Nunca me gustaron los relatos eróticos. En mis lecturas cotidianas busco evitar libros en donde haya demasiadas escenas de este tipo. ¿Por qué los escribo entonces? Por vos, que estás leyendo y disfrutándome. Te imagino ahí, expectante a ver qué pasa. Yo sé que no te importa si es real o no. Sé que muy adentro tuyo todo lo que sucede es real y que siempre vos y yo somos los protagonistas. Y eso me encanta. Hacerte volar, que te sacudas, que liberes tus tensiones a través de mis relatos. Por eso, lo que escribo hoy, es solamente para vos. Imagina esta escena.
Estás en tu casa, sentado en el living o frente a la mesa de la cocina. Suena el timbre. Son las dos de la mañana. No esperas a nadie, pero al abrir la puerta, te encontrar conmigo. Primero desconfías, te encanta lo que ves, pero no logras unir mi presencia con nada. Hasta que te saludo. “Hola, soy Martina. La chica de los relatos”. Luego de un instante de confusión, tu rostro se ilumina de una manera encantadora. Sabes quién soy. Sabes porque estoy ahí.
Me invitas a pasar y te digo que me gusta tu casa. Me decís que perdone el desorden y te digo que no hay problema, que mi departamento suele estar mucho peor. No doy vueltas y te pido que me invites a conocer tu habitación. Ante tu desconcierto, te tomo de la mano. Me llevas a tu habitación y todo está en penumbra. Cuando amagas a prender la luz, te digo que no hace falta, me cuelgo de tu cuello y te como la boca. Es un beso apurado, nada romántico, pero súper caliente. De inmediato tus manos comienzan a tocarme toda, tratando de abarcar la mayor cantidad de superficie de mi cuerpo. Te pido que te calmes, tenemos toda la noche por delante. Siento la dureza de tu pija contra mi muslo, y me encanta. Me arrodillo y empiezo a besarte por encima del pantalón. Me tomas por el pelo, me haces doler, pero me encanta. Me quito la blusa y quedo en corpiño. Tus manos se meten en el apretando con fuerza mis tetas grandes y redondas. Mis pezones ya están muy duros. Te encanta pellizcarlos. Haces el intento de quitarte el pantalón, pero te detengo. Quiero que me apoyes así, con ropa. De un tirón me pones de pie, me das la vuelta y siento como enorme pija se apoya en mi culo. Empezas a frotarte, de arriba para abajo con mucha fuerza. No das más. Te morís de ganas de metérmela toda, hacerme gritar y ver qué tan cierto es lo que sucede en mis relatos. Logro escaparme de tus garras y enciendo la luz.
Tus ojos desorbitados parecen estar fuera del mundo. Sonrío con la mejor cara de puta que tengo y te señalo la cama. Te dirigís hacia ella mientras te agarras la pija. Se me hace agua la boca, pero quiero jugar un rato más. Te acostas en el centro de la cama y yo me paro sobre ella, frente a vos. Empiezo a moverme seductoramente mientras me quito el pantalón. La hermosa y sexy combinación de mi tanga con mi corpiño hace que tus ojos se abran de una forma increíble. Me siento sobre tu pija y te pido que te sientes. Vuelvo a besarte. Me encanta sentir tu lengua dentro mi boca mientras tus manos suben y bajan desde mi espalda hasta mi culo. Mientras nos comemos, empiezo a hacer suaves movimientos de roce entre mi concha y tu pija todavía escondida dentro del pantalón. Con gran maestría desprendes mi corpiño por detrás, dejando al aire mis tetas, esas que tantas veces imaginaste al leer y releer mis relatos. Por esta noche son tuyas y de nadie más. Te invito a que me las chupes y los haces con gran placer, pero también un poco bruto. Me haces doler, pero más me duele, más calor siento en mi concha. Dejo que te diviertas un rato más, hasta que te empujo y te digo que pares.
Te quito el pantalón y el bóxer. Tu pija es hermosa. Creo que hasta ahora ni en mis más locos relatos imaginé una pija que me caliente tanto como la tuya solamente con mirarla. Logro ver el debate interno a través de tus ojos. Te morís de ganas de que te la chupe hasta hacerte venir violentamente adentro de mi boca. Pero también querés ponerme en cuatro y llenarme toda la concha de lechita. Te entiendo. Sonrío, te acaricio la cara y te doy un beso muy suave entre los labios. Un beso de novios, casi un beso de amor. Sin que te lo esperes, vuelvo a empujarte sobre la cama y, de un salto, giro y ubico mi concha en tu cara, dejando a tu hermosa pija frente a mí. Quiebro mi cuerpo y me acerco a ella, introduciéndola completa adentro de mi boca. Siento el estremecimiento de tu cuerpo al sentir esa parte tan linda adentro mío por primera vez. Te la chupo así un rato, mientras vos te comes mi conchita. Lo haces increíble. Intercalas besos con lengüetazos y chupones. Me encanta que me chuponees la concha, que me dejes la marca de tus labios, como diciendo “esta concha en mía”. Y sí, mi amor. Mi concha es tuya. Mis tetas son tuyas, mi culo es tuyo. Mientras existan estos relatos, voy a ser siempre tuya y vos siempre mío.
Estamos en un momento clave. Siento que tu pija es demasiado grande para mi boca. La beso, la escupo, trato de comérmela lo más que puedo, pero me está costando. No puedo evitar sentir arcadas, pero al contrario de hacerme parar, quiero seguir chupándola. No me canso de decirlo, tenés una de las pijas más hermosas que me he comido. Y mira que he comido bastantes, pero la tuya no se puede comparar. Sigo esforzándome, chupando y chupando, bajando la intensidad cuando siento que vas a explotar. A esta altura, yo ya exploté varias veces, por lo que me doy la vuelta, sentándome sobre tu pija y recostando mi cabeza en tu pecho. Estamos muy cansados, pero los dos queremos más. Te beso en los labios y siento el sabor de todos los jugos que fui soltando a medida que me hacías acabar. Me encanta. “¿Me querés coger?”, te pregunto con cara y voz de nena putita. Me decís que sí, sin poder siquiera articular esa simple palabra. Estás tan caliente como yo.
Me siento de un golpe en tu pija. Entra hasta el fondo. Me decís que no podes más, lo que es súper entendible. Te pido que te calmes y empiezo a moverme muy suavemente, dibujando círculos con mi conchita. Acompañas mi ritmo mientras con una mano me agarras de la cintura y con la otra me apretas una teta. Me muevo cada vez más rápido. Se me hace imposible no gritar como una puta. Te golpeo el pecho con mis manos. ¿Te gusta que me mueva así? ¿Te gusta que sea tu puta? ¿Querés cogerme todos los días? Tus respuestas son vagas, pero me calientan cada vez más. Por eso acelero el ritmo. Las suaves sacudidas del principio, se convierten en golpes certeros sobre tu pija. Voy a acabar. “Aguanta puta”, me decís, lo que hace que me vuelva más loca. Empiezo a masajearme con intensidad el clítoris. Me estás dando la mejor cogida de mi vida.
Acabo por tercera vez en la noche, en el preciso instante en el que tu pija estalla adentro mío. Me desplomo sobre tu cuerpo. La mezcla de nuestros fluidos se siente algo mágico. Respiramos agitados, cansados, destruidos. A pesar de eso, no quiero que pierdas la erección, por lo que me arrodillo en la cama y te la vuelvo a chupar. El sabor de tu leche y de la mía es un manjar servido por los mismos dioses. Tu sabor y el mío explotan en mi boca encendiendo aún más mis ganas de seguir siendo tuya. Te tomo de la mano para que te levantes y me cojas. Hago el amague para sacarme la tanguita, pero me decís que no, que mejor me la deje. Me pongo en cuatro sobre la cama, me corres la tanguita y me das una embestida que me hace ver lucecitas de colores en todo a mi alrededor. No puedo evitar guardar mis gritos e insultos. “Si mi amor, dame. Cógeme fuerte. Lléname toda de lechita, por favor”. Eso te enciende aún más, haciendo de tus arremetidas algo totalmente placentero y fuera de control.
Siento como tus dedos comienzan a jugar con mi culito. Los frotas por encima, pero no hay nada de resistencia. Mi culito se abre dejándolos pasar. “Cada vez que escribo termino imaginando lo hermoso que debe ser sentir tu pija en mi culo”, te digo, agitada, con el poco de voz que puedo soltar. ¿Querés que te rompa el culo, Martina?”, me preguntas. Sí, por favor. Rómpeme toda.
Tu pija salió de mi conchita y empezó a jugar con la entrada de mi culito. “dale, metemela, por favor”, te suplico. Siento como de a poco metes la puntita, y las lucecitas de colores que veía antes se convierten en millones de estrellas haciendo implosión. Comienza a entrar la puntita, luego la cabeza entera. Te moves despacito, me preguntas si me duele. Te digo que sí, pero que no pares. La metes cada vez más y no puedo evitar no moverme. Está toda adentro. Nunca una pija tan grande y hermosa como la tuya entró en mi colita. Te pido que me cojas, que te muevas cada vez más rápido. “Pegame”, te pido. Comenzás con chirlos suaves, pero a medida que aceleras la penetración, los golpes se vuelven más duros y seguidos. Me arden las nalgas, las siento rojas, pero no te detenes. Ni de pegarme ni de cogerme. Acabo por cuarta vez en la noche. Llevas tu mano hacia mi concha, recoges los jugos que salen a borbotones y con ellos te mojas toda la pija para volver a meterla en mi culo. A esta altura, ya perdí la noción del tiempo. Siento que hace mil años me estas cogiendo.
“Voy a acabar”, me decís. “Damela a donde quieras”, te respondo. Sacas la pija de mi culo, me tiras del pelo y me obligas a arrodillarme en el piso. Te pajeas un poco frente a mí, te obligo a que te la sueltes y me la meto entera en la boca. Te la chupo sin usar las manos. Me estas cogiendo por la boca, hasta que siento que algo espeso y caliente se estrella contra mi garganta. Saco tu hermosa pija de mi boca y dejo que sigas acabando en mi cara. Tu leche se me mete por los ojos, me chorrea por las tetas, por la panza, e incluso sigue bajando hasta mi concha. Vuelvo a chuparla hasta que no te quede ni una sola gota.
Tomados de la mano nos metemos a la cama. Reposo mi cabeza en tu pecho, mientras me acaricias el culo y yo juego con tu pija que de a poco se acomoda para descansar. Nos besamos tiernamente, como dos enamorados que se aman hace tiempo. ¿Por qué viniste a verme esta noche?”, me preguntas.
Vos viniste primero. Yo no tengo idea de porqué empecé a escribir. Pero vos viniste, te quedaste… y desde entonces todo lo que escribo es por y para vos. Quiero que esta relación dure para siempre.
Gracias por leerme. Gracias por estar.