Viernes por la tarde. Manuel está jugando videojuegos cuando alguien llama a la puerta.
—Yo abro, amor. —Le dice su esposa mientras sale de la cocina y se dirige a la puerta. Manuel la voltea a ver, Jessica se ve espectacularmente sexy: trae una mini falda negra con la que luce su par de piernas largas y torneadas, también lleva puesto un top cortito que hace juego con la falda.
Jessica sabe quién es el que ha llamado a la puerta antes de abrir, pues ha estado con él en otras ocasiones. Resulta que es su jefe y éste ha ido a “visitarla”. Manuel saluda educadamente al hombre en su entrada:
—Licenciado Guillén. Pase, por favor. —Y acto seguido vuelve a su juego. Luego escucha que su esposa tutea a su jefe, pero le interesa más lo que ve en pantalla.
—¿Te ofrezco agua? —Pregunta ella a Guillén.
—Por favor. —Contesta él mientras le sonríe.
Jessica vuelve a la cocina con ese andar tan suyo, contoneando sus grandes caderas, mientras su jefe se queda ahí de pie, mirándola. Manuel lo interrumpe sin querer:
—Tome asiento, licenciado. —Invita.
—Gracias, Manuel. —El hombre se sienta a un lado de él y se queda mirando la pantalla unos momentos.
—Estoy jugando La Espada Legendaria, por si se lo preguntaba. —dice Manuel sin quitar los ojos de la pantalla —. ¿A usted le gustan los videojuegos?
"Pobre tonto, parece un niño tarado" piensa Guillén, pero contesta:
—No en realidad.
Jessica vuelve y le dice "Quítate, Manu." para sentarse en medio de ambos. Le da un vaso con agua a su jefe. Él se lo toma y lo deja en una mesita que está a la mano.
—¿También me traes un vaso de agua a mí, mi amor?
—Ve tú por él, cariñito.
El licenciado ríe ante el comentario, luego comienza a agarrarle discretamente el cabello a Jessica, quien se sonríe.
—¿Quieren jugar? —Invita Manuel. Luego agrega, orgulloso para sí: —Aunque les advierto que soy muy bueno.
—Es en lo único que eres bueno, amorcito. —le contesta Jessica y toma la mano de su jefe. Acto seguido se levanta del sofá junto con Guillén, tomados de la mano, y anuncia: —No, gracias. El licenciado y yo tenemos trabajo pendiente.
Caminaron juntos, él atrás de ella. Y, antes de subir las escaleras, el licenciado se detiene y le dice a Manuel:
—Al rato te la devuelvo, campeón. —Y le propinó una sonora nalgada a Jessica, quien le sonrió coqueta.
A Manuel no le gustaba que el licenciado lo llamara así, porque se sentía como un niñito. En realidad, el jefe de su esposa no le caía muy bien, le parecía un poco prepotente. Sin embargo, hizo caso omiso y siguió jugando. No vio ni escuchó la nalgada, porque lo estaban atacando en el juego.
***
En la recámara. 19:14 h.
Nada más entrar, el licenciado Guillén besó apasionadamente a Jessica. Mientras se besaban, él le puso las manos en las nalgas. El tacto con la tela de la falda de su amante le provocó una buena erección. Así que le apretó suavemente las nalgas bajo la tela y le dio unas nalgaditas cariñosas antes de que ella lo tumbara en un lado de la cama. Él se quitó la camisa rápidamente y la tiró a un lado.
A Jessica le gustaba mucho el cuerpo de su jefe, los pectorales y el abdomen bien marcados, los brazos musculosos, velludos, las manos fuertes y grandes. Su esposo no tenía nada de eso, era más bien flaco y de baja estatura. Luego se tumbó encima de Guillén, montándolo.
—Apuesto a que mi cama es más cómoda que tu escritorio, Valente. —Por fin lo llamaba por su nombre de pila, pues delante de su esposo aún no se animaba a llamarlo así.
—Comprobémoslo, nena.
Se besaron nuevamente, luego Jessica se movió como una gatita mientras bajaba, besó el pecho, luego el abdomen de Valente. Y bajó, lentamente, hasta quedar de rodillas en la alfombra de la habitación. Ahí, le desabrochó el cinturón a su amante y le bajó los pantalones. Luego, con su mano derecha, comenzó a palpar aquél bulto bajo la tela de los calzones de Valente. Acto seguido comenzó a besarle el bulto cariñosamente, era un buen bulto, pensó ella, grande y grueso. Le dio una lamida y luego lo descubrió.
—Valeeente. —dijo ella, sorprendida y seductora. —Lo tienes enorme. —Y le volvió a pasar la lengua por todo el largo del pene.
—¡Dios mío! Je… Jessica —comenzó a gemir Valente. —Hazlo, nena. Sólo llévalo a tu boca.
Y ella lo hizo.
***
Mientras Jessica estaba haciéndole sexo oral a su jefe, Manuel se levantó del sofá y se dirigió a la cocina, por un vaso de agua. Encontró una botella de jugo y mejor se sirvió un poco, sabor mango. Luego regresó a su lugar en el sofá y dijo a nadie en particular:
—Ya está anocheciendo.
Miró la hora en su móvil: "19:35".
—¡Qué bueno que vino el licenciado! Ellos trabajando y yo aquí tranquilito, pasándomelo súper. —Y le dio un sorbo a su jugo.
***
—¡Ah!… ¡Sí, papi!… ¡Sí!
Jessica estaba completamente desnuda, montando a Valente. La cama se mecía y se mecía, pero los muelles no hacían mucho ruido. Era un rumor discreto en la habitación.
—Eso, papi. ¡Cógeme! ¡Cógeme duro!
Valente pensó en su esposa durante unos segundos. "Ella nunca me excita tanto. Siempre es tan apática. En cambio, Jessica… Mi Jessie… ¡Dios! Es estupenda y lo mejor de todo: está buenísima". Su mirada se perdió en los enormes senos de Jessica, que subían y bajaban cada vez con mayor ritmo. Ella lo miraba a los ojos de vez en cuando, pero cada vez se excitaba más y los cerraba sin querer. Estaba gozándolo.
Valente se dio cuenta de que Jessica llegaba al clímax, así que se apoderó de ella, la abrazó y la acostó encima de él, pegándola a su cuerpo. La mantuvo presa en sus fuertes brazos y comenzó a penetrarla sin piedad, fuertemente.
—¡Ah! ¡Así, papi! ¡Así! Por favor no te detengas, mi amor. ¡Ah!… ¡Ah!
Valente tenía los enormes senos de Jessica pegados a su pecho, eran dos grandes globos de carne que se sentían bastante bien. Podía sentir los duros pezones apretados, asfixiándose entre ambos cuerpos.
—Eso te gusta ¿eh? ¿Te gusta que te coja así, nena? ¿Quieres más?
—¡Ah! Sí, mi amor. ¡Cógeme! ¡Cógeme! ¡Ay, así! ¡Ah!
Entonces Jessica, tras un sonoro orgasmo, se corrió… se vino… se mojó encima de su amante.
Él la besó, luego salió de ella. La volvió a besar. Se giró con ella, quedando ahora él encima. Jessica le sonrió y le dijo en un susurro "Más, mi amor". Y se dejó penetrar.
***
Manuel estaba por pasar uno de los niveles más difíciles del juego. Pero cada vez que lo intentaba, perdía.
—¿Otra vez? ¡Maldita sea! —Entonces escuchó a lo lejos unos ruidos, que venían de la planta alta. Pero en ese momento reapareció en el juego, subió el volumen a la pantalla y olvidó los ruidos. —A ver, otra vez. Desenvaina tu espada, Manu.
Pero sólo iba armado con un pequeño cuchillo.
***
Eran las 20:32 h. Valente ahora tenía a Jessica en posición de perrito y se la estaba cogiendo muy duro.
—¡Ah! ¿Te gusta mi verga? ¿Te gusta, nena?
—¡Me encanta, mi amor!
—¡Manuel! —Dijo Valente en voz alta—. ¡Ven a ver lo que le estoy haciendo tu esposa!
—¿Qué haces?
—No nos escucha, mi amor. Tiene el juego a todo volumen.
—¡Ah! No estés jugando… ¡Ah! Te vaya a oír.
—¿Sí? ¿Qué harías si sube en este momento y entra a la recámara? No pusimos el seguro, nena.
—¡Ay! Que venga si quiere… A ver si así aprende un poco… ¡Ah!
Y la penetró un buen rato más. Mientras las nalgas de Jessica rebotaban con las piernas de Valente una y otra vez.
—¡Ah! Estás bien pinche nalgona, Jessie. El idiotita ese de Manuel seguro que no sabe ni qué hacer contigo, nena.
—No, mi amor. Él no aguanta nada… Cinco minutos y se viene el pobrecito.
—¿En serio? Pobre tonto.
—Sí, mi amor… ¡Ah!… Además, ya te he dicho que Manuel tiene un pene muy pequeñito y miserable.
—¿Y yo, nena? ¿Eh?
—Tú lo tienes enorme, mi amor. —Valente aumentó el ritmo más y más, sus manos se aferraban a las nalgas de su amante— Tú sí eres un hombre. ¡Aah! ¡Así, mi amor! ¡Cógeme!
Después de unos minutos más, Valente se corrió finalmente. Eyaculó adentro de Jessica, pero llevaba el condón puesto, así que no se preocupó.
Salió de ella, tiró el condón en el piso y abrazó a su amante. Luego se besaron.
—Eres increíble, Jessie.
—Tú lo eres más, mi amor.
***
Cuando bajaron a la sala, Manuel estaba apagando la consola. Eran cerca de las 21:00 h.
—¿Todo bien? ¿Pudieron terminar su trabajo, amor?
—Sí, amorcito. Justo terminamos hace unos momentos.
—¿Gusta quedarse a cenar, licenciado? —Lo invitó Manuel, amablemente. Se veía feliz. Parecía no sospechar nada. Sí que se había embobado con el juego ese.
—Pues, la verdad… —empezó a decir Valente.
—Quédate a cenar. — Le dijo Jessica y lo miró a los ojos —. Debes estar… hambriento.
Cenaron juntos y después Valente se fue.
Jessica se dio un baño antes de irse a la cama. Manuel la estaba esperando y quiso hacerle el amor. Pero ella se negó: "Estoy cansada, Manu. Mejor duérmete". Y mientras él comenzaba a roncar, Jessica durmió con una gran sonrisa en el rostro. Estaba muy satisfecha por lo que hizo.
Manuel soñó que el jefe de Jessica era un enemigo en el videojuego. Este tenía a Jessica abrazada y le decía:
—Has perdido. Tu esposa ha preferido mi espada, La Espada Legendaria.