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La libertad de amar
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Me encontraba frente a un ventanal mirando la inmensidad del planeta todavía desnuda, saboreando las horas que acababa de pasar con mi hermano, estaba feliz y deseosa de que volviéramos hacerlo, aquello que durante tantos años nos dijeron que estaba prohibido, que era tabú, aquello que según nuestra sociedad estaba obsoleto, en nuestro siglo nos habían grabado que las relaciones sexuales no estaban bien vistas.

La nuestra era una sociedad que había evolucionado enormemente gracias a la robótica, a las máquinas, prácticamente dependíamos de ellas para todo, incluso para el sexo, se nos implantaban unos chips al nacer en la cabeza que desinhibían todo apetito sexual, la nuestra era una sociedad en que la gran mayoría de los individuos eran vírgenes, donde la reproducción era exclusivamente in vitro y los pocos que se atrevieron a tener niños de forma natural teniendo una relación sexual, digamos que… estaban fuera del sistema y se convertían en unos parias.

Mi hermano y yo pertenecemos a una clase alta dentro de nuestra sociedad, somos científicos y estudiamos la viabilidad de nuevos planetas, llevábamos orbitando solos este nuevo planeta desde hace más de cuatro meses estudiándolo y valorando sus recursos, pertenecemos a una expedición más amplia los cuales se nos unirían dentro de 2 meses, seis meses después de que una lluvia de meteoritos alcanzase nuestra nave, ocasionando algunos desperfectos como la gravedad artificial o las comunicaciones, lo que hizo que nuestros chips inhibidores se desconectasen sin nosotros saberlo.

No habían pasado más que unas semanas en la órbita de aquel planeta, cuando nos alcanzaron unos fragmentos de meteorito, tras ser alcanzados mi hermano y yo empezamos a flotar por la nave y a pesar de ser una de nuestras prioridades nunca llegamos a reparar bien la gravedad dentro de la nave, en ocasiones de pronto nos encontrábamos nuevamente flotando.

Poco a poco se repararon todos los desperfectos menos las comunicaciones que realmente no había nada que hacer, ya que las antenas sub espaciales de largo alcance estaban destrozadas o habían desaparecido, al pasar los días me empecé a sentir diferente, tenía sueños muy raros, sueños que nunca había tenido, sueños excitantes y sentía sensaciones nuevas incluso, despierta, me sorprendía mirando a mi hermano de forma inusual, sentía placer cuando mis pezones en esa situación rozaban con mi camiseta y veía a mi hermano mirarme de igual manera, nunca me había mirado así.

Cuando nos cruzamos por el pasillo nos mirábamos el uno al otro y al pasar al lado si nuestras manos se rozaban, los segundos parecían minutos, el tacto de su piel sobre la mía era una sensación tan placentera y sé que a él le pasaba lo mismo gracias al reflejo del cristal de la puerta fondo frente a mí, podía observar cómo se daba la vuelta y paraba de mirarme hasta que no doblaba el pasillo, en esos momentos estallaba de excitación y notaba como mis bragas se humedecían, como escalofríos recorrían mi cuerpo, no entendía nada, pero eran unas sensaciones que me gustaban y las iba buscando y provocando

Iban transcurriendo los días, más roces, más sensaciones, más sueños en los que me levantaba con mis bragas realmente empapadas, recordaba pequeños fragmentos del sueño, partes inconexas que no entendía, eran sueños excitantes, de juegos sexuales con mi hermano y ahora le miraba con deseo en todo momento, me sentía observada en todo momento, cuando andaba, cuando trabajaba, cuando leía un libro en la sala de recreo incluso cuando me vestía y dormía.

Los dos estábamos raros y lo empezamos hablar, él tenía los mismos sueños las mismas sensaciones hasta que un día mi hermano me empezó a contar una teoría de lo que podría estar pasándonos, era la explicación más razonable y era que a causa de no tener comunicaciones, los receptores de los chips que teníamos implantados no transmitían ni recibían y eso había hecho que no inhibirán nuestros apetitos más primitivos.

El sol se ponía detrás del planeta y yo estaba viendo aquel maravilloso espectáculo cuando entro mi hermano entro en la sala, empezamos hablar de lo bonito que sería ver aquello sobre el planeta y nuestras manos se rozaron por un momento, sentí nuevamente aquella sensación de placer y mi mano busco la suya nuevamente, nos empezamos acariciar despacio, nuestros dedos empezaron a jugar entre ellos mientras que mirábamos por el ventanal la puesta del sol, frente a nosotros nuestro reflejo, los dos de pie frente aquella ventana, cogidos de la mano mirando al infinito.

Me cubría una camiseta muy larga de color azul que me llegaba por encima de las rodillas y mi hermano tan solo unos pantalones cortos de deporte, ya que venía de hacer algo de ejercicio en el gimnasio, la mano de mi hermano empezó a subir por mi brazo muy suavemente, casi sin rozarme, nos giramos a la vez dejando el ventanal a un lado y nuestras manos empezaron a recorrer nuestros brazos a la vez que nos mirábamos con deseo.

Recorría sus fuertes brazos una y otra vez y fue mi hermano el primero en desviar sus caricias hacia mis senos, pasaba su mano por encima de ellos, haciendo que mis pezones se dispararan intentando atravesar la camiseta, bajaba hasta acariciar mis muslos y subir por encima de la camiseta por mis caderas, mi costado hasta llegar a mi axila para volver de forma inversa el recorrido, yo me atreví a posar mis manos sobre su pecho, acariciando levemente sus músculos, sus pectorales, sus abdominales, dibujándolos con las yemas de mis dedos, sentía como mi respiración se aceleraba, como mi corazón golpeaba contra mi pecho con fuerza, como mis senos reaccionaban cuando sus manos se posaban nuevamente en ellos.

Sentía como mi sexo se humedecía como mis bragas se iban mojando y como a mi hermano le crecía un bulto por debajo del pantalón, aquellas sensaciones eran nuevas para los dos, nunca habíamos experimentado nada igual, nunca habíamos acariciado nuestro cuerpo y mucho menos el de otra persona, sentía escalofríos cada vez que sus manos me recorrían, sentía como mis pezones habían aumentado de tamaño y estaban duros, la sensación de tener sus manos sobre mis pechos apretándomelos con delicadeza y la sensación de tener por primera vez unos labios sobre los míos besándome despertó algo en mí que ya no pude controlar.

Nadie nos dijo nunca lo placentero de aquellas sensaciones, nadie nos había enseñado, pero poco a poco lo íbamos descubriendo convirtiéndonos en maestros, nuestros labios unidos e instintivamente le abrí mi boca y nuestras leguas empezaron a bailar dentro mi, mis manos acariciaban su espalda, las suyas subían desde mis muslos nuevamente levantando mi camiseta a su paso y descubriendo mis bragas, los besos más profundos y los abrazos más fuertes, fue la primera vez que sentí su pene rozando mi sexo, era algo extraño sentir algo tan duro, algo que no hacía ni unos minutos era pequeño y blando.

Mi hermano continuo la ascensión de sus manos llevándose por delante mi camiseta y con mi ayuda levantando los brazos la dejamos caer al suelo, unos senos redondos y firmes con unos pezones que apuntaban al techo estaban desnudos delante de él, mis aureolas sintieron por primera vez los besos y la lengua de mi hermano que pasaban sobre ellas, chupando después los pezones causándome los primeros gemidos, cerré los ojos para disfrutar del momento, como sus besos recorrían todo el contorno de mis pechos, como sus dedos me acariciaban el vientre casi sin estar, al abrir los ojos miraba la escena en el ventanal, fuera solo había oscuridad y dentro… deseo carnal.

Mi hermano recorría mi cuerpo con sus labios y yo le empezaba a quitar el pantalón para acariciar su pene, sus manos empezaron a bajarme las bragas, tan solo hasta la mitad de mis muslos para poder meter sus dedos en mi vulva, sin saber me rozaba con ellos mi clítoris, aquella sensación sí que fue tremendamente placentera, mi cuerpo despertaba de un largo letargo, todos mis sentidos estaban puestos allí, en aquel pequeño botón rosado, los gemidos fueron cada vez más fuertes y habían parado toda actividad salvo mi respiración, mis manos ya no podían acariciar su pene dejándolo simplemente entre ellas.

Me empezó a besar y le empecé a abrazar clavándole las uñas en su espalda cuando sentí sus dedos entrar en mi vagina, poco a poco me iba penetrando más con sus dedos, me quite las bragas por completo y me tumbe en el sofá con las piernas abiertas y la cabeza de mi hermano entre ellas lamiendo mi clítoris, metiendo sus dedos en mi vagina, no podía parar de gemir y al cabo de unos minutos una sensación extraña, mi vientre ardía y mis piernas temblaban de repente, mi cuerpo no reaccionaba y empecé a gritar de placer, mi vagina se inundó saliendo de ella pequeños chorros de un líquido transparente, mojando sus dedos y su cara empapando todo a su paso, acababa de tener mi primer orgasmo.

Los dos tumbados en el sofá, después de no sé cómo describirlo, algo tan… nunca mi cuerpo me había desobedecido, espasmos musculares, un placer indescriptible recorrió mi cuerpo, hizo que tuviera más curiosidad por todas aquellas nuevas sensaciones, sobre todo por aquel pene al que empecé nuevamente a acariciar, era suave, grande y duro, lo sentía palpitar cuando me lo metí en la boca, no sé por qué quizás porque lo vi en alguna película clandestina que habíamos visto hace años, mi hermano gemía de placer y sus manos acompañaban mi cabeza en aquellos movimientos cuando metía y sacaba su pene de mi boca, cuando lamía su contorno, presionaba mi boca contra su pene llegándome a dar arcadas.

Estaba disfrutando como nunca le había visto, repetía lo que creía que más le gustaba, sentía sus palpitaciones en mi boca cuando empezó a gemir más fuerte y empezó a eyacular dentro de mi boca, su semen caliente salían de mi boca resbalando entre mis labios cuando la saque y pequeños corros impactaron en mi cara, nos mirábamos sonriendo, sus músculos todavía en tensión mirando ahora con los ojos cerrados al techo, nunca antes había sentido aquella sensación y nunca antes se había corrido y me alegré de que yo fuera la primera, la primera en recibir su semen.

Me levanté y le besé, todavía seguía tendiendo restos de sus semen en mi cara, lo cogí de la mano y me lo lleve a mi habitación con paso lento pero firme, una vez allí me tumbe en la cama y le abrí nuevamente mis piernas para que hiciera eso que habíamos visto en las películas antiguas, quería sentir su pene dentro de mí, quería experimentar como en las películas el goce de aquellas chicas, gritar de placer como ellas lo hacían, a pesar de no haber tenido nunca relaciones sexuales mi himen se había roto debido a que montaba desde muy joven a caballo por lo que no tenía miedo al dolor que quizás me pudiera provocar al entrar dentro de mí por primera vez.

Estaba tremendamente excitada, mi vagina mojada y preparada para él, su pene otra vez disfrutaba de esa talla que yo había probado, mi hermano me miraba a la vez que se acercaba a mí, se metió entre mis piernas mientras me decía que si estaba segura de hacerlo, que lo teníamos prohibido pero él se acercaba más y más, sentía su pene rozando mis labios y yo solo quería tenerla dentro, quería sentir aunque fuera una sola vez como me penetraba, quería gritar y volverme loca de placer.

Nuestros labios se empezaron a unir le rodee con mis piernas abrazándole con ellas al igual que mis brazos por la espalda cuando empecé a sentir su glande sobre mi vagina entrando despacio, deslizándose en mi interior con suavidad, no sabía si ese pene tan grande entraría dentro de mí, pero mi vagina se iba expandiendo a su paso, rozando mis paredes haciéndome feliz y haciéndome gemir desde un principio, mi hermano, me estaba follando por fin.

Cada vez que uníamos nuestros sexos, cada vez que su pene entraba y salía de mi vagina, mis gemidos eran más altos, una vez más se estropeó la gravedad artificial y nuestros cuerpos unidos empezaron a flotar por la habitación, sus movimientos sus empujones nos propulsaban hacia delante, la sentía entra tan dentro de mí que sus roces con mis paredes vaginales una y otra vez sacaban pequeños gritos de mi interior, me sentía flotar y no literalmente que también.

Mi hermano me follaba flotando por toda la habitación, entrando y saliendo de mí ahora a gran velocidad, tanto que tuve que apoyar las manos en la pared, girábamos sobre nosotros pero eso no le impedía que siguiera penetrándome con fuerza y profundamente, haciéndome gritar una y otra vez, mis uñas arañaban su espalda cuando mi cuerpo se arqueaba en el aire, cuando empecé a notar como mi hermano con su pene bien profundo y sin moverse apenas expulsaba su semen en el interior de mi vagina, notaba como sus chorros me golpeaban justo antes de que empezara a temblar y un tremendo orgasmo invadiera mi vagina, mi vientre, mis piernas, mi cuerpo entero temblaba y mis gritos resonaban por toda la nave.

Estuvimos un buen rato flotando con su pene todavía dentro de mí, nos besábamos con cariño, acabábamos de pasar una línea prohibida, acabábamos de hacer el amor, sentía sus manos sobre mis pechos, acariciándolos, yo me aferraba a él con piernas y brazos, no quería que se separase cuando empecé a notar como su pene iba creciendo dentro de mí, denuedo nuestras caderas empezaron a bailar, nuevamente su pene empezó a salir de mi interior para volverse a meter, esta vez nuestras miradas no se apartaron ni un solo segundo, viéndonos disfrutar el uno del otro, viendo como nos cambiaba la cara cuando nuevamente pero esta vez en silencio nos volvíamos a correr.

Al final nos tuvimos que separar, había que arreglar la dichosa gravedad, pero eso no significo que dejáramos de hacer el amor, todas las tardes cuando el sol se ponía empezábamos a amarnos, al final nos convertimos en unos parias para nuestra sociedad yo no pude ocultar lo que crecía dentro de mí, nos destinaron a un planeta lejano sin lujos, un pequeño asentamiento de unas 200 personas como nosotros, repudiados por sentir, por amar y allí mi hermano y yo desconocidos para todos, vimos crecer felices a nuestra hija, curiosamente el castigo que nos habían impuesto no fue tal sino todo lo contrario, mi hermano que era un genio consiguió bloquear todos los inhibidores y ahora todos los días al atardecer…

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Espero que os haya hecho sentir como a mí al escribirlo, porque no hay nada más hermoso que nuestra libertad, nada tan bonito como el amor.

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