La primera noche después de ese gran encuentro con Susana, no podía dejar de pensar en lo sumisa que era ella y lo violento que me puse. Ya había llegado a Ciudad y estaba recostado con mí pareja, ella no entendió porque solo llegar tuvimos sexo desenfrenado y ahora cansados simplemente existimos ahí. Mi mujer es algo menor que yo, es una enfermera de 27 años, que come saludable y cuida su cuerpo, es de cabello oscuro con pelo lacio, de tez blanca y cachetes rosados, no tiene mucho busto pero su cola parada y dura me vuelve loco.
En la cama siempre dominaba la situación ella, si me quería abajo ahí estaba yo, si me quería arriba ahí estaba yo. Creo que por eso la sorpresa cuando llegué, la tomé de la muñeca la arroje a la cama y la hice mía sin dudas, sin preguntar ni darle espacio a opinión. Debo reconocer que un poco estaba pensando en Susana, pero los gemidos de mí pareja son bajos y casi tímidos, nunca acaba sin taparse la boca o poniendo su cara en la almohada, muy diferente a mí amante que pide más a los gritos. Cuando volví del baño Verónica estaba sentada fumando un cigarrillo, me miró con curiosidad "Estás distinto" "Eso es malo" respondí quitándole el cigarrillo y poniendo mí miembro a la altura de la cara "No sé, creo que me gusta" termino de decir eso y empuje suavemente mí pija dentro de su boca, debo decir que fue más que bienvenido por su lengua, una mano me acariciaba las bolas y otra me tomaba del trasero para llevar el ritmo, lo usual, pero hoy no quería lo usual.
La tomé de los hombros y la arrojé contra la cama, puse dos almohadas bajo su cabeza y me puse sobre ella a la altura de la boca del estómago aprisionando sus brazos y volví a empujar mí pija dentro de su boca, ella no tenía mucho control, yo empujaba media pija y la sacaba lentamente, ella jugaba con la lengua hasta que estaba afuera. "Te gusta estar así?" Le dije mientras metía más y más mí pija dentro de su boca, empezó a retorcerse, pero mí peso no la dejaba moverse, metí casi toda mí pija asfixiándola con ella, cuando empezó a las arcadas, la saque de golpe "Salí bruto, casi me ahogo" la mire con pasión, le acaricie el rostro volviendo a empujar mi miembro dentro de su boca ella media enojada igualmente lo recibió, continúe llevando mi ritmo, cada tanto la metía hasta el fondo tratando de no provocarle arcadas pero sí dejándola sin respiración un segundo o dos, tardo un poco pero entendió el juego, cuando la dejaba sin aire me miraba fijo a los ojos abriéndolos grandes.
Después de un rato jugando me estiré y empecé a masturbarla desde esa pose, sus manos imposibilitadas de hacer algo más me acariciaban la espalda, mis dedos entraron fácil en su mojada vagina, gemía con la boca llena de pija.
Estaba tan excitado de verla así por primera vez, totalmente a mi merced, tan vulnerable y excitada, mi pija quiso explotar pero no la deje, la saque de golpe de su boca “Te quiero escuchar gritar” ella jadeaba, daba pequeños gemidos y trataba de ocultarlos apoyando su boca en su hombro, mientras mis dedos jugueteaban con su sexo. Ella no gritaba, al menos como yo quería, tomé la funda de una almohada, la voltee y até sus manos a la espalda, su rostro pegado al colchón y sus rodillas flexionadas me dieron acceso a una penetración profunda, me pare junto a la cama y empecé una serie de embestidas cortas pero fuerte haciendo sonar mi ingle, ella entre susurros gemía contra el colchón ocultando su cara, le di una nalgada no muy fuerte “Te dije que te quiero escuchar gritar” y empecé a embestir más fuerte, sentí como su respiración era más rápida, preludio a un orgasmo, espere hasta que hundió su cara con fuerza contra el colchón y metí mi pulgar en su virgen culito sin parar de embestir. Vaya que sí gritó, se retorció, acabando como una campeona, me gritó que era un animal, salió al baño corriendo y estuvo enfadada casi toda la semana. Algo de razón tenía, no hubo juego previo para que su ano se dilatara de a poco, así que no me hablo en varios días. Eso sumado a los dobles turnos impidió que nos viéramos hasta el fin de semana.