−Rafa, siempre he admirado tu don de gentes, pero tu sexualidad debe ser alta y refinada, pues tu éxito con las mujeres es evidente. ¿Tiene esto que ver con que tienes técnicas que son apreciadas por ellas, o tu comportamiento en este tema es como el de cualquier hombre?
−No Irene, −contesté−, el plan de conquista debe siempre ser calmado, mesurado y sin presionar a la mujer. Pero efectivamente, sí aplico tácticas, por llamarlas así, en el camino de la seducción. El ideal es que ella dé muestras positivas de que hay avances en la relación. Espero con paciencia el momento en que aparezcan conversaciones íntimas, en las que, con mucha cautela, trato de averiguar, de investigar, lo que ella está dispuesta a incluir en una sesión sexual; trato de descubrir sus límites, Con prudencia, pongo sobre la mesa mis gustos y preferencias, para decidir si continúo o no.
−Si continúas o no? −preguntó ella con extrañeza−. Me explicas?
−Claro −dije−, si sus límites obstaculizan mis preferencias, amablemente acelero el fin de mi cita con ella, sin llegar a una unión sexual. Ni en el momento, ni en el futuro. Definitivo. Para explicarte mejor Irene, si todas las atracciones no están abiertas… no voy a Disneylandia.
−Lo siento Rafa, si no fueras mi amigo y no te conociera, diría que suenas como un Depredador Sexual.
−Puede que lo sea, −repliqué−, pues en el momento indicado… no desperdicio una presa que esté en mis planes y a mi alcance.
−Muy interesante, pero me darías un ejemplo de por qué no continuarías?
−Ciertamente, si descubro por ejemplo que una mujer no practica el sexo oral… estará descartada. Siempre pretendo ir muy lejos, pues esa clase de momentos deben ser aprovechados al máximo. No se pueden ni se deben, desperdiciar. Además, rehúso educar… o rogar.
−Ir muy lejos? ¿Me explicas por favor?
−No me gustan las “aguas mansas”, por llamarlas así, durante el sexo. Las disfruto, pero desde el principio trato de ir más allá, de buscar experiencias máximas; lo hermoso de éstas, es que, en el futuro, van a llegar automáticas, pues mi eventual pareja ya las habrá experimentado conmigo y seguramente, las habrá disfrutado al máximo. Ella no dudará en repetirlas.
−Continúa por favor.
−Llega el momento, en que cautelosamente, dejo las “aguas mansas”, y “solicito” mis preferencias, las que seguramente ya he discutido con ella. Sé que las aceptará.
−Tus preferencias?
−Sí, −dije−, para ser más específico, por ejemplo mi posición preferida, “La Favorita”.
−Tu “Favorita”? ¿Cuál es? −replicó ella impacientemente.
−Aquí debemos parar Irene.
−Parar? ¿Por qué? No te entiendo, −exclamó ella.
−Sencillamente, porque para continuar, debo entrar en “aguas borrascosas” y… tu eres sólo mi amiga.
−Lo sé, pero deseo continuar escuchándote y no pretendo nada. Estamos sencillamente hablando… como amigos.
−Está bien Irene, pero ten presente que no tenemos relación alguna, sólo amistad; pondré mi mente en blanco, tú has lo mismo; pretenderé que estoy escribiendo un libro; sólo así podré continuar.
− ¿Entonces, volvemos a tu posición preferida?
−Si, es con la que me gusta finalizar una sesión sexual, es “Mi Favorita” para terminar la sesión, la gran mayoría de las veces.
Se trata sencillamente del muy conocido y deseado sexo oral, hecho simultáneamente en la posición llamada coloquialmente en francés “soixant neuf”, el sesenta y nueve, con mis modificaciones propias, que la hacen más placentera.
−Oh! −exclamó ella, desviando su mirada.
−Te quedaste silenciosa Irene; ¿fui muy lejos? Me lo pediste.
−No, no Rafa, por favor. Me sorprendiste, pero si continúas, trataré de sobrevivir, −dijo ella jocosamente.
−Ja, ja, ¿te sorprendí? ¿Nunca has hecho el “soixant neuf”?
−Rafa, yo soy la periodista y tú el entrevistado, por lo tanto, sigue con esas modificaciones que mencionaste, sin hacerme preguntas.
−Dicha posición, como fue diseñada hace miles de años, y como yo la adopté, ha sido mi obsesión por mucho tiempo, tanto así, que le dediqué una palabra de nuestro lenguaje; le dediqué el término Sublime, el que sólo uso, cuando me refiero a “Mi Favorita”.
−Continúa, no te detengas, −dijo Irene.
−La posición requiere que la mujer esté encima de mi; −mi voz de se tornó seria y adquirió un tinte explicativo−. No debe ser de otra forma, pues inmediatamente la corrijo, moviendo con energía su cuerpo sobre el mío. Debe estar exactamente sobre mí. Vendrán unos minutos de ajuste y acoplamiento a la posición, pero una vez que comience su progreso, viene mi siguiente modificación.
−¿Tus modificaciones, las sugieres o las pides?
−No Irene, “las ordeno” y como te dije anteriormente, ella obedecerá dócilmente y además complacida.
−Cuál es la segunda?
−Las manos de ella deben estar apoyados en el lecho a los dos lados de mi cintura, soportando el peso de su torso. Nunca sosteniendo mi Espada.
−Por qué este extraño requerimiento? −preguntó ella con interés.
−Porque el ideal es que su boca simule completamente una Hambrienta Cueva de Amor, por eso no quiero sus manos alrededor de mi Espada. Momentáneamente, acepto que la sostenga, mientras se acomoda, pero la mayoría del tiempo debe concentrarse en su función como te la describo.
−Otros requerimientos? −preguntó ella, con curiosidad.
−Ciertamente, sus rodillas deben estar ligeramente dobladas, a los lados de mi cabeza.
−¿Y esto, por qué?
−Porque al doblar las rodillas un poco, su hermosa Flor se ofrecerá como una Rosa recién abierta sobre mi boca, facilitando mi accionar.
Ella guardó silencio.
−No escucho tu voz Irene! ¿Estás escandalizada o algo así?
−No Rafa, sólo me gustaría oír más.
−Irene, todavía no has oído la verdadera descripción de mis requerimientos, cuando llega el momento de “La Favorita”. Aquí, añado ciertas cosas que son “la sal y la pimienta” del Sublime acto.
− “La sal y la pimienta”? −preguntó con extrañeza−. Descríbemelas.
−El sexo Sublime no existe sin dos componentes esenciales: Sonido y Movimiento. Para lograrlos, le ordeno que no retenga sus gemidos o expresiones de placer, los que tanto voy a disfrutar al oír. Además, le explico que, debido a su posición, ella tiene completa libertad de hacer continuos movimientos de vaivén, así como giratorios, que contribuirán a su deleite… y al mío. El movimiento mío es limitado, por estar sometido por su peso sobre mi cuerpo.
−Irene me mira con un rictus de seriedad. −Continúa sin detenerte, −dice.
−Bien, cierra los ojos Irene y toma parte de mi narración. Ha pasado una fracción de hora y las caricias preliminares y suaves han quedado atrás. Mis manos reposan sobre sus hermosas nalgas, ayudando a impulsar sus embestidas hacia mi boca. En este momento, estoy listo al siguiente paso; una de mis manos viaja rauda hacia su muy húmeda Rosa, preparo mis dedos índice y corazón y los sumerjo dos y tres veces, buscando esa deseada lubricación.
−Mételos atrás Rafa! Métemelos atrás duro! −cuando la oigo, sé que está lista; los llevo hacía aquella cueva expectante y casi con rabia, se los meto por el culo hasta donde es posible. El erotismo del momento es alto, pues los veo desaparecer allí adentro. Con pericia, empiezo un lento movimiento de entrada y salida de su caverna prohibida.
−Ay qué rico, Ay qué rico! Me gusta, Ay qué rico! Quiero más!
Le pido que de rienda suelta a sus retenidas ganas. La animo a que hable y exprese lo que siente; le comunico cuánto me excita oír su voz, mezclada con sonidos de placer. Le repito que no pare de hablar y le ordeno que use vocabulario soez.
−¡Háblame puta, sé creativa, deja salir tu lujuria! −grito en este momento.
Oigo −¡Mírame el coño, es tuyo, todo tuyo. ¡Huélelo, disfrútalo y tócalo! ¡es todo para ti! ¡Chúpalo, lámelo, cómetelo! −Exclama ella con lujuria.
Cuando oigo otra orden −¡Chúpame duro! −me animo a seguirle desordenando la mente.
Mi mano libre se mueve sin parar, de su cintura a sus anchas caderas y a sus nalgas. No sé dónde ponerla. No puedo detener el movimiento de la otra. Hemos estado “ensexados” por casi veinte minutos.
Oigo −¡no pares!, sus fuertes movimientos me indican que está muy ardiente y detecto que está próxima a venirse; me esmero en mi misión y con extrema pasión, atrapo la parte superior de su Rosa y lentamente la masajeo con toda mi boca, hasta que empiezo a sentir una pequeña pero firme serie de temblores y convulsiones, acompañadas de una hermosa sinfonía de gemidos lujuriosos.
−¡No pares amor, dame toda tu boca! ¡Ayyy! ¡Me corro! −grita fuerte.
Su pelvis gira con violencia durante casi medio minuto y lentamente disminuye su ritmo. Un corto tiempo después, mi boca sigue sintiendo leves contracciones de su Rosa. Sublime. Cierro los ojos y gozo del hermoso momento. La he sentido terminar. Sublime. Le doy un merecido descanso a mi lengua, a mis labios… y a mis dos dedos invasores.
No la amo, pero, alguien ha dicho que para follar con pasión hay que amar? No estoy de acuerdo Irene!
Siento su cabeza reclinándose en uno de mis muslos; conceptúo que necesita un breve descanso. Todavía está sobre mi. Por la gravedad, sus deliciosos jugos caen y escurren sobre mi boca, mis labios y mi mandíbula. Sublime.
Pasan un par de minutos y de nuevo siento la presión y el hermoso vaivén de su boca sobre mi Espada, donde su lengua y labios se convierten en aquella ávida y Hambrienta Cueva de Amor.
No sólo la proximidad, la humedad y el deleitable perfume de su Rosa Recién Abierta sobre mi cara, sino el dulce sabor de sus jugos, me obligan a lanzar mi mano izquierda como una flecha hacia mi Espada; la saco de su boca con rapidez, pues siento la proximidad de mi final, y no quiero eso. Sueño con una mujer erótica y multiorgásmica, por lo tanto, quiero hacerla correr varias veces más.
Oigo −¡Me encanta mamártelo!, me doy cuenta de que mi estrategia funcionó y de que puedo concentrarme en lo que más gozo, darle más y más placer.
−Seguimos amándonos; me sigue tragando, lenta y apasionadamente. Casi con rabia. Minutos después dice enérgicamente −Rafa, quiero tu leche en mi boca, ¡dámela!.
Al oír su voz, todos mis planes de hacerla correr varias veces se van a pique. Con decisión, me toma en su boca lentamente, con una profundidad que no he conocido antes. Al sentirla, paso mis manos bajo sus brazos, la tomo suavemente de la nuca y la invito a llevarme hasta las profundidades de su garganta. Ella me acepta y la sinfonía de gemidos lujuriosos que ella emite, son reemplazados por un rugido que sale del fondo de mis entrañas, comparable al que hace un toro de lidia, cuando siente la estocada final. Mi inconmensurable orgasmo, le llena la boca de mi elixir de amor.
−¡Tómalo todo! −exclamo con rabia− ¡Gózalo puta!
Segundos después, ella voltea su cuerpo en el lecho y colocando su abierta boca sobre la mía me besa tiernamente y con pasión, su lengua juega expertamente con la mía.
Sin saberlo, me está compartiendo el preciado líquido de nuestra noche… Mi Líquido!!!
Esta no es una nueva experiencia para mi −¡y créeme, Irene… ya soy un experto!
Irene guardó silencio!