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La confesión de mi amiga Sara (1)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

—Hasta aquel preciso momento sólo había sido un juego. Un juego rudo y morboso, pero un juego nada más. Ni siquiera me reconocía en ninguna de las cosas que había hecho hasta entonces. Yo nunca me había liado con un tío sin haber tenido varias citas, jamás había puesto los cuernos a ninguna de mis parejas y, desde luego, por mis creencias feministas nunca hubiera consentido que me tratasen de ese modo. Yo siempre he sido, y tú que me conoces lo sabes de sobra, la típica que precisamente se encara con los tipos como aquel y les pone rápido en su sitio. No lo sé. Supongo que el dolor y el sentimiento de traición que sentía eran tan intensos que simplemente necesitaba dejar de ser yo por un momento para no seguir sufriendo… pero cuando sentí mis rodillas desnudas posándose sobre ese charco de meados de todos los tíos borrachos que no habían atinado a hacerlo dentro y la suciedad de las suelas de sus zapatos al ser pisarlo… exactamente en ese momento… perdí por completo el sentido de la realidad.

—Madre mía, Sara.

—Lo sé, no me mires así, joder.

—Lo siento. No te estoy juzgando ni nada, es sólo que cuando empezaste a contarme no me esperaba que la historia fuera a seguir así.

—Bueno, pues ya ves. En realidad, no sé por qué te estoy contando todo esto, estoy muy borracha y pensaba que el reto iba precisamente de contarnos secretos inconfesables y eso no es muy fácil siendo amigos desde el instituto, ya conoces la mayor parte de mi vida.

—Tienes razón, perdona. Sigue.

—No, si a ver, tienes razón tú también que es muy fuerte y muy poco propio de mí. Creo que me condicionó un poco todo, la tremenda borrachera, la sordidez del lugar, ya sabes, el cubículo estrecho del baño de hombres de aquel antro… tío, es que era terrible, el típico lleno de pintadas cutres, la puerta con un agujero en lugar de cerradura y un cordel atado con el que poder enganchar el otro extremo a una punta clavada en el marco, pero sobre todo el olor a orina reconcentrada; como en esas típicas esquinas de algunos edificios donde mea todo el mundo y ya nunca más se quita el olor que te llega a bocanadas incluso sin pasar cerca… ¡la taza! Daba pena verla, salpicada entera y con el pocillo manchado de restos de mierda reciente y bueno, pues luego la determinación con que él me había sujetado del brazo para llevarme hasta allí, el descaro con el que me estuvo sobando las tetas mientras nos morreábamos… sólo sé que perdí totalmente el control.

—¿Te hizo daño al tirarte del pelo hacia abajo para que te hincases así ante él?

—No, bueno sí, claro, algo de daño me hizo, pero te aseguro que era lo de menos al lado de la profunda humillación que sentía en ese momento. Recuerdo que, por un momento, lo primero que pensé fue en sujetarme la falda hacia arriba para que el borde no tocase el charco y recuerdo también sentirme tan sucia que aquel pensamiento dejo de tener ningún sentido instantáneamente. Entonces recuerdo que miré arriba y vi su cara con una expresión burlona y me irritó porque no era como eso que hacen muchos tíos de intentar meterte presión, sino más como si se preguntase con sarcasmo a qué estaba esperando yo, dando totalmente por sentado lo que haría a continuación.

—Y entonces… ¿lo hiciste?

—¿Tú que crees? Pues claro que lo hice. No es para estar orgullosa precisamente, pero una no llega hasta ese punto para rajarse. Además, era como si se hubiese apropiado de mí una fuerza extraña, no dudé más y me la metí en la boca sacudiendo mi cabeza mientras no dejaba de mirarle a los ojos. Recuerdo que mientras se la mamaba salvajemente no podía pensar otra cosa que no fuese: ¿Esto es lo que quieres, cabronazo? ¿Esto es lo que querías? Como te decía, estaba totalmente fuera de mí y, paradójicamente, al mismo tiempo era como si se me hubiera despejado la borrachera de golpe y estuviese completamente lúcida y consciente. De hecho… Suena horrible decirlo… pero era como si, en realidad, nunca hubiera querido algo tanto. Se la mamaba con una desesperación como si me fuese la vida en ello y en esos momentos lo único que desease era ser usada, saberme un objeto, y no sólo eso, sino uno desechable además, sin ningún valor. Deseaba zambullirme y revolcarme en la ambición de comportarme como una autentica zorra… no, más aún: de serlo, ser la zorra de aquel desconocido machista que había logrado sacarme por completo de la cabeza a Javier y el daño que me había hecho. Incluso… joder, me da hasta vergüenza contártelo, pero es que necesitaba oírselo decir en voz alta, que me insultase mientras me veía desde arriba convertida en una puta guarra… No sé si algo de lo que digo tiene algún sentido para ti.

—No lo sé, Sara. Supongo que lo entiendo, pero es que me cuesta mucho asimilarlo porque… no… no soy capaz de imaginarte en esa situación y, sinceramente, yo tampoco puedo imaginarme disfrutando de hacerle algo así a una tía.

—Yo tampoco soy capaz ahora mismo. Y sin embargo… mentiría si digo que no me excita cada vez que lo recuerdo.

—¿Estás excitada ahora?

—Sí. Lo siento si te parece inapropiado. Pero es el sexo más intenso y placentero que he tenido nunca.

—No, no es eso, simplemente… bueno, da igual, dime ¿Qué paso luego?

—Pues luego pasó que volvió a sujetarme del pelo, esta vez inmovilizando mi cabeza al tiempo que se la sacó de mi boca y empezó a masturbarse apuntando hacia mi cara. Para cuando quise reaccionar, tuve el tiempo justo de cerrar los ojos porque en seguida empezó a soltar lefazos y empecé a notar como escurrían calientes sobre mi rostro.

—Madre de Dios.

—No, cállate… porque en realidad… eso no fue lo fuerte de esta historia.

—¿¿¿Cómo dices???

—Lo fuerte empieza cuando al ir instintivamente a limpiarme la corrida con la manga de la blusa me retuvo el brazo. Recuerdo que me sorprendió porque no entendía a cuento de qué venía aquello, pero entonces me tendió su mano para ayudar a levantarme y… sin darme tiempo a pensar, abrió la puerta y mientras me sujetaba aún las manos, ahora a mi espalda, me dio un pequeño empujón impulsándome a salir del cubículo… Quise morirme de vergüenza, había dos chicos esperando para entrar justo de frente y me miraron petrificados… y yo igual… me sentí tan expuesta en ese momento… tan frágil y vulnerable… que de pronto me sentía como si estuviera completamente desnuda y me arrepentí del atuendo que había elegido para salir esa noche, una minifalda y la blusa escotada. Y entonces le escuche detrás de mi decir: “eh, chicos, mirad cómo me la ha mamado esta PUTA”. Recuerdo que enfatizó mucho la palabra, como si se le llenase la boca al pronunciarla o como si la escupiese con desprecio sobre mí. Luego me soltó el brazo y se salió del baño carcajeándose y dejándome allí sola después de haberme exhibido como su trofeo.

—…

—Di algo, por favor.

—Los otros tipos… te hicieron algo…

—Esos dos permanecieron sin saber cómo reaccionar, tenían pinta de frikis, pero un tercero que debía estar meando en el urinario del fondo se asomó por la esquina con curiosidad tras ser alertado por el grito y después de mirarme sonriente, se me acercó, me rodeó la cintura con su brazo dejando caer su mano sobre mi culo y preguntándome mientras si me había quedado con ganas de más polla. Recuerdo que me llamó nena y comentó que la tenía bien dura para mí y como yo seguía inmóvil debió interpretarlo como una señal para seguir adelante, porque cogió mi mano y empezó a llevársela a su entrepierna. Sentí miedo y todo lo que recuerdo después es echar a correr y no paré hasta que sentí el fresco de la calle. Ni siquiera reparé en recoger mi abrigo, de hecho seguí corriendo hasta llegar a casa totalmente exhausta.

—Hombre, una vez en la zona del pub ya no te hubiera podido hacer nada.

—No. No me has entendido. No tenía miedo de que pudiera forzarme ni nada de eso.

—¿Entonces?

—Sentía miedo de mi misma. Porque me latía el corazón tan deprisa por todo lo que acababa de pasar y yo estaba tan profundamente humillada, vejada, ultrajada, violentada, sometida, abusada, exhibida que… en ese momento… lo más… lógico… hubiera sido responder que sí a la proposición y dejar que me condujesen de vuelta a aquel cubículo asqueroso. No te puedes ni imaginar cómo estaba, tenía el coño chorreando, me excitaba saber que me estaban viendo de aquella guisa, con la cara aún llena de semen y las rodillas untadas de mierda. Me sentía como una de esas putas de saldo que se dejan hacer literalmente lo que sea por 5€. Lo único que deseaba en ese momento era seguir descendiendo por el tobogán en espiral de la depravación, como si fuese lo que, por coherencia, se podía esperar de mí, o incluso más aún: como si eso fuese lo único para lo que yo sirviese como mujer: para satisfacer y verme convertida en el cubo de esperma de todos los machos del bareto que entrasen al baño en algún momento de la noche: ya casi podía verme allí, arrodillada de nuevo y con todos haciendo cola para follarme la boca… como si hubiese nacido para ello. O bien obedeciendo sumisamente cuando alguno hubiera querido que me diese la vuelta, mirando a la pared y me inclinase hacia delante, obligada a sujetarme al borde salpicado de la taza mientras él me bajaba las bragas y me separaba las piernas haciendo cuña con las suyas, justo antes de empezar a follarme a pelo sin contemplaciones. O… en fin, cosas incluso mucho más fuertes que es mejor que me las ahorre…

—¿Más aún? Dios mío, Sara ¿Cómo qué? ¿Qué puede haber aún más fuerte que eso?

—Si te lo cuento temo que no podrás volver a mirarme con los mismos ojos.

—Venga ya, Sara, nos conocemos desde siempre y hemos vivido mil movidas juntos ¿Cómo qué, dime? Sólo quiero conocer mejor a mi amiga, te juro que no te juzgaré, sea lo que sea.

—Pues como que el siguiente tío que entrase me jalase del pelo tirando de él hacia atrás y abajo para obligarme a arquear la espalda y dejarme con el culo elevado, como en pompa, y entonces me lo azotase con firmeza mientras me sodomizase hasta acabar eyaculando sobre mi coxis. O que algún salido se viene arriba y me derribase de un empujón haciéndome quedar sentada al lado de la taza sobre ese suelo encharcado y acto seguido… se orinase sobre mí, empapándome todo a propósito: el pelo, la boca, intentando acertar dentro de mi escote como si fuese el inodoro, y cuando la potencia del chorro empezase a flaquear, dirigirlo entre mis piernas, buscando empapar mis bragas de su orina. O incluso que me abofeteasen y me obligasen a lamer un ojete sucio… o el borde de la taza. O que me hiciesen un bukkake. O todo ello. Realmente ni siquiera lo sé, simplemente las cosas más oscuras, sucias y extremas que puedas llegar a imaginar. Quería ser esclavizada sexualmente.

—Pufff ¿Y llegaste bien a casa al menos?

—Sí, fue un tremendo marrón porque me debí poner a llamar al timbre desesperada ya que mis llaves se habían quedado en el abrigo. Desperté a mi compañera de piso y esperaba que no hubiera dado la luz del pasillo porque no quería que me viera cuando abriese la puerta, pero sí la había encendido y yo sólo pude decir gracias y tirar hacia delante en estampida para meterme directa en la bañera abrir el grifo y acurrucarme sentada en el suelo frío de la cerámica. Recuerdo que no me sentí tranquila hasta que noté el agua muy caliente cayendo sobre mí y perdí la noción del tiempo. Me acosté en la cama como anestesiada, porque no recuerdo el momento de salir, secarme ni de ponerme el pijama. Nunca más volví a hablar de este tema. Ni con ella ni con nadie. Hasta hoy.

—Joder, Sara. No sé ni que decir. ¿Pero tú lo disfrutaste?

—El sexo más intenso y placentero que he tenido nunca, ya te lo dije.

—Ya, pero no sé, también lo cuentas de un modo que parece que te hubiera violado o poco menos. ¿Volverías a hacer algo así? ¿Te gustaría que Rober te hiciese algo así un día que estéis los dos cachondos perdidos?

—Quiero pensar que no. Pero si soy totalmente sincera lo máximo que puedo decir es que no estoy segura. He tenido sueños eróticos similares en los que me he despertado con el coño empapado y me he masturbado demasiadas veces con escenas parecidas cuando estoy muy cachonda. Lo cual me hace sentir súper culpable, porque siento que choca con cómo soy en mi vida diaria y con cómo me ve Rober cuando me mira, como si fuese una princesa o yo qué sé.

—Bueno, no es nada extraño tampoco. Muchas personas tienen fantasías similares y describen cómo les provoca al mismo tiempo morbo, excitación y también rechazo, asco, etc. La única diferencia es que tú la has hecho realidad.

—¿Entonces no te parece que esté loca?

—No.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Faltaría más.

—A ti mi historia ¿te ha excitado, te ha provocado rechazo o un poco de ambas? ¿Alguna vez has deseado algo parecido con Alba o con cualquier otra chica?

—No. A ver, es decir, no con ese matiz tan violento y humillante. Sí que he deseado muchas veces correrme en su carita, pero siempre de una forma tierna, delicada, manifestando afecto antes, durante y después.

—¿Y qué crees tú qué pensaría Rober de mí si se enterase de lo que hice esa noche?

—Posiblemente lo llevase mal, no te voy a engañar. Es mi colega, pero es celoso, aunque no lo exprese casi nunca porque sabe de sobra que no está bien. Pero sin duda le torturaría la imagen mental de ti…

—¿Comportándome como una zorra?

—Yo no he dicho eso. Y no lo pienso. Iba a decir disfrutando de ese modo. Pero en cualquier caso sería problema suyo, no tuyo. Tú no hiciste nada malo. ¿O acaso te arrepientes?

—Sinceramente, si volviera nuevamente a ese día, volvería a elegir hacer lo mismo.

—Pues ya está, deja de rayarte.

—Joder, pero es que no sé si tu opinión cuenta aquí porque siempre fuiste un tío raro y muy diferente a la mayoría de los que he conocido. Si supieras que esta historia no es mía sino de Alba… ¿de verdad no te jodería saber que ella consintió ser usada y humillada de ese modo por la clase de tío opuesta a cómo eres tú? El típico macho rudo y machista que odia a las mujeres y disfruta de ejercer poder sobre ellas y burlarse luego de ellas con sus amigotes por haber sido capaz de conseguirlo.

—No. Si ella lo hubiera deseado y disfrutado no veo el motivo por el que se supone que debería importarme o molestarme, además habría sucedido antes de habernos conocido. Sólo me jodería en caso de enterarme que ella no deseaba que sucediese todo eso a cierta parte, o por lo menos no que sucediese de ese modo, que se hubiera visto forzada o presionada a hacer algo que la hiciese sentir mal. Y, en ese caso, nunca la responsabilizaría a ella.

—Y si supieras que a ella le iba a excitar y disfrutar como nunca antes en toda su vida ¿Le harías a Alba algo como lo que me hizo ese tipo a mí?

—Buf, si notase que a ella le excita mazo eso puede que llegase a contagiarme de hacerlo de forma ruda, insensible y humillante, pero sólo como una performance que ella pudiera parar en cualquier momento y, de todos modos, me resulta casi imposible visualizar a Alba gozando de una situación como esa.

—Tampoco eras capaz de imaginarme a mí y ya ves.

—Eso es cierto.

—Igual, aunque sea muy en el fondo, hay algo metido muy hondo en nuestro cerebro reptiliano que hace que todas las tías somos unas zorras que ansían ser dominadas y sometidas y vosotros todos unos cabrones que ansiáis vernos humilladas y doblegadas ante vuestra polla.

—Joder, Sara. Ya te vale.

—No me hagas mucho caso, tío, estoy muy pedo. Pero ¿sabes? Realmente hay veces que me planteo sí me sentiría más plena, feliz y realizada con una pareja de ese tipo que con lo tengo ahora. Que le quiero mazo al Rober, no me entiendas mal, pero es como si ese cerdo hubiera abierto una brecha en mi cabeza y me hubiera mostrado que eso de lo que llevo toda mi vida renegando, sea lo que realmente anhelo y necesito de un hombre. Entregarme a alguien a quien servir incondicionalmente. Alguien que me despierte cosas tan oscuras y ancestrales que me haga desear vivir el resto de mi vida con el objetivo exclusivo de satisfacerlo.

—Pero vamos a ver, Sara. No me jodas. Te conozco como si te hubiera parido y sé que eres una persona fuerte, libre, independiente, con inquietudes y sus propias metas, incapaz de parar quieta. Si quieres que Rober te agarre de los pelos y te obligue a ponerte de rodillas y te restriegue la polla por toda la cara haciéndote sentir como una zorra pues deberías hablar con él e intentar hacerlo realidad. Es más, pienso que es probable que a él le caliente la idea porque ve bastante porno. Pero lo que no me creo es que quieras dejar tu empleo y no hacer otra cosa que estar con el delantal cocinando para él y para hacer lo que quiera en todo momento y lugar que él pueda desearlo.

—No, tío, Roberto es como tú, no sois así. Esas cosas no pueden fingirse como decías tú. Si son sólo una performance se nota y deja de ser morboso. O se sienten o no se sienten.

—Suena como si hubieras conocido a alguien que sí te esté aportando esa oscuridad que crees necesitar.

—…

—¿Sara?

—A ver. No he hecho nada con nadie.

–No, pero si has conocido a alguien, ¿me equivoco?

—Sí… (Confesó agachando la cabeza). En un chat. Y me siento muy culpable por ello. Pero ni siquiera nos hemos visto por cámara o fotos. Solo han sido charlas escritas.

[CONTINUARÁ]

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