—¡El patrón! —exclamó Pablo exaltado, deteniendo sus fuertes embestidas sobre mis glúteos abruptamente.
Era lógico que él fuera el primero en asustarse, su personalidad tímida y sumisa así lo dictaba. Quién sabe, cuántas oportunidades de placer carnal se habría negado a sí mismo en el pasado debido a su débil carácter; de haber estado yo en su lugar quizás no hubiese parado hasta ser atrapada infraganti. En cambió él, de inmediato soltó mi cadera dando un paso hacia atrás presa del miedo.
La ‘graciosa huida’ de Pablo provocó que Pedro y yo perdiéramos el ritmo de, hasta ese momento, la bien sincronizada coreografía. Con la última estocada de su cadera contra mi rostro, mi cuerpo perdió el delicado equilibrio que me permitía mantener la horizontal. Al salir proyectada hacia atrás mi trasero emergió primero, asomándose por encima del agua; mientras mi torso se sumergía un poco más, debido a que Pedro aún tenía ambas manos ejerciendo presión sobre mi nuca. Debió haber sido una graciosa imagen que sólo los chicos pudieron disfrutar; mis dos redondos y magníficos glúteos flotando a la deriva, como si se tratase de solitarias islas gemelas en medio del mar.
Tan pronto Pedro removió sus manos de mi cuerpo, arqué mi espalda para sacar mi cabeza por encima del nivel del agua, recobrando la compostura. Una vez más, el aire entró en mis pulmones abriéndose paso por mi garganta acompañada de un ronco sonido que reverberó a causa de mis intermitentes jadeos. ¡No podía creer el tiempo que había permanecido conteniendo la respiración bajo el agua!, de nueva cuenta había batido mi propia marca personal de apnea.
—¡De perdido avisa cabrón! —reprendió Pedro a Pablo, molesto por la cobarde retirada de su amigo.
Pedro definitivamente era mi tipo de hombre, valiente y temerario; un hombre que no se dejaba amedrentar fácilmente y que sabía otorgar al frenesí carnal del que estábamos disfrutando su justo valor, ¡un verdadero macho! Después de todo, cuando volvería a tener la oportunidad de disfrutar del atractivo cuerpo de una chica muy por encima de su nivel social y económico; aprovechar una oportunidad así bien valía la pena el riesgo de cualquier cosa que pudiera pasar.
El que mi novio estuviera por entrar a la casa no lo perturbaba en absoluto; sino todo lo contrario, mantenía su temple de acero; pues entendía que la posibilidad de que mi novio nos atrapara daba a la cadente situación un delicioso toque extra de peligro.
Después de reclamar a Pablo, desde su posición frente a mí, Pedro me miró fijamente con un semblante altanero y retador; se sentía orgulloso. Y tenía derecho a estarlo. Los músculos de su atlético cuerpo desnudo brillaban por la humedad del ambiente; permitiendo escurrir algunas gotas por su bien marcado abdomen. Y bajo el agua, su erecto y enorme miembro apuntaba directamente hacia mí, a sólo escasos centímetros de mi rostro. La sonrisa de lujuria en sus labios no tenía precio; se veía imponente, estaba hipnotizada.
Obligada a salir de mi trance, recordé que mi novio estaba por entrar a la casa y encontrarnos en tan comprometida situación: ¡su hermosa novia compartiendo alegremente la piscina con dos extraños completamente desnudos! Algo que podría definitivamente sacar de sus casillas a la mayoría de los hombres.
Estaba a punto de entrar en pánico cuando de repente, un agudo y breve sonido proveniente de afuera de la casa remplazó el ronco sonido que, segundos antes, mi cuerpo emitía al intentar recobrar el aliento. Se trataba del claxon de la camioneta, accionado por mi novio, que con un inconfundible tono electrónico confirmaba lo que ya sabíamos: él estaba a punto de entrar a la casa.
Entonces intenté conjurar la situación. ¿Sería posible que mi novio conociendo de primera mano mis pasadas aventuras, tuviera a bien alertarme de su llegada para evitar tener que presenciar una vergonzosa escena entre sus empleados y su novia? Un par de réplicas del artificial sonido contestó mi pregunta.
“Por eso te amo”, pensé en mi interior agradeciendo su gesto, pudiendo respirar aliviada.
Más tranquila, me puse en pie en medio de los chicos y les sugerí salir de la piscina, muy sutilmente, pues no quería que pensaran que yo me estaba acobardando. Sin premura, nadé con gracia hacia la orilla, pues ahora sabía que mi novio se tomaría su tiempo antes de regresar al interior de la casa. Pedro y Pablo me siguieron resignados; abriéndose camino por el agua con sus macizos arietes al frente que, debido a su excitación, dejaban una estela blancuzca y viscosa a su paso.
Deslizándome lentamente por la piscina, me puse a pensar en cómo diablos haría para quitar de mi rostro la sonrisa de satisfacción que se había apoderado de él, ¡cielo santo, realmente la había pasado muy bien!
Aún con el riesgo para mi salud, que el acto mismo implicaba, y los problemas que me hubiese podido ocasionar con mi novio en caso de ser atrapada infraganti, de esa tarde presentarse nuevamente la oportunidad de repetir semejante hazaña, ¡por supuesto que lo volvería a hacer sin dudar!
Después de todo, si había algo que había aprendido de mi novio en el tiempo que llevábamos juntos, era a aprovechar cada oportunidad que la vida te ofrece. Así que, en cierta manera, todo éste festín de erótico froteurismo era una especie de homenaje a él.
Salí por los escalones y tomé la toalla que había estado utilizando en la playa; sequé mi cuerpo con ella, aun cuando ésta todavía contenía rastros de arena de esa mañana. Me senté en la tumbona a esperar a que entrara mi novio; mientras los chicos se recargaban en el borde de la piscina, ocultando sus aún erectos miembros.
—¡Ya regresé! —anunció mi novio al entrar a la casa cargando un par de bolsas de compras.
—Qué bueno amor —dije endulzando la voz, tratando de ocultar la falsedad de mi sentir.
Sin notar, o ignorando premeditadamente, las prendas de los chicos regadas por todos lados, mi novio caminó hacia la cocina para guardar los víveres que había traído. Yo me puse de pie e igualmente me dirigí a la cocina para ayudarlo; con el objetivo de entretenerlo un poco, para dar tiempo a los chicos de que recogieran sus prendas y se volvieran a vestir. Tan pronto me paré al lado de mi novio, él me saludó con un beso sin dejar lo que estaba haciendo.
—¿Te divertiste en mi ausencia preciosa? —preguntó mi novio en doble sentido, al despegar sus labios de mi boca mientras seguíamos guardando las provisiones.
—Sabes que sí amor —respondí descaradamente con una sonrisa en mis labios—, pero también te extrañé —agregué inteligentemente para no parecer tan ‘zorra’.
—Sí, seguro que me extrañaste mucho —dijo mi novio con un gesto de sarcasmo, destapando una botella de cerveza para darle un trago.
A diferencia de los chicos y yo, mi novio había estado bebiendo la misma cantidad de alcohol sin realizar ningún tipo de actividad física, quizás hasta había bebido más, por lo que era lógico que él estuviera más ebrio que nosotros y esa la razón de su conducta relajada y despreocupada ante la posibilidad de que yo le pudiera ser infiel con alguno de ellos.
Además estaba el hecho de que los chicos le habían salvado ‘el pellejo’ recién, al haber instalado las puertas de los armarios el día anterior, cosa que lo había puesto de buen humor, pues de no haber sido así hubiésemos perdido una parte considerable de nuestra ganancia. Definitivamente el estaba en deuda con ellos.
—Bueno, es que llevábamos mucho tiempo sobrios —dije en tono de broma, haciendo referencia al tiempo que teníamos los chicos y yo sin beber alcohol.
Mi comentario desató la risa de mi novio, al grado de casi regresar la cerveza por la nariz; lo cual como sabrán no es una sensación muy agradable, pero que mi novio tomó de buen humor sin parar de reír.
—¡Ajá, así que lo que realmente extrañabas era la cerveza! —acusó mi novio entre risas, alcanzando una toalla de papel para limpiar de su mentón el líquido que había escurrido por su nariz.
—No sólo la cerveza —refuté sonriente—, también el tequila —rematé desatando una vez más la risa de mi novio.
—De acuerdo ‘putita’ —dijo mi novio en tono de broma, sujetándome por la cintura, al hacerme saber que él recordaba las confesiones de mis pasadas aventuras—, esperemos a que esos pendejos se vistan para llevarles una cerveza antes de que se deshidraten —ofreció mi novio de buen humor, dando continuidad a mi broma.
Ese fin de semana definitivamente tenía una estrella en el cielo, ¡todo me estaba saliendo de maravilla! Al parecer, el que los chicos estuviesen completamente desnudos en la piscina no había pasado desapercibido para mi novio; pero lejos de molestarse o sufrir un ataque de celos, lo había tomado de buena manera. Después de todo, pienso que él realmente no creía que hubiéramos podido hacer mucho durante el corto tiempo que estuvo ausente.
En ese preciso momento tuve una epifanía de lo que podía suceder esa noche. En un segundo pasaron por mi mente mil y una excitantes fantasías; todas con grandes posibilidades de realizarse con aquel par de atléticos y hermosos chicos en un futuro inmediato. Pues estando mi novio ebrio y de buen humor, ésto sólo podía mejorar. Tenía que buscar la manera de que el alcohol siguiera bajando por su garganta si quería que por la mía bajara una otro tipo de sustancia un poco más orgánica.
Ya vestidos, Pedro y Pablo se pusieron a relatarnos, como se habían hecho socios para iniciar su pequeño negocio de carpintería y construcción. Ambos chicos vivían en un pequeño poblado, a unos kilómetros de ahí; y aunque su negocio era modesto, por estar lejos de la zona urbana más cercana, siempre eran la primera opción cuando los residentes de los alrededores necesitaban de algún trabajo en sus propiedades.
El día trascurrió al calor de las copas, en lo que mi novio y los chicos siguieron platicando de temas tan diversos como deportes, cine, política, economía, etcétera. Obviamente, en algún momento era obligado que también tocarán el tema favorito de todos los hombres: mujeres y sexo.
—¿Entonces ustedes comparten todo? —preguntó mi novio en tono de broma, refiriéndose a la sociedad que los chicos habían formado—. ¿Hasta las putas? —agregó riendo en solitario de su broma de mal gusto con visibles señales de ebriedad.
—No sé imagina que tanto —respondió Pedro riendo con sarcasmo regresando la broma; antes de levantar su lata de cerveza para chocarla con Pablo en señal de complicidad.
¡Cielo santo! Casi me da un infarto con la respuesta de Pedro, temerosa de que pudiera hablar de más en ese momento. Definitivamente la conversación estaba subiendo mucho de tono; pero, por otro lado, me agradaba el hecho de que mi novio estuviera haciendo buenas migas con los chicos, lo cual no era muy habitual en él. Y eso obviamente me podía beneficiar a medida que avanzara la noche, cuando todos estuviéramos con unas copas de más. Por lo que no pude evitar responder a Pedro, con una nerviosa sonrisa que intenté ocultar detrás de mi cerveza, dándole a entender que había captado la indirecta.
—En una ocasión teníamos un trabajo en otra casa de playa, y decidimos invitar a un par de amigas para divertirnos un rato en el mar después de terminar con nuestra labor —presumió Pedro alardeando, bien plantado en su papel de macho alfa—. Ese día terminamos tan ebrios, que al final intercambiamos parejas sin darnos cuenta —agregó burlón, al final de su propia anécdota.
—Ha deber estado muy buena la orgía —concluyó mi novio riendo, dándoles por su lado a los chicos.
—¡Oh, ya lo creo que sí! —asintió Pedro— ¡Lo malo es que, desde esa ocasión, nuestras amigas siempre quieren coger con ambos! —dijo Pedro continuando con su sosa broma.
“Yo exigiría lo mismo”, pensé en mi interior mientras veía como los hombres se unían en una patética carcajada a causa del último comentario de Pedro. Aunque es un hecho comprobado que los hombres suelen exagerar sus aventuras sexuales, me era imposible evitar sentir un poco de celos de las presuntas ‘amiguitas’ de los chicos.
—¿Y ustedes han participado en algún trío? —preguntó Pedro a mi novio con actitud desenfadada, tratando de agarrarlo desprevenido, aprovechando que a mi novio ya le era imposible ocultar su grado alto de ebriedad.
Fue muy clara la intención de Pedro al contar su corta historia, la cual podía ser real o ficticia eso no importaba. El punto era incitar a mi novio a que le siguiera el juego, tocándole el turno de alardear ahora a él. Si mi novio con tal de no sentirse menos hombre que los chicos, respondía con alguna indiscreción sexual, estaría abriendo la puerta a la posibilidad de tener un trío o cuarteto ahí mismo. Lo cual sería muy beneficioso para mí, pues podría olvidarme de una vez por todas de actuar tras bambalinas; junto con el temor de ser atrapada en mis travesuras.
Por un segundo fantaseé, imaginando a mi novio y a los chicos ponerse de acuerdo para fornicar conmigo tomando turnos; ignorando completamente mi opinión al respecto. Pensé que sería divertido, después de todo mi novio y Pedro tenían ambos un carácter dominante, por lo que ésta fantasía tenía muchas posibilidades de suceder. Aunque claro, también existían un factor de riesgo de que mi fantasía no se llegara a concretar; pues es bien sabido que dos leones no pueden reinar sobre una misma montaña. Siendo en este ejemplo mi hermoso y atractivo cuerpo, la montaña.
Quizás Pedro podría ser de origen humilde y carecer de los títulos profesionales que tenía mi novio; pero sabía bien como poner una emboscada a una desprevenida presa. Y conociendo a la ingenua presa como yo la conocía, sabía que ésta no se podía quedar con la boca callada. Rogué al cielo que la estrategia de Pedro funcionara.
—Desde la Universidad que ya no he participado en una buena orgía —confesó mi novio sin tapujos.
Ciertamente la respuesta de mi novio me tomó por sorpresa, no sólo por la información suministrada sino también por la franqueza con que ésta fue dada. Para ser honesta, yo estaba esperando de su parte la típica respuesta en la que alardeara acerca de alguna ficticia hazaña de gran virilidad; como las que suelen dar todos los hombres cuando hablan de sexo, pero en su lugar apareció una respuesta sincera y sin pretensiones. “¿Quién era este hombre?”, pregunté a mí misma por un segundo.
—Cuando estás en la universidad y te la pasas de fiesta en fiesta, es normal que termines en ese tipo de situaciones, donde no puedes recordar ni con quien te acostaste la noche anterior —explicó mi novio con serenidad—. Pero todo eso termina cuando uno se gradúa; si quieres que te vaya bien en la vida tienes que ponerte a trabajar en serio y por consiguiente ya no te queda tiempo para ese tipo de diversión —concluyó.
Yo estaba sorprendida con la forma tan madura y sosiega con que mi novio había respondido a la atrevida pregunta de Pedro. Parecía un hombre totalmente distinto al ebrio que, el día de ayer, había estado lanzando improperios contra los chicos bajo el influjo del alcohol. ¡Estaba irreconocible! “¿Acaso este era el mismo hombre que la noche anterior me había hecho fornicar en público al aire libre?”, me hizo dudar nuevamente.
La manera en que estaba interrelacionando con los chicos, especialmente con Pedro, era muy diferente al trato que él estaba acostumbrado a tener con sus amigos; el cual solía ser demasiado pesado e intenso, no perdiendo la oportunidad de ridiculizarse unos a otros a la menor oportunidad. De hecho, más de un par de sus amigos habían intentado seducirme en alguna ocasión; siendo ellos siempre rechazados por mí con la excusa de que estaba obligada a guardar a mi novio el debido respeto, cuando en realidad era que simplemente no me sentía atraída hacia ellos.
Sin embargo, la forma en que él se conducía con Pedro y Pablo en ese momento era diametralmente opuesta, pues estaba siendo demasiado amable y cordial. Quizás él había visto en ambos chicos la sencillez y honestidad que tanta falta hacía en el ajetreado mundo inmobiliario de nuestra profesión. Y estas cualidades le resultaban suficientemente atractivas como para bajar la guardia, y sentirse confiado en compartir con ellos sus más profundos e íntimos sentimientos. ¿Sería que estaba presenciando el nacimiento de una gran amistad?
—¿Y no habido alguna ocasión en que extrañe ese estilo de vida desenfrenado? —preguntó ahora Pedro, tratando de forzar a mi novio a caer en su trampa.
Con todo y la recién descubierta faceta sensible de mi novio, Pedro realmente estaba más interesado en que me compartieran a mí con ellos en lugar de sus sentimientos; por lo que no estaba dispuesto a claudicar en su intento por persuadirlo con la posibilidad de realizar una improvisada y pequeña orgía. Afortunadamente, al menos Pedro, estaba concentrado en nuestro objetivo en común.
—Para nada, el trabajo duro me ha traído algunos otros beneficios —respondió mi novio rápidamente dirigiendo la mirada hacia mí, al tiempo que sonreía pícaramente.
Como mujer, esas últimas palabras me llegaron al corazón. El hecho de que mi novio reconociera abiertamente que prefería compartir su vida conmigo, en lugar de tener un amorío ocasional con una mujer diferente cada noche, me había conmovido en lo más profundo de mi ser, ¡me estaba derritiendo por dentro!
—Gracias amor —dije con voz dulce, tan pronto entendí su comentario.
Automáticamente me puse de pie y di un par de pasos hasta la tumbona donde se encontraba sentado; e inclinando mi hermoso y estilizado cuerpo sobre él le di un tierno y prolongado beso en la boca, como muestra de agradecimiento por sus sinceras palabras. Un beso que él correspondió gustoso, ignorando por completo donde mis labios habían estado tan sólo unos minutos antes.
Imposible poder cuantificar el grado de morbo que la escena que estaban presenciando los chicos les provocaba. Yo misma lo estaba experimentando, con un poco de culpabilidad que sólo desaparecería cuando confesara mis travesuras con Pedro y Pablo durante la ausencia de mi novio. Pero eso podría esperar, éste era un momento sólo para disfrutar del intercambio de saliva, y algo más, con mi amado.
—Tiene toda la razón, con una mujer tan hermosa y ‘fiel’ como su novia, ¿quién no sentaría cabeza? —comentó Pedro con sarcasmo sonriendo descaradamente.
Sin que nuestros labios se despegaran, con el rabillo de mi ojo, observé con recelo como Pedro se tapaba la boca esforzándose por no soltar una carcajada debido a lo graciosa que debía resultarle la imagen frente a él. Sin poder contenerse, propinó un fuerte codazo a su siempre silencioso compinche.
—Es verdad —asintió Pablo secamente a instancias de su amigo, sonriendo disimuladamente en absoluta complicidad.
Siguiendo con mi jugueteo a dos bandas al entender las risas contenidas de los chicos, y aprovechando que mi rostro bloqueaba la visión de mi novio, levanté mi mano derecha en dirección hacia ellos para dedicar a ambos una obscena señal con mi dedo medio; como una especie de pequeña venganza por sus burlas.
“¡Métanselo putos!”, pensé burlonamente en mi interior blandeando mi mano enérgicamente con enojo, en lo que ellos incrementaban sus risas.
Una vez que nuestro largo beso fue consumado, regresé a mi sillón con el pretexto de volver a tomar mi bebida, y así dar oportunidad para que ‘mis hombres’ continuaran con su profunda conversación. Pasara lo que pasara éste sería el momento de la verdad, todo se decidiría en los siguientes minutos.
—¿Y usted señorita, alguna vez participó en una orgía desenfrenada? —preguntó maliciosamente Pedro tomándonos totalmente desprevenidos.
La nueva pregunta de Pedro desencadenó todo tipo de reacciones en nosotros; mi novio se fue de espaldas de risa sobre la tumbona, Pablo sufrió un repentino ataque de hipo, y yo casi me ahogo con mi bebida al regresar ésta por mi nariz. Había que reconocerle el empeño y determinación de Pedro, aún después de haber visto en primera fila la muestra de afecto entre mi novio y yo, parecía que nada lo haría desistir de sus pervertidas y fríamente calculadas intenciones. Era algo que se le debería de aplaudir.
—Platícales preciosa —dijo mi novio entre risas, instándome responder a la indiscreta pregunta con alguna de las confesiones que yo le había hecho.
Pedro había jugado su mejor carta y ésta era un ‘as’. Inteligentemente había intuido que mi novio debería estar enterado de algunas de mis aventuras pasadas, las cuales me serían difícil negar frente a él. Astutamente me había pasado el balón en la última jugada y ahora todo dependería de mí. Lo único bueno, es que ambos estábamos en el mismo equipo.
—Bueno, ¿qué les gustaría saber? —pregunté pícaramente haciéndome la interesante, esperando que mi interrogador me diera pie a una respuesta más directa.
—De lo que estamos hablando —enfatizó Pedro, entendiendo mi solicitud—, ¿cuándo fue la última vez que estuvo en una buena orgía?
Una respuesta afirmativa a tal pregunta podía parecer algo trivial pero no lo era. El que yo reconociera abiertamente que había tenido sexo con más de un hombre al mismo tiempo, era una afirmación tácita de que yo estaba abierta a la posibilidad de volver a estar en esa situación alguna vez; preferentemente esa misma noche. Razón por la que agradecí que la reformulada pregunta no pudiera ser más directa, ya que ésta no dejaba lugar para vaguedades; en este momento no podíamos darnos el lujo de ser vagos.
—Déjenme hacer un poco de memoria —solicité manteniendo el suspenso por unos segundos en lo que los chicos desesperaban por conocer mi respuesta—, creo que fue como hace 3 meses, en una fiesta con mis ex compañeros de la universidad —confesé descaradamente.
Lo único mejor que reconocer ante los chicos que yo había participado en una orgía en el pasado, era justamente agregar que no se trataba de un pasado distante; sino todo lo contrario, un suceso relativamente muy reciente. Como si lo hubiésemos planeado, Pedro y yo habíamos puesto todas nuestras cartas sobre la mesa y hecho nuestra apuesta; sólo faltaba ver cómo reaccionaría mi novio para saber si habíamos hecho los movimientos correctos que nos llevaran a ganar la partida.
—¡No puedo creerlo! —protestó mi novio—, ¿cuándo tuve que salir de viaje para finiquitar la compra de ésta casa? —agregó incrédulo entre risas.
—Sí —confesé en voz baja, escondiéndome detrás de mi bebida con falsa timidez.
—¡Por favor!, cuéntenos más detalles —suplicó Pedro en lo que mi novio se iba de espalda debido a un ataque de euforia; sorprendido por mi respuesta.
—Ahora tienes que contarles todo preciosa —sentenció mi novio como castigo a mi indiscreción.
Sin objetar mucho, comencé a relatar a mi novio y los chicos como en aquella ocasión, varios ex compañeros de la universidad nos habíamos reunido en un bar para recordar los viejos tiempos. Al salir del establecimiento dos de mis amigos me invitaron a continuar la fiesta en el departamento de uno de ellos; aprovechando que mi novio estaba de viaje acepté la invitación sin dudar. Ya en el departamento una cosa llevó a otra y terminé fornicando con ambos hasta el amanecer.
Pedro y Pablo escuchaban en silencio mi relato; poniendo especial atención, en la parte en que detallaba la manera en que había sido seducida por mis amigos; quizás con la intención de copiar la estrategia que mis excompañeros habían utilizado conmigo, ¡sólo les faltó sacar papel y lápiz para tomar notas!
De vez en cuando, era interrumpida por mi novio con algún comentario fuera de lugar tratando de hacerse el gracioso debido a su alto grado de ebriedad.
—¡No puedo creerlo! —interrumpió mi novio— ¿Con el chico que decías que era un pendejo? —preguntó en forma retórica con una risa irónica.
—¡Ya lo sé —respondí apenada—, es que me agarraron borracha, sobria ni de chiste que cojo con ellos! —agregué excusándome antes de reír abiertamente.
Mientras estaba contando mi relato noté como los chicos, especialmente Pedro, frotaban disimuladamente sus miembros bajo su ropa, viéndose obligados a cerrar las piernas para ocultar el bulto que crecía sin control en sus pantalones. Era obvio que mi aventura los estaba excitando en gran manera.
—Debió de haber sido una gran fiesta —suspiró Pedro con envidia, tratando de ocultar su erección.
—¡Puedes apostar! —confirmé descaradamente con un guiño de ojo.
Gracias al alcohol y lo candente de mi relato los chicos estaban muy excitados; mi novio al igual que ellos estaba de muy buen humor y con ganas de seguir la juerga, por lo que todo parecía ir viento en popa. Sin embargo, yo no podía sugerir nada más atrevido, por miedo a ser etiquetada como una ramera. Por muy ansiosa y excitada que me encontrara con la idea de fornicar con ellos no había nada más que pudiera hacer, yo había cumplido con mi parte, ahora todo dependía de mi novio y Pedro. ¿Quién de los dos daría el primer paso?
—¿A qué podemos jugar? —preguntó Pedro con actitud relajada, antes de beber el líquido restante en la botella que sostenía.
Con ésta última pregunta Pedro había traspasado todas las barreras de la familiaridad (bueno realmente creo que eso había pasado mucho tiempo antes). Era obvio que el chico tenía mucha confianza en sí mismo, a diferencia de Pablo que a pesar de haber bebido casi la misma cantidad de alcohol que su amigo seguía tan rígido como un palo.
—¿Qué opinan de una competencia de fotografía erótica? —sugirió mi novio pícaramente.
—¿Cómo sería eso? —preguntó Pedro con interés con una sonrisa de lujuria en su rostro.
Mi novio pasó a explicar a Pedro y Pablo, la metodología de la improvisada competencia que acababa de idear. Cada uno de los chicos tendría un tiempo de 10 minutos como máximo para tomar todas las fotos que pudieran, en una sesión a puerta cerrada en la alcoba principal, ¡conmigo como sensual modelo! Al finalizar, mi novio juzgaría las fotos capturadas por cada uno de los participantes y decidiría quién sería el ganador en su calidad de juez absoluto.
Los chicos escuchaban atentos con la boca abierta, ¡casi babeando! Incrédulos por la oportunidad que mi novio estaba poniendo frente a ellos; en mil años jamás se hubieran podido imaginar lo que la diosa fortuna les tenía reservado para ese día. Aunque, sólo faltaba un pequeño detalle.
—Siempre y cuando tú estés de acuerdo cariño —dijo mi novio dirigiéndose hacia mí para saber mi opinión al respecto.
Aunque un poco extrañada, por el inusual concurso de talento propuesto por mi novio accedí de buena gana a participar, quizás animada en parte por el alcohol que corría raudo por mis venas. Después de todo, el plan original de que ambos estuviéramos en ese momento en nuestra provisional casa de playa era el de tener la oportunidad de relajarnos y disfrutar de un fin de semana en pareja; por lo que era justo que él también tuviera un poco de diversión. Y si para otorgárselo, sólo tendría que dejarme fotografiar en traje de baño por dos perfectos desconocidos, yo no pensaba negarle ese placer.
—De acuerdo, ¡acepto! —exclamé pícaramente para el regocijo de todos.
Si mi novio parecía estar complacido, con mi actitud alegre y participativa, ¡ni que decir de los chicos! Quienes no tenían reparo en demostrar su entusiasmo con el hecho de tener a una linda chica, ¡posando sugestivamente para cada uno de ellos! La sonrisa de lujuria en sus rostros no dejaba ninguna duda de la clase de fotografías que pasaban por sus cabezas.
Bromeaban cada uno con el otro, alardeando entre sí, con actitud fanfarrona acerca de quien capturaría las mejores imágenes; mientras que con fuertes manotazos se agredían físicamente tratando de intimidarse, ansiosos por que la justa comenzara. Pero antes de que otra cosa sucediera, había un detalle más el cual ellos requerían se resolviera cuanto antes.
—¿Cuál será el premio para el ganador? —preguntó Pedro hablando por ambos, con una lasciva ambición en sus ojos. Como sí el sólo hecho de ser mi fotógrafo personal en una íntima sesión de modelaje no fuera suficiente.
Quizás sus dudas no eran para menos. Horas antes, ambos chicos habían perdido la oportunidad, de ver mi escultural cuerpo totalmente desnudo frente a ellos. Era lógico que buscaran la posibilidad de obtener una revancha, de la mala broma que les había yo jugado. ¿Y quién mejor para conceder esa ansiada revancha que mi propio novio? Quien, en su condición de hombre, probablemente tenían una pequeña posibilidad de conseguir algo de empatía.
—Permítanme pensar… —solicitó mi novio dejando a los chicos por un segundo en la incertidumbre, de si sus servicios como fotógrafos serían bien remunerados.
Pero sus interrogantes no duraron demasiado tiempo pues casi de inmediato, mi novio determinó la presea con la cual recompensaría al ganador de la competencia que él mismo había invocado.
—Quien tomé las fotografías más provocativas de mi novia —dijo con una sonrisa de perversidad en su rostro—, se podrá dar una ducha con ella… ¡desnudos! —sentenció con autoridad irrevocable.
¡Me quedé helada! ¡No lo podía creer! Mi novio acababa de ofrecer, como premio al ganador de la insólita competencia, la oportunidad de compartir el cuarto de baño con su novia.
Si los chicos antes lucían entusiasmados, ahora estaban eufóricos, gritando de emoción, complacidos por la singular oferta. Su alegría estaba más que justificada, pues ahora tenían la seguridad total de que el ganador podría disfrutar de un tiempo en la intimidad conmigo, ¡absolutamente desnuda!
Sin tener nada más que objetar, los chicos se pusieron a echar suertes con una moneda para decidir quién de los dos ganaba el turno de ser mi primer fotógrafo designado. Mientras yo nerviosa decidí beber un vaso de tequila tratando de agarrar valor; pues desconocía lo que ese par de pervertidos me obligarían a hacer con tal de hacerse acreedor al premio que tan gentilmente mi novio les acababa de ofrecer.
Al final de varios lanzamientos de moneda Pedro resultó ganador para tomar el primer turno; por lo que comenzó a frotarse las manos impacientes por enclaustrarse conmigo en la habitación, lejos de las miradas de mi novio y su amigo. Consiguiendo al fin, un poco del momento de intimidad que tanto había deseado durante todo el día.
Pablo por su parte se encontraba visiblemente tenso al sentirse en desventaja, nervioso por la presión que le causaba entrar de segundo en ésta competencia; aunque pensándolo bien creo que no hubiera habido mucha diferencia si le hubiese tocado entrar primero, el simplemente era así de inseguro.
—¿Estás listo? —pregunté a Pedro, al terminar de beber mi copa, sin pretender extender más su espera.
—¡Yo nací listo! —exclamó altanero, riendo entusiasmado.
—¡Pues a darle entonces! —ordené sonriendo por su ingeniosa respuesta.
Contagiada por su buen humor, lo tomé de la mano para guiarlo directamente hacia mi habitación, contoneándome graciosamente al caminar; sin considerar detenerme para ver la expresión en el rostro de mi novio. Si el muy cabrón se había atrevido a ofrecer a su hermosa e inocente novia como premio, ella se aseguraría que ninguno de los presentes olvidara esa memorable ocasión. ¡Cielos, como me hubiese gustado ver la expresión de su rostro en ese momento!
Cerré la puerta de la habitación tras de mí y le pedí a Pedro que me diera unos minutos para buscar otro traje de baño para la sesión de fotos; pues el que llevaba en ese momento estaba demasiado sucio y arrugado a causa de llevarlo puesto todo el día. Escogí uno blanco, con el mismo tipo de corte, pero mucho más presentable.
—Daté vuelta por favor —solicité a Pedro para poder cambiar mi vestuario sin la presión de su mirada.
—Vamos, que ya estamos en confianza —protestó traviesamente, sugiriendo que me desnudara frente a sus ojos.
—¡Claro que no, que todavía no has ganado nada! Pero te prometo que sí resultas ganador, podrás ver y tocar lo que quieras —respondí obligándolo a girar hacia la pared y a esperar a regañadientas por el resultado ‘oficial’ de la competencia.
Para ser sincera, yo quería que él fuera el ganador. La oportunidad de tomar una ducha totalmente desnudos con aquel atlético y salvaje chico me provocaba mucho morbo y excitación; sabiendo perfectamente que, en esa cercana intimidad, el aseo personal pasaría a segundo término. Sentía lástima por el ingenuo de Pablo, pero la cosa era así y yo prefería que fuera así.
Me cambié rápidamente de traje de baño y sin olvidar mi vanidad, traté de arreglarme un poco el cabello para salir lo mejor posible en las fotos que me tomarían los chicos. Aunque el reflejo en el espejo del tocador, de un Pedro acariciando su miembro por encima de su pantalón, me hacían saber que ni el juez ni los concursantes lo apreciarían mucho.
—¡Estoy lista! —exclamé finalmente.
Inmediatamente Pedro tomó su teléfono y ordenó que me subiera a la cama y empezó a tomarme fotografías a diestra y siniestra; sin darme oportunidad a posar correctamente o darme algún tipo de indicación respecto a las imágenes que quería captar. Ambos realmente estábamos muy nerviosos y sin práctica en el modelaje; por lo que las primeras fotografías fueron un total fiasco.
—No, no están saliendo como quiero —comentó Pedro decepcionado por su falta de experiencia.
Él se encontraba muy nervioso y tieso; por lo que todas sus fotos resultaban muy planas y monótonas, carentes de movimiento y sin vida. Totalmente frustrado comenzó a desesperarse, mientras el tiempo de su turno se extinguía poco a poco. En ese momento comprendí, que si yo quería que él ganara tendría que ayudarlo de alguna manera.
—Tienes que aflojarte un poco cariño —sugerí con voz dulce, arrodillándome sobre la cama.
Lo sujeté por los hombros y lo acerqué hacia a mí, mientras él seguía escondido detrás de su teléfono dispuesto a tomar otra serie de fotos sin haberlo pensado mucho. ¡No se lo permití! Sujetándolo por las manos, lo hice bajar la cámara sugestivamente hasta la altura de su miembro.
—Imagina que es tu verga —ordené, al tiempo que una sonrisa de lujuria se volvía apoderar de su rostro.
Satisfecha por su reacción me dejé caer sobre la cama y comencé a rodar hacia ambos lados; mientras que Pedro, escuchando el instinto de su miembro, comenzó a ser más selectivo con las imágenes que deseaba capturar. Simulando con un movimiento de su cadera, que su pene era la cámara.
—¡Así nena, así! —exclamó Pedro excitado completamente, el bulto en su pantalón no dejaba duda de ello.
Sé que es falta de modestia, pero ¡yo realmente era muy buena! En un instante, había transformado a un inexperto chico, en todo un fotógrafo profesional de modelos de trajes de baño. Pedro ya no sólo se limitaba a tomar las fotos correctas, ahora me indicaba las poses que deseaba que adoptara.
—Sonríe preciosa… juega con tu cabello… lanza un beso… —ordenó con la cámara devuelta la altura de su rostro buscando la foto perfecta.
Pedro se mordía los labios con lascivia, satisfecho por las imágenes capturadas. Sin embargo, ambos sabíamos perfectamente que si quería asegurarse de ganar tendría que llegar un poco más lejos.
—¡Quitate el top chica! —ordenó con absoluta autoridad, sintiéndose dueño de la situación.
Sin pensarlo dos veces, estiré mi top hacia bajo para liberar mis hermosos senos de la diminuta prenda; tratando de cubrirlos escasamente con las palmas de mis manos.
—¡Así mamita, así! —exclamó Pedro satisfecho, mordiéndose los labios, disponiéndose a continuar tomando fotografías.
Yo sonreía con toda la naturalidad del mundo, visiblemente desenfadada; animándome incluso a saludar levantado una mano. Exponiendo el contorno de mis senos al inquisidor ojo de la cámara, muy consciente del mal uso que podrían darles a esas indiscretas imágenes.
Pero no había marcha atrás. Deseosa por experimentar nuevas emociones, yo había accedido voluntariamente a participar en este peculiar juego con mi novio y los chicos. La adrenalina y excitación que recorrían mi cuerpo me tenía completamente satisfecha con los resultados obtenidos hasta ese momento. El tiempo corría y sólo quedaba una cosa más…
—¡Quítate la tanga! —ordenó ahora Pedro.
Sonreí. Yo realmente deseaba que los penetrantes ojos negros de aquel chico escudriñaran cada rincón de mi cuerpo con deseo, con hambre, con ansias, con el derecho que tiene un verdadero hombre para poseer a la mujer que se le antoje. Sin embargo, tenía que respetar las reglas del juego.
Estiré mi mano hacia la cabecera de la cama, para alcanzar una de las almohadas y utilizándola para cubrir mi torso, antes de soltar los nudos que sujetaban mi tanga a la cadera. Me erguí lentamente, en lo que mi prenda caía suavemente hasta mis pies; y con una pequeña patada la lancé hacía mi fotógrafo, mientras sonreía traviesamente.
—¡Así mamita, así le gusta a papi! —exclamó nuevamente Pedro, casi babeando.
Él comenzó a caminar alrededor de la cama, buscando conseguir la imagen más reveladora posible de mi cuerpo; mientras yo me esforzaba por llevarle el paso, tratando de cubrir mi torso con la almohada. Dejándome caer de rodillas, retozando sobre la cama; poniendo en mi rostro mis mejores gestos de niña traviesa y coqueta.
—¡No seas mala! ¡Por favor suelta la almohada, mamita! —suplicó Pedro.
—¡No, que no quiero que te descalifiquen! —respondí absurdamente, como si en tales circunstancias hubiera una especie de código de ética deportiva que cumplir.
Mi respuesta fue sólo para divertirme increpando a Pedro, obligándolo a esperar al veredicto de mi novio en su calidad de juez. Aunque, realmente pensaba que no hubiese importado que me viera desnuda antes de tiempo; después de todo, era prácticamente imposible que el imbécil de Pablo pudiera encontrar alguna fórmula para ganar.
—¡Se acabó el tiempo! —gritó mi novio detrás de la puerta, golpeándola fuertemente.
El tiempo se había acabado y le pedí a Pedro que se volteara nuevamente para darme oportunidad de vestirme. Se que parecía ridículo, pero así es, las cosas más ridículas también pueden ser las más divertidas y excitantes.
Nuevamente, a regañadientas, Pedro desvió la mirada dando me un poco de privacidad para volver a ‘vestirme’ rápidamente. Definitivamente, durante el turno de aquel hermoso chico, el morbo había alcanzado su punto más alto. ¡Como deseaba que fornicara conmigo en ese justo instante! Pero tendría que esperar un poco más para que eso sucediera, en lo que terminaba el turno de Pablo; unos pocos minutos que pensé que se me harían eternos.
—¡Abran paso al ganador! —gritó Pedro entusiasmado, saliendo de la habitación, bromeando alegremente.
—No comas ansias —aclaró mi novio, regresando la broma, con una nueva cerveza en su mano—, que yo soy el único que determinará quien gana y quien pierde.
Yo reía divertida con la actitud de Pedro quien, a pesar del comentario de mi novio, sintiéndose ganador, repetía su baile de la victoria que más temprano aquel día había tenido el placer de conocerle. Mientras que Pablo, con un vaso de tequila en su mano y en absoluto silencio, lentamente entró a la habitación cabizbajo, cerrando la puerta tras de sí, visiblemente apesadumbrado.
La optimista actitud de Pedro no cayó nada bien en Pablo, quien estaba notablemente tenso; sintiendo la presión de tener que superar el incógnito trabajo de su amigo. Por un momento pensé que ésta sesión sólo sería de puro trámite; que ya podíamos declarar un vencedor. Sin embargo, Pablo contaba con un ‘as’ bajo la manga.
—¿Gustas un trago? —preguntó estirando la mano con el vaso para ofrecer me algo de beber.
—Claro que sí, amor —respondí sólo por cortesía, ya que consideraba ya haber bebido suficiente, después de todo creo que era la primera vez que el tímido chico me dirigía la palabra en todo el día.
Me acerqué al borde de la cama para tomar el vaso de su mano. Éste se encontraba lleno casi hasta el borde, por lo que procedí a dar primero sólo un sorbo para evitar que líquido se derramara. Yo ya me encontraba un poco ebria, pero aun así la fuerte bebida aclaró mi garganta quemándola con placer. Quise devolver el vaso a mi nuevo fotógrafo, pero antes de que lo pudiera hacer una rítmica melodía se apoderó de mí.
—¡Me encanta esa canción! —exclamé visiblemente animada, al reconocer la melodía que acababa de poner Pablo en su teléfono para amenizar la sesión fotográfica.
Deseosa de bailar, cerré los ojos para disfrutar de la alegre melodía e involuntariamente comencé a seguir el ritmo con sensuales movimientos de mi cuerpo. ¡Un punto para Pablo!, había sido totalmente sorprendida con ésta ingeniosa jugada maestra.
El chico no tenía intenciones de desaprovechar su tiempo e inmediatamente comenzó a sacar fotografías con la cámara de su teléfono; mientras yo seguía el ritmo de la música con mi cuerpo. Al darme cuenta de esto, quise liberarme del vaso que contenía el tequila para poder bailar con más libertad, pero él lo impidió.
—¡No mamita, bébela toda! —exigió mi fotógrafo.
En la situación actual no estaba en posición de debatir con nadie, por lo que obedientemente procedí a llevar el vaso hasta mis labios para de un sólo trago beber el resto del tequila. Mi garganta ardió un poco pero no me importó, de hecho me gustó, ya me sentía libre para seguir disfrutando de mi efímera canción favorita.
—¡Ahora sí chica, ponte de pie! —ordenó Pablo, tomando el vaso de mi mano amablemente para que pudiera seguir bailando.
Consciente, o inconscientemente, Pablo había dado justo en el clavo. En un segundo me había olvidado por completo de la competencia en la que junto con mi novio y los chicos me encontraba participando. Olvidando incluso que yo era el premio para el ganador; el incentivo extra que mi novio les había prometido. Sólo había una cosa que importaba en ese momento, contonear mi hermoso y escultural cuerpo al ritmo de esa pegajosa y animada melodía que había invadido la habitación.
Me puse de pie sin pensar que el tequila que recién había bebido me dificultaría mantener la vertical. Pero lejos de acobardarme lo usé a mi favor, acentuando provocativamente los pasos de mi sensual baile para complacer a mi único espectador. Bien consiente de que a partir de ese momento con cada movimiento que hiciera el efecto del alcohol se incrementaría sin control.
Los primeros segundos me dediqué a disfrutar de la música, enajenándome totalmente. Cada vez que abría mis ojos ahí estaba Pablo infalible, con la indiscreta cámara de su teléfono, disparándola impunemente contra mi cuerpo; ansioso por capturar las imágenes más sensuales que le fueran posible. Al tiempo que nuestras miradas se cruzaban fugaces, siendo acompañadas de una pícara sonrisa de complicidad.
Casi de inmediato yo volvía a cerrar mis ojos, jugando con actitud traviesa, como si creyera que la falsa oscuridad en la que me sumergía afectara también a la cámara de mi fotógrafo aficionado; permitiéndole sólo continuar con su trabajo al momento de abrirlos nuevamente. Como si se tratase de una tierna bebita que se pregunta con inocencia ¿adónde se van todos?, al momento de cubrir sus ojos.
—¡Vamos mamita, pórtate mal! —sugirió sutilmente Pablo, tratando de aumentar lo atrevido de mis poses.
¡Nunca lo hubiera dicho! Yo estaba completamente fuera de mí. No sabía a ciencia cierta donde estaba, ni con quién me encontraba; ¡ni siquiera recordaba a mi novio detrás de la puerta! Igualmente, mis ganas de ser poseída por mi anterior fotógrafo habían desaparecido. En ese momento yo sólo quería complacer al desconocido que se ocultaba detrás de la lente de aquella cámara.
Instintivamente deslicé el top de mi bañador para dejarlo caer hasta mis pies, cubriendo escasamente mis senos con las palmas de mis manos. Sonriendo descaradamente con los ojos cerrados, adivinando el origen del próximo disparo, completamente desinhibida y agradecida por esa última copa. Pues de no ser por el alcohol en mi organismo, probablemente me encontraría mucho más nerviosa de lo que me encontraba en ese momento.
Con los ojos completamente cerrados, utilizaba el sonido de las pisadas de Pablo para regalarle las mejores poses de mi cuerpo. Buscando casi siempre quedar de perfil, para que pudiera tomar buenas imágenes de mis senos, cubiertos sólo con el brazo opuesto a la cámara, lanzando besos ciegos al aire que estaba segura alcanzaban su objetivo.
—¡Vamos mamita dame más! —ordenó Pablo, con un tono de lujuria en su voz que dejaba al descubierto su excitación.
La música ya no me controlaba más, Pablo era quién ponía las reglas en ese momento. Acostumbrada a tener un novio muy temperamental para mí era algo normal tener siempre que complacer en la habitación las órdenes de mi hombre en turno. Si Pablo quería poses más sugestivas y atrevidas, era mi obligación dárselas, ¡sí o sí!
Ahí de pie en medio de la cama, semi desnuda y visiblemente ebria; había pocas cosas que podía hacer para regalar a Pablo la oportunidad de conseguir la fotografía más provocativa de toda la noche.
Sin pensarlo mucho, con mi mano libre deshice el nudo de mi tanga, dejándola caer a lo largo de mis largas y bien torneadas piernas. Cubrirme con la almohada ya no era una opción, por lo que me apresuré a colocar mi mano libre sobre la entrepierna, cubriendo con la más absurda y falsa modestia mi depilada y rosada vagina; manteniendo una pose que trataba de imitar la de la famosa diosa Afrodita sobre una ostra. Sólo que mucho más hermosa, ¡obviamente!
No supe cuántas fotografías alcanzó a tomar Pablo, antes que mi novio volviera a golpear la puerta, indicando que el tiempo se había terminado. Lo que sí sabía es que debido a mí falta de auto control, posiblemente había perdido la oportunidad de fornicar con Pedro en la ducha. Lo cual me entristeció un poco.
Sin embargo, había una apuesta que debía cumplir, por lo que decidí que independientemente del resultado de este divertido ‘duelo de talento’, yo me acostaría con el ganador como compensación por el excitante día que había pasado con ambos chicos. Era lo menos que podía hacer como muestra de agradecimiento.