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La esposa de mi amigo (9): Último día en el sur
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Tiempo de lectura: 3 minutos

La mañana despunto más viva que nunca, estaba en la casa de mi amigo David, el abandono a su señora y a su hija hace tiempo ya. Anoche pude ver a mi señora cogiendo con el amante y la hija de mi amigo se masturbo con mi cuerpo de manera deliciosa. Pero no podía sacar de mi mente que necesitaba tener una charla con Mariana y aclarar lo que había pasado con ellas en la casa.

Desayunamos los tres de manera tranquila y amena, como si no pasara nada, yo tenía poco tiempo, a las 12 pasaría mi transporte a capital. Cuando Mariana se fue a su habitación, Susana se acercó a darme un beso profundo, nuestras lenguas jugaban mientras mis manos acariciaban sus pechos y ella me manoseaba por encima del pantalón. Se acercó a mi oído y me susurro “Me tengo que ir, pero quiero que sepas que la próxima vez, te voy a chupar tanto la pija que me vas a pedir por favor que pare”. Le tome ambos pezones, los apreté con la suficiente presión para le doliera un poco “La próxima vez, vas a hacer lo que te diga sin chistar, porque yo mando acá”, le lamí una oreja, quiso alejarse cuando un escalofrío le recorrió el cuerpo pero la mantuve en su sitio jalando de sus duros pezones. “Para que veas que es cierto, quiero tu ropa interior ahora”.

La solté, ella se enderezo, llevaba un vestido blanco sin mangas, con un escote modesto que ahora era digno de mirar, gracias a que sus timbres resaltaban de manera prominente. Unas sandalias con un pequeño tacón dejaban ver sus pies delicados con uñas color beige, recorrí con mi vista todo el largo de esas piernas tostadas por el sol hasta que por encima de las rodillas el vestido se levantaba mientras ella tomaba su ropa interior.

Una vez que la tanga pasó por sus prominentes nalgas, ella quiso agacharse, pero levante la mano “Derechita”, ella se enderezó y comenzó a bambolear las caderas, el vestido la acompañaba haciéndola ver aún más sexy. Quiso ayudar a su ropa interior por encima del vestido, “Manos a la nuca” sus ojos voltearon hacia arriba mientras dejaba salir el aire de sus pulmones en un suspiro y me dijo “Hijo de puta perverso” mientras se mordía un labio. Se recogió el cabello detrás de la nuca, sosteniéndolo mientras contoneaba las caderas de un lado al otro para hacer caer su ropa interior. Se giró para bambolear su cadera lo más cerca de mi que pudo, bajo hasta casi rozar mi bulto con sus nalgas, para luego subir hasta dejarlas a centímetros de mi cara para volver a bajar.

La puerta de la habitación hizo que aquel espectáculo cesara, Mariana entró con unas revistas en la mano diciendo que iba a la casa de su amiga, al otro lado de la mesa yo podía ver la tanga blanca de Susana cayendo primero a la altura de sus rodillas para luego aterrizar en sus tobillos, ella aún se acomodaba el pelo tras la nuca mientras hablaba como si nada. A la izquierda Susana imposibilitada a quitar sus manos de la nuca buscaba la forma de que se viera natural, con su ropa interior con una línea de humedad a la altura de sus tobillos, me miraba implorando ayuda mientras con disimulo quitaba uno de sus pies de dentro de la ropa interior. A la derecha Mariana le hablaba animadamente mientras miraba de más mi entrepierna, aproveché para acomodarme de manera ostentosa el bulto, lo que hizo ponerse colorada a la adolecente mientras desviaba la mirada hacia el techo en un movimiento coordinado con Susana, ella me alcanzó con la punta de su pie la tanga de encaje blanca y yo la metí en mi bolsillo. Mariana dijo que salía, me ofrecí a abrirle la puerta, salí con ella, charlamos unos 10 minutos, mientras sostenía la tanga de la madre en mi bolsillo. Cuando se estaba por ir, tire de su brazo para acercarla, le di un pico suave, ella sonriente metió sus labios dentro de su boca, su mirada pícara conjugada con esas pecas y su hombros levantados me hicieron sonreír, se acomodó el cabello y me ofreció la más grande sonrisa que pudo “Adiós sobrina postiza”. “Chau, tiito”.

Cuando entre de nuevo, a la izquierda de la mesa aún estaba Susana con su vestido blanco, parada muy derechita, tenía los ojos cerrados mientras respiraba profundamente. Sus manos estaban en su nuca, entretanto sus brazos temblaban por el esfuerzo. “¿Aprendiste la lección?” dije mientras me sentaba a disfrutar del espectáculo. Me miró suplicante “Si, papi, aprendí, puedo bajar los brazos por favor”, la mire mientras mentalmente contaba hasta 20. “Si, podes” la cara de alivio cuando bajó los brazos fue impagable, le sobé los hombros, le di un beso tierno y nos despedimos. Cuando llegué a la capital me di cuenta que Susana me había enviado dos fotos, en la primera se veía a ella y a un grupo de amigas en un parque, todas haciendo poses sexys, en la otra esta ella sola con el parquizado al fondo y algunos niños con sus madres jugando, ella estaba sentada en una silla de plástico con las piernas abiertas dejándome ver su sexo húmedo. Yo saque la tanga blanca de mi bolsillo, la olí, después la selle en una bolsa y la guarde en una caja escondida junto a las demás.

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