Es difícil entender cuál es el lugar que cada uno tiene que ocupar, cuando justamente nadie se encuentra en su posición real.
Esto es una simple deducción que entendí a partir de cruzarme con Daniela, la consejera escolar de mi escuela.
Estaba yo con 18 años, terminando mis estudios secundarios, ya estaba en esa edad de querer saber todo y un poco más.
Resultó que por esas cosas de la vida, terminé en el despacho del consejero escolar.
Sinceramente nunca antes había acudido ahí, ni por interés, curiosidad o casualidad.
Sin embargo no podía terminar mis estudios sin pasar al menos un vez por ese despacho.
De que serviría?
Supongo que de nada, pero tampoco iba a poner en riesgo la graduación por un tonto capricho a asistir a un lugar.
Tenía que ser una charla informal, o más o menos así encaminada la cosa.
Sin embargo, por esas cuestiones de las hormonas, los videos porno y los comentarios calientes con mis amigos, llegué a la reunión con la profesora Ramirez con una erección increíble, inocultable.
Mi pantalón marcaba un bulto en la parte delantera sobre la cremallera imposible de ocultar.
Me hice el tonto o por lo menos lo intenté, aunque de poco sirvió.
Apenas entré en el despacho de la consejera, ella se asombró observando mi “zona roja”.
Sin salir de su asombro, pero disimulando muy bien con naturalidad me saludó y me pidió que me sentara frente a ella en su escritorio.
Me dijo tener conocimiento de mis notas y de quien era (todo por mi legajo escolar) pero en verdad no nos habíamos cruzado casi nunca.
Yo recibí comentarios de algunos conocidos del colegio que decían que era una profe muy rígida, pero a mí en esta charla me pareció cálida, muy cercana.
Los pongo un poco en conocimiento de ella:
Era una mujer relativamente joven, de unos cuarenta años.
Agradable, aunque hermética normalmente.
Ojo! Yo no la había tratado nunca. Todos comentarios de otros.
Pelo largo y lacio, lindos ojos, lentes intelectuales a tono con su imagen.
Cuerpo normal, ni muy alta ni muy baja.
Y su figura tampoco era la de una MILF. Bastante simple la mujer.
Muy inteligente, no solo ocupaba el lugar de consejera por voluntad propia, sino que además ejercía también el directorio en conjunto de las tres escuelas que funcionaban en el lugar, siendo parte activa del alma rectoral de la institución.
Obviamente todo esto la dejaba en una posición muy aburrida.
Sigamos entonces con el relato dentro de su despacho.
Hablamos de muchas cosas y también algunas muy personales.
Me preguntó por mis proyectos, que pensaba estudiar a futuro y si tenía aspiraciones de recibirme.
Traté de responder con respuestas de libro: “sí, por supuesto” “claro, me interesa eso y aquello” “tengo la ilusión de tal cosa” y demás respuestas que no pongan en riesgo nada.
Pero claro, hay veces que las conversaciones comienzan a enroscarse o toman caminos poco controlados.
Esta era una de esas situaciones dentro de nuestra tranquila y controlada conversación.
Llegó el tema del sexo.
Yo la verdad no quería hablar con ella del tema, pero parece que ella sí.
O sea, había que hablarlo.
Preguntó por mis relaciones sexuales, si ya había tenido, si eran frecuentes, si me cuidaba, si con una, con dos o con tres… si con todas a la vez.
CONTINUARÁ…