Transcurrió parte de la mañana y como el ingeniero me había dejado muy caliente, empecé a insinuármele al contador mayor. A Freddy.
Él es un señor mayor que yo, de 62 años, 1.85 de estatura, musculoso y muy atractivo aún a su edad.
Verán, pues el ingeniero no regresó durante la mañana y yo me sentía muy hot así que me senté en mi lugar después de lavar mi taza y alcé un poco mi falda, dejando ver las medias negras y con ligueros que llevaba puestas, desabotoné un poco mi blusa para que se me viera el top y se apreciaran mis pezones.
El contador me habló y me dijo Alondrita acércate, necesito explicarte y pedirte algo. Yo inmediatamente atendí su petición y me acerqué. Él me veía con mucho deseo y morbo las piernas y repasaba su mirada en mis tetas.
Me explicaba que había una devolución de impuestos en revisión y que estuviera al pendiente, dándome el número de operación.
Le dije: Claro Freddy, estaré al pendiente. Despreocúpate cariño y le sonreí pícaramente.
Me preguntó: ¿Y a mí no me ofreces una taza de café o de té?
Claro que sí jefecito lo que tú desees te ofrezco y me respondió maliciosamente: deseo mi pene dentro de tu boquita. Le dije: ¿Sí? Y sonrió.
Agregó, pero también quiero un café. Por supuesto Freddy, le contesté.
Se fue acercando al lugar donde le preparaba el café y me apretó la pierna, enseguida metió su mano por debajo de mi falda y soltó el liguero de una media y me empezó a dedear.
Por poco me equivoco al prepararle el café, debido a que no podía pensar en lo que hacía, por sentir tanto placer que me estaba dando mi jefecito en ese momento.
Solo le dije: ¡Freddy! No por favor y dejé la taza a un lado de la mesita. Entonces él me dijo por favor ¿qué? Si yo sé lo que quieres desayunar mamasota.
Le dije sí baby, bien que lo sabes. Entonces lo besé pasándole mi lengua por sus labios y luego se la metí a la boca, mientras sentía y apretaba su pene por encima del pantalón.
Me hinqué y le saqué la verga del pantalón y candente sorpresa que tenía guardada, una verga grande, larga y rosada de unos 18 cm.
Sonreí y le empecé a lamer la punta, a masturbarlo suavemente y a mamarle la polla de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, llenándosela de saliva.
Escuchaba los chasquidos de mis labios contra su bolas y su verga.
Lo sostuve de las piernas y empecé a meterme y a sacarme esa gran verga de mi garganta, lo que me empezó a provocar náuseas por el atragantamiento entre sus líquidos seminales y tanta saliva.
Mi querido jefecito la tenía bien erecta, dura y dilatada, lista para mamársela sensual, deliciosamente y que me diera la leche.
Eso era lo que más deseaba en aquella candente mañana.
Continuará queridos lectores.