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La experiencia anal de una madre con su hijo
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Les quiero contar una anécdota que sucedió hace un tiempo. Vivo con mi único hijo, cuando él cumplió 21 decidimos hacer un viaje de paseo en un crucero, por unas semanas, antes que empiece a trabajar en otro país por casi un año.

Conseguimos un camarote exterior, de los que tienen escotilla, no era gran cosa, pero la vista al mar lo hacía parecer más grande. Aunque teníamos que compartir la cama, no nos parecía algo fuera de lo normal o molesto para los dos, estábamos acostumbrados a convivir juntos y dormir en la misma cama no nos molestaba.

En mis 41 años de vida siempre fui muy distraída, me pongo a pensar en varias cosas a la vez y me olvido de lo que estoy haciendo, eso me trae muchos problemas. En mi vida diaria entreno mucho, salgo a correr y voy tres veces por semana a un gimnasio, donde me entreno con aparatos, con los cuales varias veces me golpeo o lastimo, pero es algo a lo que me acostumbre.

Volviendo al crucero, sabía que, aunque eran solo dos semanas, no quería dejar de lado mi rutina y aunque existía un gimnasio en el barco, cobraban un adicional por usarlo, por lo que le propuse a mi hijo llevar una bicicleta fija, desmontable, que tendríamos en la habitación para hacer unas horas de ejercicios y no perder esa rutina. Así lo hicimos.

A todo esto, me olvidé de decirlos nuestros nombres, me llamo Sofía y mi hijo Jonatan, aunque no hace a la historia, pero me gusta que sepan como nos llamamos.

El primer día en el mar estábamos muy cansados y nos fuimos a dormir, el segundo día Jonatan arma la bicicleta y la pone en un costado de la cama. Al otro día empiezo a usar la bicicleta por una hora, Jonatan no la usa, la verdad no le hace falta y prefería salir a dar vueltas por el barco o tomar sol en la pileta que se encuentra en la cubierta del barco.

Pasaron unos días más, hicimos puerto en una ciudad muy tropical, compramos y recorrimos lugares históricos y volvimos al barco.

Seguí con mi rutina de bicicleta fija, pero encontré un inconveniente en el asiento de la misma. Le pedí a Jonatan si la podía arreglar.

Sofia: Se mueve mucho el asiento de la bici, se ve que se rompió algo o se aflojó algún tornillo ¿La puedes arreglar?

Jonatan: Sí, después me fijo

Sofía: No te olvides que la quiero usar. Así la uso, pero se mueve para todos lados.

Jonatan ya se había hecho amigos en el barco y como pasaba en casa me dejaba sola para ir con ellos, yo me desquitaba con los ejercicios, pero supongo que es normal que quiera hacer su vida.

Seguí usando la bicicleta, pero al otro día le volví a recordar que, si la podía que arreglar, me dijo qué estaba en eso. Otro día en el que la tenía que usar con el asiento flojo.

Al otro día Jonatan se levanta temprano y me dice que se iba a encargar de la bicicleta, no le digo nada, pensaba que me lo decía para que no le dijese más nada. Mientras me levanto, él va me va a buscar el desayuno, nunca lo había hecho antes. Mientras tanto, me levanto de la cama y me pongo una remera y unas calzas elastizadas que uso con la bicicleta. A los quince minutos llega mi hijo con el desayuno y me cuenta.

Jonatan: Hable con gente de mantenimiento y me dijeron que pueden arreglar el asiento de la bici.

Mientras desayunaba lo escuchaba, pero no prestaba mucha atención en lo que decía, estaba dormida todavía.

Jonatan: me voy, en una hora vuelvo, así no te quejas mas de la bicicleta

Sofía: pero no tardes mucho, me aburro sola

Veo que se arrima a la bicicleta, pero no le doy importancia. Mientras Jonatan se está yendo, casi por rutina y sin pensarlo voy a la bicicleta, me siento como hago todos los días. En ese momento siento como cada milímetro del caño que sostiene el asiento se empieza a enterrar en mi culo.

Sí, soy distraída, no me había dado cuenta que Jonatan había sacado el asiento para llevarlo a reparar con la gente de mantenimiento, ni se me había pasado por la cabeza que lo haría.

Pegué un grito desgarrador, en menos de un segundo me había enterrado 20 cm de caño en el culo, entro junto a la tanga y la calza elastizada.

Jonatan apenas salía del camarote, por lo que escuchó mi grito y volvió a entrar. Entró tan rápido que no me dio tiempo a sacarme el caño del culo. Se arrima corriendo y me toma del brazo, en esos escasos milisegundos tomo una decisión que cambiaría nuestra relación, decido dejar enterrado el caño y fingir más dolor del que sentía, para ir sacándolo de a poco con la ayuda de mi hijo.

Jonatan: ¡Cómo no te diste cuenta que saqué el asiento!

Sofia: ¡Ay, ay, ay, ay! Despacio, despacio.

Jonatan: ¿Qué hago?

Si decir nada y fingiendo un dolor extremo voy inclinando el cuerpo hasta acostarme sobre el piso mientras me ayuda mi hijo, el caño enterrado creo que había entrado unos pocos centímetros más pero no me importaba, solo quería que me ayude mi hijo a sacarlo.

Quedo tumbada en el piso unida a la bicicleta como una sola pieza.

Jonatan: ¿Qué hago?

Sofía: Anda sacando despacio el caño

Empieza a sacar el caño mientras le pido que lo haga más despacio, fingiendo dolor.

Sofía: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

Jonatan: ¿Te duele?

Sofía: Si, si, despacio, despacio

Jonatan: ya sale. Ahí salió todo, bueno quedaron las calzas, espera que tiro

Había quedado la tela elastizada de las calzas en el fondo de mi culo, creo que esa tela actuó como una funda que hizo que no me lastimara el caño. Ni lo pensé, decido empezar un juego de seducción de mi hijo.

Jonatan: Ya está, salió todo.

Sofía: Me duele

Jonatan: ¿cómo te puedo ayudar?

Sabía que no me había hecho nada, un caño de dos centímetros de diámetro no podría lastimar mi culo tan fácilmente, mi ano dilatado por años de meterme cosas no eran una barrera, pero no podía claudicar mi papel de víctima, mi papel de ultrajada por el culo. Quiero que él tome la iniciativa, quería ver a donde llegaría.

Jonatan: Mejor busco a algún médico.

Sofía: No, no, me da vergüenza, que le voy a decir y menos que me vea alguien que no conozco. Me puedo poner alguna crema cicatrizante y listo.

Jonatan: Hay una farmacia en el barco, pero no me van a vender nada sin una receta. Cualquier cosa le pregunto a alguien que conozco de la tripulación si me puede ayudar, le voy a decir que estoy con mi novia, así no preguntan demasiado.

Dejé que vaya a buscar ayuda, lo dejé librado al azar, pero solo quería que regrese con la crema. Después de media hora, golpea la puerta, Jonatan había regresado, pero no lo había hecho solo, a su lado había una joven no mucho mayor que él. En realidad, no parezco mucho mayor que mi hijo, así que no creo que sospeche nada.

Jonatan: Ella es Susana, es enfermera, forma parte de la tripulación, trabaja con el médico de abordo, me dijo que te puede ayudar.

Susana: Hola tu novio me comentó que te había pasado. ¿Te puedo revisar?

Jonatan: ¿salgo?

Susana: No, está bien, no hace falta. Es un ratito nada más y no creo que a ella le moleste.

Sofía: Sí, no hay problema.

La sentí cómplice a Susana, no sé, tal vez la forma en como me habló, el tono de voz, su mirada. Me di vuelta, me bajo las calzas y le ofrecí el culo, separo bien las nalgas con las manos mientras ella arrima la cara.

Susana: mmmm, tengo que ver por dentro.

Sofia: Sí, no hay problema

Susana toma un especulo, una especie de pinzas que fijan su apertura con un tornillo y la dejan fija. Primero la unta en vaselina y la introduce cerrada en el ano, luego empieza a abrir de a poco mientras me pregunta si duele. Podía sentir como se empezaba a estirar el agujero y aunque algo dolía, era mayor el placer de sentirme dilatada al extremo. Siguió abriendo hasta que no cedió más el esfínter, con una linterna empezó a mirar dentro.

Susana: no veo nada lastimado, pero quiero hacer un tacto y quedarme tranquila. ¿estas bien?

Sofía: Si, estoy bien.

Puedo sentir que me mete un dedo y enseguida otro, los empieza mover, los gira de un lado para otro.

Susana: ¿Duele?

Sofía: No, está bien

Susana: ¿Practican sexo anal?, se siente muy dilatado, por suerte, sino te hubieses lastimado.

Sofía: No

Susana: ¿cómo que no? No tiene nada de malo

Sofia: No es eso.

Susana: Ya sé, lo tiene muy grande y tienes miedo que te lastime

Sofía: No, no es eso.

Susana: Ah. Lo tiene chico.

Sofía: Nooo, es que me da miedo.

Susana: Dieron con la persona indicada. Soy médico, pero aparte sexóloga, los quiero ayudar. ¿Están de acuerdo? ¡Vamos no sean tímidos! Se lo que les digo, después no van a poder parar de coger por el culo.

Sofía: Si él quiere, yo estoy dispuesta.

Jonatan: bueno, probemos

No sabía en que me iba a meter, hacía años que no le veía la pija a mi hijo y menos que en unos minutos me la metería por el culo, era todo una locura pero no podía parar, ya la necesitaba dentro.

Susana: Bueno Jonatan, a ver que tienes

Sin dudar un segundo Jonatan se saca la ropa y nos muestra su pene erecto, era una cosa monstruosa, nunca lo hubiese imaginado. Un tronco brilloso y grueso, con sus venas marcadas apuntaba el techo. Susana abrió los ojos y sorprendida me mira con una sonrisa.

Susana: Es enorme, perdón ¿puedo?

Me pide permiso para chuparla, no puedo negarme, la entiendo, ese pene incitaba a chuparlo, era magnético, inevitable. Susana cierra los ojos mientras se traga literalmente la pija de mi hijo. Trato de mirar a mi hijo a los ojos, pero los tenía cerrados, estaba extasiado, ido, en el paraíso.

Susana: Perdón fue más fuerte que yo, ya me saqué las ganas, ahora vamos a mi trabajo. Vamos Sofí, en posición.

La obedezco como un autómata a su humano. Me pongo en cuatro y le ofrezco el culo, ella sin perder un segundo unta su dedo en vaselina y lo introduce en mi ano para lubricarlo, luego hace lo mismo con el pene de Jonatan, lo llena de lubricante y lo deja de color rubí intenso, era una joya la que me iba a meter en el culo.

Susana: Jonatan es tu turno, métela de un golpe

Siento que apoya la cabeza de su pene sobre mi ano y empuja con fuerza, entra de un golpe, los músculos de mi esfínter lo abrazan con fuerza, lo exprime, sigue empujando con mas fuerza hasta lograr meterlo todo. No era la primera vez que me la metían por el culo pero si la primera vez que me la metía mi hijo.

Susana: ¡Así se hace! Bien al fondo

Cada vez lo hacía con más violencia, entraba y salía de mi culo cada vez con más facilidad, nunca había tenido el culo tan dilatado.

Susana: Ahora te quiero mostrar una cosa Jonatan. Mira

Mi hijo saca su erecto pene y queda a un lado mío, mientras me acaricia el pelo y observa a Susana que empieza a acariciar mi culo. De repente siento que empieza a meter un o dos dedos, pero de pronto me mete toda la mano dentro del culo. Siento un poco de dolor pero era mayor el placer.

Susana: ¡Vamos Jonatan, acaba en su boca!

Jonatan, con una mano toma mi nuca, mientras me mete la pija en mi boca. Susana movía el brazo dentro del culo, de atrás para adelante con mucha rapidez, hasta que puedo sentir como descarga un largo chorro de semen en mi garganta. Cuando termina mi hijo, también termina Susana, saca su mano de mi culo y quedo tirada sobre la cama, mi hijo queda exhausto, transpirado tomando su pene con la mano. Susana nos mira con una sonrisa y nos dice.

Susana: Espero que los haya ayudado, ojalá todos los hijos se portasen así con sus madres.

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