Cuando Mario vio venir a Alfredo caminando a su encuentro, en el bar que se citaron, pensó que era tiempo perdido. Anteojos gruesos, semicalvo, un tanto encorvado en sus 1.90 de altura, debajo de su camisa remangada y con tres botones desabrochada por el calor reinante, mucho vello, todo lo que hacía un combo poco recomendable como para sugerirle a Teresa un encuentro con aquel tipo. Charlaron de generalidades, Alfredo preguntó lo habitual y cuando terminaron el café le dijo a Mario: "Yo te aseguro algo, grabátelo: si tengo la oportunidad de conocerla, no se va a arrepentir…". Sonriente, el marido de Teresa se dirigió al coche que estaba estacionado enfrente, confirmando que había perdido su tiempo.
El viernes de esa misma semana, la pareja había arreglado con un matrimonio que habían conocido y compartido un café de presentación, para salir por primera vez en plan de intercambio; ella era una morocha que tenía excelente figura y él muy buena presencia. Aún bastante novatos en el tema, esa primera vez con una pareja los tenía muy acelerados, excitados, llenos de curiosidad, en síntesis, con toda la adrenalina, contando las horas que faltaban para el encuentro que había sido arreglado para las nueve de la noche. Cuando ya estaban bajando a la cochera del edificio donde vivían, sonó el celular de Mario y la cita quedó cancelada "por problemas de último momento" del matrimonio en cuestión.
No es fácil entender para quienes no hayan vivido nada de esto, la sensación que embarga a los defraudados en esa situación. Decepción, desilusión, bronca y la inmediata pregunta ¿y ahora qué hacemos?
"Mirá, no sé qué te parece, pero el otro día conocí a un tipo que vive solo en el centro, que quiere salir con nosotros como tercero, lo puedo llamar", dijo Mario, mirando de reojo para ver la reacción de su esposa.
"¿Y yo qué sé, y cómo es?" fue la respuesta.
"No es ningún galán, pero creo que tiene una mentalidad bastante abierta, se tiene mucha fe por lo que vi. En caso que esté disponible, podemos ir y ver qué pasa para no perder la noche. Si no te sentís a gusto, nos vamos y listo".
Alfredo estaba en su apartamento y respondió: "Qué buena noticia, los espero, claro que sí, solamente dame un rato para bañarme y arreglar un poco el despelote que tengo acá, pero dale, vengan, los espero en una hora y algo.
Cuando Alfredo abrió la puerta, Mario tuvo los dos panoramas opuestos ante sus ojos, la cara de gusto del anfitrión al ver a la rubia, su minifalda, las hermosas piernas que emergían de una sandalias muy elegantes con taco bien alto y fino, la chaqueta del conjunto con generoso escote, dejaba ver el nacimiento de los tentadores melones que le hacían agua la boca a Alfredo. Por el otro lado, la cara de Teresa era una especie de mensaje del tipo "¿a qué vine aquí?".
Pasaron, y lo primero que vieron fue la combinación de altoparlantes e instrumentos que le hicieron recordar a Mario que Alfredo le había dicho que además de mecánico, era músico, rara combinación. Se ubicaron alrededor de una mesa rectangular para compartir algunas bebidas y la charla correspondiente. Pasaba el rato y no había mucho avance, los temas iban pasando sin nada que ver con el que les había convocado, hasta que Mario premeditadamente, antes de la retirada que veía inevitable, se dirigió al baño. Demoró unos minutos más de lo normal y cuando salió, los vio bailando, muy abrazados a un lado de la mesa, comiéndose la boca.
Sabedor que a Teresa cuando le ponen una mano encima se le encienden los motores, en ese instante supo que habría novedades, solamente faltaba conocer el desarrollo y el resultado, pero seguramente habría acción.
Alfredo tomó de la mano a Teresa y juntos, caminaron hacia un rincón del apartamento donde había un juego de living entre los bafles y algunos artefactos de iluminación. El ambiente estaba distendido, con música suave de fondo, media luz y se sentaron en un sofá donde siguieron adelante lo que habían comenzando mientras Mario se sentaba de frente a ellos, bebiendo su whisky. Las prendas de su mujer fueron cayendo al piso hasta que desnuda, quedó parada con Alfredo a su frente, ya sin camisa, con el pantalón desabrochado, cayendo también al suelo y Mario detrás de él ya desnudo, besándole la nuca y punteándola con su verga entre las nalgas.
Alfredo: ¿Señora, sería usted tan amable de flexionar sus rodillas y abrir la boca así le meto mi pija para que me la chupe?
Teresa: Siii, si, claro, ahhh! que rico!!
Pasaron al dormitorio donde había una cama grande y mientras Mario se recostaba y su mujer se estiraba para besarlo en la boca, dejaba su culo en pompa mientras Alfredo terminaba de sacarse la ropa y agregaba dos características muy personales a su figura: vello abundante en todo el cuerpo, especialmente en pecho y espalda y una verga gruesa y larga que recién comenzaba a erguirse. Teresa fue bajando por el pecho de su marido hasta llegar con su boca a la verga y comenzar a mamar.
Alfredo sin lentes, metió la cabeza entre las nalgas de Teresa y comenzó un festival de lengua entre su concha y el ano que la fue enloqueciendo de a poco, dando comienzo a una serie de orgasmos sin solución de continuidad, hasta que Alfredo ya con la verga dura, se puso un condón.
Alfredo: Putita, te voy a coger toda la noche, le dije a tu marido que no te ibas a arrepentir de venir y soy un tipo de palabra. Dame esa conchita divina que tenés que te la voy a llenar de carne, ¿querés que te coja mi amor?, ¿Querés que te la dé bien por adelante y después te coja bien cogida por el culo para que vea tu esposo lo puta que sos?
Teresa dejó por un instante de chupar a Mario y respondió: "me estás enloqueciendo, me encanta tu pija, haceme lo que quieras, estoy caliente como nunca estuve!"
Alfredo entró suavemente en Teresa y cuando estuvo totalmente en su interior empezó de a poco a acelerar el vaivén para hacerla delirar, retirando su verga de adelante para entrar por el ano de la mujer en un crescendo que los envolvió a los tres, al punto que en determinado momento, Teresa mordió apenas la pija a su esposo, lo que provocó, enseguida de la sorpresa, la carcajada de ambos. Mario acabó en las tetas de la rubia mientras Alfredo llegó a su primer polvo, enterrando entera la verga en el culo de Teresa.
Luego de un "recreo", ida a higienizarse de cada uno, reponer energías con unos snacks y bebida, Mario se dispuso a observar en primera fila el espectáculo que sobrevino al "primer tiempo". Alfredo cumpliendo con su vaticinio, estuvo más de una hora, con la pija como un hierro, dándole a Teresa por todos lados, comiéndole a besos literalmente las tetas, cogiéndola en todas las posiciones en la cama y fuera de ella, hasta llevarla a la mesa del inicio de la noche, haciendo que únicamente con sus sandalias puestas, apoyase sus manos inclinada para cogerla un buen rato en esa posición otra vez por el culo, provocando en Teresa reacciones que jamás había experimentado, las que exteriorizaba pidiendo más, gimiendo, gritando, prometiendo, enloqueciendo.
Teresa: Ahh! qué divino! dameee, siiii, cogeme Alfredo, nunca me habían hecho calentar tanto! te lo juro, qué divinooo!
Alfredo: Papito te va a coger todo lo que quieras mi amor!, ¿tu marido te va a dejar venir más veces para que te siga cogiendo?
Teresa: (mirando a su esposo) Mi vida, ¿puedo venir sola para que me coja Alfredo? Me enloqueció! ¡quiero que me dé mucha pija!, ¿no te enojás?
Mario: No mi vida, no me enojo, yo quiero que disfrutes vos. Podés venir siempre que quieras y él puede ir a casa cuando quieran, de vez en cuando quiero seguir viendo, disfrutemos todos ¿sí?
Durante varios meses, Teresa se producía como para ir a una fiesta (bueno, iba a una fiesta) un par de veces por semana. Se metía a la bañera con sales aromáticas, iba a la peluquería, venía maquillada, se vestía de modo bien provocativo, tanto que no se animaba a ir sola, le pedía a Mario que la llevase hasta la puerta de la casa de Alfredo y lo llamaba al terminar para que la fuese a buscar. Iba como una reina, volvía destruida, como si le hubiese pasado un tren por encima.
Mario: Mi vida ¡qué facha! ¿Te sentís bien?
Teresa: Sí mi amor, estoy bien, bien cogida, reventada, me coge en la cama, en el baño, encima de los bafles de sonido, es impresionante, ¡me encanta! ¡Y estoy caliente!, cuando lleguemos a casa cogeme mucho, ¡quiero más!
Y llegaban a casa y siempre, mientras duró la aventura con Alfredo, volvían encendidos, deseando llegar a la cama. Y los días siguientes, en estado incandescente, ante la menor mención o recuerdo de los encuentros, comenzaban a besarse y acariciarse en donde estuvieran, en el auto, en la rambla, en el cine.
Hasta que un día, subiendo al coche con su habitual aspecto "del después", despeinada, ojerosa, Teresa le dijo a Mario: "se acabó, no vengo más".
Mario: ¿Qué pasó mi amor?
Teresa: No es la primera vez que pasa. Volvió a decirme que te dejara, que quería que estuviese solo con él y que no quería usar más condón, que me quería llenar de leche. Yo hacía siempre como que no me enteraba, me calienta tanto que prefería disfrutar y no proyectar. Pero hoy pasó la línea, después de hacer lo de siempre, de coger como locos por todo el apartamento, con condón obviamente, de calentarme como siempre, me llevó a la mesa del estar, desnuda, me hizo inclinar como siempre hacia adelante, apoyarme con las dos manos en la mesa y sacar bien la cola para atrás con las piernas abiertas y me empezó a enloquecer con la lengua, a chuparme la concha y el culo, con esa lengua gorda y áspera que me enloquece y empecé a acabar allí, parada, recostada a la mesa y como siempre, sentí que me la metía en la concha y me empezaba a coger y yo seguía acabando y me la sacó de adelante y me empezó a coger por el culo y me hizo delirar como siempre, llenándome bien de carne, haciéndome hamacar junto a él en ese vaivén de locos que siempre imprime, hasta que de pronto siento que me llena el culo de leche, no se había puesto el forro.
Mario: ¡Hijo de puta, lo agarro a piñas!, ¿y qué hiciste?
Teresa: Nada. Me fui al baño, me duché, traté de limpiarme lo mejor posible e hice de cuenta que no pasaba nada. Él tampoco dijo nada. Pero ya está, se terminó, yo ya había pensado en esto cuando empezó a ponerse pesado con que se había enamorado, pero me calentaba tanto que no quería que se terminase, pero ya está, si no cortamos ahora, termina mal y yo este juego lo tengo claro. Yo sé dónde y con quien quiero seguir mi vida y es contigo, ¡que se joda!, no hagas nada, no vale la pena, se terminó.