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La fiesta secreta
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Según le había comentado Hans en su último correo, le tenía preparada una sorpresa para el día de hoy, sábado. En esa comunicación le decía que la recogería donde siempre, C.C. Nervión Plaza, y que se tendría que vestir para una fiesta de noche.

Mar dudaba. ¿A qué sorpresa se refería Hans? ¿Por qué debía ir vestida de fiesta? En cualquier caso la mujer estuvo pensando durante buena parte de la mañana del sábado sobre el vestuario que debía llevar. Al final se decidió por un traje negro ajustado que se adaptaba perfectamente a su bella figura como un guante. La sensación que tenía Mar con ese vestido era el de ir desnuda. El mínimo grosor de la tela era lo que separaba su piel desnuda de la mirada de cualquiera. Optó por utilizar ropa interior negra para evitar que se transparentase nada. Se miró por delante, y se miró por detrás, para quedar satisfecha con la elección para la “fiesta sorpresa” a la que iba acudir acompañando a Hans.

A la hora acordada, el autor de relatos eróticos apareció a bordo de su Alfa Giulia para recoger a Mar. Acercó el coche a la acera donde ella le esperaba, sin darle tiempo, Hans se bajó del coche para abrirle la puerta del acompañante. Él vestía un traje azul que le daba un porte más elegante aún. Mar, con un delicado movimiento se introdujo en el coche cuidando de no mostrar más de lo necesario. Luego, él dio la vuelta para introducirse en el lugar del piloto:

-Estás espectacular, preciosa.

-Gracias. Tú tampoco te quedas atrás. Nunca te había imaginado con traje.

Hans parecía un modelo de anuncio de colonia. Su traje de Arman, sin duda echo a medida, le quedaba perfecto. Su camisa blanca, sin corbata le daba un aire de informalidad elegantemente irresistible. Sin más preámbulo el coche encaró la Avenida San Francisco Javier buscando la salida de la ciudad en dirección a la carretera de Mérida. Mientras circulaban por las avenidas de la ciudad permanecían en silencio. Hoy el equipo de música del Alfa no reproducía a Sabina. El With Or Wihtout You sonaba por los altavoces bose envolviéndolo todo en un agradable ambiente. Mar pensó que el gusto musical de Hans era tan elegante como él:

-Oye, ¿tú no usabas Egoiste? –Preguntó la mujer cuando olió que el perfume era diferente.

-No. Utilicé ese para nuestra primera cita, pero no es el que utilizo habitualmente. Ni siquiera me gusta. Es más lo odio.

-¿Entonces…? ¿Por qué lo llevabas la primera vez?

-Bueno, tenía pensado un juego que no sabía si iba a salir bien. Preferí no asociar aquella experiencia a mi olor habitual. Se podría decir que interpreté a otra persona.

-Y el que llevas ahora, ¿cuál es?

-Es Polo Blue de Ralph Laurent.

-Tienes buen gusto.

-Lo sé. Tú eres el más claro ejemplo.

Mar se quedó cortada ante el halago y se quedó sin palabras.

-Verás, me encanta la belleza. Pero no tiene que ser una belleza exagerada, ni espectacular. Me gusta la discreción. Yo suelo ser discreto y observador. Alguien me dijo una vez una frase que suelo llevar a rajatabla “que tu mano derecha nunca sepa lo que hace la izquierda.” De manera que prefiero moverme en un segundo plano, siempre discreto lo que me permite buscar y admirar la belleza que para otros puede pasar desapercibida.

Bono seguía entonando el resto de su repertorio cuando el Giulia azul tomaba la carretera de Mérdia hacia su destino:

-Bueno, y ahora ¿dónde vamos?

-Vamos a un lugar casi secreto. Un lugar donde se celebra una fiesta privada a la que tú y yo estamos invitados. Y dónde por supuesto habrá sexo. ¿Te apetece?

Mar le miró con media sonrisa antes de asentir mientras pensaba que seguía enganchada a aquel tipo del que apenas conocía nada.

-Sí claro que me apetece.

-Ya lo sabía –Contestó Hans con cierta suficiencia.

-¿Y por qué lo sabías? –Preguntó Mar simulando enfado.

-Pues porque de lo contrario no habrías venido a esta cita.

La mujer se sintió derrotada. En la pantalla del Alfa aparecía la indicación del GPS. Estaban a punto de llegar. Se habían salido de la autopista y circulaban por una solitaria carretera nacional en dirección a una población a las afueras de Sevilla. A falta de unos 5 kilómetros para llegar se desviaron por un carril rural. Pese a que la situación pudiera considerarse peligrosa, Mar se sintió segura al lado de Hans. No temió que él volviese a abusar de ella.

Apenas recorridos unos metros a poca velocidad por este camino rodeados de pinos, divisaron una especie de control con una barrera. A la derecha, perfectamente camuflado, había un sensor. Una barrera se abrió y accedieron con el coche hasta un aparcamiento lleno de coches de alta gama.

En una mansión rodeada de vegetación se estaba produciendo la fiesta a la que estaban invitados. En un salón enorme, decorado con lujo exquisito, varias personas, algunas muy conocidas, hablaban y reían en corros:

-¿Conoces a toda esta gente, Hans?

-No. A todos no. Solo a la organizadora, nada más. Y es esa que viene ahí.

Hacia ellos llegaba una mujer de la edad del hombre. Era elegante, con rasgos felinos y mirada azul. Sin apenas maquillaje, era muy guapa. Con una melena castaña bastante larga. Vestía un traje ajustado de color rosa. Besó al escritor y luego éste le presentó a Mar:

-Mmmm, Hans siempre ha tenido un maravilloso gusto para las mujeres. –Dijo esto mientras besaba en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios a la invitada.

Mar se sintió, primero halagada y después desconcertada. Aquellos besos habían sido lascivos. Después de una hora de agradable conversación y varias copas con algunos de los invitados, Susana (que así se llamaba la anfitriona) acompañó a la pareja a una habitación más íntima. Junto a ellos entraron dos chicos más jóvenes que Hans.

La sala era grande y por el hilo musical sonaba música clásica. Mar estaba bebiendo una copa de champán cuando uno de aquellos chicos se le acercó por detrás. El tipo era alto, y con un buen cuerpo. Besó a la mujer en el cuello retirando su melena hacia un lado. Después acarició sus brazos. Frente a ella, Hans la miraba con media sonrisa mientras Susana el cogía por la cintura:

-Disfruta, Mar. Lo pasaremos muy bien. –Hans levantó su copa de champán hacia ella.

Mar se dejaba llevar por las caricias que aquel desconocido le ofrecía. Los besos fueron acompañados por pequeños mordiscos en los hombros. La mujer suspiraba y echaba la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Frente a ella, el otro chico, se quitaba la camiseta mientras Susana le miraba con media sonrisa. Era un chico de color con un cuerpo de surfista. Solamente Hans permanecía sentado en un sillón observando toda la secuencia.

Mar sintió como el chico a su espalda comenzaba a bajar la cremallera de su vestido antes de deslizarlo por su cuerpo. Recorría el descenso de la prenda con besos a lo largo de su espalda hasta arrodillarse tras ella y besar sus glúteos.

Mar quedó en mitad de aquella sala solamente vestida con su ropa interior negra. Expuesta a la visión de Susana, el chico negro y Hans:

-Vaya, vaya… -Susana alabó su cuerpo.

El chico negro también se dirigió hacia Mar. Al llegar junto a ella, la mujer le echó los brazos por su cuello y comenzó a besarlo. El chico blanco comenzaba el viaje hacia arriba con nuevos besos, mientras el negro se pegaba a ella hasta notar la fibrosa musculatura. Las manos de los dos chicos recorrían la sedosa piel de Mar en todas direcciones. La joven modelo nunca había experimentado esa sensación de ser acariciada por dos hombres a la vez. Si había fantaseado con los tríos pero nunca había formado parte de uno y ahora, en aquella mansión perdida en el campo, estaba en medio de una sala, siendo acariciada por dos desconocidos de cuerpos esculturales.

La mujer comenzó a sentir como su sexo ardía y se inundaba con sus flujos. Mientras aquellos tipos seguían cubriéndola de besos. El blanco besaba su cuello mientras agarraba sus tetas y se las ofrecía al chico negro. Éste, no dudó en mamárselas, succionando sus pezones antes de mordérselos. Ella estaba en una nube.

Sin saber como, los chicos la llevaron hacia una especie de potro. La inclinaron sobre una barra que quedó a la altura de su vientre, presionando su ombligo. El chico negro se colocó delante de su cara, el blanco detrás de su culo.

El chico negro se quedó totalmente desnudo ante ella mostrando una polla de considerables dimensiones. El blanco separó su tanga negro antes de comenzar a introducir un par de dedos en su vagina y hacer un movimiento circular. Mar suspiraba ante aquel excitante escenario.

Para entonces, Hans seguía sentado en el sillón pero ahora Susana estaba arrodillada ante él practicándole sexo oral. Sin esperarlo, el chico blanco penetró fuerte a Mar mientras con una mano la apretaba contra la barra, hundiéndola en su vientre. El chico negro le ofrecía su polla que Mar no dudó en engullir hasta donde le cupo.

Era la primera vez que mantenía sexo con dos tíos al mismo tiempo. Un negro de polla enorme le follaba la boca con sus manos en su cabeza marcándole el ritmo. Un blanco, la apretaba contra una barra hasta hacerle daño en el vientre mientras le follaba el coño cada vez a más velocidad. Notaba como sus pezones se endurecían y se retorcían sobre sí mismos por el placer. Sentía como la polla del negro llegaba hasta la campanilla provocándole arcadas. La del blanco, no tan grande, se incrustaba en el fondo de su vagina produciéndole escalofríos de placer en su columna. La barra se clavaba en su vientre con distinta fuerza a medida que el chico que tenía la mano en su espalda ejercía más o menos presión. Mar estaba a punto de estallar.

Sus muslos tenían calambres. Su respiración estaba entrecortada. Y su clítoris estaba más hinchado que nunca. A punto de llegar al orgasmo los chicos pararon. Hans gritó de placer mientras se corría en la boca de su anfitriona.

Los chicos llevaron a Mar hasta una pared. Allí ataron sus manos a la pared. Susana, se puso de pie. Se quitó el vestido y quedó totalmente desnuda ante sus invitados. El cuerpo de la mujer era espectacular. Unas tetas grandes que, pese a sus más de cuarenta años, seguían desafiando a la gravedad. Su cintura se estrechaba antes de ampliarse en sus caderas. Su sexo estaba cubierto por una franja de vello realmente sensual.

Susana se colocó delante de Mar, que ya estaba desnuda. Sin darle opción la besó metiéndole la lengua hasta lo más profundo mientras con su mano comenzó a acariciar sus tetas. Las amasó, primero una y luego la otra. Pellizcaba sus pezones con la presión justa para conseguir ese dolor placentero que tanto la ponía. Mar estaba entregada al beso de Susana. La anfitriona siguió con su mano, descendiendo hasta su coño. Acarició el triángulo de vellos de Mar antes de utilizar su dedo corazón para separar los labios vaginales e introducirlo poco a poco en el interior. Ambas mujeres parecían haber perdido la noción del tiempo y sobre todo que estaban rodeadas por tres hombres que se deleitaban con el espectáculo lésbico que ellas estaban dando.

Susana cambió en un segundo. Ahora agarraba la melena de Mar y la obligaba a echar la cabeza hacia atrás. Su boca se dirigió hacia uno de sus pezones que, tras lamerlo con hambre, lo trilló con sus dientes y tiró de él. Con su mano libre comenzó a masturbarla, metiendo y sacando tres dedos de su coño antes de moverlos frenéticamente contra su clítoris. De la boca de Mar salía un grito ahogado a medio camino entre el placer y el dolor:

-Disfruta perra, disfruta. –Susana no paraba de masturbar e insultar a su invitada.

El cuerpo de Mar se tensó, su espalda se curvaba hacia atrás sacando sus maravillosos pechos que volvían a estar entre los dientes de Susana. Sus piernas comenzaron a flaquear. En su cabeza la imagen de los tres hombres desnudos presenciando aquella imagen de masturbación lésbica fue superior a lo que podía soportar. Desde sus muslos, un calambre recorrió su cuerpo antes de correrse de gusto con los tres dedos de Susana en el interior de su coño.

Antes de caer, Hans la agarró y la desató. La abrazó por la cadera y la llevó hasta un sofá rojo. La sentó mientras la besaba con pasión. Ella estaba entregada a la situación. Era la primera vez en su vida que tenía sexo con una mujer y le había provocado un orgasmo impresionante. El hombre siguió besando su cuerpo, acariciando sus tetas con delicadeza, en contraste con los mordiscos de Susana. Hans recorrió su cuerpo con besos, dejando un camino de saliva caliente desde su cuello hasta su ombligo.

Mar se tumbó sobre el respaldo y dejó que Hans se la comiera enterita. De algún sitio, el autor de relatos eróticos sacó un cinturón de cuero con una gran bola, similar a una manzana. Lo único que acertaba a hacer la chica era suspirar con las caricias del hombre. Otra vez en su mente, la situación le provocó un ardor en su sexo. Volvía a estar desnuda en medio de una habitación junto con dos hombres y una mujer que se deleitaban con sus suspiros mientras otro le lamía el cuerpo entero. Hans hizo pasar un extremo del cinturón de cuero por debajo de su cuerpo. Colocó la bola sobre su ombligo y comenzó a apretar la correa hasta hundirle el vientre.

A medida que Hans ceñía aquel cinturón a su vientre, Mar se quejaba con la respiración entrecortada. Sentía sus tripas oprimidas cuando el hombre se arrodilló entre sus piernas, se las levantó y la penetró con fuerza. La mujer boqueaba intentando tomar aire. El movimiento de cadera de él hacía que la polla le llegase muy adentro. La sensación era que al entrar se oprimía con su vientre. Su “amigo” le dio un par de bofetadas en sus tetas que se movían con cada puntazo que le daba. Ahora aceleró el ritmo al tiempo que hacía un dedo sobre el clítoris de ella.

Mar intentó incorporarse, totalmente excitada, para poder ver como su coño se tragaba cada centímetro de la polla de Hans. Pero Susana se lo impidió. La anfitriona se colocó a horcajadas sobre su cara dejándole el coño a la altura de su boca.

La joven modelo de lencería no dudó en sacar su lengua y lamer cada pliegue de aquel sexo cubierto por una franja de rizos negros. Su lengua recorría la raja de Susana desde el ano hasta el clítoris, sintiendo como los flujos de la otra resbalaban por su barbilla llegando hasta el cuello.

Pocos minutos después, el trío alcanzaba un sonoro orgasmo. Mar no pudo evitar correrse de gusto con la polla de Hans entrando y saliendo de su vagina mientras la masturbaba. El hombre se corrió dentro de sus entrañas. Susana también se corrió con la lengua de su invitada dándole placer oral en su clítoris.

Mar estaba agotada cuando los chicos, blanco y negro, se acercaron a ella ocupando el lugar de la pareja. La mujer pidió un respiro pero no se le concedió. El chico blanco abrió sus glúteos y dirigió su lengua hasta el agujero de su ano. Allí se entretuvo durante unos segundos alternando culo y coño antes de lubricar el esfínter con un gel. El líquido tenía un efecto frío cuyo cometido era dilatarlo. Luego, la abrazó y la ayudó a sentarse sobre su polla.

Mar sintió como el glande del blanco atravesaba el anillo de su esfínter sin apenas esfuerzo. Ella echó la cabeza hacia atrás y dio un grito cuando se sintió totalmente ocupada. Inmediatamente el chico negro se acomodó entre sus piernas y le penetró el coño con su gran polla.

La joven era la primera vez que practicaba una doble penetración. La sensación era algo extraña pero no desagradable. Los chicos se habían acoplado perfectamente para dejarla en medio de aquel sándwich. Ella con las piernas abiertas sentía como se habían coordinado para que mientras uno entraba el otro salía encontrando un punto, indeterminado de encuentro. La mujer se moría de gusto. El cinturón seguía oprimiendo su vientre contra su columna. Y las pollas de aquellos dos desconocidos confluían en el interior de sus entrañas. Apenas separados por una final membrana, los dos glandes chocaban entre sí, frotándose y dándole un placer desconocido.

El chico blanco colocó su brazo alrededor de su cuello y comenzó a presionar hasta provocarle un principio de asfixia. El chico negro le agarraba las tetas clavando sus dedos en ellas. Mar estaba siendo usada sin compasión. Mientras uno le partía el culo y le impedía respirar, el otro le reventaba el coño con su polla negra al tiempo que le clavaba sus dedos en las tetas. El cinturón seguía clavándole la bola en el ombligo.

Antes de asfixiarse el chico aflojó la presión sobre su cuello. El negro dejó sus dedos marcados sobres sus tetas y ahora le mordía alternativamente sus pezones. Ella intentaba gritar pero no le salía la voz. Por fin, el blanco comenzó a bufar en señal inequívoca de estaba llegando al orgasmo. El negro aceleró sobre ella tensando su fibrado cuerpo antes de correrse dentro de ella.

Las piernas de Mar permanecían abiertas y se movían al ritmo que le marcaban los puntazos del negro. Por fin el éste se corrió abofeteando sus tetas. Ella se quejaba de dolor cuando sintió la corrida del chico blanco en el interior de sus intestinos.

La joven estaba derrotada. Había perdido el control sobre todo. No sabía las veces que se le habían corrido dentro. Tampoco las veces que la habían hecho correrse. Una vez la dejaron sola consiguió desabrochar aquel cinturón de cuero que violaba su ombligo con aquella bola. No supo en que momento, quedó dormida en el sofá.

Cuando despertó lo hizo desnuda, en una cama grande, con sábanas blancas, en una habitación diferente a la que había practicado todo tipo de prácticas sexuales. Hans estaba sentado en un sillón frente a la cama. Estaba vestido con su traje.

Mar se encontraba cansada. En su memoria se amontonaban recuerdos que no sabía decir si eran realidad o imaginación. Había sido utilizada por dos desconocidos para hacer una doble penetración. También había tenido sexo lésbico con la anfitriona de la fiesta a la que no había visto en su vida. Solamente conocía a Hans.

El hombre le ofreció un desayuno en una bandeja. Tenían que volver a casa. Pero sobre todo tenían mucho de qué hablar…

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