Ya estábamos terminando de cenar. Mi esposo, Miguel, nuestro hijo, Claudio, y yo. Ya me disponía a llevar la vajilla y cubiertos a la cocina para lavarlos, cuando mi marido me preguntó:
"¿Te pasa algo Julia? No te veo bien"
"No es nada grave ni dramático, pero resulta que hoy me llamaron de Directorio, también estaba presente José [gerente general] y me designaron para asistir a un Congreso de Contadores en el Centro de Convenciones de Punta del Este".
"Bueno, Julia, deberías estar contenta" dijo mi esposo.
"No jodas Miguel, esos congresos no sirven para nada. Son curros que se organizan para que algunos chantas se embolsen unos pesos, más bien dólares. Traen uno o dos disertantes de otros países que el la puta vida hicieron nada. Pura teoría, todo superficial."
"¿Y cual es el temario?" me preguntó.
"Y, lo que está de moda: los efectos de la pandemia, cómo repercute en la actividad financiera, económica y social, en el empleo, en la inflación, en la desocupación. Nada que no hayamos escuchado por la televisión a decenas de «sabelotodos»." aclaré.
"Bueno, pero ¿te pagan todo, verdad?"
"Obvio."
"No te podés negar" -me dice Miguel.
"Sí, después José me dijo que no es conveniente negarse. Que el Directorio tiene un buen concepto de mí. Que cuando vuelva del curso me van llamar para que les dé una charla sobre lo que se trató en el congreso, y que quedan «felices» con esas tonterías."
"Ja ja ja. Así es el mundo. Insignificancias por todo lado. Y bueno, nena, tomátelo como unas vacaciones gratis de tres días en Punta del Este. ¡Nada mal!" -me dijo tratando de darme optimismo.
"«Vacaciones» nada. Arrancan a las 09:00 y hasta las 18:00 te tenés que bancar la cháchara."
"Bueno, Contadora, no se ponga así. Hacés un poco de sociabilidad."
Y llegó el primer día del tal Congreso. Magnífico el Centro de Convenciones que se inauguró hace pocos años en Punta del Este, muy cerca de El Jagüel. El acto comenzó a la hora estipulada, un conocido influencer, antes se les llamaba periositas, hizo las presentaciones de las autoridades del Colegio de Contadores, Economistas y Administradores del Uruguay y de los oradores invitados, uno chileno y otro brasileño.
A las 11:00 se hizo un pequeño break para que los asistentes tomen algunos sandweichitos, café, agua o un refresco cola.
"¡Julia! Hola colega, ¿cómo estás? -Me di vuelta tratando de ubicar el origen de esa voz y me topé con mi excompañera de la Facultad: Alison.
"¡Aaalison! qué alegría verte" -respondí. "¡Qué elegante estás! ¿Te casaste?
"Nooo, tas loca. Tuve una relación pero se terminó. Ese ahí, el que pasó para su bodega un sandwich, es mi actual pareja" -me señaló a un hombre, bien arreglado de alrededor de 45 años.
"Rafael, por favor, ¿podés venir?" llamó a su pareja. Y Rafael muy obediente se acercó a nosotras pero… venía alguien más.
"Te presento a Julia, hicimos la carrera en la Facultad. Julia, mi pareja, Rafael." -nos presentó Alison
Después de los "Mucho gusto", "Encantada", "¡Qué bien!", "¡Ah qué bueno!", Alison le hizo seña al caballero que también había venido con Rafael, evidentemente para presentármelo.
"Mateo, te presento a la Cra. Julia Martínez, Julia" -señalando al tal Mateo, "Julia, el caballero es Mateo Roux, también colega y amigo de nosotros."
Ya era hora para regresar al auditorio.
"Julia, ¿viniste sola?" -me preguntó Alison.
"Sí, francamente no me interesaba este Congreso pero en la empresa me pagaron la inscripción, el alojamiento y los gastos. No me podía negar" -respondí.
"Buenísimo, quedado con nosotros, así no estás sola estos tres días. Después del Congreso nos vamos a dar una vuelta por Gorlero, por el puerto, y cenamos en algún lugar lindo."
No dije nada. Me quedé con ellos en el auditorio, los cuatro en una de las filas del medio: Rafael, Alison, Mateo y yo. No me interesaba mucho salir con ellos a cenar en la noche. Era consciente de que me iba a encontrar sola durante tres días, hiper aburrida, pero no hay que ser muy inteligente para presagiar que Mateo iba a querer llevarme a la cama.
No estoy en esa línea; tengo una excelente relación con mi marido, lo amo muchísimo y por supuesto que adoro a mi hijo. La infidelidad no está en mi ADN. Me encanta estar con mi familia, almorzar y cenar juntos, jugar con mi hijo, mirar TV y por supuesto: hacer el amor en cualquier hora del día.
Pero pasarme sola en la habitación de un hotel durante tres días no era nada atractvo ni saludable. Por lo tanto acepté acompañar a Rafael, Alison y Mateo. Todavía no había llegado el verano, pero la noche se presentaba muy agradable y no requería salir muy abrigada. Tampoco iba a una fiesta de gala, pero…, pero…, pero… una siempre quiere ser admirada por un hombre; vamos a no mentirnos.
Me puse una chaqueta negra de manga larga, una blusa que me quedaba sueltita, también negra, y unos jeans no ajustados. Tacos altos. Me veía atractiva. Y bueno, creo que tengo la suficiente capacidad para enfrentar el temporal.
Cenamos en un lindo restaurante de la Rambla Gral. Artigas, cerquita del puerto. Yo pedí un salmón con salsa Teriyaki que era una delicia. Francamente no quería tomar alcohol, pero los demás estuvieron de acuerdo en pedir un Cabernet Sauvignon a lo cual me adherí.
Durante la cena la conversación fue muy cordial, respetuosa y entretenida, incluso sin ahondar mucho en la vida privada de cada uno de nosotros. En cuanto al postre, en mi caso no pude evitar pedir un panqueque de dulce de leche, con helado y de crema (vainilla) y chocolate.
Terminamos de cenar y creo que fue Rafael que propuso dar una caminata por la rambla junto al mar. Allí es un lugar de mucho viento pero esa noche estaba serena, no hacia frío. Y salimos a caminar. Si se imaginan que Rafael y Alison apuraron el paso y Mateo y yo quedamos rezagados varios metros atrás… se imaginan bien.
"¿Cuánto hace que estás casada Julia?"
"16 años, cuando nació Claudio, pero ya vivíamos juntos desde 3 años antes. Todavía no estaba recibida".
"Me despistaste, pero entonces ¿cuántos años tenés?
"39 años"
"Pensé que tenías menos, no más de 32 años." -me dijo
"¡Exagerado!" -repliqué.
"Te estoy hablando en serio, sé que soy muy burro para dar la edad de la gente, pero hace un rato te observaba y me dije a mí mismo «más de 34 o 35 años no tiene»"
"Bueno, ¡gracias! lo tomo como una galantería" -respondí.
"¿Tu esposo a qué se dedica?"
"Está en el Departamento de Jurídica en un banco; es abogado."
"¡Opa!"
"¿Y vos en tu empresa qué hacés?" -continuó con el cuestionario.
"Ja ja, para la mayoría soy «la Contadora». Tengo a mi cargo el área administrativa-contable y financiera. RR.HH., trabajo en estrecha relación con la Gerencia General, a veces me llaman cuando hay sesiones de Directorio, tengo un escritorio en una oficinita vidriada solo para mí."
"¡Felicitaciones para «la Contadora»!
"¡Ja ja! estoy bien, me siento cómoda ahí. Me consta que tienen un buen concepto de mí."
"¿Han habido otros hombres en tu vida? -preguntó.
"Antes de conocer a Miguel salí un tiempito con un hombre, pero nada más que eso."
"¿Ya casada no saliste con algún otro?"
"¡Eehh! ¡Pará un poquito! Siempre estoy dispuesta a charlar con todo el mundo, pero esa pregunta es impertinente. Creo que no merezco que me trates como a una… buscona. Es grosera e irreverente tu pregunta."
"No, no Julia. No es así. De ninguna manera prentendí faltarte el respeto. En esta vida se ve de todo. Y si la respuesta hubiese sido positiva no te estaría criticando ni juzgando." Se tomó unos cuantos segundos y agregó: "No quiero que te formes una opinión equivocada de mí. Pasamos un rato muy ameno en la cena. ¡Por favor! Que esto no vaya a empañar la relación cordial que comenzamos hoy. Quizás me excedí y fui indiscreto. Te pido disculpas, humildemente te pido disculpas."
Caminamos unos minutos sin decir nada. Hasta que le dije:
"Por favor, te agradezco si me llevás al hotel".
"Claro, ningún problema Julia. El auto lo estacioné en la paralela a ésta. ¿Estás temblando?
"Es que ha refrescado. En esta época en la noche la temperatura se viene a pique." -respondí.
Acto seguido pasó su brazo por encima de mi hombro, me acercó a él, cómo forma de combatir el frío que sentía. No me opuse.
"Quizás esto, ¿cómo se llama?" -me tomó la chaqueta. "Y a esto, ¿cómo se le dice?" -me tomó de un borde la blusa.
"¡Ja ja!, ésta es una chaqueta y esto es una blusa. Veo que conocés poco de ropa de mujer. Ja ja" -le expliqué.
"¿Te parece? De tangas y brasiers conozco bastante." -me replicó.
No pude evitar reírme. "Ja ja ja, sos ingenioso, muy inteligente respuesta. En lugar de contador deberías haberte dedicado a la abogacía, ja ja."
"No solo eso", agregó. "De faldas ni te cuento la cantidad que levanté. Y me especialicé en desabrochar jeans…" Una indirecta, más directa que indirecta, sobre el jean que yo llevaba puesto.
"Descarado" -le dije mirándolo.
Su mano subió hasta mi cabeza y me empujó a apoyarla sobre su hombro. Llegamos a su auto, muy caballerosamente me abrió la puerta e ingresé. Él ocupó el lugar del conductor. Me acarició la mejilla. No rehuí, internamente comencé a sentir sensaciones incontrolables.
"Estás espléndida" -me dijo.
Sentí que mis pezones se endurecían. Sentí que mi vagina se humedecía. Sentí que no podía articular palabras de manera normal. Con gran esfuerzo le dije casi balbuceando: "Llevame al hotel, te pido."
Asintió con la cabeza, colocó la llave del auto en el arranque, se detuvo, no la accionó, mirándome con la cabeza casi horizontal me dijo:
"Te voy a decir algo, quizás no sea políticamente correcto, pero te lo digo de corazón: ¡Qué suerte tiene tu marido! Realmente lo envidio."
Me conquistó. No es mi estilo, pero poco falto para que le dijera «cogeme ya, llevame a donde sea, cogeme». Dejó la llave y pasó nuevamente su mano por mi hombro, con la mano izquierda me tomó del mentón, me besó, nos besamos, cerré los ojos, apoyé mi cabeza en el respaldo, mi respiración se hizo más frecuente. Me rendí. Incondicionalmente me rendí. Sus manos se introdujeron por debajo de mi blusa y no le costó que sus dedos se adueñaran de mis pezones. También corrió el cierre y desabrochó el botón del jean. Su mano llegó en segundos a mi tanga. «Qué vergüenza, se va a dar cuenta que estoy mojada», pensé.
Por encima de la tanga recorrió con un dedo de arriba a abajo. ¡Qué delicia! Gemí, gemí, gemí gemí. El orgasmo no demoró en venir. Ahora el gemido fue una mezcla al unísono de gemido, suspiro y grito; todo en uno. Apoyé mi cabeza en su pecho. ¡Ufff! La palanca de cambios era un estorbo…
Mateo accionó la llave del auto, encendió el motor y puso el coche en movimiento. En pocos minutos estábamos frente a la casa que le habían prestado; ya me había comentado que quedaba a dos cuadras de Plaza México. Era un edificio de apartamentos de dos pisos, el garage eran boxes abiertos a los que se ingresaba directamente desde la cale. Sus besos, sus caricias en mis senos, sus dedos peregrinando por mi vagina, aunque por encima de mi tanga, me dejaron más excitada. Ahora ni pasaba por mi cabeza aquello que le dije más de una vez «llevame a mi hotel», no todo lo contrario.
Ya estacionado el auto en su lugar asignado, apagó el motor, me miró, y yo en mi estado de excitación, y por qué no admitirlo, falta de experiencia en tratar con un hombre en estas condiciones, muy torpe e infantilmente pregunté:
"¿Me vas a coger?" -¡qué ridícula que actué! Y agregué otra tontería mas: "Mateo, tratame bien, no tengo experiencia con otros hombres a excepción de mi marido."
¡Qué boluda! Yo, la contadora Julia Martínez, que manejo el sector administrativo-contable de la empresa, que a diario trato con la Gerencia General, que cuando me llaman del Directorio me he dado el lujo de discrepar con algunas ideas de los directores, ahora… comportándome como una ingenua adolescente de 15 o 16 años. Mateo no me habló nada. Salió del auto, me abrío la puerta para que yo salga, y en algunos tramos con su brazo sobre mi hombro y en otros de la mano me condujo hasta su apartamento.
Me dije a mí misma: «Julia, hablá lo menos posible. Tratá de no decir pendejadas. Dejá que él lleve la iniciativa.»
Ya adentro del apartamento me tomó de las dos manos, frente a frente, me contempló, nos contemplamos. Me acercó a él, y sin soltarnos de las manos nuestros labios se acercaron. Mi lengua recorrió el borde de sus labios. Como yo soy más baja lo besé en el cuello. Coloqué mis labios pegados a los suyos, hice un movimiento de derecha a izquiera y de izquierda a derecha para que nuestros labios se acaricien. Mordí delicadamente su labio inferior e introduje mi lengua en su boca. Siempre sin soltarnos las manos, apasionadamente nos besamos.
Hasta que nos despegamos. De la mano me llevó a su dormitorio. Quedamos parados frente a frente cerca de la parte de los pies de la cama. Lenta y delicadamente me sacó la chaqueta. Me tomó del mentón, pasó su pulgar por mis labios hasta que lo introdujo en mi boca. Lo recibí atentamente; mi lengua y su pulgar establecieron una amistad de inmediato.
El siguiente paso fue sacarme la blusa. Dado que me quedaba muy suelta el procedimiento fue muy rápido y sencillo. Quedé con mi brasier. Me acarició la mejilla. Me tomó de los hombros y contempló mis tetas todavía ocultas. Su mano se introdujo por debajo de mi brasier y seno izquierdo fue todo suyo. Con las manos hacia atrás yo me desabroché mi soutien y lo dejé caer hacia un costado.
"¡Perfecta! ¡Sos perfecta Julia!" -y dirigió su boca hacia mi seno para succionar a su antojo. Luego puso su frente contra la mía, sin dejar de mirarnos con su pulgar e indice izquierdos me tomó mi pezón derecho tiró de él.
¡Ughhh! Me duele, un dolor placentero. Se me aflojan las piernas. Este tipo me domina. Con la palma de la mano me toma la teta y me apreta. Nuevamente se dedica a mi pezón y lo vuelve a estirar. Sufro, me gusta, sufro, disfruto, sufro, el orgasmo está a punto de estallar, apoyo mi cabeza en su pecho, tomo su mano y la dirijo hacia mi vagina, me retorcí, me vino un temblor, todavía estoy con el jean y la tanga puestos… "¡aaaaahhhhh!", acabé y él durante un ratito frota su mano sobre mi concha. Siento que el jean está mojado, me imagino que la tanga estará hiper empapada.
¡Qué tipo éste! En el auto comprobó que yo estaba mojada, ahora me provoca un orgasmo que no pude disimular. Y todavía estoy con el jean y la tanga puesta, hemos estado parados, ni siquiera he llegado a tocar la cama. Cuando saque a relucir su artillería y nos acostemos en la cama me acribilla. ¡Wow! Sabe tratar a una mujer.
Me corrió el cierre nuevamente, como lo hizo en el auto, y también me desabrochó el jean. Cayó y lo corrí con el pie hacia un costado. Pasó su mano por la parte delantera de mi mojadísima tanga, de inmediato me la bajó, también la hice a un lado con el pie. Me agarró, me acarició cada centimetro cuadrado de mi cuerpo, desde mi cabeza hasta mi vagina. Me dio vuelta, quedé de espaldas a él, también me besó en la nuca, sus manos una y otra vez recorrían mi cuerpo, y en especial, mis tetas. Él todavía estaba vestido, pero sentí su pija dura entre mis nalgas, su mano izquierda en mi seno y sus dedos de la mano derecha investigando mi vagina. ¡Me muero! ¡No aguanto más! Quiero que esa verga que siento a través de su ropa me penetre sin más demora.
Comenzó a quitarse la ropa.
"¿Me permite caballero?" -le dije haciendo gesto para desabotonarle la camisa. Lo aprobó con un movimiento de cabeza y abriendo los brazos.
Camisa afuera. Hermoso torso. Pasé lentamente mis manos por su pecho. Su mirada, sus ojos, su expresión demostraban que le gustaba.
Desabroché el cinturón. Corrí el cierre tomando la precaución de tocar su miembro con mi mano cuando lo hacía. ¡Wow! estaba duro. Me miró "maliciosamente". Le sonreí. Hice que su pantalón cayera, él hizo movimientos con los pies para desaherce de él, quedó atrás de donde estaba parado. Solo mantenía el slip, que no podía disumular la erección que estab teniendo.
Me senté en el borde de la cama, en la parte de los pies. Mis manos fueron a sus caderas y lo atraje hacia mí. Mi cara estaba a escasos centímetros de su pene. Me moví hacia adelante de manera que mis mejillas acariciaban su pija, slip mediante. Fuerte resoplido de su parte. Seguí frotando mi mejilla contra su pene. Decidí bajarle el slip. También con un movimiento del pie quedó junto a sus pantalones.
Finalmente los dos estábamos totalmente desnudos. Su miembro viril horizontal, mirándome, pidiéndome que interactúe con él. Claro que sí. Primero lo tomé con mi mano derecha, después mi dedo índice lo recorrió desde la base hasta la punta de manera delicada, casi rozándolo. Me pareció que le temblaron las piernas. Emitió un profundo largo gemido.
Mis labios se encontraron con su glande. Solo mis labios. Tuvo un instante de desasosiego: su mano agarró mis cabellos, me acarició el cuello, después mis hombros, luego me dejó libre. En ese momento abrí la boca e introduje su glande. Unos segundos más y su pene ingresó a mi boca hasta donde se podía…
Repentinamente sacó su pija de mi boca, me empujó en boco bruscamente, quedé acostada boca arriba en la cama. Desde mi posición no podía ver con precisión pero creo que estaba fluyendo su fluido preseminal. Me hizo abrir las piernas y se arrodilló entre ellas. Condujo su pene directamente a mi vagina, entró de una; entre mis orgamos previos y su evidente secreción preseminal. No hubo un juego previo. Deslizó su verga por mi clítoris ni por mis labios vaginales.
Obviamente que desde que me acarició y me hizo tener un orgasmo en su auto hasta este momento en la cama de su apartamento su excitación fue en aumento y ahora estaba al límite de lo soportable. Inició un vaivén rítmico al principio, cada vez más frenético. Casi que el único contacto que teníamos era el de su pene en ida y vuelta en mi vagina, puesto que mantenía su cuerpo en alto apoyado por sus fuertes brazos apoyados en la cama.
Pero yo quería sentir la totalidad de su cuerpo pegado al mío. Lo agarré del hombro y le hice entender de que no se apoye en sus brazos y que se ponga totalmente encima de mí. Nos besábamos, nos acariciábamos. Su mano se apoderó de mi teta. La excitación para ambos lados crecía a pasos agigantados. Me contorsionaba cada vez más, hacia un lado y hacia el otro. El orgasmo estaba a milímetros. El comenzó a acelerar el ritmos. Su respiración, y la mía también, cada vez era más sonora, más intensa. ¡Uaaah! El extasis se apoderó de mí, dejé caer mis brazos sin fuerza sobre la cama. Mateo ingresó en un rítmo vertiginoso, se agarró de mis caderas y con un ronco y gemido acabó dentro de mí; mantuvo su pene quiero en mi vagina, yo sentía las interminables pulsaciones de su pija.
Se acostó boca arriba junto a mí. Nos abrazamos, nos quedamos abrazados. Al rato estalló en una carcajada que le costaba controlar.
"¿Qué te pasa? ¿De qué te reís? ¿Qué es lo gracioso? -pregunté.
Entre medio de las carcajadas me dijo: "Ja ja ja, es que ahora no me decís «llevame a mi hotel», ja ja ja" (creo que tuvo el buen tino de no decir la otra frase que también argumentaba «soy casada y tengo un hijo», porque en ese caso la historia hubiese sido diferente).
"Mirá degenerado, no te vas a burlar de mí" -respondí y agarrando una almohada lo golpeaba una y otra vez mientras él se seguía riendo, hasta que en un envión le erré a su cabeza perdí el equilibrio y mi cara quedó en su entrepierna con su pene fláccido y embadurnado con nuestros fluidos sexuales. Así me quedé, acariciándolo, y le pasé una lamida por sus bolas.
Al día siguiente, o sea, el segundo día del congreso llegó la hora de la meriendita de las 11:00. Jugos de fruta, bebidas gaseosas, esta vez habían unos cuadraditos de pizza (a mi entender no era un bocado adecuado para esa hora), pebetitos rellenos de jamón y queso, y unos canapés con una pasta de mayonesa, atún y aceitunas negras (era lo mejor de la mesa).
Mateo se acercó a mí con un vaso de jugo de un color rojo fuerte, obviamente una mezcla en la que prevalecería la frutilla (fresas). Con un tono irónico y sarcástico me pregunto: "¿Cómo pasó la noche contadora?"
"Aburrida, muy aburrida, hay poca cosa para hacer acá en Punta del Este. ¿Y usted contador? ¿Salió a algún lado anoche?
Mi miró con una mirada socarrona y me dijo: "Buenos, yo tuve mejor suerte. Compartí mi esencia varonil con una chica muy elegante y bonita".
"¡Felicitaciones! colega. Espero que haya pasado de manera placentera." -le seguí la broma.
"Es más fuerte que yo…" -dijo
"¿Lo quééé? -pregunté.
"Cuando estoy en presencia de una chica que usa jean y una blusa negra me pongo on-fire. Creo que en inglés también se dice start up. Los Rolling Stones tienen una canción con ese título." -dijo.
"Contador, permitame que lo corrija: los Rolling Stones tienen una canción que se llama «Start Me Up», y la traducción exacta es «Excítame»" -le corregí.
"En eso eres una experta. Lo mejor que he conocido." -me dijo.
"Estoy segura que debes ser muy hábil en ese sentido; habrás tenido muchas oportunidades para aprender esa materia." -le dije con una sonrisa.
Ya terminaba el tiempo concedido para el break y teníamos que regresar al auditorio donde se llevaba a cabo el congreso. Antes de entrar…:
"Julia" y me hace un movimiento con la cabeza para ir a un lugar donde estaba más despejado de gente.
"¿Sí? Te escucho"
"Te quiero coger en la boca… quiero acabar en tu boca." -me dijo en voz baja al oído.
¡Así nomás! La fineza y la galantería brillaban por su ausencia. Hay tantas formas de decirlo de una manera más civilizada.
"Tenemos que entrar." -fue mi respuesta. Y me dirigí al auditorio donde ya estaban Alison y Rafael. Me senté al lado de Alison, y Mateo casi de inmediato se sentó a mi izquierda. Comenzó el disertante. Al cabo de uno 15 minutos Mateo y yo giramos nuestras cabezas y nos encontramos con las miradas.
"¿Qué te parece? ¿Nos vamos?" -le dije poniendo mi mano sobre la de él.
No me respondió, hizo un movimiento inequívoco con su cabeza, se levantó y lo seguí tomada de su mano. Nos dirigimos directamente a su auto. Nuevamente llegamos a la casa donde se estaba quedando. Una vez adentro de su apartamento dejé mi chaqueta sobre una silla. Él quedo un paso o dos de la puerta y quedó contemplándome.
Antes de dirigirme al congreso no sabía exactamente cómo vestirme. Tenía claro que nos "encontraríamos" con Mateo. Elegí un pequeño vestido negro. Una vez que me apliqué el maquillaje y estuve satisfecha con él, me puse un par de bragas rojas que se ataban en las caderas. Eran tenues, de un material rojo brillante y totalmente transparentes. No me puse sostén, ya que el vestido se ajustaba mediante unos tirantes finos. Elegí un liguero rojo y medias negras ahumadas también, y me decidí por mis tacones "Fuck Me". Tenían un poco más de 12 cm de alto. El dobladillo de la falda se elevaba unos buenos 10 cm por encima de mis rodillas.
"Hola, Mateo", le susurré suavemente, mientras me apoyaba en el respaldo de un sofá.
"Te ves excelente, Julia", dijo. Luego: "¡Luces… ehhh… mmmm… sabrosa también!"
"Gracias, Mateo, tales elogios para una contadora de parte de un colega son un regalo especial", dije, sonriéndole abiertamente.
Miraba a su alrededor, como reconociendo o tratando de encontrar algo interesante en un apartamento que no era suyo. "¡Ven aquí!" me dijo.
"Mmmm", suspiré, mientras me acercaba a él y ponía mi cabeza contra su pecho. "¿Qué te gustaría hacer?" le pregunté.
"Bailar. Mailar una música lenta", dijo, sorprendiéndome por completo.
"Qué hermosa idea, bailemos", dije, levantando la cabeza para rozar sus labios con mi lengua. Al costado del televisor había un equipo de audio, eché una ojeada rápida a los CDs y me encontré con uno de Frank Sinatra. Lo puse en September Song.
Me abrazó y abrió ligeramente sus labios para darle espacio a mi lengua para moverse dentro de su boca. Me puse de puntillas y me incliné hacia la pasión del beso. Su lengua volvió hacia mí, le gustó mis labios a su vez y luego entró en mi boca, donde yo la chupé con entusiasmo.
"Eres la mejor, Julia." -me dijo al oído. Me encendida. Era solo tocarme y destilaría fluidos a granel. Mi respuesta fue apoyar mi cabeza en su pecho.
Sin razonar, me salió de adentro, en un susurro "Seductooor". Me miró con una sonrisa socarrona.
"¿La música?" -pregunto.
"Un momento colega, soy experta en balances contables, pero estos dispositivos no son mi especialidad." -me había olvidado de pulsar «ON». Disculpe el lector, Mateo y la Divina Providencia; estaba libidinosamente lujuriosa. ¿Me entendieron?
Me volví hacia Mateo que me estaba mirando. Le sonreí, mientras me movía, sabiendo que él me estaba esperando para bien pegaditos bailar bajo la música de Sinatra.
"¿Bailamos entonces?" me preguntó suavemente.
"Señor, en este momento usted es mi hombre", -respondí, "¡Haré lo que mi hombre quiera!"
De vuelta en sus brazos. Continuábamos bailando con Frank Sinatra "September Son" en el living de su apartamento. Él bailaba bien, y yo se lo mencioné.
"Y vos lucís especial hoy", dijo en voz baja.
Presioné mi pelvis contra la de él, buscando la emoción de sentir su creciente pene a través de sus pantalones. Mientras bailábamos, una vez que me apretó contra él, su mano se deslizó hacia abajo desde los omoplatos hasta mi cintura y luego barrió lentamente a lo largo de la cresta de mis nalgas, acariciandolas, acariciándolas y acariciándolas.
Apoyé mi cabeza contra su pecho.
"¡Te llevas el premio, contadora!" dijo.
"Vaya, gracias, Mateo; tal elogio de uno de mis colegas es un gran elogio". respondí.
"¿Habrá en el refrigerador beber?
"Claro, hay Coca-Cola, cerveza, vino, agua mineral?"
"¿Te importa si tomo algo fresco?"
"En absoluto", dijo.
"Bien, vuelvo enseguida", dije con una sonrisa y me fui a la cocina.
En pocos minutos volví al living sonriendo. Llevaba dos Coca-Cola para cada uno. Nos sentamos y dije: "Me voy a poner más cómoda."
Hice una seña de aprobación con la mano. Me saqué el vestido negro lo puse en el sofá más pequeño de enfrente. Ahora usaba mis tacones negros increíblemente altos, además de mis ligas rojas, medias negras y bragas rojas. Él notó cómo sobresalían mis pezones.
"¡Guau!" dijo Mateo: "¡Julia, te ganaste el pastel, el paquete completo es tuyo! Me encantan esos pezones"
"Gracias, Mateos", le susurré.
Tomó un sorbo rápido y me hizo señas para que viniera y bailara con él de nuevo con Sinatra. Me derretí en sus brazos, después de un largo trago de Coca-Cola, y nos balanceamos lentamente al ritmo de la música. Mateos dejó que sus manos se movieran por mi espalda nuevamente y las frotó sobre la pendiente de mis nalgas.
Entonces él me dijo: "Uy, ¡mira esto!" Acababa de encontrar los lazos en mis caderas que mantenían mis bragas puestas.
Me preguntó: ¿qué pasa si desato esto?"
"Serías un descarado" -respondí. "¿Qué esperas?… ¡descarado!" lo invité.
Tiró de un lado de la cuerda y luego del otro, y las bragas quedaron en su mano.
"Eres una caja de sorpresas, Julia".
Lo miré entonces, dándole una especie de mirada erótica y dije: "A sus órdenes caballero." Me volví a poner el vestido negro, claro que ahora sin bragas debajo. Me acerqué y le susurré: "Me gusta que me cojan vestida."
"Vamos a dejar que el Sr. Frank nos entretenga un poco más y luego seremos vos y yo". Me respondió.
Le sonreí y asentí con un cerrar de ojos.
"Es maravilloso tener en mis brazos a una prestigiosa contadora casi desnuda".
"Cómeme, así vestida, me tenés tan caliente."
"¡No lo olvidaré!" respondió.
Luego me atrajo hacia él otra vez y bajó las manos agarrando mis nalgas, con una en cada mano. Estaba moliendo su rígida pija en el vello de mi concha con cada movimiento del baile.
El baile terminó y él susurró: "Gracias, Sr. Frank, ahora tengo trabajo que hacer con esta distinguida señora".
Dicho esto, me levantó en brazos y me llevó al dormitorio. Me puso mirando hacia arriba. Me reacomodó tirándome hacia el borde de la cama, de modo que mi trasero estaba justo en el borde. Se arrodilló y pasó una pierna sobre cada uno de sus hombros, con la cara y la boca enterrada en la humedad de mi concha, sus labios y su lengua justo en mi vulva.
Cada tanto me miraba, yo lo observaba atentamente. Y volvía inmediatamente a la atención hacia mis labios vaginales. Me hizo temblar y gemir. Insertando su lengua dentro de mi concha, mientras mi cabeza se movía hacia adelante y hacia atrás sobre la almohada de arriba. Él sabía que yo estaba casi lista para un orgasmo. Abrí más las piernas para recibirlo. Se movió hasta que estuvo justo encima de mí, su pene sobresalía de su cuerpo y estaba listo para mí. Y lo acurrucó en mi concha con la cabeza de su verga ahora cómodamente dentro de mí.
Empujó contra mí, agarrando mis caderas desnudas y tirando de mí al mismo tiempo, para alojarse profundamente dentro de mi vagina. Era lo que había estado deseando y esperando desde las primeras horas del día. Este al menos fue el pensamiento que cruzó por mi mente en ese momento, cuando él comenzó a llenarme con su gran pene. Él se acomodaba en un ritmo conmigo, cogiéndome más y más fuerte.
Después de que Mateo finalmente metió toda su pija en mi concha, se movía vigorosamente y de repente se detuvo y sacó su miembro hasta que solo la punta estaba todavía en mi concha. Quedé algo desorientada. No entendí la maniobra.
Estiré el brazo para alcanzar su pene. Pero él golpeó mi mano desviándola del camino.
"¿Recuerdas lo que te dije hace unas horas en el break, en el Congreso? -pregunto. Solo lo miré. Y continuó: "Que quería cogerte por la boca, acabar en tu boca."
Nuevamente me mantuve callada pero con un cerrar de ojos di claramente a entender que sí, que recordaba lo que me había dicho.
Se paró al borde de la cama sobre la parte de los pies.
"Vení, parate vos también" -me ordenó
Obedecí y me paré frente a él.
"Arrodillate" -dijo y me empujó desde mis hombros hacia abajo. Mi cabeza quedó frente a frente con su duro pene. Me incliné y lamí cabeza. Su verga en mi boca. Su deseo de unas horas atrás se estaba cumpliendo.
Innecesariamente me lanzó un sarcasmo hiriente: "Ya no me pedís que te lleve a tu hotel, ni interponés a tu esposo y a tu hijo para esquivarme." lo dijo con una risa burlona.
Se dio vuelta hasta quedar sentado en el borde de la cama y yo arrodillada sobre la alfombra. La cabeza de su pija estaba en mi boca, creciendo. La lamí y la chupé, preparándome para tratar de meterla hasta mi garganta. Puse mis manos sobre sus muslos y succioné su verga, a medida que se hacía más y más grande, creciendo de largo. Cuando volvió a estar totalmente erecta, empecé a hundir la cabeza en ella. Empujé mi cabeza hacia abajo y, respirando desesperadamente por la nariz, llegué a lo máximo que podía. Hice un ruido de garganta y puse mis labios en contacto con la suavidad de su piel y su áspero vello púbico.
Levanté mi cabeza y lo miré, sin importarme la baba y la saliva que corría por mi barbilla. Inmediatamente volví a lo anterior. Esta era la definitiva; estaba segura de eso. Lamí alrededor de la cabeza, la chupé, lamí y mordisqueé delicadamente la parte inferior del glande y luego, respirando profundamente, hundí la cabeza hacia abajo para que, con un solo movimiento, pudiera llegar hasta la base.
Fue el único momento de la mamada en que me tomó de la nuca y me mantuvo su miembro quieto dentro de mi boca. Y descargó, descargo y descargo toda su esperma que seguramente tenía acumulada desde que alrededor de las 11:00 me había dicho que me quería «coger por la boca». Solo emitió una profundísima exhalación. Y se tumbó hacia atrás en la cama con la respiración agitada.
¿Y yo? Me quedé arrodillada como estaba, con mi cabeza un poco inclinada hacia adelante, dejando que su abundante líquido seminal cayera por la comisura de mis labios. Mi boca abierta. Mis ojos que no miraban nada. Quizás dos o tres minutos me mantuve en esa posición. Al rato yo también me dejé caer en la cama junto a él.
Mientras sostenía la cabeza sobre una mano con el codo apoyado en la cama para mirarme. Me dijo: "Dame un rato. Pronto voy a estar como nuevo. Y entonces me voy a coger a una contadora por el culo", dijo con una sonrisa astuta.
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El tercer día era el último. Dado que en ese día nos entregaban los certificados de asistencia al Congreso, todo permanecimos hasta el último minuto. Nos saludamos con Alison y Rafael. Yo le manifesté a Mateo que no me gustaba manejar en carretera de noche por lo que quería salir temprano del hotel.
Con mi equipaje ya adentro de mi auto, y pronta para salir hacia Montevideo. Mateo me dijo:
"¿Quiero volver a verte?"
"¿Qué siente por mí, Mateo? -le pregunté.
"Es difícil plasmar en palabras un sentimiento Julia. Te quiero seguir viendo. Me siento atraído por vos"
"Mandame un mensaje al 099… así me queda tu número en mi celular. ¿OK?" -le dije
"Sí claro" -me dijo muy entusiasmado.
Nos abrazamos, nos besamos apasionadamente, subí a mi auto, y partí hacia Montevideo. Después de pasar el Aeropuerto de Punta del Este, paré el auto sobre el costado de la ruta. Apagué el motor. Tomé mi celular y mandé el siguiente mensaje a Mateo:
"Hola Mateo. Hay una vieja canción francesa, algunos versos dicen así:
"Oh, je voudrais tant que tu te souviennes
"Des jours heureux où nous étions amis.
"Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
"Les souvenirs et les regrets aussi
"Et le vent du Nord les emporte
"Dans la nuit froide de l'oubli.
"Mais la vie sépare ceux qui s'aiment
"Tout doucement, sans faire de bruit
"Et la mer efface sur le sable
"Les pas des amants désunis
"Quizás no estés muy familiarizado con el francés, la traducción es ésta:
"Oh, desearía que recordaras
"Días felices cuando éramos amigos.
"Las hojas muertas se recogen con la pala
"Los recuerdos y arrepentimientos también
"Y el viento del norte se los lleva
"En la fría noche del olvido.
"Pero la vida separa a los que se aman
"lentamente, sin hacer ruido
"Y el mar borra sobre la arena
"Los pasos de los amantes desunidos
"Gracias por tu compañía. Adiós Mateo.
Esperé a ver que el mensaje tuviera los dos vistos azules de WhatsApp, en seguida aparecieron. Y de inmediato bloquee a Mateo. Volví a poner en marcha el auto. «Montevideo allá voy».