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Tiempo de lectura: 6 minutos

Nos casamos con Ludmila hace tan solo un mes y medio. Con todo lo que indica un mandato familiar, es decir, con todo lo que indica la ley. Ludmila tiene una familia tradicional, o al menos esa es la impresión que dejan ver, tiene dos hermanos más, una mujer mayor que ella y un varón, menor.

Tengo 23 años y mi esposa uno más que yo. Ludmila es una mujer muy interesante y con un cuerpo bastante llamativo. Estuvimos de novios durante poco tiempo, casi siete meses, de los cuales tardé algo más de cinco en llevarla a la cama, pero me resultó ser una mujer muy abierta mentalmente y sensual. Un par de meses más tarde estábamos de viaje de bodas. Viaje que nos regaló mi suegro y que fue muy bondadoso, recorrimos varios países durante caso 38 días.

Ya de regreso, volvimos a la vida habitual y fuimos invitados por sus padres el sábado venidero a cenar. Ambos llevamos una vida bastante común, Ludmila trabaja en una casa de venta de ropa de mujer y yo en una pequeña empresa de computación.

Y llegó el día, fuimos con mi esposa a cumplir con sus padres, llegamos y fuimos recibidos por Adela, mi suegra, e inmediatamente llegó Alberto.

Nos sentamos a la mesa, cenamos, departimos de varios temas hasta que llegó la proposición de Alberto para conmigo, me dijo:

Te propongo que vengas a trabajar a mi empresa, como jefe de personal, te voy a pagar el triple de lo que ganás ahora. ¿Qué te parece?

Perfecto, dije, el lunes mismo o cuando me digas, renuncia y me presento en tu empresa.

Alberto me dijo, el lunes renunciá y el martes presentate en mi oficina.

Bueno, le respondí. Eso haré.

Al final de la velada nos acompañaron hasta la puerta, Alberto me saludó con un beso en la mejilla, abrazó a su hija y le dio un beso en la frente, Adela, besó a su hija y me tomó de las dos manos, las de ellas estaban por debajo de las mías, me miró, me sonrió, y deslizó en mi mano izquierda una papel pequeño y me besó.

Yo puse en el bolsillo derecho externo de mi sacó el pequeño papel, me carcomía la ansiedad por saber que contendría el mismo, supuse que un teléfono, pero no podía ser, tengo todos los celulares de la familia y el teléfono fijo también… No podía ser, pero qué sería entonces.

Esa noche Ludmila estaba un poco incandescente y al verla de ese modo me excitó, nos acostamos, ella se puso mirando para la pared, de espaldas a mí, tenía puesta una remera muy liviana, y una pequeña bombacha, metí las manos por debajo de la remera y comencé a acariciarle las tetas, le saqué la bombacha y le metí la cabeza de la pija en el culo, me dijo que lo lubricara, le dije que se quedara tranquila, que lentamente y dentro de unos minutos todo iba a andar bien, y fue así, le entró toda, la cogí por el culo y le acabé.

Me dijo que le gustó mucho y que había acabado como cinco veces. Que no necesitaba juegos previos y ni que se la metiera en la concha, pero me aclaró que sólo en ocasiones podía utilizar el mismo método.

Pasé todo el domingo pensado qué podría contener ese mensaje misterioso, pero no podía ir a revisar el saco, no tenía intención que mi mujer me viera y me preguntara sobre el tema.

El lunes, me levanté para ir trabajar, desayunamos, besé a mi esposa y me fui a mi trabajo dispuesto a renunciar para incorporarme al día siguiente a la empresa de mi suegro.

Hice dos cuadras con el auto, me detuve y metí la mano en el bolsillo de mi saco, abrí el papel y había un número de un celular. Me resultó extraño. Mucho.

A las 10:30 en el trabajo tenemos una media hora para desayunar, aproveché la oportunidad, y me fui al patio de la empresa, que no es muy amplio pero no va casi ninguno a esa hora. Tomé mi celular y llamé al número que indicaba la nota.

Del otro lado me respondió Adela: hola Benicio, ¿cómo te va?

Bien, respondí, y enseguida, pregunté: ¿a qué se debe esto Adela? Me lo explica porque no entiendo nada.

Es simple, me dijo: se trata de una invitación, para que vengas a mi casa el martes de la semana que viene, es decir tenés algunos días entre hoy y la propuesta que te he hecho.

Le dije: ¿a qué hora vamos con Ludmila?

No, me respondió, la invitación es solo para vos y la hora es a eso de las siete de la tarde. Te esperamos, y me colgó.

Quedé más intrigado que antes. Pensé en las palabras de mi suegra, te esperamos, dijo. ¿Quiénes me esperan? ¿De qué se trata todo esto?

No me quedaba otra alternativa que esperar e inventar algo para poder salir de casa y que Ludmila no sospechara nada. Siempre resulta efectivo decir que vamos a jugar al fútbol con los amigos y luego comeremos algo, de modo de llegar algo más tarde de lo habitual pero sin generar dudas en el que espera.

Y por fin llegó el martes, iba a poder dilucidar el misterio, correr el velo y saber de qué se trataba todo eso. Saludé a mi esposa y fui hacia el auto, guardé el bolso con la ropa deportiva en el baúl y me dirigí a la casa de mis suegros.

Llegué a las siete y veinte, más o menos, no había mirado el reloj.

Llamé y para mi asombro me atendió Adela, con un baby doll rojo, transparente, podía ver sus hermosas tetas caídas y una pequeña tanga también de color rojo, me dio un beso en la boca y me dijo: pasá, ya empezamos, pero te unís… no hay problemas.

Ingresé al gran comedor de las casa y allí vi, para mi asombro, a mi suegro en bolas con la verga parada, igual que dos amigos suyos, y a mi cuñada que estaba chupándole la verga a los tres, a espacios regulares de tiempo y en cierto orden, mi suegra me ayudó sacar la ropa y me empezó a acariciar la verga que se me paró rápidamente, se agachó y me la chupó toda entera, la podía tragar todita, y luego pasó su lengua por el tronco, de arriba hacia abajo, la levanté, nos dimos unos besos de lengua y se le metí en la concha, la tenía toda abierta, mojada y golosa, no dejaba de gemir.

A todo esto, Marina, estaba siendo sometida a una doble penetración por los amigos de su padre, que me fueron presentados durante esa pequeña orgía, ni siquiera me acuerdo de sus nombres, estaba casi embotado, Marina gozaba como una perra en celo, su padre se puso delante de ella y le pidió que le succione la pija, estaba literalmente sellada.

Adela, me dijo, jadeando, ponemela en el culo Benicio, y yo no quise contradecirla y se la metí hasta el fondo. Francisco, uno de los amigos, se acercó y me sacó a Adela y le metió la verga en el culo, mientras Alberto le ponía la pija en la boca.

Yo no podía perderme a mi cuñada, mientras Carlos, el otro amigo de mis suegros, le rompía el ojete, yo le dije que me la chupara, cosa que hizo casi a la perfección. Más tarde hubo un cambio de posiciones, Marina estaba arrodillada, yo me coloqué detrás de ella y se la metí en el culo, la estaba serruchando cuando de pronto vino mi suegro y parado delante de mí me dijo: chupame la verga Benicio, y ya que estaba no le hice asco y comencé a chupar la pija de mi suegro. Todo era tan loco que no pude ni siquiera pensar, me dejé llevar por los sentidos. En ese momento le acabé a Marina.

Estaba reponiéndome del polvo que me había echado con mi cuñada cuando Adela comenzó a chuparme la pija y me dijo: ahora la leche la quiero yo bebé. Enseguida se me erectó la verga, tenía los sentidos alterados de tanto sexo a mi alrededor, cosa que me tenía en una calentura permanente. Probé de nuevo todos los agujeros de Adela y le di mi leche en su concha caliente.

A todo esto Francisco, en un determinado momento, alzó la voz y dijo, bueno hay que probarle el culo a este muchacho, nunca me habían cogido, pero no me pareció nada del otro mundo, sobre todo en ese ambiente tan sexopático y asentí cordialmente, los tres me la metieron en el culo, cada cual a su turno, por supuesto que luego me dijeron que yo debía cogerlos a ellos, y accedí gentilmente, estaba muy excitado otra vez y con la pija dura. Probé el culo de esos tres hombres que deseaban mi miembro, no me pude contener en un momento dado y le acabé a Francisco.

Nunca me había ocurrido una cosa así, pero no me pareció nada estrafalario, aunque de hecho, lo era. Es más, podría decir que me gustó y lo tomé como un juego. Me había dado cuenta que soy bisexual.

Me quedé tirado sobre el sillón de tres cuerpos del comedor de la casa de mis suegros. En un momento sentí gemidos de placer, volteé mi rostro y vi que los tres hombres bañaban en semen el rostro de Adela y de su hija. Una cosa muy alocada. Parecía no tener fin.

Seguí con mi descanso y un rato más tarde pedí permiso para pasar al baño, tenía que higienizarme, me siguió Adela, entró conmigo y me dijo:

¿Te gustó?

Claro le dije, y mucho.

Sos terrible muchacho, me dijo, me llenaste la concha de leche y ya le habías acabado a Marina.

Si, le dije, sin más.

Sos de los nuestros, me dijo con una sonrisa.

Y pregunté: ¿por qué Ludmila no está en esto? ¿Qué pasa con ella?

Adela me dijo: Eso te lo tengo que contar con tiempo. Lo vamos a dejar para otra oportunidad, ¿te parece? Y salió del baño. Volví a mi estado de intriga. ¿Por qué mi esposa no estaba en este juego alocado y perturbador?

Salí al comedor nuevamente, me vestí, saludé amablemente a los presentes y me fui a casa.

Eran cerca de las 12 de la noche. En ese momento me di cuenta que no había ensuciado la ropa de fútbol, me puse a pensar qué diablos le iba a decir a Ludmila. Llegué, guardé el coche, el garaje tiene una puerta que da a la cocina, ingresé a ella, Ludmila estaba sentada, se dio vuelta, se paró, me abrazo, me dio un beso y me dijo: ¿cómo te va, amor?

Bien, le dijo, un poco cansado.

Dame la ropa que la pongo para lavar, me dijo con voz suave.

No, le dije, Rubén trajo el conjunto de camisetas, pantalones y medias que compramos para jugar el torneo y usamos esa ropa. La que llevé está limpia. No te preocupes. Se llevó todo Juan José para que lo llave su mujer. Un día te va a tocar a vos.

Bueno, me dijo, ¿vamos a la cama?, preguntó.

Si le respondí, vamos, estoy un poco cansado.

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