Hace unos días, de paso por el norte del Perú, almorcé con unos amigos. En la sobremesa conversamos sobre el tema predominante en el país: el Covid y su impacto. Todos lo habíamos tenido, en mi caso relativamente grave, otro de mis amigos también en un nivel complicado. Sin embargo, lo interesante de la conversación fue la experiencia del padre de uno de ellos.
Siendo amigos desde el colegio, conocía a su padre de las reuniones de muchos años atrás. Además, por su posición económica, cuando había que hacer algún aporte para alguna actividad de la promoción, siempre era de los primeros en hacerlo. Es uno de los padres más queridos por todos y siendo ahora muy anciano, cuando se puso mal, todos nos preocupamos. De hecho, nos alegramos cuando nos enteramos de su plena recuperación.
Como muchos peruanos, decidió tratarse en casa. Su capacidad económica le permitía comprar el oxígeno, tener enfermera cuidándolo las 24 horas, pagar un médico itinerante y asumir el muy alto costo de las medicinas, por lo demás, escasas. En el norte del Perú, ir al hospital era casi imposible, por encontrarse en los momentos críticos siempre llenos y con un alto potencial de salir en una bolsa negra.
Comentando sobre el tratamiento, mi amigo (su hijo), nos comentó que, para él, la causa de la cura había sido la enfermera que lo cuido de día, de 7 am a 10 pm. Una mega jornada. El resto de la noche lo cuidaba una técnica que ella había recomendado (con el compromiso de presentarse ella misma rápidamente si era necesario). Vivía a pocas cuadras así que era posible y por lo que nos comentó, no lo requirieron pues por las noches, con el oxígeno instalado, su padre dormía casi con normalidad.
La habían contratado por un sueldo que nos pareció alto, pero que era lo usual en los momentos críticos de la pandemia. Además, le había prometido un “honorario de éxito” si el señor se recuperaba. Un honorario que nos pareció exorbitante. Allí se rio a carcajadas y volvió a afirmar que la curación de su padre no se debía ni al oxígeno ni al médico ni a las medicinas, sino a la enfermera.
Nos mostró, en ese momento, fotos de ella y realmente era una venezolana de impacto. Un cuerpo de monumento griego y una carita morocha deliciosa. Le dijimos que con una enfermera así, cualquiera nos hubiéramos curado muy rápido. Tenía muchas fotos descargadas del Facebook de ella y tanto en traje de enfermera, como en traje de calle, era una mujer realmente notable. Todos estuvimos de acuerdo que ella curaba todo.
Pero la sorpresa de la tarde no quedó en las fotos de la enfermera. Nos comentó minutos después, entre risas (le picaba la lengua por contarle a sus amigos, la cerveza la soltaba), que la enfermera, por recuperar a su papá (y cobrar el honorario de éxito) había hecho “de todo”.
Pensé, pensamos, le había hecho “cariñitos” quizás algunos besitos. Pero nos dijo que no. Que mucho más que eso. Nos dijo que se le mamaba la verga a su viejo para darle ánimos y energías. Nos cagamos de risa, le pedimos se mande otra ronda de cervezas y que se deje de hablar pendejadas. Mandó por otra ronda de cervezas y tras ellas nos dijo “muchachos si ponen otra ronda, les enseño los vídeos”.
Nos picó la curiosidad y mandamos por la nueva ronda. Pudimos ver los tres videos que tenía. Tomados con una cámara que habían instalado en la habitación de su padre, antes de contratar a la enfermera, para controlar su enfermedad durante las primeras etapas. Ella no sabía que la cámara existía y actuaba libremente. Ellos la habían olvidado.
En una nitidez baja (lamentable) pudimos ver tres vídeos de algunos minutos. Se la veía acariciando al señor. El rostro y el cuello. Y luego, bajándole el pantalón de pijama y realizando la mamada. Unos 5 a 6 minutos de mamada, tras lo cual el viejo se veía reconfortado y ella iba al baño de la habitación a lavarse. No se oía nada, no se veía con nitidez, pero la escena era clarísima.
Sólo tenía tres vídeos, pues cuando su papá empezó a recuperarse le comentó “ella me la mama hijo”. Tras la confesión de su padre, mi amigo recordó la cámara. Se tomó el tiempo de ver las últimas 24 horas de grabación (el tiempo que se guardaba el vídeo) y encontró el video del día anterior (donde hubo una mamada). Luego pudo conseguir dos más, de mamadas posteriores, antes que el eficaz tratamiento termine.
Entre risas nos comentó que pago feliz el “honorario de éxito”. Cerramos la tertulia con un par de rondas más de cervezas.