Mi nombre es Esther, tengo 26 años, y siempre me gustaron las chicas. Hace poco más de un año, entré a trabajar en una churrería, para dar desayunos. Mi horario era de 8 de la mañana a 4 de la tarde. Allí conocí a Yolanda, mi compañera de trabajo y en cierto modo mi encargada, pues era la que estaba conmigo por las mañanas, junto con Manolo, el churrero y demás camareros.
Enseguida me sentí a gusto con Yolanda, pues ella sabía dirigirme bien, como era más veterana, me iba enseñando y me iba guiando los primeros días y yo sinceramente le estaba agradecida. El tiempo fue pasando y a las dos semanas, ya empezamos a sentirnos amigas. Yo enseguida la vi algo dominante y eso me gustaba, pensé que serían los primeros días, por querer enseñarme… y no quería tirar las campanas al vuelo. Pero según la fui conociendo cada vez más, descubrí que le gustaba dominar… y yo soy siempre he sido muy sumisa.
Yolanda, tiene 24 años, mide 1, 60 metros. Pesa 47 kg. Es morena, cabello liso, ojos castaños… Muy habladora y comunicativa. Yo soy morena, mido 1, 68 m, peso 54 kg, tengo los ojos oscuros y el pelo liso y recortado.
El caso, es que una tarde al salir de trabajar, Yolanda me pidió que le acercara a un Centro Comercial, donde trabajaban sus amigas pues tenían que darle unas cosas y así de paso me las presentaba. Yo la llevé en el coche, solo logramos ver a Laura, una chica más o menos como nosotras, Laura le dio una bolsa a Yolanda, nos despedimos de Laura y Yolanda y yo, nos fuimos a tomar un café. Hablamos de varias cosas, y hablando de los chicos, Yolanda me comentó, que no quería saber nada de ellos… que eran unos egoístas, y que ella estaba bien, como estaba, sin tener que dar explicaciones a nadie. Yo le dije que a mí me pasaba más o menos lo mismo. Y así quedó la cosa. Nos levantamos, yo le invité, cogí la bolsa de ella y la llevé hasta su casa.
Yolanda vivía en un piso de alquiler con dos amigas más, Laura, a quién acababa de conocer y Mónica. Las dos amigas de Yolanda tenían la misma edad, 23 años cada una. Yo he de confesar que vivía con un matrimonio mayor, que me cobraba 200 euros por el alquiler de mi habitación. Y estaba bien.
A los pocos días, Yolanda me dice otra tarde que la acompañe, que le toca hacer a ella la compra de la semana y así yo la ayudaba… Yo acepté, la llevé donde ella me dijo, compró lo que quiso, lo cargamos en el coche, le dije que le invitaba a un café, ese día hacia bueno y me dijo: “Ok, pero mejor en la terraza de la cafetería para aprovechar el sol”.
Nos sentamos en la terraza, en la misma esquina de la mesa, ella en un lado, yo en el otro. Y hablando, hablando, Yolanda apoya uno de sus pies en mi silla. Ese día Yolanda calzaba unas deportivas blancas preciosas. Yo se lo comento, que son muy bonitas y Yolanda me dice: “Si, me las compré el verano pasado y están muy bien, son cómodas, las tengo que limpiar un poco, pero odio limpiarme el calzado… manías…”. Yo le dije “pues a mí si me gusta, me entretiene…”. Y Yolanda me contesto: “Coño, pues límpiamelas, si te gusta…”. Yo le dije que sí, encantada y Yolanda sonriendo me dijo: “Te tomo la palabra… Me las limpias…”.
Llegamos a su casa, cargadas de bolsas, fuimos a la cocina, dejamos todo allí, luego Yolanda me enseñó el piso, estaba bien. Y cuando se descalzó las deportivas, para ponerse las zapatillas de andar por casa, metió sus deportivas en una bola y me dijo: “Ahí te doy mis zapatillas a ver cómo me las dejas…”.
Al día siguiente, lo primero que hice fue llevarle las zapatillas deportivas, impecables. Se las limpié bien a fondo, y se las dejé como nuevas. A Yolanda le encantó cómo se las dejé y en lugar de darme las gracias, me dijo: “Pues hoy te llevas mis zuecos (los del trabajo) y me los traes mañana limpitos…”. Yo le dije que sí. Y así lo hice.
Al día siguiente, cuando vio sus zuecos limpios, me felicitó. Desde ese día Yolanda empezó a cambiar bastante conmigo. Se volvió como más exigente, ya no pedía favores, me daba órdenes simplemente. Yo me convertí en su chofer particular, la dejaba todas las tardes en su casa… y un sábado por la tarde Yolanda me invitó a quedarme en su casa, pues sus amigas hasta las 22 horas no salían de trabajar y no quería estar sola. Yo me quedé con ella y a los pocos minutos de estar en su casa, Yolanda se sienta en el sofá del salón y me dice:
-Podías darme un masaje en los pies, los tengo cansados…
Yo me arrodillé ante ella, le descalcé sus deportivas, le quité los calcetines y empecé a besar aquellos pies como una loca, pronto Yolanda me ordenó lamérselos, pasarle la lengua por entre los dedos… Lamer sus talones, su empeine… Ella me dirigía… Yo la obedecía. Me tuvo así un buen rato, lamiendo sus pies y de repente me rechaza con su pie y me tira al suelo.
Ella se quita las bragas, se acomoda en el sofá y me ordena lamerle la pipa. Yo arrodillada ante ella obedezco, estoy otro buen rato lamiendo donde ella me ordena, hasta que al final, consigue su placer… Cuando se recupera, me da un pellizco en el pecho y me dice:
-Muy bien, putilla, has estado muy bien…
Yo tímidamente, le dije:
-Gracias mi Ama.
Y Yolanda dándome una bofetada me dijo:
-Más fuerte, no te he oído…
Y yo repetí, más fuerte:
-Gracias mi Ama.
-Así me gusta perra… que seas sumisa con tu Ama. Vas a ser mi juguete a partir de ahora… Y te quiero así, de rodillas a mis pies y adorando todo mi cuerpo… -Y con sus dedos me volvía a apretar los pezones y a darme pellizcos en los senos, mientras me decía:- Tenía ganas de tener una putita a mis pies… -Y de repente ¡zás! Me daba una bofetada y me decía:- Nos vamos a llevar muy bien, zorra, vas a ser mi esclava y la de mis amigas… Ya verás cuando se lo cuente a Laura y a Mónica… Vete preparando porque aquí, vas a tener trabajo. A Laura no sé si le gustará mucho domarte, pero a Mónica seguro, esa es como yo, o peor… Le encanta mandar y los pies… Ni te cuento, parece una fetichista de sus pies, siempre se los está cuidando… Ya verás cuando le diga lo zorra y sumisa que eres… -y dándome otro bofetón, me ordenó volver a besar sus pies.
Continuará…