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La dormilona
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Hará unos tres años que me tocó viajar a la capital del estado. El viaje duraría toda la noche, de 11 pm a 6 de la mañana del día siguiente. Camino sinuoso por la Sierra Sur. De muchas curvas, subidas y bajadas.

Subí al autobús y me acomodé en mi lugar. Como a los 2 minutos llegó la ocupante de al lado y se acomodó en su asiento. Era una señora de unos 45 años, falda larga y un enorme culo, olía a recién bañada y perfume rico. Me saludo con las buenas noches y platicamos muy breve, comentó que ella bajaría una hora antes del destino final y que se mareaba mucho, que cada que viajaba por esa carretera se tomaba una pastilla para el mareo y le daba mucho sueño.

El autobús arrancó y ella sacó unas pastillas, agarro una y se la tomó con un bote de agua que traía en su bolso. Poco después le llamaron a su celular y empezó la platicar con quien le llamó, que ya iba en el autobús, que llegaba como a las 5, y claramente escuché que subió el tono de voz cuando dijo: ya me tomé la pastilla pal mareo y me da sueño. Por si no te contesto. Siguió hablando otros minutos y colgó.

El clima artificial del autobús empezó a enfriar el ambiente que ya se encontraba oscuro. De una bolsa que tenía bajo sus pies sacó una cobija delgadita y ancha, y se cobijó, medio me tapó mi brazo y pierna. "hace frío", me dijo y se acurruco y según se quedó dormida.

Como a los cuarenta minutos empezó el curverio, p’allá, p’acá, yo sentía los muslos de la pasajera de al lado como se restregaba en tanta vuelta. Mañosamente ya había subido mi brazo sobre su pierna. De tomó que se sentía claramente su piel bajo la tela de la falda.

En una de tantas curvas, la doña hizo un movimiento brusco, volteo todo su cuerpo hacia el corredor del autobús y estampó su enorme culo hacia mí asiento. Su culo quedó de lado, invadiendo parte de mi asiento y a mi merced. En ningún momento quite mi brazo, de modo que quedó arriba de sus nalgas. La cobijita nos seguía tapando. A cada vuelta su culo se movía hacia mí o hacia ella de modo que mi brazo abarcaba toda la nalga en cada movimiento. La señora ni se inmutaba ni daba muestras de molestia o de despertar, aunque no estaba seguro si en realidad estaba durmiendo

Al ver que no había reacción de parte de la doña, empecé a subir mi mano y la extendí en toda la nalga. Aprovechando el movimiento del bus, mi mano recorría ese enorme culo. Ahora mi mano abarcaba las dos enormes nalgas. Mi verga estaba que explotaba. Llevaba como 20 minutos acariciando ese par de nalgas, cuando decidí dar otro paso, me volteé de lado hacia ella, quedando mi verga parada entre sus enormes nalgas. Me acomodé de modo que mi mano quedó sobre sus muslos y el otro brazo lo saqué hacia arriba.

El vaivén del bus hacía que nuestros cuerpos se movieran al compás de una cogida. Mi mano ya acariciaba toda la pierna. Así estuve otros 20 minutos. La cobija la acomode tapando los dos cuerpos. De modo que ningún pasajero podía ver que pasaba debajo, aparte todos venían durmiendo.

Al no haber ningún reproche o respuesta negativa a mis atrevimientos, estire mi brazo y agarre la punta de su falda y la empecé a subir poco a poco, con delicadeza. Yo ya me había dado cuenta que traía una pantaleta a media nalga de encaje, se sentía cuando acariciaba ese enorme par de nalgas.

Envalentonado y calenturiento, le subí la falda hasta arriba de las nalgas, y empecé a acariciar a mi antojo ese sabroso culo. Me eché hacia atrás y mi mano se metió hacia su vagina, por encima de la panty, y pude palpar claramente la humedad sobre la tela. ¡Esa hembra estaba caliente! Y seguramente despierta, fingiendo dormir. Mi dedo medio se encargó de recorrer todo el canal de la vagina, por encima de la panty, y fue mojándose más y más con los flujos de placer.

Empecé a levantar esa panty elástica, siempre llevando el compás del movimiento del bus. Cuando mi dedo se posó directamente en esa vagina, la humedad era tremenda!! En todos mis viajes me había cogido a 3 mujeres en el bus, y estaba seguro que iba por la cuarta.

Mi dedo empezó a introducirse entre esa mata de pelos. Abundantes pelos, que por la humedad, no impedían la introducción. Y empecé a meter y sacar el dedo, siempre al compás del curverio de la carretera.

Mi verga estaba al exxxtremo!! Retire mi mano y saque de la bolsa de mi pantalón mi cartera y celular, los puse en la red que traen los respaldos de los asientos. Desabroche mi cinturón y pantalón y baje el pantalón por el frente abajo de mis huevos. El culo de la doña cada curva se movía hacia mí. Saqué mi hermosa y brillosa verga de su prisión y salto lista pal combate. La doña no daba muestras de vida. Solo por su panocha que emanaba fuego, sabía que no estaba muerta.

Me baje el pantalón lo mas que pude, quería que entrará toda la verga, que no se quedarán ni las bolas afuera, de ser preciso. Me volví a acomodar detrás de la doña y apunte mi verga justo en la entrada de sus entrañas, sobre la panty, claro está. La humedad de esa panocha y mi verga que también ya estaba llorando, hacían un batidillo en esa zona de guerra sexual. Aún sobre la tela, la cabeza del puñal de carne la se había acomodado perfectamente. A cada curva se encajaba y acomodaba.

Mi verga ya necesitaba el baño de jugos de esa vagina peluda. En una curva me separe un poquito y jale el calzón hacia arriba, de modo que al regreso de esa curva, sólitos los labios vaginales abrazaron la cabeza punzo penetrante. Primero fue ese pequeño recibimiento, a la otra curva, entró casi toda la cabeza. Justo cuando entró toda la cabeza, sentí un apretón vaginal. La bienvenida plena, la aprobación final.

Ya no hubo piedad, a cada curva, entraba más y más mi verga. Yo empujaba lento, pero firme. Duro, hasta que pegaron mis huevos en su culo. Con mi mano levantaba la nalga de arriba para que en tronco de carne explorara profundamente esa cueva de placer. La doña expresaba su consentimiento dándome apretones con sus paredes vaginales y bañando con sus jugos la carne caliente que la invadía. Mientras el puñal de carne entraba y salía de esa jugosa cueva, mi mano acariciaba ese culote a placer.

En una de esas me asome si no había gente despierta y todos durmiendo. Aprovechando eso, me levante un poco y alce su pierna, la subí a la mía y empecé a darle duro y sin miramientos. Siempre vigilando que no viera alguien. Los embates eran más firmes y duros. Mi verga ya estaba a punto de soltar su preciada carga. Y eso empezó a hacer, un chorro de leche inundó aún más esa espesa vagina. Hasta el fondo de sus entrañas. La doña nada mas suspiro. Y apretó con sus músculos vaginales mi verga, dando la exprimida final.

Me quedé quieto dentro de ella unos minutos más. Y cuando mi verga perdió su rebeldía la guarde en su estuche de trapo, me acomode el pantalón. Guarde mi celular y cartera. Acomodé la ropa de la bella durmiente y la volví a tapar. Caí en un sueño profundo. Desperté cuando ella ya se estaba bajando y se despidió con un hasta luego. El bus llegó a la terminal donde ella bajaba y la seguí con la mirada, se metió al baño y salió con otra ropa puesta, ya no traía la falda, ahora traía un pantalón deportivo. Así fue la cuarta vez que me cogí a una pasajera en el bus. En otra ocasión fue una sordomuda.

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