Gabriel Boric acababa de ganar las elecciones electorales en Chile. La comunidad Chilena había salido por las calles de Madrid y festejaban la victoria.
El bomboncito caminaba con su teléfono móvil en la mano escribiendo algo. La vi venir hacia mí e hice que yo también estaba escribiendo en mi teléfono móvil para chocar con ella. Chocamos y le cayó el móvil en la acera. Se agachó, lo cogió, luego levantó la cabeza y con cara de pocos amigos me dijo:
-¡A ver si miramos por donde caminamos!
Su voz era aniñada y por su acento intuí que era chilena.
-Eso mismo digo.
-¡Apártate!
-Con esa voz no intimidas a nadie.
El bomboncito estaba en plan altivo.
-No trataba de intimidarte, si eso quisiera hacer me comportaría de otra manera. Tengo voz de niña chica, pero tengo muy mala baba. Tienes suerte de que estoy contenta porque ganó la izquierda en mi país y que no se me rompió el celular que sino…
-Si se hubiera roto te compraría otro.
-¡No sería lo mismo! ¿¡Quieres dejarme pasar, viejo!?
-Por supuesto, pero dime. ¿Sabes de algún restaurante para cenar?
-Calle arriba hay uno, es caro, pero se come bien, o eso dicen.
Caminando a su lado calle arriba, le dije:
-Mil dólares.
-¿Qué quieres decir con mil dólares?
-Que te apuesto mil dólares a que a Chile dentro de cuatro años no lo conoce ni la madre que lo parió.
La chilena, que no era muy alta y que era guapa, delgada, de ojos oscuros, cabello negro y labios gruesos, que tenía tetas medianas y culo pequeño, me preguntó:
-¿En el buen sentido?
-En el malo, va a ser otra Venezuela, otra Cuba, otra…
-Se ve que eres de derechas y me atrevería a decir que simpatizante de VOX.
-Soy simpatizante del sentido común. En Chile hoy en día hay muy buenos sueldos, y eso se debe, entre otras cosas, a la inversión extranjera. Con el nuevo gobierno va a empezar a salir el dinero del país. Subirán los impuestos… Y el resto es fácil de imaginar, en nada acaba cómo España con los socialistas y comunistas y después cómo los países que te cité.
-También puede ocurrir lo contrario.
-Es muy raro que nieve en verano, pero se tiene dado algún caso.
Me señaló el restaurante.
-Ese es.
-Te invito a cenar.
Se puso altiva y recelosa.
-No te conozco de nada.
-Me llamo José, soy español y soy gallego. ¿Y tú?
Mientras se iba me dijo:
-No me llamo José y no soy española ni gallega.
-Eso ya lo sabía.
-Pues más no vas a saber.
Viendo que nada podía conseguir entregué el equipo.
-Vale, vale. Ni que te hubiera invitado a la habitación de mi hotel.
Se detuvo, giró la cabeza y dijo:
-Ganas no te faltarían.
Tenía que ser franco.
-La verdad es que no, pero tengo edad suficiente para saber que no se hizo la miel para la boca del asno.
-Eso que has dicho me gustó. Te va a salir cara la cena.
-Nunca será caro cenar con una belleza cómo tú
Se ruborizó, cosa que no esperaba de una muchacha aparentemente tan seria.
-Si no me hablas de política ceno contigo.
-Hablaremos de lo que tú quieras.
Cenando hablamos de lo que ella quiso. Así me enteré de que acababa de llegar a Madrid, que estaba haciendo un master…, y de otras cosas que no vienen al caso.
Al acabar de cenar. Tomado café, me dijo:
-Me cuesta dormir. No debía tomar café a estas horas.
-Yo tengo un remedio para el insomnio
-¿Cuál es?
-Sexo, mucho sexo.
-A tu edad no creo que des para mucho sexo.
-Cuatro horas con una pastilla de viagra y una sin ella, para eso doy.
Se me quedó mirando cómo si estuviera mirando para un Alien.
-¡¿Cuatro horas?!
-Bueno, cinco minutos más o menos no creo que cuenten.
Me sorprendió de nuevo al preguntar:
-¿Llevas viagra encima?
-Siempre. Nunca se sabe donde puede salta la liebre y a mi edad hay que aprovechar las oportunidades.
Se me ofreció.
-Yo llevo más de tres años sin coger con un hombre.
-Será porque no has querido coger. Mi hotel queda a diez minutos de aquí…
Seguía el bullicio por las calles cuando salimos del restaurante… Al rato entramos en la habitación del hotel. Le pregunté:
-¿Quieres tomar algo?
-Antes de nada quiero darme una ducha.
Le señalé una puerta.
-Ese es el cuarto de baño.
Cuando salió del cuarto de baño venía cubierta solamente con una toalla azul. Yo me había quitado la chaqueta y la corbata de mi traje gris con rayas negras y me había abierto tres botones de la camisa. Le ofrecí un vaso de rioja tinto, lo cogió, mojó los labios con él, lo posó sobre la mesita de noche y me dijo:
-Quiero que me enseñes todo lo que te gusta que te haga una mujer.
-Antes te voy a hacer yo cosas que me gusta hacerle a una mujer.
Me acerqué a ella, le quité la toalla y la besé con lengua. La besé dulcemente, saboreando cada gota de su saliva. Luego la eché sobre la cama. Quité los zapatos, la camisa y los pantalones y me puse a su lado. Con mi mano derecha cogí su teta izquierda y la amasé. Comenzó a salir leche de su pezón. Me sorprendí tanto como me alegré, pero no hice preguntas. Mi lengua lamía sus pezones y llenaba de leche sus pequeñas areolas marrones, leche que me tragaba. Las yemas de los dedos de la mano derecha masturbaban su clítoris moviendo el capuchón de delante hacia atrás y de atrás hacia delante. Luego le trabajé la otra teta. La chilena apretaba mi dura polla. Después de darle un repaso a las tetas que le dejo los pezones duros cómo piedras fui a por su coño. Mi lengua continuó con lo que estaban haciendo los dedos, con la novedad de que movía el capuchón apretando la parte de arriba. Luego lamí el clítoris erecto, muy, muy suavemente, primero de abajo a arriba, después hacia los lados y para finalizar alrededor, y digo al finalizar porque la chilena jadeando cómo una perrita y temblando una cosa mala. Se corrió. Sus gemidos eran tan dulces que a oírlos mi polla no paraba de soltar aguadilla.
Al acabar de correrse le metí dos dedos dentro del coño, le busqué el punto G y la masturbé al tiempo que lamia su clítoris. Masturbé y lamí hasta que me dio el segundo orgasmo, un orgasmo que le vino aún con más fuerza que el primero. No iba a dejar la cosa ahí, después de recuperar la chilena el ritmo normal de la respiración, le dije:
-Ponte a cuatro patas.
Se puso, le eché las manos a las tetas. Mis palmas se humedecieron con la leche y me iban a dar un gustazo al masajearlas cuando lamí desde su coño hasta su ojete, al llegar a él, le metí y saque la lengua varias veces, luego bajé al coño, se la metí y saque otras tantas veces y volví a lamer hasta el ojete… Estuve lamiendo y follando su culo un rato largo. Mi polla estaba tan empapada cómo su coño. Quité el calzoncillo, le abrí las piernas, le levanté el culo y se la clavé hasta el fondo del coño. Lo de que llevaba años sin follar era cierto, ya que mi polla entró más apretada de lo que había entrado en algunos culos de mujer. La follé a romper. Le di duro, pero duro de verdad… Se corrió de nuevo. Al acabar se la froté en el ojete, pero cuando se la quise meter dentro del culo no entraba Aquel culo era virgen. Se la volví a meter en el coño y la volví a follar como si no hubiera mañana. Le di mazo hasta que me corrí dentro de ella. Viendo mi cara de placer, me dijo:
-Me gusta ver cómo acabas.
Luego de llenarle el coño de leche y sujetando sus nalgas, se lo comí mientras mi leche y sus jugos salían de él. Al rato, con su dulce voz, me dijo:
-¡Acabo!
Se corrió cómo un pajarito.
Cuando acabó me levanté de la cama y fui a echar un vino. Le pregunté. ¿Te llevo tu vaso?
-No me apetece beber. Me apetece follarte. Cuando vuelvas quiero que me digas que quieres que te haga.
Volví a la cama, me puse boca arriba y le dije:
-Hazme una mamada.
La chilena cogió la polla con una mano. Lamió y chupó mis huevos, lamió y chupó la polla desde la base a frenillo, desde el frenillo hasta la base, volvió a lamer y a chupar los huevos y luego me masturbó y me la mamó.
-Dame las tetas a mamar.
Cogió la teta derecha y me puso el pezón en los labios. Apretó la teta y un chorrito de leche cayó en mi boca, la tragué y después se la mamé… Luego me dio la otra y me harté de leche. Con mi polla latiendo, le dije:
-Sube y fóllame sin compasión hasta que te llene el coño de leche.
Después de clavar mi polla en su coño se desbocó. Su culo se movía de atrás hacia delante a la velocidad de la luz, y le debió dar corriente, pues de repente paró de darle al culo, se derrumbó sobre mí y se corrió cómo una loba. Sintiendo su coño apretar y soltar mi polla, la leche de sus tetas mojar mi pecho y oyendo sus gemidos, le llené el coño de leche.
Al acabar de correrse me besó y me preguntó:
-¿Qué más quieres que te haga?
-Que frotes la polla en tu ojete, que la metas en el culo y que me rompas la polla.
Sonriendo, me dijo:
-¡Mira que te rompo la polla!
-¿No romperás el culo?
-Eso es lo malo. ¿Un vino?
-O dos.
Tomándonos un vio me preguntó:
-¿Si te dejara desvirgarme el culo lo harías con mucho cuidado?
-Con tanto cuidado que te correrías.
De vuelta en cama, echado a su lado, mojé mi dedo medio con los jugos de su coño y después hice círculos sobre el ojete con la yema mientras le comía la boca. Me olvidé de sus tetas. Quería que sintiera solamente el placer que le proporcionaba la yema de mi dedo, yema que cómo una noria giraba y giraba sobre el ojete. Su coño se mojaba más y más. Los jugos al salir de la vaina y bajar por el periné acababan mojando la yema de mi dedo. Le introduje la punta del dedo, luego metiéndolo y sacándolo le follé el culo. Al rato saqué el dedo y volví a hacer círculos sobre el ojete, pero esta vez apretando el dedo sobre él. Su ojete se abrió y se cerró a toda hostia. Me chupó la lengua con fuerza, y chupándola se corrió a lo grande. La chilena había tenido su primer orgasmo anal.
Después no me dejó desvirgarle el culo con la polla. Lo que le follé fue el coño… La chilena se corrió tantas veces que perdí la cuenta de las que fueron.
Quique