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La chacha mirona
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Hola, me llamo Rubén, y somos una pareja que reside en Cancún, mi esposa se llama Vanesa, es mexicana y yo español. 

Nos hemos decidido a contar nuestras experiencias a raíz de una experiencia que nos ocurrió hace unos meses.

Una mañana de sábado después de una noche en casa de unos amigos cenando y tomando unas copas, nos ocurrió una experiencia la cual a día de hoy aún nos calienta cuando la recordamos.

Cada día viene a casa una chica para ayudarnos en casa se llama Lupita y tiene 19 años recién cumplidos, es de la zona de por aquí, es morenita, cabello negro, largo, ojos oscuros, delgadita, siempre va vestida con unos shorts y un top.

Por lo general llega temprano cada día y ese día Vanesa se levantó para dejarle la puerta de casa abierta para que pudiera entrar y empezar sus labores sin que nos molestara.

Vanesa al regresar a la habitación se acurruco a mi lado y empezó a acariciarme mientras yo estaba medio dormido, al parecer seguía con ganas de acción después de haber llegado a casa la noche anterior.

Vanesa tiene 36 años mide 1,65 m, 65 kg, cabello corto, castaño, sobre los hombros, ojos color café, va cada día al gym, sus pechos aún firmes son 38 copa D.

Yo tengo 45 años, mido 1,85 m, 85 kg, cabello moreno, alguna canita, ojos claros, me gusta hacer deporte para mantenerme en forma, cuerpo depilado, todo, todo.

Pues como iba contando, la mañana se había puesto bien rica, mientras Vanesa estaba acariciándome, mis manos se deslizaban por sus piernas hasta llegar hasta el final, mis dedos acariciaban su clítoris, estimulándolo lentamente, mientras sus manos ya se movían a un ritmo mas acelerado.

Vanesa abría sus lindas piernas para que yo pudiera acariciarla mejor, ya los dos estábamos bien despiertos, me deslice entre sus piernas y empecé a besarle su clítoris, mi lengua lo estimulaba cada vez mas rápido, mientras ella estaba recostada en la cama.

Después de un tiempo deleitándome, pues me encanta verla disfrutar mientras le hago sexo oral, Vanesa se incorporó sobre mi, para hacer un 69, ella estaba sobre mi, empecé a sentir su boca húmeda en mi pene erecto, y a sentir sus movimientos cada vez mas rápidos.

Yo a la vez pasaba mi lengua por su vagina depilada, mientras con mis manos acariciaba sus glúteos, mi lengua recorría toda su vagina hasta llegar a su culito, le encanta sentir mi lengua que pasa por el.

Al cabo de un buen rato Vanesa se acomodó sobre mi pene, con su mano le mostro el camino para que la penetrara, estaba sobre mi moviéndose a su ritmo, yo desde mi posición observaba sus pechos moverse al mismo ritmo que ella sentía mi pene dentro de ella, ella estaba mirando hacia la puerta de la habitación, cuando en un instante se inclinó hacia mi y me susurro que Lupita había llegado a casa.

Al parecer la puerta de la habitación se había quedado abierta y Lupita estaba en el salón pasando de un lado a otro, mirando a la habitación disimuladamente, no sabemos cuanto tiempo hacia que estaba en casa.

Vanesa me susurro al oído que siguiéramos, que estaba muy excitada y que no quería parar, mientras mis manos estaban acariciando sus glúteos, pasando mi dedo por su ano al mismo ritmo que ella se movía sobre mi, nos estábamos besando y ella me susurraba que no parara.

En uno de sus movimientos se puso otra vez derecha sobre mi, moviéndose cada vez mas rápido, yo como anteriormente la observaba desde abajo, como se movía, su cara de placer, sus pechos moviéndose, se los acariciaba ella misma, pellizcándose sus pezones grandes y rosados, mientras estaba mirando hacia la puerta de la habitación, donde estaba Lupita mirando desde el salón.

Cuando ya estábamos por terminar se levantó de sobre mi, y nos acomodemos al borde de la cama, donde me hizo terminar mientras me hacía sexo oral, mientras Lupita no dejaba de observar desde el salón como Vanesa me hacía terminar.

En alguna ocasión conversamos sobre esta experiencia y Vanesa me confiesa de que le excito mucho saber que Lupita nos estaba observando, y fantaseamos que hubiera pasado si Lupita se hubiera agregado a nosotros, cada vez que háblanos de eso terminamos teniendo sexo, a ver si algún día se presta para que se haga realidad.

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