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Tiempo de lectura: 20 minutos

Por cosas del destino, coincidimos con nuestros compañeros ocasionales de aventura en el vuelo de regreso al término de nuestro, entre comillas, viaje de descanso. Tal vez llamar a aquello viaje de lujuria ilustraría mejor lo vivido, y fue inevitable sentir una relación cercana con aquella pareja, surgida por la complicidad en la realización de los acontecimientos sucedidos apenas unas horas antes. Y también, por la experiencia compartida, ellas, nuestras esposas, se sintieron cómodas conversando, váyase a saber de qué, lo cual hizo que nosotros, los esposos, también termináramos hablando, aunque, al principio, de todo menos de lo sucedido.

Pero, dado que los hechos estaban recientes, fue impostergable no llegar a preguntarnos cómo era que habíamos terminado en aquello. Yo le confesé a Iván que Laura, no de ahora sino de algún tiempo atrás, había descubierto su gusto por los hombres de color y cómo su disposición y actitud hacia el sexo cambiaba radicalmente cuando estaba con ellos. La curiosidad había surgido a raíz de una crisis en nuestro matrimonio, tal vez por falta de comunicación, y que la posibilidad de que ella tuviera sexo con otros hombres había sido la justificación y la válvula de escape perfecta para que la relación mejorara en muchos sentidos.

Quizá, le confesé, ella quiso experimentar eso desde mucho tiempo atrás, pero, comprometida en un matrimonio formal y tradicional, dedicada tan solo a su hogar y sus hijos, aquellos deseos se fueron postergando, casi que irrealizables, pero seguían allí a la espera de una oportunidad. Y, bajo esas expectativas, él que yo tuviese una amistad especial con una chica en mi trabajo, dio pie para la consabida escena de celos, para los juicios y señalamientos, para la desconfianza y todo lo que ello conlleva.

De modo que, para no seguir con ese mal ambiente, yo mismo sugerí que, si lo que ella quería era experimentar cómo era tener relaciones con otros hombres, y diferenciar lo que era tener una pareja comprometida en un proyecto de vida y una pareja sexual, por mí, siempre y cuando tuviera claro qué quería, no le veía inconveniente. Dependería de ella si estaba dispuesta a vivir la aventura y no confundirse. Y basaba mi posición en que si uno, como hombre, muchas veces no desaprovechaba la oportunidad de pegarse un revolcón con una mujer que no fuera la esposa, ¿por qué ellas no?

Y, bueno, de eso ya hace un tiempo, y, la muestra, fue lo que sucedió anoche. La verdad, no estuvo programado para nada y todo surgió espontáneamente. Al principio un tanto expectante, porque no sentía la confianza suficiente para compartir esa experiencia, pero, conforme transcurrían los minutos, y viéndolas a ellas tan cómplices en la aventura, creo que me fui relajando. Al fin y al cabo, fueron ellos, Christian y Jason, quienes supieron manejar la situación y hacernos sentir cómodos, ¿o no? Lo demás, por lo visto, resultó agradable para los dos, porque ninguno dijo nada. ¿Me equivoco?

Iván me contó que Sonia y él veían películas de sexo con regularidad, preludio de sus encuentros, y que, cuando él llegaba con una nueva cinta, creía que ya Sonia suponía sus intenciones. Pero que, desde hace un tiempo, un amigo común, bastante atractivo, y que él creía que quería acostarse con Sonia, había coincidido, no sabe él si por casualidad, con el mismo hobby. Y que, un sábado en la tarde, pasó a visitarles, llevando a la mano unas películas de estas, y que Sonia había reparado en ello y había manifestado, con toda naturalidad, la posibilidad de verlas juntos, como si nada.

Me confesó que a él, particularmente, la actitud de Sonia le había parecido sospechosa y cómplice con su amigo y que, a regañadientes, mostrándose adulto y de mente abierta, lo había aprobado, así que terminaron viendo juntos las famosas películas. La temática eran los tríos, lo cual lo puso alerta y que su amigo, gastando bromas y mostrándose aparentemente desinteresado, les preguntaba a los dos si aquello les llamaba la atención. Sonia respondía que no había tenido ese tipo de experiencias y que, en ese momento, no sabía que responder. Y que Iván, respaldándola, respondía lo mismo. Su amigo, en consecuencia, preguntaba, pero ¿les llama la atención? Y Sonia, sin reparos, dijo, a mi sí.

Iván me contó que se sonrojó y se puso algo incómodo, pero que aparentó no darle trascendencia. Y, una vez ido su amigo, la curiosidad le siguió taladrando el cerebro, tanto, que no perdió la oportunidad para preguntarle a Sonia si de verdad aquellas experiencias le llamaban la atención. Y ella, desparpajada, como aparentaba ser ante los demás, le dijo que por qué no, si otros lo hacen debe ser algo normal ¿no te parece? Pues, si, había dicho él y habían seguido en las rutinas de su hogar, como si nada, pero que a partir de ese día el tema de ver películas ya no le parecía tan atractivo como antes y que, la posibilidad de llevar a la práctica tales escenas, en vivo y en directo, le excitaban.

Que su desinterés por el programa de ver películas con Sonia había sido evidente y que ella, percibiéndolo, le había preguntado el por qué. Y que él le había dicho que no sabía cómo explicarlo, pero que a partir del día que su amigo había estado con ellos viendo películas, y viendo él cómo aquel la veía a ella y cómo ella lo veía a él, su cabeza no dejaba de dar vueltas sobre si, de verdad, ella quería darse la oportunidad de llevar a la práctica lo que habían visto en esas películas. Y que ella le había dicho que el hecho de ver esas películas por tantos años y de compartir ahora, con otro, ese mismo gusto, para nada cambiaba el tono de su relación, que ella seguía queriéndolo igual y que por eso extrañaba que ya no hubieran vuelto a ver películas juntos.

Bueno, dijo él, pero si Gustavo, que era el nombre de su amigo, nos propusiera, otra vez, venirse a ver las películas con nosotros, y quisiera algo más, ¿tú lo permitirías? No lo sé, le había respondido. Ciertamente tenemos confianza con él, me parece un hombre atractivo, no lo puedo negar, pero me parecería una deslealtad hacia ti si no hubiera existido entre nosotros un acuerdo para permitirlo. O sea, estarías de acuerdo, había dicho él, ¿sí te gustaría? Ella le respondió que lo que ella pensara no tenía porque afectar su relación y que el hecho de haber estado de acuerdo en ver con su amigo esas películas, aquella tarde, no debía interpretarse de otra manera y que lo había sugerido más con la idea de complacerle a él que por otra cosa.

Y que, además, le había dicho ella, ¿cuántas veces me has preguntado si me gustaría estar con alguno de esos tipos que vemos en las películas? Y cuantas veces te he respondido que sí, tan solo fantaseando con esa posibilidad, y eso no ha significado que cambie nada en nuestra relación ¿o, sí? Entonces, ¿por qué tendría que ser diferente ahora? Le preguntó ella. Y, me confesó Iván, que le había dicho, sin saber por qué, que ahora, por primera vez, se excitaba con solo pensarlo y estaba considerando en llevarlo a la práctica, si ella estaba de acuerdo. Y que ella, mirándolo con incredulidad le había preguntado, y ¿no será para problemas? Pues, es tu fantasía y la mía, le había respondido él, depende de los dos. Y que, ella, pensativa, le había dicho, bueno, tu siempre te sales con la tuya. ¡Adelante!

Me contó que era su primera experiencia porque, en primer lugar, no sabían con quién hablar del tema y a quién acudir, de manera que el buscó en las páginas de contactos y que a través de ellas había llegado a Jason. Que lo había contactado y que habían conversado sobre el tema, pero que él, en realidad, no sabía muy bien en que se estaba metiendo. Que lo único que lo tranquilizaba era que aquello iba a pasar en un lugar donde nadie los conocía y que, una vez vivida la experiencia, cerraban la página, por lo menos por ahora. Que, al parecer, Sonia se había sentido cómoda con la experiencia, pero que no habían tenido la oportunidad de hablar sobre el tema y que quizá lo harían, con más detalle, una vez estuvieran en su casa.

Le pregunté, bueno, y ¿por qué con un hombre de color? ¿Acaso a Sonia le atraen? Me dijo que no, al menos no lo habían considerado antes. Que la fantasía surgió por el tamaño de los penes y la supuesta resistencia que ellos tienen a la hora de tener sexo con las mujeres, además que siempre, los que aparecen en las películas, son hombres acuerpados, musculosos y bien dotados. Y era, tal vez, comprobar si todo eso era cierto. Y ¿cómo lo comprobaste? Pregunté. El día que no fui al viaje, yo me encontré con Jason. Le conté sobre nuestras expectativas y las imágenes que tenía mi esposa sobre lo que significaba tener sexo con un hombre de color, y él, allí mismo, se sacó su pene para que yo lo pudiera ver. Me dio mucha pena.

Bueno, seguí, y ¿cómo fue que aparecieron dos hombres el viernes, en el bar? Es que mi idea era que Sonia estuviera con ambos, por aquello de los tríos, pero ella tenía otra cosa en mente. Ella quería medirse a la experiencia, primero con uno solo y luego, si le gustaba, ver si podía experimentar con lo otro. ¿Y qué la decidió a lo otro, entonces? Tu mujer, respondió. ¿Cómo así? Es que Christian le contó a Jason lo que había pasado con ustedes y le dijo que, para convencer a Sonia, tal vez la presencia de Laura la iba animar. Y creo que así fue, por eso es que andan tan compenetradas y comunicativas el día de hoy.

Y lo que sucedió es que habíamos quedado de vernos con Christian ese sábado, aunque sin muchas expectativas, porque él había salido de nuestra habitación muy temprano en la mañana, casi a las 5 am, así que pasamos gran parte del día durmiendo. Y, en la tarde, en vísperas de nuestro viaje en la mañana del domingo, decidimos ir al comercio a mirar y antojarnos de comprar souvenirs. Y en esas estuvimos todo el tiempo, como hasta las 5 pm, momento en el cual nos dirigimos nuevamente al hotel. Descansamos un rato y, más tarde, decidimos bajar a cenar. La verdad, teníamos ganas de descansar después de haber estado caminado la mayor parte de la tarde.

Llegamos al restaurante y, próximos a ordenar, apareció Christian en escena. Hola ¿cómo están? Nos saludó, acercándose a Laura para besarla en la mejilla. El tipo iba muy bien vestido, como para una ocasión de etiqueta, así que le invitamos a que nos acompañara si no tenía algún otro compromiso. Encantado, dijo, pero me gustaría, si no les molesta, que conocieran unas personas. Ellos son muy especiales y pudieran congeniar con ustedes, si no les molesta. Bueno, ¿por qué no? ¿Y pudiera ser que, repliqué, coincidiéramos todos aquí, nos conocemos y cenamos? Déjeme ver, respondió. Ya vuelvo.

Cuando le volvimos a ver, unos minutos más tarde, venía acompañado de Sonia, Jason e Iván. Llegados a la mesa, y siendo que ya les habíamos saludado y nos habíamos visto antes durante los recorridos en la isla, les acogimos amigablemente. Hola, ¿cómo están? Todo bien, gracias, respondieron muy amigables. ¿Ya se conocían? preguntó Christian. Sí, contesté. Ya habíamos tenido la oportunidad de encontrarnos un par de veces en este paseo. Como que andamos en el mismo plan, ¿verdad? Pareciera, dijo Sonia. Bueno, les presento a Jason. Él es el que sobra en el grupo. ¿Cómo así? dijo Sonia. Es que a él no lo conocían ellos, respondió Christian. Y a continuación; Jason, muy educado y caballeroso, me saludo de mano y saludo de beso en la mejilla a mu mujer.

Bueno, acomodémonos dije yo, llamando la atención de un camarero, indicándole que nos organizara una mesa para seis. Y, mostrándosenos el sitio, nos dirigimos hacia allá para sentarnos. Yo, sin intención diferente a compartir con todos ellos, insinué la manera de acomodarnos, quedando yo frente a Sonia, Iván frente a Laura, Jasón a un costado de Sonia y Christian a un costado de mi mujer. Y lo hice instintivamente, pensando en la cercanía que ya existía entre Laura, Christian y yo, y la que pudiera existir entre Sonia, Jasón e Iván, dado lo que habíamos visto la noche anterior.

Pedimos unos cócteles para amenizar el encuentro y, una vez servidos, propuse un brindis, manifestando mi complacencia por estar reunidos, por haberles conocido, por haber disfrutado de su compañía y agradecer las atenciones de nuestros invitados. Iván me miraba como sorprendido y Laura y Sonia dedicaban sonrisitas y miradas cómplices para Christian y Jason quienes, además, se unieron a mis palabras, indicando que les resultaba muy agradable compartir con personas tan educadas y amables y, añadían, que esperaban que la velada fuera de nuestro agrado. Y, en ese momento, yo aún no me imaginaba lo que vendría.

Vino un trago, después otro trago y, en medio de ellos, la conversación giraba sobre nuestras experiencias y anécdotas durante nuestra estadía, lo que nos había gustado, lo que no y cosas así, nada importante. Nos reímos mucho con los apuntes de cada quien, y Jason y Christian parecían estar a gusto en nuestra compañía. Pregunté, por cortesía, si les apetecía cenar, porque la verdad estábamos pasando un rato muy placentero, pero todos fueron de la opinión de que así estaba bien. Iván, en respuesta a mi actitud con ellos, nos ofreció otra ronda de bebidas. Y ya, entonaditos con el alcohol, nuestra conversación se centró en temas mucho más personales.

Sonia, quien se había reído de lo lindo con nuestras ocurrencias y tomaduras de pelo, finalmente rompió el hielo. Oye, Laura, preguntó, ¿qué hicieron anoche? Christian, respondió ella, que apenas le conocíamos, se ofreció a mostrarnos la vida nocturna en San Andrés y nos llevó a conocer la discoteca del hotel Sol Caribe. El ambiente estaba super, muy animado, y de allí no salimos sino hasta la madrugada, y nos vinimos para acá, contestó ella. Y ¿vinieron solos? Preguntó Sonia. Christian nos acompañó, contestó mi mujer. Ah, ¡qué rico! Dijo ella. Y tú ¿cómo la pasaste? Le preguntó Sonia a Christian. De maravilla, contestó él, agarrando la mano de mi mujer sobre la mesa, a la vista de todos, que estaban atentos, y dándole un beso en la mejilla. Esta mujer es espectacular, añadió.

Uuuyyy, dijo Sonia, ¡qué maravilla! ¿Durmieron juntos? Yo no diría eso, dije, más bien compartieron. Esa sería la palabra, porque de dormir hubo poco. Todos se rieron del apunte. Dormimos toda la mañana, continué. Y a ti ¿no te molesta? Me preguntó. Molestarme qué, repliqué. Que Laura haya compartido con Christian. No veo por qué, respondí, yo también fui parte de la experiencia, la presencié, estuve de acuerdo con ello y la acompañé en su aventura, entonces, no debería haber motivo de reproche. Y muestra de eso es que aquí estamos, como dicen Jason y Christian, compartiendo civilizadamente. ¿O, no? Respondí. Perdona, dijo ella, es que no tenemos experiencia y tal vez siento curiosidad. Es todo.

Tranquila, dije yo. Creo que es normal. Es más, les confieso que es la primera vez que Laura y yo tenemos la oportunidad de hablar así, abiertamente, con otras personas. No todo el mundo se presta para ventilar estos asuntos en público, y público es lo que tenemos aquí el día de hoy, además que contamos con la presencia de los patrocinadores de los eventos, dije yo, señalando a Iván y a mí, a las damas que quieren cumplir sus fantasías, y las señalé a ellas dos, y a los señores que pueden hacérselas realidad, y señalé a Jason y Christian, de manera que todos estamos involucrados, de alguna manera.

Y, continué, le pregunto a una de las damas, dije dirigiéndome a Laura, ¿qué le llamó la atención de compartir con Christian? Respondió riéndose, pues que lo encontré atractivo, educado, caballeroso, muy varonil y me dejé llevar de la situación. ¿Por qué no? Y ahora le pregunto a un caballero, Iván, ¿qué querías ver, si fuiste el patrocinador de la aventura de Sonia? El respondió un tanto seco y cortante en su respuesta, ver cómo se comportaba estando con otro hombre. Y ¿lo visto llenó tus expectativas? Sin decir palabra, asintió con la cabeza. Y Christian, ¿qué le gustó de la aventura con su dama? Bueno, que ella es una mujer muy fogosa y lo hace sentir a uno aceptado, querido y muy cómodo. Se entrega al momento. Sonia y ¿tú que esperabas? Bueno, respondió, realmente no sé lo que esperaba. Me sentí un poco cohibida estando presente Iván, como que lo estaba traicionando o algo así. La verdad, me sentí un poco inhibida. Y Jason ¿qué paso anoche, entonces? Para mí estuvo bien, pero si noté a Sonia un tanto prevenida. Disfrutaría mejor si vive un poco más suelta la aventura.

Y, a todas estas, ¿qué nos convoca esta noche? ¿Porque estamos hablando de esto? Porque existe la posibilidad que Iván vea cumplida su fantasía, pero Sonia no está muy segura, y pensamos que ustedes pudieran ayudar. Y ¿cuál es la fantasía? Pregunté mirando a Iván. Que ella esté con los dos, contestó. ¿Y en que podemos ayudarles? Es que no me siento muy segura contestó Sonia. Christian nos ha comentado lo suelta que ve a Laura para estas cosas, así que pensamos que ustedes nos podían acompañar. Todos nos miraron expectantes. Laura dijo, bueno, esto es nuevo para mí, pero si estamos todos de acuerdo, yo no veo el problema. Vamos hasta donde cada uno sienta que lo puede manejar. Si me siento cómoda bien, y si no, también.

Bueno, Sonia, dije yo, explícame ¿qué tienes en mente? Yo no quiero irme de aquí sin que Iván cumpla su fantasía, pero no me siento tan confiada para hacerlo bien, así que pensé que, si estoy en compañía de otra mujer, con más experiencia, de pronto me anime y me desenvuelva mejor. Iván, ¿estás de acuerdo? ¿No te incomoda que yo esté allí para ver cómo estas tienen sexo con ellos? ¡De acuerdo! No he tenido la experiencia, dijo, pero siempre hay una primera vez. Y ustedes, jóvenes, ¿qué ofrecen? Christian tomó la vocería y dijo, nosotros hacemos lo que ustedes quieran. Lo importante es que ellas se sientan cómodas y disfruten su aventura. Entonces, dije yo, propongan. ¿Cómo lo hacemos?

Jason intervino. Si les parece podemos ir a la habitación de Sonia, que es más amplia y espaciosa, tiene un pequeño espacio a manera de pista de baile, con iluminación de discoteca incluida, y allí, bailando, podemos empezar a amenizar la noche y calentar el ambiente y ya ellas nos irán indicando cómo avanzar. Me parece bien, dije yo. ¿Qué piensa Iván? Pregunte. ¡Estoy de acuerdo! Solo una cosa, Iván, por si acaso, nuestra fantasía es ver lo que pasa entre ellas y estos, así que nuestro papel será limitarnos a observar. Y, en lo posible, veamos lo que veamos, nos abstenemos de intervenir. ¿Te parece? Sí, de acuerdo, respondió. Y ustedes, señoras, ¿qué opinan? A mí me parece bien, dijo Sonia. ¿Te parece?, Laura, le dijo esperando su aprobación. Si, está bien, respondió ella. Bueno, pues vamos, dije yo. Vayan adelante mientras nosotros pagamos la cuenta y dejamos arreglado esto.

Christian se tomó aquellas palabras muy a pecho y, tomando a mi esposa de la mano, la invitó a levantarse y, abrazándola por la cintura, la fue llevando fuera del lugar. Jason quizá trató de hacer lo mismo, pero Sonia sólo permitió que la llevara de la mano y, volteándose para mirar a su marido, se despidió agitando su mano. Nos vemos arriba, dijo. No te demores.

Bueno, Iván, le dije a mi compañero de aventura, nos toca hacer preparativos. Ayer me tocó salir a buscar preservativos, porque en el hotel no había nada abierto a esa hora, así que vamos al almacencito que hay por los lados de la piscina y vemos si encontramos. Por otro lado, nos toca aprovisionarnos de licor, porque la noche va a ser larga, no lo dudo. Si te parece, consigue el licor y acompañamientos a tu gusto y yo busco los preservativos. ¿Te parece? Sí, respondió él. Te espero aquí. ¡Bien!

Fui al almacencito, que también tenía una sección sexy shop, así que no sólo conseguí preservativos, sino también aceite lubricante, perfume de feromonas, por si acaso, y crema dulce, por si aquellas querían chupar sus paletas de chocolate. Volví al encuentro de Iván, quien ya estaba, con las provisiones, esperándome. Cuando entramos a la habitación de Iván, encontramos a Jason sentado en la salita. Y ¿dónde está el resto? Pregunté. Sonia está en el baño, preparándose, según dijo. Y Laura también quiso arreglarse, de manera que ella y Christian deben estar en su habitación. Ella dijo que no tardaría. Tal vez por eso Sonia también se quiso vestir para la ocasión. Bueno, será esperarlas, dije. Espero que aquellos no vayan a empezar la rumba allá.

No tardó Sonia en salir y, de verdad, se había esmerado en verse muy atractiva y sensual, usando un body escotado, una minifalda blanca y zapatos negros de tacón alto. Iván se sentó en la sala, junto a su esposa, y empezaron a conversar con Jason, a la espera de la otra pareja. Yo, mientras tanto, me puse a explorar en el equipo de sonido para colocarles música y empezar a animar el ambiente, a la vez que procuré preparar nuestras bebidas, para Iván y para mí, y algo más ligero para ellos. Al rato llegó Laura con Christian. Ella, para no desentonar con Sonia, también utilizaba un body negro bastante transparente, sin sujetador, una falda roja y zapatos también de color negro, y todas las alhajas, pulseras y aretes que encontró a la mano. Ambas lucían muy bien y listas para la función.

Ya se escuchaba una música de ritmo suave y cadencioso, así que Jasón apagó las luces de la sala, prendió la esfera que iluminaba la pequeña pista de baile e invitó a Sonia a que lo acompañara. Otro tanto hizo Christian con mi mujer, así que los cuatro se acomodaron en aquel limitado sitio y empezaron a bailar, así que Iván y yo, portando cada uno un vaso con un gran trago de vodka y jugo de naranja, nos sentamos a observar. El estaba mirando absorto hacia donde ellos estaban, sin perder detalle, y yo, haciéndome el experimentado, procuraba regular el volumen de la música, acentuar o disminuir la intensidad de las luces, colocar más hielo en el vaso de Iván y servir maní y uvas pasas para acompañar los tragos.

Más que baile, aquello ya parecía el inicio de sus escarceos amorosos. Realmente no bailaban, sino que balanceaban sus cuerpos de un lado a otro mientras permanecían abrazados. Christian, más confiado, sin dudarlo tanto, estrechó a mi mujer entre sus brazos y, al compás del improvisado movimiento, empezó a besarla. Y Jason y Sonia, viendo lo que sucedía a su lado, parecieron seguirles. De un momento a otro, aquellos procuraron colocarlas a ellas de espaldas, una contra la otra, y vimos como los brazos de Jason se extendían por debajo de los brazos de Sonia para alcanzar y acariciar los senos de Laura, desde atrás.

Christian ya había llevado las manos de mi mujer para que palpara su miembro y ella, sin tanto preámbulo, se las había arreglado para exponer su pene fuera del pantalón y masajearlo mientras él seguía besándola, y las manos de Jason atendían sus senos. Christian, mientras tanto, había levantado la blanca y corta falda de Sonia y masajeaba sus nalgas. Ella, igual que Laura, se besaba apasionadamente con Jason, pero, más recatada y romántica, mantenía sus brazos alrededor del cuello de su macho. En esos juegos permanecieron un largo rato, hasta que Christian, sin pudor alguno, empezó a desnudar a mi esposa, allí mismo, mientras seguían simulando bailar, estando ambas mujeres en contacto con sus espaldas.

La falda de Laura cayó al piso y Christian, para estar a la par con ella, se deshizo de su pantalón, quedando tan solo vestido, con su camiseta y zapatos. Sonia seguía besando a Jason, al parecer sin darse cuenta de lo que sucedía a sus espaldas. Poco después Christian despojó a mi mujer de su body, quedando los dos, totalmente desnudos, uno frente al otro. Entonces, en medio, de la simulación de baile, las parejas se separaron un poco y los hombres propusieron un cambio de pareja, encontrándose Sonia con un Christian totalmente desnudo y Jason con una Laura ya totalmente expuesta a su vista.

Christian recibió a Sonia dirigiéndole sus manos a su miembro erecto para que empezará a sentirlo. Y Laura, mientras tanto, ya estaba siendo masajeada en todo su cuerpo por las hábiles e inquietas manos de Jason, quien aún se encontraba vestido. Creo que Sonia se sintió fuera de lugar al verse todavía vestida y, por propia iniciativa, se empezó a quitar la ropa. Mi esposa, para estar en igualdad de condiciones, se dio la libertad para empezar a desvestir a Jason mientras este accedía a ella para besarla, igual que su amigo lo había hecho antes, lo cual no rechazó. En cuestión de segundos las dos parejas ya estaban desnudas y frotaban sus cuerpos con creciente excitación.

Christian frotaba su sexo contra el sexo de Sonia quien, a este punto, parecía estar cómoda, mientras que Jason continuaba besando a mi mujer y explorando con sus manos todo su cuerpo. Él era más alto que ella y era notoria la diferencia, porque Jason lograba llegar más abajo de las nalgas de mi esposa cada vez que estiraba sus largos y musculosos brazos. Por el lado de Christian y Sonia, la diferencia no era tanta. Laura y Sonia eran de la misma estatura, aunque Sonia más joven y con un cuerpo más esbelto que el de su compañera de aventura, una mujer mucho más madura y mayor. Pero, aun así, ambas estaban procurando disfrutar equitativamente los machos puestos a su disposición. Y ellos lo sabían.

Se colocaron ambas parejas, lado a lado, y Christian dirigió las manos de Sonia al pene de su amigo, y atrajo hacia sí las manos de Laura, que instantes antes jugueteaban con el pene de Jason. Princesa, le dijo Jason a mi esposa, ¿podrías acariciar mi pene con tus labios? Y ella, sin dejar de masajear el pene de Christian, se fue acurrucando frente a Jason para meterse la punta de su pene en la boca y empezar a chupar. Sonia seguía masajeando el tronco de aquel pene y, siendo tan grande, para nada interfirió con que mi esposa chupara y chupara ese glande, pues, creo, al sentirlo tan grande, no se atrevía a ir más allá, y menos aún con la mano de Sonia disfrutando de él.

Yo miraba a Iván, quien estaba encantado con lo que veía. Cada que, de repente, me miraba, yo le decía ¿estás bien? Y él me respondía, ¡súper! Seguramente aquellos dos habían hecho esta maniobra muchas veces, porque se notaba que se complementaban muy bien. Al colocarse las dos parejas frente a frente y lado a lado, Sonia y Laura quedaban situadas diagonalmente en extremos opuestos, de modo que estaban cómodas para masajear los penes de sus machos, Laura el de Christian y Sonia el de Jason, y, en el caso de Laura, chupar con intensidad el glande del pene de Jason. Y Sonia, viendo esto, pareció imitar a Laura y se acurrucó frente a Christian para chupar su pene mientras masajeaba el pene de Jason.

Pasado un rato las mujeres se incorporaron, quedando frente a frente a sus machos, pero Christian, al parecer más creativo que su compañero, hizo una seña para que Laura y Sonia quedaran frene a frente, mientras ellos dos frotaban sus penes contra sus vaginas desde atrás, aun sin penetrarlas. Ambos se aferraron con fuerza a sus caderas y atraían sus cuerpos para que sus nalgas frotaran sus penes, masturbándose, por decirlo así, con ellas. Y ellas, en esta posición y buscando soporte, apoyaron sus manos mutuamente en los hombros de cada una y ahí, en esta posición, aguantaban las embestidas de aquellos, estando sus rostros frente a frente.

Ambas estaban disfrutando la situación, pero Laura, más expresiva, de a poco empezó a gemir, a gesticular conforme Jason restregaba su enorme miembro contra su vagina y, en un momento dado, de repente, Sonia y Laura terminaron besándose, presa de la excitación que a ambas les producía el momento. Christian hacía lo propio con Sonia y ella lo que hacía era sacudir sus piernas y caderas, temblando con cada embestida, pero nada de gritos ni gemidos. Tan solo se atrevía a pronunciar un sonoro, Uuuyyy, esto está muy rico, que hacía moverse en su puesto a su ensimismado esposo.

Así estuvieron un rato más, pero, tal vez, cansadas, ellas quisieron cambiar de posición y se separaron, sin que aquellos, al parecer, terminaran la faena. Laura y Sonia estaban frente a frente y los machos detrás de ellas, pero ahora, y sin tener nada en mente, quizá, Christian tomó de la mano a Sonia y se fue hacia el sillón donde nosotros estábamos sentados, hizo que ella se agachara, estirara sus brazos y apoyara sus manos en la mesa de centro donde reposaban nuestras bebidas y ahí, desde atrás, penetró a Sonia delicadamente y empezó a follarla cadenciosamente. Jason hizo lo propio llevando a Laura para hacer lo mismo y ella, sin negarse, se acomodó y esperó su embestida.

La escena estaba para pajearnos de la excitación. Ver a ese par de machos penetrando a nuestras esposas, y ver los gestos de placer que aquellos les estaban proporcionando no tiene nombre. Laura, apenas sintió ese enorme miembro adentro, empezó a gemir de forma ruidosa, tanto que me sentí algo incómodo por si la bulla se llegaba a escuchar fuera, pero nada que hacer. Ya metidos en eso, lo mejor era esperar que todo pasara. Y Sonia, para nuestra sorpresa, al poco rato también empezó a gemir. Su esposo estaba maravillado. Nunca antes lo había hecho me dijo. ¡Es increíble! Bueno, añadí, se les salió lo putas que llevan dentro.

De un momento a otro Jason y Christian cambiaron de posición y seguían penetrándolas como si nada. Eran muy aguantadores porque, en ese momento, y sin tocar mi sexo, sentía como estaba humedeciendo mis pantaloncillos de lo excitado que estaba. La escena era sumamente excitante. Y, pasado un rato, Laura pareció no aguantar más las embestidas y después de un sonoro gemido, se incorporó, agitando su pecho y con la respiración entrecortada. Christian la abrazó, la besó y le dijo, mi reina, estuviste muy bien. Sonia, por su parte, tardó un poco más, pero también pareció llegar.

Nosotros, Iván y yo, nos levantamos, dando espacio para que aquellos, los cuatro, se sentarán y descansaran. ¡Imagínense! Los dos maridos preocupados por el bienestar de los machos que se estaban follando a sus esposas, pero nos nació tener ese gesto con ellos. Y no sólo eso, sino que también les alcanzamos unos tragos para que se refrescaran un rato. Laura se acercó a mí y, frente a Iván y su esposa, dándome un beso en la boca me dijo, gracias, amor, esto está muy rico. ¿Te ha gustado? Si, dijo ella, esta súper. ¿Cierto? Dijo mirando a Sonia, quien también abrazaba a su esposo. Sí, muy cierto, contesto.

Los cuatro se sentaron en el gran sofá; los hombres en los extremos y ellas en medio, y empezaron a charlar animadamente. Creo yo, ellos, trataban de elevar el ego de nuestras esposas para que se sintieran bien y no se echara a perder la noche. Christian halagaba a mi esposa, y lo mismo hacía Jason con Sonia. Y nosotros dos, tan solo espectadores, escuchábamos sin saber que decir o hacer. Llegué a decirle a Iván, como que nos faltaría hacer eso en nuestras casas, porque al parecer esos halagos funcionan como afrodisiaco para ellas, a lo cual él asentía afirmativamente, con su cabeza, sin decir palabra.

En medio de la charla, ya las manos de nuestras esposas jugaban con los miembros de sus machos y aquellos movían inquietos sus dedos para estimular los clítoris de nuestras mujeres. Y, pasado un rato, Jason le dijo a Sonia, mi reina, mi sexo quiere sentir las caricias de tus labios. Y ella, obediente, de inmediato, se colocó en medio de sus piernas, sin dejar de frotar su pene erecto, y se dispuso a chuparlo como aquel lo estaba pidiendo. Si quieres, dijo, muéstrale a Laura cómo es que me haces disfrutar de placer. Oye, ¿me ayudas? Creo que no voy a poder sola, le dijo Sonia a mi mujer, así que Laura se aproximó a Sonia y ambas empezaron a chupar aquel inmenso miembro, turnándose para hacerlo, al principio, y luego ambas, mirándose cara a cara, mientras una le atendía por un lado y la otra por el otro, encontrándose sus lenguas en varias oportunidades, rematando en un femenino beso.

Christian, que miraba aquel espectáculo, y tenía su miembro erecto, se deslizó con sigilo detrás de Sonia y, ubicándose con sutileza, apuntó el pene a su vagina y la penetró, empujando suavemente al principio, pero incrementado la fortaleza de sus embestidas a medida que ella aceptaba aquello sin rechazarlo y empezaba a contorsionarse con cada embate de aquel. Bueno, mi reina, dijo Jason, ya tu marido te está viendo compartir con dos hombres al mismo tiempo. ¿Estás bien? Si, dijo ella, retirando el pene de Jason de su boca por un instante. Laura, sentada a un lado, con las piernas abiertas, recibía estimulación por parte de este mientras contemplaba la escena que Sonia nos proporcionaba.

Creo que Christian y Sonia merecen descanso, dijo Jason, después de un rato, así que intercambiaron posiciones. Laura, princesa, te toca a ti, dijo Christian, prémiame con tus caricias, por favor. Laura se colocó de frente a él y, sin dudarlo, empezó a chupar su pene con mucha pasión, como queriéndole hacer llegar ahí mismo. Y Jason, encantado con el trasero de mi mujer, se colocó detrás de ella y empezó a penetrarla. Laura no tardó en activar sus gemidos para anunciar lo bien que lo estaba pasando y hacer que Jason se esforzara por hacerla llegar, lo cual no demoro mucho en suceder. Y creo que, difícilmente, Laura podría resistir tanto voltaje, pues su vagina apenas podía alojar tan grande miembro. Mientras tanto Sonia besaba a Christian, quien recibía los favores de mi mujer, ya próxima a su orgasmo.

Luego de esto, una vez mi esposa hiciera evidente que llegó al tope, Jason la hizo incorporar y la retuvo contra su cuerpo, manteniéndola penetrada un rato más. Bueno, princesa, dijo, te ganaste un descanso. Ambas merecen un descanso, así que vamos a la cama. Los cuatro se fueron a la cama y, al llegar allí, Jason le indicó a mi mujer que se recostara, y ella así lo hizo, mientras Sonia, Christian y él permanecían de pie. Luego le indicó a Sonia que se acomodara del lado contrario, detrás de la cabeza de Laura y, estando allí le dijo, ¿has probado el sexo de una mujer? No, dijo ella. ¿Quieres probar? No sabría cómo hacerlo, respondió. Bueno, eso no es problema. Laura, quieres cambiar con Sonia. Bueno, respondió mi esposa.

Lo que Jason sugería era que ellas hicieran la posición del 69. Sonia se tendió en la cama y Laura se montó sobre ella, invertida, atacando su sexo con la boca. Después de un rato, Sonia dijo, se siente rico Laura. Tienes experiencia. Y, a continuación, mientras Laura atendía el sexo de Sonia, Christian penetró a mi mujer por detrás y empezó a taladrarla de nuevo, lo cual hizo que al poco tiempo ella dejara de chupar el sexo de su compañera, por la intensa sensación que estaba experimentando, momento en el cual Jason penetró a Sonia diciéndole, bueno mi reina, a ti lo que te gusta es esto y empezó a empujar dentro de ella a la vista de mi mujer que veía cómo su miembro entraba y salía del cuerpo de Sonia, igual que ella veía cómo el miembro de Christian entraba y salía del cuerpo de mi mujer. Poco tiempo pasó y aquellos machos dejaron que todo volviera a la normalidad.

Ellas quedaron tendidas sobre la cama, una al lado de la otra, descansado un poco del ajetreo. Y sus machos, dejándolas tranquilas por un rato, se acercaron a nosotros en busca de un trago. Jason nos preguntó ¿todo ha estado bien? Creo que sí, contestó Iván. Ellas tienen la última palabra, pero, por lo que hemos visto, han disfrutado de ustedes al máximo. Esa era la idea, dijo Christian. Si les parece, nos tomamos un trago, les hacemos una última atención y nos vamos. ¿Están de acuerdo? Me parece bien, contesté. ¿Qué opinas? Pregunté mirando a Iván. Sí, creo que ya está bien, a menos que ellas quieran otra cosa. Lo dudo, dije, estos ya las exprimieron bastante.

Ellas seguían tendidas sobre la cama, acostadas una al lado de la otra, en posición invertida, como habían quedado. Y estando así, estos las abordaron de nuevo. Jason se ocupó de mi mujer y Christian de Sonia. Y Jason, dirigiendo la acción, dijo, bueno niñas, llegó el momento de la despedida, pero no queremos irnos sin dejarles un grato recuerdo, para que no nos olviden. Y dicho esto, cada uno, en frente de su dama, se dispusieron a, literalmente, comerse sus sexos. Vimos como cada uno, arrodillados a los costados de la cama, hundieron sus cabezas en medio de las piernas de nuestras esposas y empezaron su faena.

No tardaron mucho en hacer que aquellas, ambas, empezaran a gemir de nuevo, momento en el cual los dos, como coordinados, se incorporaron y, montándose encima de nuestras mujeres, las penetraron y les dieron verga hasta que ellos, finalmente, también alcanzaron su clímax. Ambos sacaron sus penes en el momento de eyacular y regaron su semen en el pecho de ellas. Parecieron llegar al tiempo, los cuatro, porque nadie se movió una vez aquellos terminaron su faena. Ellos se recostaron al lado de nuestras esposas, abrazándolas, y así reposaron por un rato, descansando del intenso ajetreo, no sin dejar de conversar con ellas y agradecerles la oportunidad de compartir, esperando que les hubiera gustado.

Con Iván, mientras aquello pasaba, y ya conscientes de que la aventura había acabado, nos salimos al balcón. Bueno, le dije, nos graduamos de cornudos. ¿Para qué más? Si, dijo él, pero estuvo bien. Sin duda, repliqué. Tanto pensar en preparativos y preservativos y ni siquiera los usaron; ni ellas, ni ellos, ni nosotros le pusimos atención a eso. Ojalá no nos vayamos a arrepentir, dije. Pues sí, dijo él, la verdad, no estuvimos al tanto de eso. Pero ellos estuvieron a la altura. Sí, porque si hubiéramos sido nosotros, hacer rato estábamos durmiendo.

Volvimos al interior de la habitación y ya aquellos estaban vestidos, mientras nuestras esposas, aun desnudas, permanecían sentadas en el sofá mientras se refrescaban con unas bebidas. Christian y Jason se despidieron de ellas de beso en la boca, como debe ser después de haber disfrutado a sus amantes, y dándonos la mano, nos agradecieron y se pusieron a la orden por si en un futuro quisiéramos volver a hacer algo parecido. Lo tendremos en cuenta, dije yo, seguro. Que vuelvan sanos y salvos a sus casas. Hasta pronto y gracias, una vez más. Chao, dijeron nuestras esposas, y ellos finalmente se fueron.

Bueno Iván, creo que nosotros también nos vamos. Mañana tenemos viaje en la mañana y no vayamos a perder el vuelo ¿no? Sí, es verdad, replicó él. Nos vemos mañana, entonces. Laura se colocó su body transparente y, sin tanta ceremonia, nos despedimos de ellos. Hasta mañana.

Bueno, al fin y al cabo, no nos podemos quejar, porque cada uno encontró aquí lo que vino a buscar, le dije a Iván mientras conversábamos en el avión, y recordábamos los detalles de lo vivido unas horas antes. ¿Qué sigue para ustedes ahora? No lo sé, contestó él. ¿Qué va a pasar con su amigo Gustavo? Creo que va a terminar follándose a mi mujer porque, después de esto, ¿qué excusa saco para decirle que no, si a ella le interesa la aventura? Bueno, pues pudiera ser con otros y no necesariamente con su amigo. Sí, dijo él, pero la verdad me siento más confiado y seguro con él que con extraños. ¡Veremos!

Lo cierto, como dije hace un rato, con esta aventura nos graduamos de cornudos, con todas las de la ley. Espero que nuestra fantasía compartida haya sido para bien y que su matrimonio siga firme y se fortalezca aún más. Y que ojalá volvamos a vernos, al menos para recordar este atrevimiento. Yo creo que sí, dijo Iván, yo creo que sí. Laura y Sonia, mientras tanto hablaban sin parar detrás de nosotros. ¿De qué tanto hablarán? Imagínese, respondió Iván. Estas cosas no pasan todos los días. Y así terminó nuestro viaje de descanso.

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