En la penumbra de la noche ardiente,
donde los cuerpos se encuentran en danza,
se despiertan deseos de amor y pasión,
un poema erótico empieza su danza.
Las manos entrelazadas se deslizan,
explorando cada curva y rincón,
los suspiros se mezclan en el aire,
mientras el deseo se vuelve canción.
Las bocas se buscan en un beso profundo,
lenguas que se entrelazan con fervor,
los cuerpos se acercan, se rozan y se funden,
en un torbellino de placer y ardor.
Las caricias se vuelven más intensas,
la piel se eriza al sentir el roce,
los gemidos se escapan sin control,
la pasión se desborda, se hace feroz.
El ritmo se acelera, se vuelve frenético,
los cuerpos en movimiento sin cesar,
la entrega total, el éxtasis supremo,
dos almas que se encuentran en el amar.
Y en el clímax del placer compartido,
se desata la explosión de los sentidos,
un suspiro final, un éxtasis eterno,
en este poema erótico convertido.
En la calma que sigue al huracán,
los cuerpos se abrazan, exhaustos y en paz,
en su piel quedan marcadas las huellas,
de este poema erótico que jamás se desvanecerá.