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La caseta de vigilancia (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Había estado merodeando por mi cabeza la idea, la verdad es que más por curiosidad que por otra cosa. He tenido días regulares de trabajo y ahora que ha pasado todo esto de la pandemia, en realidad solo he tenido que acudir algunas veces de manera presencial. He sido cumplido con el trabajo, así que en realidad, algunas veces ni si quiera me contactan durante el día para ello y la mayoría de las reuniones son programadas, así que dispongo de tiempo para atenderlas.

He pasado tiempo solo, por lo que me había dispuesto también a tomar alcohol más de lo recurrente, no al punto de sentirme borracho, sino más bien para sentirme algo mareado, relajado. Solo así me podía sentir más desinhibido.

Sin embargo, había pasado mucho tiempo, sí, había pensado en ello algunas veces pero lo trataba de reprimir cambiando rápidamente mis pensamientos o simplemente obligándome a pensar en otra cosa.

Hasta que un día, de esos en que no tenía ganas de trabajar, ni siquiera desde casa, y además, me encontraba enfadado de todo, me dispuse a ir a caminar a la playa. Un día en el que además, por ser jueves, estaba convencido de que habría pocas personas, no tenía ganas de convivir con otros seres humanos, ni de cerca.

Así fue, me dispuse a ir a caminar a la playa, ni siquiera llevé nada, solo mi mochila con un suéter en ella, un termo de café y sí, algunas cervezas en ella. Lo único que quería era, literalmente, ponerle pausa a todo.

Tomé las llaves del auto, puse el celular en modo avión, me dispuse a la causa, me fui a una playa a unos 35 minutos de casa, alrededor de la 1:30 pm ya estaba llegando. Había un estacionamiento, tuve que pagar y hacer caras, puesto que tuve que fingir por un momento una sonrisa en la cara y pagarle al guardia $50 pesos.

Me bajé del auto, me dirigí hacia la playa por un acceso, contemplé el mar por un momento y ahí, a escasos pasos… había personas… así que caminé, decidí alejarme lo más que pudiera, caminé y caminé, hasta que en definitiva no vi a nadie, ni a lo lejos. Ahí, me dirigí a las piedras y me senté, contemplando el mar. Desde ahí, en las piedras, se escuchaban los autos en la carretera, así que por un momento me ganó la curiosidad y escalé un poco para darme cuenta que, justo a mis espaldas había un terreno baldío, con una pequeña casita de madera vieja, todo con un aspecto de abandono total. Así que no le tomé importancia. No hay nadie, me cercioré.

Por fin, me quité los zapatos, los calcetines, saqué de mi mochila las cervezas, que para este momento estaba arrepentido, después de la larga caminada, en solo traer seis de ellas.

Me relajé, saqué una y me la tomé de golpe. Luego abrí otra y ya con más calma, me dispuse a fumar. Fumar un cigarro, normal, de tabaco, de Marlboro de clavo. Así, después de un rato, me empecé a sentir mareado, un poco y empecé a recordar… pensar un poco, en la última vez que había tenido la oportunidad de satisfacer mis deseos más reprimidos, mi secreto oculto, en lo más profundo de mi ser. Rápidamente me sacudí la cabeza y quise pensar en otra cosa, y lo logré, empecé a pensar en el mar.

Abrí la cuarta cerveza y me tomé la mitad casi de golpe… fumé, casi dos cigarrillos esta vez, pero sentí como si una voz dentro de mí me hablara… y empecé a imaginar de nuevo, la última vez que estuve en casa solo y pude… ponerme ropa de mujer, vestirme como una mujer. Además, una mujer bonita, me había puesto un vestido negro, de vuelo, nada vulgar, pero sexy sí. Un vestido con vuelo, que por debajo es algo corto, me llega un poco más de dos manos, ocho dedos, bajo mi trasero, pero que encima tiene encaje que deja ver entre la tela, mis piernas. Arriba, cubre mi cuerpo, incluso los brazos, es de manga larga y claro, mis tacones negros también. ¡Basta! me dije y como obligándome, traté de pensar de nuevo en algo más, pero al cerrar los ojos…

Estaba imaginando como me había depilado las piernas mientras me bañaba, como un pequeño permiso y hasta ahí, no lo volveré a hacer, me repetía constantemente, así que solo me depilaré y listo. Me gustan mis piernas pensé, que lindas se ven, y me estremecí, me empecé a tocar y depilé todo lo que pude mientras tenía una erección y fantaseaba. Terminé con un gemido y me gustó, pero hasta ahí, no lo volveré a hacer y punto. Salí de bañarme, tomé cerveza, me recosté en la cama, desnudo de todo menos del pecho con una camisa larga, como un camisón.

Así, enredado en las cobijas me sentía linda, me toqué, uff, tenía otra erección e imaginaba como alguien con sus manos me envolvía y me tocaba mientras me hacía cucharita en sus brazos, me hablaba a la nuca y me hacía sentir su miembro empujando duro contra mis nalgas, me tomaba el pene erecto y me masturbaba… terminé y me quedé dormido.

De pronto, abrí mis ojos y de nuevo, estaba en la playa, solo, sin nadie a ningún lado, solo el ruido del mar y mis pensamientos. Fumé una vez más, me tomé la última cerveza y me sentí mareado, pero con ganas de orinar. Nadie al calce de mi vista, pero con todo y eso, me fui a las piedras, a orinar, como para que no me viera nadie, ahí, entre las piedras, bajé mis pantalones y oriné… el viento me sopló entre las piernas y sentí un frío recorrer mi cuerpo.

Ahí, me llegó la loca idea como un golpe y mi cuerpo sintió frio en todo mi ser. ¿Qué pasaría si aquí, en donde no hay nadie, me visto de mujer? podría andar libre unos minutos… y me imaginé, mientras me tocaba el miembro… una erección apareció inmediatamente en mí. Me agaché entre las piedras y me desnudé para masturbarme, con la emoción de que alguien me viera, aunque no hubiera nadie y mi imaginación inundándome con la idea de estar ahí, vestido de mujer…

Terminé, eyaculé sobre la arena y rocas, lo poco que quedó en mi mano, me lo llevé a la boca. "qué rico, pensé". Hasta me mareé, más por terminar que por las cervezas. Ya mareado y colocándome la ropa de nuevo, quise abandonar la idea, empecé a caminar de regreso al auto, tomando un poco del termo de café, para quitarme lo mareado, pero dentro mío, una voz pícara, me llevó a decir, como si me hablara a mi mismo convencido, pero con una voz bajita, mientras me mordía el labio y empecé a sentir un bulto en mi pantalón.

Regresaré… pronto, el próximo jueves, pensé… Voy a prepararlo todo.

Continuará…

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