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La enfermera culona y el viejo negro (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Desde ese primer encuentro, la tensión sexual entre Vanesa y Samuel no hizo sino aumentar cada vez más durante las siguientes semanas. Ya las miradas, los besos y los toqueteos se hicieron parte rutinaria de sus vidas dentro del centro de retiro.

Cada vez que Vanesa le llevaba la comida a su habitación, Samuel la “sorprendía” con un abrazo por atrás. Servir la comida se convertía en una tarea casi titánica con las grandes manos de Samuel recorriendo los senos y las caderas de Vanesa; pero a ella no le molestaba, ponía su usual sonrisa y realizaba su trabajo con lentitud para alargar el momento. Mientras lo hacía, presionaba su enorme culo contra la entrepierna de Samuel donde podía sentir como su verga se endurecía lentamente.

Lo mismo ocurría con las demás tareas, el desayuno, la cena, medirle la presión, entregarle sus medicinas, todo se había vuelto un cruce de manos donde Samuel aprovechaba para recorrer las enormes curvas de Vanesa y de vez en cuando aventurarse a darle un beso corto el cuello o una nalgada con fuerza. En los lugares públicos del centro, la cosa tomaba otra forma. Ambos rara vez se acercaban, trataban de mantener su distancia de manera que nadie en el lugar podría haber sabido que ni siquiera se conocían. Claro, sus miradas se cruzaban de vez en cuando, en los pasillos, en la sala de recreación o en el jardín; miradas acompañadas con unas sonrisas de complicidad que exteriorizan el goce que ambos sentían con sus encuentros.

Estos encuentros fugaces habían incrementado tremendamente la lívido de Vanesa. Convivía todo el día con sus deseos de masturbarse hasta el punto que interrumpía sus quehaceres cotidianos. Para lidiar con esto, decidió masturbarse continuamente con el fin de reducir sus ganas de ser follada. En su casa, iniciaba el día con una ducha larga en la cual se colocaba mirando a la pared apoyada con una mano, mientras que con la otra se metía los dedos en la panocha desde atrás.

En su mente, imaginaba que Samuel la cogía contra la pared al mismo tiempo que le apretaba los senos. Antes de irse a dormir, nuevamente daba rienda suelta a su imaginación y, echada en su cama, abría las piernas hacia arriba simulando tener encima de ella el cuerpo ancho y oscuro de Samuel que le insertaba su enorme verga; todo concluía con las sábanas mojadas y agotamiento que la llevaban al sueño rápidamente.

En el trabajo, las ganas volvían nuevamente y los encuentros con mencionado paciente no hacían más que incrementar ese deseo por tocarse. Para poder quitarse esas sensaciones, decidió masturbarse rápidamente en uno de los baños del centro. Nunca antes se le había ocurrido hacer eso, pero la situación lo ameritaba, debía hacer lo posible quitarse esos deseos y recuperar la concentración que necesitaba en su trabajo.

Aprovechaba los momentos de menor carga laboral para escaparse a uno de los baños para el personal de trabajo donde satisfacía sus deseos. Lo incómodo de lugar y la premura de tiempo la obligaron a requerir de un estímulo adicional para poder acabar con prisa. Utilizó su Smartphone para buscar imágenes de hombres desnudos, maduros y morenos que tengan alguna similitud con Samuel y cuando no encontraba se contentaba con las fotos de vergas negras enormes que se introducían en la panocha de alguna joven blanca y culona como ella.

Pese a todo esto y a su evidente deseo de ver esa verga que ya de por sí presentía enorme, todavía no estaba segura de dar el siguiente paso, después de todo estaban en su lugar de trabajo. Cualquier persona los podría sorprender y obviamente perdería su trabajo. Calentura o no, Vanesa necesitaba ese empleo, la situación estaba difícil y encontrar uno nuevo no iba a ser fácil. Pero al mismo tiempo le gustaba ese juego con Samuel. Eran solo unos toques, pensaba para sí misma, no le hacían daño a nadie, mientras se mantenga dentro de eso no iba a suceder nada malo y por lo menos tendría algo de diversión. Sin embargo, las cosas iban a complicarse un poco. Samuel se aventuraba cada más en sus toqueteos con Vanesa al punto que un tarde intentó meter su mano por debajo de sus panties hacia su sexo de manera repentina.

-¡Nooo! -alzó la voz Vanesa mientras retiraba la mano Samuel de su entrepierna- ¿qué te sucede?

Samuel retrocedió y voz cauta respondió “Lo siento, pero pensé que te iba a gustar”

-¿Qué te hace pensar eso? -replicó Vanesa.

Samuel cambió la expresión de su cara a una de molestia.

-Vamos -contestó- estamos así desde hace semanas, ¿me vas a decir que no lo quieres?

-¿Cómo podrías saber eso? lo único que haces es tocarme apenas llego -respondió Vanesa con voz cortante intentando acabar con la impresión de ser una chica fácil.

-Cómo voy a poder hacer más si apenas terminar con tus recados te vas y ni siquiera me hablas, y allá afuera peor, ni te me acercas -reclamó Samuel.

-Pero obvio, ¿crees que me voy a dejar tocar de esa manera en público? ¿Qué crees que van a pensar los demás si nos ven de esa forma? Perdería mi trabajo -dijo Vanesa- cómo sé si te vas a controlar?

-Yo me puedo controlar, pero tú eres la que aparentemente quiere más -contestó Manuel efusivo.

-¡¿Quiere más?! -replicó Vanesa casi gritando- ¡¿qué crees que soy?!

Samuel observó la desesperación de Vanesa y alzó las manos para intentar calmarla. Con tu tono de voz de nuevo bajo y calmado respondió

-Creo que hemos empezado mal, no hay razón para que te exaltes. Si me sobrepasé discúlpame, lo siento mucho. Pensé, con todo lo que estamos haciendo entre los dos, que podía hacer eso y te iba a gustar.

Vanesa escuchó las palabras de Samuel y sintió algo de culpa interior, después de todo ella también lo había provocado un par de veces.

-No hay problema dijo -con la voz ya calmada- solo ten más cuidado.

-Bueno Vanesa, espero que no te lleves una mala idea de mí. En general suelo ser una persona bien educada.

-O sea no andas metiendo las manos a todas las chicas que conoces por ahí -respondió Vanesa, ya mucho más calmada y con ánimo de socializar con Samuel.

-Bueno… solo a las que tienen un trasero tan prominente como el tuyo. Más bien me da curiosidad saber cómo haces entrar en esos pantalones -replicó Samuel con una sonrisa.

Vanesa no pudo contenerse y soltó una carcajada, esa misma mañana había sufrido para ponerse esos apretados pantalones que le daban en el trabajo.

-No tienes idea como sufro, encima aquí solo los hacen en tallas chicas -contestó- así que no tengo más opción que lidiar con esta maldición.

-¿Maldición? -respondió sorprendido Samuel- ¿cómo eso va a ser una maldición? pero si mira la belleza que es, ¿por qué crees que no he podido evitar sacar mis manos de tremendo culote?

Vanesa rio otra vez y miró a Samuel con un poco de picardía.

-Sí me he dado cuenta que no puedes -dijo- hay que estar poniéndote en tu lugar sino te pasas.

Samuel solo atinó a reír con ese “reproche” de Vanesa y, con firmeza y cautela, se acercó a ella y le dijo al oído:

-¿Qué puedo decir pues? me gustas.

Al escuchar esas palabras, un espasmo de placer invadió el cuerpo de Vanesa, quien intentó controlarse con todas sus fuerzas. Ahora le gustaba como Samuel la estaba tratando. Le encantaba el morbo de tener un hombre mayor, fornido y negro seduciéndola de esa manera, así que decidió seguirle el juego.

-Bueno pues, invítame a salir por lo menos -le aseveró- para conocernos mejor.

-Si pudiera lo haría, pero, como puedes ver, estoy atrapado en este lugar -respondió Samuel cada vez más excitado- de lo contrario créeme que ya te hubiese llevado a tomar algo o a bailar un poco.

-Bueno, pero podemos bailar acá mismo, por un momento por lo menos antes de que regrese a mis deberes. ¿Qué bailas? ¿Salsa? ¿Merengue? -replicó Vanesa entusiasmada.

Pensativo, Samuel decidió optar por un ritmo más atrevido y dijo:

-Mmmm… ¿te gusta el reggaetón?

Vanesa soltó una carcajada un tanto alta que la obligó a taparse la boca para evitar hacer ruido.

-¿Tan mayor y bailando reggaetón? -le preguntó sorprendida, pero casi inmediatamente y antes de darle chance de responder respondió.- Claro que me gusta el reggaetón y lo bailo muy bien, pero dame un segundo.

Vanesa se acercó a la puerta y le colocó el seguro, regresó donde Samuel y le dijo “bailemos pues” dándose al mismo tiempo media vuelta. Samuel, al ver ese enorme culo apuntando hacia él, se acercó rápidamente, puso sus manos sobre la cintura de Vanesa y pegó su ingle hacia su culo. De manera pausada, Vanesa empezó a mover su culazo contra el cuerpo de Samuel, mientras este intentaba seguirle el ritmo.

No pasó mucho tiempo, para que Samuel empiece a bajar las manos lentamente hacia los muslos y las caderas de Vanessa cuidado de no sobrepasarse mucho o realizar algún movimiento brusco. Seguidamente, Vanesa empezó a estrellar sus grandes nalgas contra la ingle de Samuel, a lo que este respondió con una pequeña risa y a contrarrestar los choques de Vanesa con los suyos propios.

Lentamente, Vanesa regresó a sus movimientos iniciales, pero esta vez tomó las manos de Samuel y las llevó hacia su abdomen, jalándolo aún más pegado hacia ella. Samuel acercó su cara al cuello de Vanesa y empezó a dar besos cortos y esporádicos en toda la parte entre la cara y el hombre de su acompañante.

Después de casi unos segundos en esta danza, Vanesa dio media vuelta, puso sus manos en el cuello de Samuel y con un impulso debido a su corta estatura en relación a él, lo besó. El beso se prolongó durante varios segundos, donde Vanesa no se pudo contener en saborear los enormes labios de Samuel.

Repentinamente, recordó que debía regresar a trabajar y rompió el contacto con Samuel.

-Debo regresar -dijo- mejor lo que dejamos acá.

-Está bien, entiendo -respondió Samuel quien inmediatamente optó por alejarse- pero ¿cuándo volveremos a charlar?

-No lo sé, cuando encuentre tiempo libre entre mis quehaceres -contestó Vanesa.

-Mmmm… mira dame tú número y así podemos hablarnos más seguido -preguntó Samuel.

-Claro -dijo Vanesa con una enorme sonrisa en su cara- sí me gustaría que conversemos más seguido. Apúntalo es 9372…

Samuel sacó su celular y anotó el número.

-Cierto no sé tu nombre completo -mencionó al final- te anotaré como “enfermera culona”.

Vanesa soltó una nueva carcajada y dijo:

-¿la enfermera culona? mmm… me gusta. Esperaré tus mensajes -y sin decir más salió del cuarto.

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