¡Suenan campanas de boda!
Me llamo Rebeca, tengo 25 años. Soy una pelirroja de ojos azules bastante llamativa. En éste momento de mi vida estoy soltera, disfrutando de la vida, sin ataduras y sin tener que dar explicaciones a ningún hombre. Simplemente, ahora soy la capitana que coge el timón y la única que decide hasta dónde y cuánto tiempo quiero estar allí o aquí o con quien.
Hace unos meses que deje a mi anterior pareja y desde entonces he vivido algunas aventuras de pasión y lujuria con algunos hombres que conozco. En esta ocasión, voy a contaros una que sucedió hace no muchos días…
Mis tías, dos ancianas retiradas me habían pedido que cuidara de sus plantas y animales mientras ellas iban a un viaje a Colombia y recuperar contacto con los misioneros que las habían acompañado hace 40 años en sus viajes como hermanas misioneras. Decidí irme e instalarme en su casa para que los animales no pasaran solos las horas muertas.
La casa de mis tías estaba en pleno centro de la ciudad, estar allí esos días me sirvió para recuperar mi paz interior y estar más cerca de la zona de marcha. Tenía ropa mía de otras ocasiones en casa de mis tías, así que con recoger en una mochila mis cositas de aseo, tendría suficiente.
Llegó el día de la boda de mi mejor amiga Tina y mis tías no habían regresado aun de su viaje y no me quedo más remedio que arreglarme allí. Regrese a mi casa para recoger más ropa, metiéndola en una maleta pequeña y dejando hueco de sobra para luego traer todo el resto, maquillaje, secador, espuma. Total, parcia que me había mudado a aquella casa. La verdad, no estaba tan mal, me habían dejado la nevera llena de tupper con mucha comida, tanta como para pasar dos meses sin tener que salir a absolutamente nada.
El día de la boda llegó, me puse mis mejores galas, tardé casi dos horas en estar medianamente presentable para aquel gran acontecimiento del año. Llegamos todos a la plaza donde estaba la iglesia. La familia, feliz se abrazaba a las puertas celebrando la unión y algunos otros un reencuentro esperado desde hacía años ya que mis amigos vienen de un largo noviazgo.
Reencuentros si, pero para todos. Allí me encontré a mis amigos pero también a un viejo conocido, pude reconocerle por su porte, su melena y su manera de caminar, Antonio estaba incluso mejor de lo que le recordaba. Hablamos y hablamos hasta que la boda casi había acabado, los novios bañados de pétalos de rosas, arroz y confeti intentaban dar las mejores sonrisas para las fotos de los invitados y amigos allí reunidos.
Una vez en el comedor del restaurante, descubrimos que estamos en la misma mesa, además de tener a varios de mis mejores amigos allí sentados, también estaba el. A mi lado.
Antonio cada vez más cerca de mi boca, me repetía lo preciosos y brillantes que tenía mis ojos verdes, podía ser que el alcohol aumentara nuestras visiones pero yo tenía un sentimiento de atracción fatal hacia él. Seguro que ya no había ni rastro del maquillaje que me había puesto y mi sonrojo era notable para el resto de la mesa. Aunque he de reconocer que me da un poco igual lo que los demás pensasen, de una boda sale otra! Eso dicen.
Las horas que pasábamos juntos se hacían cortas la excitación por oler su perfume en su cuerpo era realmente notable, intentaba no acercarme demasiado para no sentir el latido de mi entrepierna. Cada segundo contaba para que mi imaginación me llevase a imaginar momentos tórridos a su lado, posesión, lenguas, sabores… olores…
Decidí ser valiente y proponer el plan lo más delicado que se me ocurrió, llevaba bastante rato pensando que podía decirle, inspire hondo y las palabras salieron solas casi a borbotones, él me miró fijamente y acepto mi propuesta con un cálido y casto beso en mis dulces labios…
Tomó mi mano, y desaparecimos…
Continuará…