado la falda por arriba de su cadera del uniforme de mucama que mi señora había escogido para este mal remunerado acto sexual. Podía verse también un pomo aplicador de vaselina el cual mi esposa luego de minutos de dura fricción rogaba a esté, que se unte sobre su miembro.

A la luz de los hechos yacía parado en la puerta desde hacía 30 minutos. En los cuales me masturbé en reiteradas ocasiones como nunca antes. Mientras este sodomizaba a la ramera de mi esposa.

Mientras se zarandeaba sin control dentro del culo de Bárbara podía oír al moreno decir:

-¡Sí! ¡Zorra! ¡Sí! ¡Así! ¡Si! ¡Zorra puta! ¡Así! ¡Sacúdete! ¡Golfa barata! ¡Oh, sí!

Empujando a contramano la materia fecal con movimiento frenéticos cómo nunca antes había generados sobre el culo de mi esposa. Enseñoreándose gracias al poderío de su dinero del esfínter de Bárbara para sin más vueltas reventar su Granada de semen a la altura de su recto.

Luego de vaciarse dentro de ella dejo pasar unos instantes para retirarse, momento en el cual Barbi le suplicó:

-¡Ay, Exequiel sácamela! ¡Por favor! ¡Despacito! ¡Por favor! ¡Despacio! ¡Ay Ay! ¡Que me rompiste el culo! ¡Ay hijo de puta! ¡La tenés enorme! ¡Ay!

Retirándose de dentro de ella pude ver algunas gotas de semen que rebalsaban del culo de mi mujer el cual buscaba cerrarse sin mucho éxito. Mientras tanto Exequiel limpiaba algunas notas marrones sobre su miembro provenientes del trasero de Barbi.

Nunca dije nada del trabajo de mi esposa la cual siguió prostituyéndose por un largo tiempo.

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