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La cabaña (Día 2): Nuevos inquilinos
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Lo último suscitado con mi cuñada y sobrina durante la madrugada me había dejado exhausto, sentí haber dormido demasiado durante esa noche, pero gracias a mi adorable esposa tuve un despertar de lo lindo.

Esa mañana, Adri se encargó de despertarme como pocas veces lo ha hecho. Pude sentir cómo alguien bajaba mi bóxer para aprisionar con su mano mi pene que, por un momento, pensé que se trataba de un sueño, sin embargo, al entre abrir mis ojos pude ver la silueta de mi esposa, quien con gusto estaba observando mi pene.

– Buenos días, ¿se te perdió algo? – le pregunté

– Sí, este hermoso pedazo de carne. No lo sé, como que lo veo diferente, más carnudo, más grande, más… apetitoso – todo esto lo decía mientras me apretaba y pajeaba de a poco.

– Pues sigue siendo el mismo desde que me conoces.

– No lo sé, le noto algo distinto, ¿o será acaso su sabor? – comenzando a dar lamidas a mi verga para después introducirse la punta en mi boca.

– Espera amor, que la puerta está abierta y puede alguien subir y verte.

– No te preocupes, mi hermana y su hija están preparando el desayuno y yo vine a darte los buenos días – continuando ahora a metérselo más y más, ensalivándolo y comenzando a masturbarme.

– Espera Adri… mmm… que rico… pero… espera, mejor dejémoslo para más al rato…

– ¿Y dejarte así de duro como en la noche?, no mi rey, quiero compensarte por haberte dejado así.

– No corazón, mira, mejor vamos a desayunar y después nos escapamos y lo hacemos como solemos hacerlo, ¿vale?

– Ya qué, si no quieres no te voy a obligar – diciendo esto dejó de hacer lo que me hacía, saliendo de la habitación con cara de enojo.

Me dirigí al baño, me duché y bajé a desayunar, encontrando a Adri sentada en el comedor, quien al yo sentarme a lado de ella, se paró y se dirigió a la cocina a ayudar con los preparativos, sin siquiera voltear a verme, definitivamente estaba enojada, pero por el momento no podía hacer nada, ya encontraría la manera de contentarla.

Mari se acercó al comedor para colocar los vasos y platos. A diferencia de mi esposa, Mari se veía radiante, con un estado de ánimo de lo mejor, llevaba puesta una playera amarilla con cuello en V, mostrando el nacimiento de sus senos y sin llevar sostén, mientras que en la parte de abajo llevaba una falda color verde de vuelo amplio, descalza y con una cola de caballo.

– Hola guapo – me dijo con voz baja – creo que tu mujercita no está de buen humor, ¿pues qué le hiciste?

– Digamos que me negué a un ofrecimiento de ella.

– Cómo así, ¿pues de qué se trataba?, digo, si se puede saber.

Yo haciéndole un ademan con mis manos ella entendió bien a lo que me refería.

– Qué pena por ella, de lo que se perdió anoche, lo bueno que nosotras supimos cómo atenderte.

En eso se acercó Betsy, vestida con una blusa blanca escotada que por los costados era abierta y que fácilmente se podían ver sus senos al natural, le llegaba hasta la mitad de sus piernas, traía el desayuno para comenzar a repartir, mientras que mi esposa llevaba consigo una jarra con agua, aún con cara de pocos amigos. Procedimos a desayunar, todo de lo normal, hablando de esto y de aquello, hasta que todos terminamos nuestros alimentos. Mari comenzó a levantar los platos y vasos, mientras que Betsy se encargaba de limpiar el comedor quien al hacerlo se agachaba lo más que podía verse natural, dejándome ver su tetas, y mi esposa ayudaba con la lavada.

De mi parte solo me acerqué a la cocina para contemplar los tres culos de esas mujeres, cada uno con sus peculiaridades, pero los tres totalmente antojables.

Mi esposa al terminar en la cocina, dijo que se iba a la habitación, aún no se recuperaba del alcohol consumido la noche anterior por lo que tenía un poco de jaqueca, eso y aparte de que estaba enojada conmigo, por lo que supongo no tenía ánimos ni de verme. Al escuchar eso mi cuñada y sobrina, no pudieron esconder su felicidad, ambas tenían una cara de alegría que solo pudieron disimular mientras mi amada esposa se dirigía a la habitación.

Ellas al escuchar el azote de la puerta, voltearon a verme con una cara de pervertidas que hasta a mí me asombró.

– No podía haber sido mejor – refirió mi cuñada.

– Como anillo al dedo, ¿verdad mamá?

– A sí es hijita.

– Y bien cuñadito, ¿con quién quieres coger primero?

– Esperen, no ven que Adriana apenas y se metió a la habitación, al menos hay que esperar una media hora.

– Está bien Sam, qué te parece si la nena se queda a cuidar a su tía, mientras que tú y yo hacemos cositas.

– Para mí está bien, no sé qué piense ella.

– Está bien mami, a mí me tocó primero ayer y ahora te toca a ti. Cualquier cosa te mando mensaje mami.

– Perfecto – dijo Mari – mientras ustedes hagan tiempo con algo, sin coger por supuesto, y pasada la media hora subes a mi habitación Sam, te estaré esperando con ansias.

Me quedé platicando con Betsy, afortunadamente ambos supimos contenernos, de cualquier forma a las dos les daría su ración de verga, transcurriendo así la media hora acordada.

– Bueno Betsy, creo que es hora de visitar a tu mamá.

– Está bien tío pero antes dame un beso.

– Por supuesto mi vida.

Betsy se arrojó a mi boca y yo la recibí, mientras que la abrazaba a mí para que sintiera mi bulto, poco a poco la fui llevando hacia una pared, lejos de la vista de la habitación en la que estaba Adriana, así estábamos hasta que ella fue quien paró.

– Mmm, tío, qué rico todo esto pero recuerda que es el turno de mi mamá, así que mejor ve con ella, hay que aprovechar el tiempo que tenemos.

– Ok

Rápido me fui a la habitación de Mari, abrí despacio la puerta para no generar mucho ruido, y al entrar ahí estaba ella, sentada al borde de la cama, llevaba puesto un vestido color vino, muy delgado que se transparentaba todo, así como unas medias que le llegaban a la mitad de la pierna. Bastó cerrar la puerta para ella abrir sus piernas y mostrarme su tanga del mismo color y así, sentada, comenzó a tocarse por encima de la tanga. Al hacer el intento por acercarme, ella hizo un ademan de que me detuviera, para después señalar mi short, dándome a entender que me lo quitara, por lo que acaté la indicación.

Mari continuó con su magreo, poco a poco se iba calentando y yo por igual, porque comencé a tocar mi pene por encima del bóxer, quería ir al par de ella, después Mari se hizo a un lado su tanga, se lamió su mano derecha y comenzó a masturbarse. Era una delicia lo que ella se hacía, se notaba a leguas que estaba disfrutando, ya que su panochita comenzó a derramar jugos, mientras Mari ahora se tocaba sus tetas por encima del vestido, ambos estábamos extasiados con lo que hacíamos, hasta que ella con su mano me pidió que me acercara, recostándose sobre la cama pero manteniendo sus piernas abiertas, así que me agache y comencé a comerle su rica vagina, mordía su clítoris, chupaba sus labios y metía mi lengua lo más profundo que podía, Mari me agarraba del cabello y empujaba más mi cabeza, aguantando las ganas de gemir para no despertar a su hermana.

Paré por un momento, haciendo que Mari quedara boca abajo en la cama, arrollé su vestido a la cintura, hice a un lado su tanga, para después lanzarme a devorar ese delicioso culo, pasaba mi lengua por su vagina y ano, hasta que decidí metérsela. Abrí sus nalgas y poco a poco fui metiéndosela por su conchita, sentía como se deslizaba por dentro, hasta que llegó a tenerla toda dentro, comencé a moverme y, a la vez, jugar con su orificio anal, podía ver cómo Mari ahogaba su placer mordiendo una almohada, no cabía duda que gozaba de lo que le hacía.

Continué dándole con todas mis ganas y fuerzas, hasta mi pene estaba a punto de ceder, sentía que me iba a venir, y bastaron otras metidas más hasta que comencé a eyacular en el culito de Mari, quien se mantuvo en la misma posición tratando de recomponerse. De mi parte, me coloqué mi ropa y salí de la habitación y justo al frente se encontraba Betsy, quien, como guardia de seguridad, se encontraba parada en la puerta donde se encontraba Adriana. Me acerqué a ella y al oído me dijo que fuera al baño, que ella me esperaría en la carpa de la playa, y así lo hice.

Llegué a la carpa y ahí estaba Betsy, con su misma playera larga y holgada de frente y costados.

– Qué rápido tío

– Lo mismo diría de ti.

– ¿Estás listo para el segundo round?

– Pero ¿quién cuidará a tu tía?

– No te preocupes tío, mi mamá se hará cargo, cualquier cosa me mandará mensaje a mi celular – mostrándome ella su dispositivo

– Pues a darle, porque esto urge

Me acerqué a Betsy y la comencé a besar, nos enfrascamos en unos besos apasionados hasta que noté que Betsy intentaba desabrochar mi bermuda, batallando un poco, por lo que le ayudé.

– A esas manos le faltan más práctica – le dije

– Ya, tío, no se burle de mí –

– No te preocupes corazón, que yo te ayudo.

Me quité completamente la ropa, por lo que Betsy aprovechó a acariciar mi cuerpo con sus manos para después comenzar a besarlo, lamiendo mis pezones y chupándolos, para después colocar sus manos en mis nalgas y apretarlas, me estaba sabroseando como no lo había hecho con anterioridad, al parecer quería disfrutar cada parte de mi cuerpo. Después, me recargó sobre el borde de la cama, se agachó y comenzó a mamarme la verga, su boca en cambió ya tenía más experiencia, podía sentir cómo su lengua saboreaba mi trozo de carne, combinando con su mano derecha los movimientos de su boca, mientras que con la otra mano se encargaba de meterse un dedo en su panochita.

– Mmm, Betsy, pero que rico me la mamás

– Verdad que sí tío, he estado practicando mucho

– ¿Cómo? ¿Con quién has estado practicando?

– Con ningún hombre, si a eso te refieres

– ¿Entonces? – me estaba poniendo celoso, con solo pensar que otro hombre disfrutaba del cuerpo de mi nena, me molestaba

– Tengo juguetitos que me ayudan a practicar y que ocupo para saciar mis ganas de sexo, ya que no puedo tenerte a ti todo el tiempo

– Más te vale, preciosa, porque ese cuerpo que te cargas es solo para mí.

Al terminar de decirle esto, la tome de su cabeza y la empuje a que siguiera mamándome la verga, pero ahora la mantenía unos segundos demás con mi pene en su boca, hasta que daba de arcadas al no aguantar más la respiración. La dejaba tomar aire y una vez más, la mantenía por segundos, veía cómo su cara se tornaba roja pero aun así ella no se quejaba, al parecer lo disfrutaba y yo más, me gustaba ver cómo se llenaba de saliva mi verga.

– Tío, ¡cógeme!, ¡cógeme solo como tú sabes!

– Perfecto

Hice que se parara, la coloqué a modo que se recargara al borde de la cama, Betsy por su parte arrolló su blusa e hizo un nodo por uno de sus lados, dejando a mi merced su culito ya preparado para recibir mi verga. Por lo que la incliné un poco, para después pasar mi verga por la raja de su culo, quería que deseara ser penetrara, que me pidiera cogerla y eso fue lo que sucedió.

– Tío, uff… me estás haciendo desear tu verga… ¡métemela ya!… pero ya, ya no aguanto más

Betsy, solita se inclinó más, recargando su cuerpo, desde la cintura hasta la cabeza, sobre la cama, para después meterse dos dedos en su puchita de forma desesperada, gemía y gemía a más no poder, su calentura estaba provocando darse placer por sí sola, así que no me quedé atrás, comencé a pasar ahora mi verga por su vagina bien abierta y ella al sentirla dejó de introducirse los dedos, dejando espacio para meterla y así lo hice. Sin miramientos, se la metí, Betsy solo dio un grito para después ella sola comenzar a menearse, para adelante, para atrás, ella sola llevaba su propio ritmo, mientras que yo me quedaba inmóvil, dejaba que Betsy se diera su propio placer. Pero al tenerla en esa posición, no podía dejar de ver su ano, se me apetecía poder penetrarlo, así que detuve a Betsy quien, con cara de sorpresa, me volteó a ver.

– ¿Pasa algo, tío?

– Nada mi reina, solo que se me antoja hacerte algo

– ¿Qué cosa?

– Quiero cogerte por aquí – lamí el dedo medio de mi mano derecha, y lo coloqué en la entrada de su orificio anal al mismo tiempo que le decía – ¿puedo?

– Claro que sí tío, no necesitas preguntar

– Espero que no te arrepientas

Decidido a ello, puse mi verga en su hoyito al cual poco a poco presionaba para que fuese entrando, si bien batallé un poco al principio, bastó solo que la cabeza de mi verga entrara para que el resto tuviera el camino libre, quedaba solo un pequeño tramo para que mi verga desapareciera por completo en su interior, así que de un solo empujó logré meterlo todo.

– Tío, no, espera, agg… duele, espera… ¡sácalo!, en serio, duele mucho

– Tranquila Betsy, espera un momento, relájate y disfruta

– Pero, es que…

Inicié los movimientos, al principio despacio para luego ir aumentando, Betsy ya no se quejaba tanto, pero podía notar que no estaba del todo relajada, sus pies estaban de puntas y mantenía sus ojos cerrados.

– Betsy, mastúrbate con una de tus manos y verás lo bien que disfrutarás.

Ella, como que no queriendo, comenzó a masajear su vagina, por lo que empecé a moverme lentamente, subiendo de a poco la intensidad. Betsy ya estaba más relajada, había funcionado mi sugerencia, ya que sus pies ya no estaban de punta y ahora ya tenía un dedo dentro de su vagina, la cual escurría de deliciosos jugos.

– Ay, tío, mmm, tenías razón… ah… que rico… se siente…

Ya mis metidas eran a mi antojo, sin tomar en cuenta si le causaban o no dolor a Betsy, yo lo que quería era disfrutar ese lindo orificio. Tomé a mi sobrina por los hombros y con fuerza le metía mi verga, ella por momentos gritaba de dolor, después transformándose en satisfacción, era una mezcla de ambos, con la única finalidad de disfrutar del sexo.

– Betsy, que rico aprietas… ¿te gusta cómo te culeo?, ¿te gusta cómo te culea tu tío?, eh.

– Uyyy, tío… no sabes el placer que me das… gracias… uff… gracias a ti he podido disfrutar del sexo… algo que… aggg, duele… pero que rico… todo esto ni con mi ex ni con Itzel… no se compara a tener una verga de verdad metida en mi culo…

– Pues disfrútalo mi amor, que estoy a punto de venirme.

Tomé a Betsy por la cintura para así poder dar mis últimas estocadas, hasta llegado el momento en que mi semen comenzó a salir, llenando por completo el ano de mi sobrina, mientras que ella, recostada con medio cuerpo sobre la cama, siguió metiéndose dedos a su puchita, esperando hasta el último minuto en que mi verga comenzó a ceder con su erección.

– ¿Te gustó, tío?

– Me encantó mi vida – momento en que sacaba mi verga de su culo

– Ay, tío… mira cómo me has dejado, toda llena de lechita y mi culito bien abierto – ella con sus manos separó sus nalgas, dejando salir todo mi semen, el cual escurría a través de su rajita para después caer sobre la arena

Estábamos besando cuando se escuchó una notificación en el celular de Betsy, era su madre quien, con un mensaje, le avisaba de escuchar ruidos en la habitación de Adriana, que nos diéramos prisa.

– Anda tío, vayamos al agua a borrar el rastro de lo que hicimos, creo que mi tía ya va a salir de la habitación.

Y así nos fuimos ambos, nos metimos al agua para después regresar a la cabaña. Betsy se fue a su habitación y yo a la mía, debía ver cómo seguía mi esposa. Al entrar, ahí estaba ella, acomodando un poco de ropa, pero sin dirigirme la palabra.

– Hola, ¿cómo estás?, ¿ya te sientes mejor? – acercándome por su espalda con la intención de abrazarla, sin lograr mi objetivo ya que ella se hizo a un lado con el pretexto de recoger unas prendas que estaban en el suelo.

– Un poco – diciéndolo con voz cortante.

– ¿Qué te pasa, por qué me contestas así?

– ¿Así cómo?

– Pues así, con voz cortante

– Pues tú dime, bien deberías saberlo

– Si es por lo de la mañana que no dejé que me la mamaras, de una vez te digo que es una estupidez por parte tuya

– ¿Estupidez?, ¿en serio que piensas que solo es por eso?, pon a trabajar ese cerebro tuyo

– Tampoco me hables así – tuve que alzar la voz, la verdad es que ya me estaba enojando demás

– No es solo por eso, no es la primera vez que me haces un desaire. Con anterioridad me has hecho otras, y todas tienen que ver en cuanto al sexo-

– Perdón, pero no había puesto atención a eso.

– Tú no, pero en cambio yo sí.

– Pero es que también tú, ¿cómo se te ocurre darme una mamada, con la puerta abierta, estando tu hermana y sobrina allá abajo?

– Ay querido, no es la primera vez que hacemos cosas de este tipo, hemos hecho otras más en la calle y con más público a nuestro alrededor, como para que me salgas que tienes miedo de que nos vean. Además, ni Mari ni Betsy son unas niñas, sobre todo Betsy, por quien veo que te preocupas, a estas alturas ella ya debe haber tenido relaciones sexuales con su novio.

– Ex novio

– Pues con quien haya sido. La cuestión es, ¿por qué tienes esas actitudes para conmigo? Soy tu esposa, ¿o es que acaso me estás ocultando algo?

– ¿Algo?

– Si, algo que no quieras decirme, ¿una aventura tal vez?

La mirada que mi esposa tenía no la había visto jamás, se veía en su semblante su cara de preocupación, temor, tristeza y enojo a la vez, creo que en el fondo tenía ella ese presentimiento, ese “sexto sentido” que las mujeres tienen para sentir ciertas cosas. Pero Adriana no andaba tan perdida, tal vez en algún momento yo fui un estúpido en no cubrir bien ciertos detalles de mis aventuras con Mari y Betsy, dejando ese pequeño rastro que, para ella, era lo suficiente para comenzar a tener dudas sobre mí, y recapitulando en segundos, me vinieron a mi mente momentos a los cuales ella se refería, y estaba totalmente en lo cierto.

Estaba con esos pensamientos cuando Mari tocó a la puerta

– Perdón por interrumpirlos, solo quería decirles que Sergio ya llegó y creo viene con compañía.

Para mi suerte me cayó como anillo al dedo la llegada de Sergio, eso bastó para romper el momento y darme a mí tiempo para idear un plan y despejar cualquier duda de mi esposa.

– Si, ya bajamos – alcancé a responder, intentando tomar de la mano a Adriana para bajar, pero ella no quiso.

– No me toques

Ya abajo, nos dirigimos a ver con quién venía Sergio, pero para mala suerte de mi esposa y no tanto para mí, se trataba de Itzel, sí, la prima de Betsy. Era algo que no teníamos previsto porque nadie, al menos no nosotros, la habíamos invitado y si de por sí no era del completo agrado de mi esposa, con la situación reciente, menos.

Mari y Betsy se encargaron de recibir a Sergio y compañía, ayudándoles a bajar su equipaje, mientras que Adriana solo veía a Itzel, le clavaba su mirada de arriba abajo, hasta que por un momento Itzel, sintiéndose observada, dirigió su mirada hacia nosotros para después hacer un ademán con sus manos en señal de saludo, a lo que mi esposa solo espetó: – Qué odiosa – dándose la media vuelta y dirigiéndose a la playa. Yo me quedé ahí, sin decir ni hacer nada, no tenía ánimos de tratar de solucionar el problema en ese momento, menos en la presencia de los nuevos inquilinos.

Ya en la cabaña, Sergio e Itzel se dirigieron a sus respectivas habitaciones, Sergio con Mari e Itzel con Betsy, para después bajar y reunirse con nosotros, a excepción de Adriana quien aún no regresaba. De toda la situación no había puesto atención al atuendo de Itzel, quien llevaba puesto unos tenis blancos, un micro short de tela de lycra que le llegaba justo apenas debajo de sus nalgas y una camisa a cuadros con botones al frente, pero para sorpresa mía, justo antes de sentarse en el comedor comenzó a desabotonarse su camisa, quitándosela por completo y dejando ante mis ojos un top de color rosa con una especie de moño al frente, permitiendo ver el nacimiento de sus tetas.

– Hola a todos – dijo Itzel – espero que no les incomodé que haya llegado así, sin avisar

– No te preocupes sobrina, ya sabes que eres bienvenida – dijo Mari

– Perdón, yo tampoco pude avisarles, pero mi hermano me pidió el favor de si podíamos hacernos cargo de su hija porque ellos saldrían de viaja por cuestiones de negocios y no estarían casi toda la semana – refirió Sergio

– Pues que suertuda prima – momento en que Betsy se le iba a los brazos a Itzel

– Bueno, ya estando la familia completa, creo que ya es hora de comer – dirigiéndose Sergio a la cocina, lugar en el que se encontraba la comida, unos ricos y deliciosos pollos asados así como unas buenas cervezas frías para acompañar.

– Betsy, anda a ver a tu tía y dile que ya está la comida.

– Ok, ma.

Betsy regresó con Adriana, su semblante ya era otro, creo que el estar por un momento sola le había beneficiado, porque regresó más amable con todos, incluyendo con Itzel, tomó su asiento y todos procedimos a comer. Se podía sentir un ambiente de cordialidad, vaya, lo que se siente al estar en convivencia con la familia, por lo que por un momento pensé que las cosas con Adriana ya estarían mejor, por lo que quise aprovechar el momento para mostrar mi cariño hacia ella, pero justo cuando iba a acercarme para abrazarla, sonó el celular de Adriana, logrando ver que era su jefa, ella contestó la llamada, retirándose un momento del comedor, retornando minutos después, quien al sentarse me acerqué para preguntarle de qué se había tratado la llamada, pero fui ignorado completamente, ya que ella se puso a platicar con su hermana, esfumándose así aquella idea de que todo estaba mejor entre nosotros.

Terminamos de comer y cada quien comenzó a llevar los platos a la cocina para ser lavados y justo cuando yo salía de la cocina se acercó Adriana y me dijo – Necesito hablar contigo – caminando ella hacia la playa por lo que la seguí hasta la orilla del agua. Ahí estaba mi esposa, mirando hacia la arena, jugando con sus pies el agua.

– Dime, ¿pasó algo malo? – le pregunté

– No… Bueno, no sé qué tan malo pueda ser con todo lo que ocurrió entre nosotros el día de hoy – decía ella sin dejar de mirar la arena

– ¿Por qué lo dices?

– Si te diste cuenta que me llamó mi jefa

– Sí

– Pues el motivo era para decirme que va a haber un congreso y me preguntó que si estaba interesada en asistir

– Oh, mira, eso es una buena noticia, me habías comentado que estabas interesada a acudir a un congreso, ¿es el mismo del que me hablaste?

– Si, es ese mismo

– Perfecto, que bueno, la ventaja es que va a ser en nuestra ciudad.

– No Samuel, no va a ser aquí en la ciudad.

– ¿Entonces?

– Va a ser en otro estado y da inicio el lunes

– El lunes… de la siguiente semana, ¿verdad?

– No. Pasado mañana y acepté.

– Pero cómo Adriana, fue tu idea el que viniéramos aquí a esta cabaña, así lo quisiste y aquí estamos, gracias a ti, para disfrutarlo – alzándole la voz.

– Ya lo sé, pero las circunstancias me llevaron a decirle que sí a mi jefa. La verdad es que necesito tiempo, distraerme por un momento para no pensar en cosas que no me ayudan mucho.

– Pues piénsalo bien Adriana, porque este tipo de “situaciones” no son de mi agrado y bien lo sabes – mi tono de voz era más fuerte, estaba enojado, sentía rabia, ¿por qué o de qué?, no lo sé, creo que no era yo quien podía decir este tipo de cosas sabiendo las veces que le había fallado a ella.

– Lo siento Samuel – para comenzar a llorar, darse la vuelta e irse a la cabaña.

Me quedé ahí, contemplándola a lo lejos, sabía bien que yo la estaba cagando, no había otro culpable, el que había fallado era yo.

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