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La lotería (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Escribo esta historia con una nostalgia que llena mi corazón, como diría José Santos Chocano:

Miro la serpiente de la carretera

que en cada montaña da vueltas a un nudo;

y entonces comprendo que el camino es largo,

que el terreno es brusco,

que la cuesta es ardua,

que el paisaje es mustio…

¡Señor!¡ Ya me canso de viajar!¡Ya siento

Nostalgia, ya ansío descansar muy junto

de los míos! …Todos rodearán mi asiento

para que les diga mis penas y mis triunfos;

y yo, a la manera del que recorriera

un álbum de cromos, contaré con gusto

las mil y una noches de mis aventuras

 y acabaré en esta frase de infortunio:

¡He vivido poco!

¡Me he cansado mucho!

 

 Sucedió en los primeros meses del año 2014, aquel año sería especial, ya que empezaban mis vacaciones con la noticia de que me quedaría solo en casa. Ellos estarían de vacaciones en otra ciudad y no sería una molestia adecuarse porque teníamos una cómoda casa donde pasábamos todos los años el verano.

 Pero este año sería diferente, estaría lejos de ellos. Sentía que necesitaba estar solo por un tiempo. Explicaré el motivo por el que necesitaba separarme de mi familia y muchos seguro que me entenderán.

Lo primero que tengo que decir es que por alguna razón que aún desconozco mis padres siempre me trataron como la “oveja negra” de la familia, es cierto que no paraba en casa mucho tiempo, salía a fiestas, iba a jugar futbol con mis amigos, pero nada más, no soy un pandillero o un drogo. Supongo que el hecho de salir a la calle constantemente no les gustaría, ya que constantemente me decían: "Tienes que dar ejemplo", "tienes que ser más responsable", "debes cuidar a tu hermano", "deja de pelearte con tu hermano, ¿no ves que es más pequeño?"…  

Estoy de acuerdo con que como mayor soy un modelo para imitar, pero es que mi hermano Joaquín es un completo travieso y mimado. Siempre conseguía lo que deseaba, era su consentido para todo lo que él pidiese.

En varias ocasiones quise educar a mi hermano y ponerle en su sitio debido a su conducta, para que no sea caprichoso, para que colabore más en el hogar, para que no sea egoísta o perezoso, etc. Pero mis padres siempre me lo impidieron aduciendo que era mi menor, especialmente mi madre que trataba a Joaquín como si fuese un bebé y dejándole exento de responsabilidades porque creía que no sería capaz de cumplirlas mientras que a mí no me toleraban el más mínimo error, evidentemente Joaquín era su hijo favorito.

El cabrón se la pasaba holgazaneando por la casa. Mientras que yo hacía las tareas del hogar, parecía una empleada, pero aun así no me quejaba. Me pedía constantemente mi IPad, que gané al obtener el primer lugar en un concurso de conocimientos. Jamás me felicitaron por este logro, ni cuando obtuve el primer puesto en el colegio. Pero sí estaba obligado a prestarle mis cosas, incluido el IPad, ya que según ellos era mi deber compartir lo que tenía.

Hasta que un día mi madre me llamó, casi gritándome. No recordaba haber hecho algo malo por lo que me parecía extraño.

—¡Sergio! ¡De esta, no te salvas! —me dijo con la cara seria, pero más me dolió ese rostro que puso, como si hubiese visto a la peor chusma.

A su lado estaba Joaquín llorando desconsoladamente, supuse que él tenía que ver con esto y presentía que no era nada bueno.

Enseguida mi madre me mostró mi IPad, en el estaba escenas porno, precisamente una madura siendo follada por un jovencito. Siempre había tenido cuidado cada vez que navegaba en estos sitios, eliminaba mi historial después de verlos, por lo que no tenía nada que ver en esto.

Lo tenía claro, a Joaquín mi mamá le había descubierto viendo aquellas candentes escenas y él me echó toda la culpa. De nada sirvió explicarle que no era mi culpa, que su engreído Joaquín, su preciado hijo era un maldito pajero.

—¡Le hiciste ver cosas sucias a Joaquín!, ¡A partir de hoy, estas castigado!      —me replicó.

—¡Madre, por favor créeme! —le supliqué.

—¡A partir de hoy te quedas sin el IPad! Agradece que no le comentaré de esto a tu padre, porque estoy segura de que si lo hiciese te irías al ejército, como siempre le aconsejé para que te corrijan. Tú necesitas una educación castrense, ya no tienes solución —me respondió tajantemente.

Me quedé callado cuando me dijo aquello. Mis sueños de ir a la universidad se truncarían. Sentí tanta impotencia, que la respiración se me cortaba, a parte de esto me estaba quitando injustamente el IPad, que con tanto esfuerzo había ganado, era un motivo de orgullo para mí, una recompensa a mi sacrificio como buen alumno. Además era una herramienta muy útil, ya que me ayudaba a tomar apuntes más rápido. En ese momento avisté una sonrisa burlona en la cara de Joaquín.

—¡Sé un hombre por primera vez. Deja de lloriquear y asume tu responsabilidad! —le increpé mientras le apuntaba con el dedo.

Sentí un dolor intenso en mi rostro, producto de la cachetada que me dio mi madre. Me vibró hasta el tímpano, incluso perdí la audición por un momento.

—¡Si estuviera aquí tu padre ya te ibas a enterar tú, sinvergüenza!¡Caradura, largo de acá! —me dijo mientras ponía una cara que parecía una mezcla entre asco y enojo.

Me fui del cuarto de mi hermano, mientras dos surcos de lágrimas recorrían mis mejillas, eran de indignación pura. Cantaros de agua fluían de mis ojos, no paraban de salir, y no se debían precisamente al dolor de la cachetada, eran de rabia, impotencia, quería desaparecer, deseaba blasfemar, llorar. Mi “querida madre” me había desautorizado y humillado cuando tenía toda la razón del mundo. Me ridiculizó delante de ese bribón de hermano que tenía.

Aguanté el mes de castigo, trataba de ignorar a Joaquín que se pavoneaba de tener un nuevo IPad, al verlo no sé de dónde saqué fuerzas para no golpearlo. Recordé el poema de Pedro B. Palacios, mientras lo decía entre dientes cada vez que podía para sentirme menos desdichado.

No te des por vencido ni aun vencido.

No te sientas esclavo siendo esclavo.

Trémulo de pavor piénsate bravo,

Y arremete feroz si estás herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo,

no la cobarde estupidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido.

Sé como el fuerte, que al penar no gime o llora.

Si caes vuelve a intentarlo, lucha y reza.

¡Que muerda y vocifere vengadora,

ya rodando en el polvo tu cabeza!

Me perdí el cumpleaños de Pedro, mi mejor amigo. Harían una fiesta y estaría la mujer más bella que conocía hasta ahora, Martina. Debo reconocer que estaba muy enamorado de ella. A parte de ser hermosa, era inteligente y tenía un montón de seguidores en Instagram, era de cierta forma una chica inalcanzable para mí.

Me acuerdo la primera vez que la vi. Fui de paseo con Pedro y algunos amigos a una zona turística cerca de la playa. Mientras observaba el oleaje que golpeaba a las rocas de la formación Salto del Fraile, en el Morro Solar. Estas estructuras nacieron antes que nosotros existiéramos, nos vieron llegar y con seguridad nos verán partir. Me fijaba en esa especie de puente construido por la naturaleza sobre los estratos inclinados de arenisca (roca sedimentaria). Esta abertura no es casualidad, por ella pasaba un dique de andesita (roca ígnea volcánica) erosionada completamente por acción del mar hace millones de años.

El mar es testigo de muchas escenas de amor pero también de tragedias. Les contaré la leyenda para los que no saben la historia del porqué de este nombre: El Salto del Fraile.

Cuenta la leyenda, que allá por el año 1860 existían dos nobles familias que habitaban en Lima, los Marqués de Sarria y los Molina, esta última había enviudado es por esto por lo que tenían una nana que se hacía cargo del cuidado de Clara de 12 años.

La niñera tenía un hijo llamado Francisco, y se dice que este tenía 3 años más que la menor. Francisco, quien era el engreído del Marqués, se enamoró de Clara, a tal punto que la hermosa joven quedó embarazada, lo que originó una verdadera convulsión en la sociedad de la época. El Marqués, ofuscado y ofendido ante tal ultraje, ordenó que Francisco fuera encerrado en el Convento de La Recoleta y se le haría fraile. En cuanto a la niña, su padre decidió enviarla de viaje.

Luego de este episodio, el joven ya vestía el hábito de monje dominico y ayudaba en la misa del padre Mendoza.

Cuando llegó el 17 de octubre, el día de la partida de Clara quien embarcaría desde el Callao y se iría de viaje con su padre quizás para nunca volver. La nodriza de la joven le dijo que su hijo la estaría esperando para despedirse a lo alto de un risco, así que cuando su barco pase por las costas de Chorrillos y por medio de un catalejo podría divisarlo.

A las 5:30 de la tarde en la peña más alta, el fraile con las manos alzadas se despedía de su amada, ella con el corazón roto lo observaba, de pronto él se lanzó a las profundidades de mar quedando solo el amor que él profesaba por ella. Clarita no soportó la idea de quedarse sin él, vivir sola en este mundo no era una opción, el dolor que sentía era profundo y no encontró mejor idea que lanzarse al mar. Así los dos por fin estarían juntos por la eternidad y ningún prejuicio los separaría.

A raíz de esto, pescadores de la caleta de Chorrillos vestidos de fraile representan el hecho lanzándose del peñasco al mar ante la atenta mirada de decenas de visitantes, turistas y lugareños que aplauden su acción y le dejan propinas.

Mientras observaba aquella escena, una camioneta lujosa y con un bonito diseño de una conocida marca alemana, se estacionó cerca de donde estábamos.

De ella bajaron varias chicas hermosas, pero la que más resaltaba era una chica con el pelo ligeramente ondulado. Su hermosura era insólita, y no pasó desapercibida para mis amigos.

—¡Qué bonita! —exclamó uno de mis compañeros.

—Si tan solo pudiera conocerla —intervino otro compañero.

—Espera…yo la conozco —dijo Pedro.

Nosotros le miramos extrañados creyendo que empezaba a farolear, cosa que él no hacía, no era ese tipo de persona, es por eso por lo que le tenía cierta estima.

—Si… es mi prima —aseguró Pedro.

Entonces se acercó hacia donde estaban las chicas a saludarlas y empezaron a conversar. Al parecer no metía.

Seguidamente nos presentamos, intentando sacar el mejor porte y parecer unos buenos hombres. Ahí supe su nombre, se llamaba Martina y se veía mucho más hermosa de cerca. Mis compañeros se ponían de lo más galanes, especialmente con ella. Pedro al percibir que la estábamos agobiando, hizo que la conversación terminase y al contrario de nuestro deseo nos tuvimos que despedir. Desde ese día tuve una avalancha de emociones contradictorias. Me sentí enamorado, feliz, temeroso, expectante.

Ahora estaba atrapado en mi cuarto con un castigo injusto. Perdí la oportunidad de estar cerca de ella, de conocerla mejor. Tuve que pedirle disculpas a Pedro por faltar a la fiesta de cumpleaños, me inventé una excusa, no le conté la verdad, ciertamente me avergonzaba la situación en la que me encontraba.

—Carlos, quiero que lleves el almuerzo a tu padre. Es con su esfuerzo diario que tienes para vivir y lo mínimo que podemos hacer es agradecerle por tanto amor y sacrificio —me ordenó mi madre.

Al llegar a la oficina de mi padre, me agradeció por el almuerzo, ya que me explicó que tendría seguidamente una reunión con su jefe y los altos directivos de la empresa. Me retiré rápidamente de su oficina para no molestarlo, pero no quería volver inmediatamente a casa, después de estar castigado por un buen tiempo, quería disfrutar de mi libertad, así que me fui a disfrutar de unos pasteles en una cafetería que se encontraba cerca de su oficina.

Estaba comiendo el postre, cuando avisté a mi padre, que presurosamente salía de su oficina. Decidí seguirle para intentar pedirle alguna propina antes de irme, pero recordé que tendría una importante reunión y me arrepentí. Extrañamente observé que no se dirigía a la sala de reuniones, sino se dirigía a la zona de almacenes. Algo en mí me dijo que le siga, pero lo hice con cuidado de que no se diese cuenta. Mientras llegaba a la zona una puerta me impedía el paso con el anuncio “Solo personal autorizado”, intenté abrirlo pero estaba asegurado.

Entré por una ventana abierta en la segunda planta del depósito. No había personas trabajando en el almacén, así que procedí a buscar a mi padre sin tratar de hacer ruido. Como estaba en el segundo piso tenía una amplia visibilidad, detrás de unas cajas escuché pequeños gemidos. Me acerque un poco para ver de más cerca y casi me desmayo de la impresión. ¡Mi padre estaba penetrando a otro hombre! Sentí nauseas en ese momento de aquella escena repugnante, sabía que no miraría igual a mi padre desde ese entonces.

Al llegar a casa, me encierro en la habitación, me encontraba ofuscado, desorientado. La noche me sorprende antes de sacar alguna conclusión clara. Cuando calculo que todos se han dormido ya, salgo de mi cuarto y voy al pasillo de los libros. Esta zona de mi casa es un lugar en el que me lleno de paz y tranquilidad. ¿Qué carajos pasaba con mi padre? ¿Siempre tuvo esos gustos, pero si está casado con mi madre?

Estuve meditando por un buen tiempo, eran demasiadas impresiones que me ocurrían, y cada una peor que la otra. Sentía que me iba a volver loco si me quedaba con ellos. Necesitaba estar alejado de esta familia tóxica, después de todo como decía Edgar Allan Poe:

“La soledad es el lugar más seguro que conozco”

Estuve tramando un plan para aislarme de mi familia, al menos mientras duren las vacaciones. Convencí a mis padres para que me matricularan a un instituto que enseñaba inglés, era pago único por todo el ciclo, cuando se enteraron de que duraría hasta las vacaciones, me lo increparon por lo que les pedí disculpas de mi desatino.

—¡Eres un desorientado! ¡Crees que el dinero se gana fácil!¡No sé a quién saliste, me avergüenzas continuamente! —me increpó mi madre.

Aguanté sus reproches e injurias. Sabía que mis padres eran de cierta manera ávaros, no querían que se desperdicie la inversión.

—¡Te quedarás estudiando en las vacaciones! ¡Solo te dejaremos el dinero para tu comida y pasajes!¡Revisaremos constantemente tu asistencia a clases, así que no pienses en ser un haragán! —me reprendieron, pero para mí era música a mis oídos.

Salió tal cual lo había planeado, por fin me quedaría solo, quería la libertad de no tener que escuchar las reprimendas de mis padres y hacer lo que se me dé la gana, así que me despedí de ellos con la promesa de aprovechar el verano para estudiar.

 Solía jugar la lotería de vez en cuando, ya que lo considero como diversión y sé que la probabilidad de ganarla es muy baja. El primer día de mi vida en solitario, decidí comprar la ficha. En la noche cuando en la televisión anunciaban los números ganadores, en un inicio me sorprendí al ver que los números coincidían con la cartilla que tenía, enseguida sentí alegría, un gozo tremendo, incluso salté de lo feliz que estaba, ¡Empezaban las vacaciones de buena manera!

¡Había ganado uno de los mayores premios!

De pronto empecé a calcular lo que había ganado, descontando los impuestos, la ganancia fue cerca de 10000 dólares, estaba feliz, incluso quería contar a mis padres de lo que me había pasado, cogí el celular y cuando iba a llamarlos apagué el teléfono, lo pensé mejor, si les informaba de mis suerte probablemente me dirían que deje el curso y vaya con ellos, quería pasar solo este verano y disfrutar de mi independencia más aun con el dinero que había ganado, no es por ser egoísta pero tampoco había ganado una millonada, eran 10000 dólares, una cantidad importante  para un joven como yo.

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