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La macizorra tetona de la construcción
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Trabajo en una constructora, soy contadora. La empresa para la que trabajo ganó el concurso para iniciar la construcción, la cual está proyectada para terminarla en un plazo de un año y dos meses.

A partir de que anunciaron el proyecto a los ingenieros de la obra y a algunos cuantos contadores de la empresa, yo me sentí muy feliz. El proyecto se realizaría fuera de la ciudad, en otro municipio. Así que nos pagarían el sueldo, viáticos y traslados.

Yo encantada de la vida acepté para darle un cambio a la monotonía de mi trabajo, entre puro contador de edad o mayores que yo. Todo era tan aburrido para mí, que acepté inmediatamente, ya que no tengo compromisos con nadie.

Yo soy una mujer madura, soltera, sin hijos, de 50 años de edad, pero me dicen que soy muy atractiva. Por mi parte he de decir que, sí soy una mujer tal vez, bastante madura, pero, la edad no me ha quitado lo ardiente.

Llegó el mes de abril y me trasladé a mi nuevo lugar de trabajo. Llegué y el primer día los ingenieros se presentaron y nos dijeron cuáles serían nuestras funciones. Pagarles a los trabajadores cada semana, implementar un sistema de registro de entradas y salidas de los empleados, calcular sus impuestos, expedir los recibos de nómina, etc.

Desde que vi al ingeniero más joven me emocioné y lo visualicé encima de mí poseyéndome.

Él es un hombre guapísimo, de entre 38 y 42 años, castaño, alto y muy atlético, es decir algo fornido. El día que lo conocí vestía muy formal, su pantalón de vestir, camisa y saco. No entiendo cómo soportaba el calor que hay en esta ciudad.

Pero yo cada vez que me hablaba, le veía la cara pero de pasadita y como que no queriendo la situación trataba de mirarle entre las piernas, para imaginarme el tamaño de su miembro.

Él siempre muy serio, aunque creo que se daba cuenta que mi atención estaba casi siempre en medio de sus piernas.

Todos los días lo veía llegar, tan guapo, recién bañado y como que venía del gimnasio o de hacer ejercicio. Ya que más tarde lo veía con su traje de vestir.

Así pasó alrededor de 15 días, solo lo veía y le hacía discretas insinuaciones. Me hablaba y yo me mojaba los labios o me pasaba la lengua sensualmente para mojármelos. Dándole a entender que lo deseaba.

Un día decidí ser más provocativa, ya que quería saber si yo le gustaba. Pues bien, aunque fue un truco un poco infantil, me llevé unas paletas de dulce a la oficina y me vestí de una manera más reveladora. Ese día me vestí de color obscuro para destacar mi color de piel.

Me puse una falda que me llegaba a justo arriba de las rodillas, apenas me cubría las medias negras que llevaba, un top negro y una blusa ajustada de manga corta y mis tacones súper altos.

Ese día me esmeré en mi arreglo. Me peiné mi larga cabellera negra con plateado en una coleta, me maquillé destacando mis ojos y mis labios y usé aretes largos y sensuales.

Llegué más temprano para preparar café y ofrecerle una taza, así que yo le hablaría con un buen pretexto.

Dieron las 9 am y lo vi entrar a las oficinas. Rápidamente puse mi taza de café a un lado y me metí una paleta a la boca que ya tenía lista para cuando él llegara.

-¡Buenos días Alondra! Qué tal.

Le sonreí alegremente y noté que inmediatamente fijó su mirada en mis piernas, después en mi escote y finalmente en mi cara y desde luego chupé la paleta muy sensual y deliciosamente simulando lamer una verga.

Le dije: Hola buenos días Sergio. ¿Gustas una taza de café? Se acercó a mí y me puse inmediatamente de pie.

Noté que él estaba embobado viéndome las tetas y después las piernas. Después de unos segundos me dijo que sí quería.

Le contesté: muy bien, ¿y cómo te gusta? Se acercó nuevamente y me rozó el pezón derecho, yo me hice la tonta.

Me dijo, descuida bonita yo me lo preparo.

De acuerdo le contesté y cuando me volteé y me sorprendió tomándome de la cintura con sus dos manos calientes y fuertemente.

Me dijo no te conocía así hermosa, me dio la media vuelta de frente a él y me metió la mano a la blusa, apretando una de mis tetas, me acercó a él y rápidamente cambió su mano a mi vagina, frotando un poco mi clítoris mientras lo besaba apasionada y candentemente.

En menos de un minuto que duró el delicioso beso, ya tenía mi panochita bien mojada.

Continuará queridos lectores.

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