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La asamblea de las madres ninfómanas (parte 1)
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– Es realmente frustrante que este año tengan el mismo resultado, con la ventaja en la última entrada Gibson volvió a permitir un cuadrangular y echó a perder el juego

– Tranquilo, es el mejor cerrador de la liga pero también es humano, igual mañana será el séptimo juego de la serie y veremos quién pasa a la final.

-Espero Martínez esté libre para abrir el juego mañana, los bateadores de los Cascabeles son muy peligrosos y creo que es el único que puede salir sin daño con un partido de esta importancia.

Enrique y Diego, dos estudiantes que habían formado amistad hace ya un buen tiempo, discutían sobre el baseball, el deporte que apasionaba a todo su país y que había traído emoción a ellos particularmente, ya que el equipo de su ciudad podría romper la sequía de títulos que cargaban desde hacía 10 años.

La presente historia se desarrolla en la República de San Esteban. No es un secreto para nadie que el mundo siempre está en constante cambio y el país donde estos muchachos habían nacido era un claro ejemplo de ello.

Tras el estallido de la tercera guerra mundial el mundo se había vuelto un caos, millones de personas habían muerto, naciones completas habían desaparecido y en general los sobrevivientes de aquel lamentable suceso en la historia de la humanidad sólo querían abolir la guerra para siempre y vivir pacíficamente.

Una vez las grandes potencias llegaron a un acuerdo y bajaron las armas, el Congreso de las naciones unidad tenía que decidir sobre la nuDébora distribución de los territorios que habían quedado con baja población o de plano destruidos a consecuencia de la guerra.

Una Isla que había surgido en el Caribe era punto de disputa entre las potencias más fuertes del mundo. Para resolver aquella disputa, el Congreso de las Naciones Unidad había decidido adjudicarla mediante sorteo, en el cual resulto ganador el reino de España.

No obstante, España había decidido darle un derecho de semi-independencia por lo que fue nombrado oficialmente como ‘’El Estado Libre Asociado de San Esteban’’ en el cuál habían desembarcado inmigrantes de todo el mundo y lo habían convertido en un sitio con un nivel de vida cómodo y en general un destino turístico magnifico.

La constitución de aquel país establecía que: '’Podrán reclamar la nacionalidad de origen todos los naturales de España, países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal o los sefardíes’’.

Y debido a eso es que la mayoría de la población hablaba en español, pero para favorecer la inmigración también habían puesto el inglés y el esperanto como idiomas oficiales del Estado.

Enrique y Diego formaban parte de la segunda generación que nacía en aquel país, sus abuelos habían sido del grupo de las primeras personas en llegar ahí; debido a la relativamente joven existencia del Estado, la población era baja y en la provincia donde ellos residen no había más de 7.000 habitantes.

Se habían conocido desde el jardín de infantes, ya que las madres de ambos vivían cerca y se veían todos los días cuando recogían a sus retoños, también ayudaba el hecho de que todos en el pueblo se conocían entre sí.

Débora, la madre de Enrique, era una mujer de 40 años de edad, estatura media, medía 1.65 y tenía piel clara, su cabello castaño y largo le llegaba hasta la cintura, tenía un busto grande de copa 38C, amplias caderas, unos glúteos de película, y unas piernas de atleta magnificas.

Era una abogada de renombre en el distrito judicial donde vivían, pero era más bien conocida por su carisma y buen corazón, siempre se le veía en la iglesia cuando había obras de caridad y también enseñaba inglés a los niños locales los fines de semana.

No obstante, también era una de las mujeres más deseadas localmente debido a su belleza, muchos hombres habían pretendido seducirla e inclusive, más de alguno le había propuesto unirse en matrimonio, pero ella siempre los había rechazado.

Había tenido varios amantes, hombres de todos los tamaños y colores habían compartido sus aposentos con ella, pero se limitaban a aventuras de una noche o ligues temporales sólo para distraerse.

Desde que se había vuelto maestra de inglés parecía que era bastante cercana a la comunidad de estudiantes, algo que había llamado la atención de su hijo Enrique, que había escuchado todo tipo de rumores sobre su madre, pero que siempre envolvían un aura de misterio.

También se había unido a un grupo al que llamaban ‘’La Asamblea’’ que era básicamente creado por las madres que iban a la iglesia para tener actividades recreativas con sus hijos. Enrique nunca se había pasado por ahí ya que después de todo debía atender sus entrenamientos de baseball y no tenía tiempo para tonterías, su meta era siempre mantenerse como el bateador estrella de la escuela y eso requería mucho tiempo.

También la había visto abrazar a algunos compañeros del colegio, de una manera ligeramente más cariñosa que la habitual, incluido su amigo Diego.

Hoy estaba libre del trabajo y se quedaría en la casa, por lo que estaría esperando a su amado hijo con el almuerzo listo.

Tras discutir el posible desenlace de la liga profesional de baseball, quedaron en casa de Enrique con la excusa de hacer tareas, pero la realidad es que sólo querrían pasar la tarde jugando a la consola.

Una vez llegaron a la vivienda Débora los recibió en ropa deportiva, dando un abrazo a cada uno de los muchachos. Estaba usando una camisa blanca de tirantes algo ajustada, que marcaba sus curvas y el tamaño de su busto, justo con unos pantalones licra de color púrpura, que acentuaba la definición de sus fuertes piernas y sus firmes glúteos.

– Hola mis niños, ¿Cómo están?

– Muy bien, mamá, ¿Disfrutando tu día libre?

– Claro amor, aprovecho para pasar el día con mi bebé

– Doña Débora, me alegro mucho de verla

– ¡Diego! Yo también bebé, tú también dale un abrazo a la tía

Cuando Débora dio el abrazo y beso en la mejilla a Diego todo estaba bien, excepto que Enrique notó que ese beso lo dio muy cerca de su boca, prácticamente tocando sus labios.

Antes que nada, Débora dio de comer a ambos estudiantes en la cocida y platicaron con ella sobre sus hazañas en la escuela y Débora habló sobre lo que había hecho en el trabajo. Enrique no podía apartar la mirada de la cara de Diego, que miraba los pechos de su madre como si estuviera hipnotizado.

Cuando se fueron Débora los vio con una sonrisa pícara, siguiendo con la mirada a ambos jóvenes mientras desaparecían en los pasillos. Entraron a su habitación y empezaron a jugar al último juego de disparos de moda en las consolas, pasaron así hasta las 5 pm.

– Viejo, no estarás pensando en pasarte de listo con mi madre

– ¿Que dices? Son imaginaciones tuyas, simplemente es linda y la estaba viendo.

– Pero veo que con los de nuestro grado se ha puesto más cariñosa que los otros grupos, todo se me hace raro.

– Simplemente es una maestra que se preocupa por sus alumnos, nosotros cumplimos 18 años y estamos en nuestro momento crítico para ir a la universidad.

– Pero en realidad la veo más cariñosa con los estudiantes desde que entró a esa famosa Asamblea, ¿No pasa nada raro ahí?

Cuando mencionaron la Asamblea, Diego se puso algo nervioso, pero intentó disimularlo y respondió con un tono algo tembloroso.

– Pues, viejo, sólo es una especia de grupo juvenil donde nos reunimos, casi una escuela dominical, inclusive mi propia madre está ahí, no hay mucho que se pueda hacer.

Enrique se quedó pensando y en realidad tenía razón, ella era la mujer que había cuidado de él toda su vida, desde que su padre murió cuando apenas era un bebé ella había dedicado todo su tiempo y amor hacia él. No era posible que Débora estuviera haciendo algo raro a sus espaldas, por lo que era absurdo desconfiar de ella.

Mientras pensaba en eso, la dulce voz de su madre le llamaba a lo lejos.

– Enrique, Enrique, Enrique, ¿Siguen ahí amor?

– Si mamá, ¿Necesitas ayuda en algo?

– Nos falta pollo para cocinar la cena y también estaría bien que traigas un refresco, por favor ve al supermercado de Paula, invitaré a Diego a cenar también, tiene tiempo de no venir acá.

Enrique le dirigió una mirada de desconfianza, pero no le cuestionó la petición y simplemente fue donde la señora Paula para comprar los ingredientes de la cena.

Al llegar al lugar, se alegró de ver a aquella mujer que estaba en la recepción. Estaba usando una camiseta blanca algo ajustada, la cubría con el delantal que usaba cuando esperaba clientes, pero no disimulaban su hermosa silueta. Paula era la madre de Diego, tenía 39 años y era más bien bajita, con 1.55 de estatura, tenía tez morena y el cabello corto hasta el hombro, pero era muy linda de cara, usaba sujetador 36C y tenía un culo duro, lo cual era de esperar, porque era la compañera de entrenamiento de Débora.

– Hola Enrique, tenía tiempo de no verte hijo

– Hola tía, me alegra mucho verla, pensé que ya no me recordaría

– Amor, ¿Cómo te olvidaría si eres como un hijo? Tu también eres un tesoro para mí

– Me alegra mucho oír eso tía, usted también es para mí como una madre.

Le dio un par de besos a Enrique y le dio las cosas de la lista que Débora había pedido, pero se quedaron a hablar un poco de las cosas de su vida y como les iba.

Enrique habló de cómo sentía que su madre era ligeramente distante y se juntaba mucho con otros chicos de su edad, y que en cierta manera se sentía abandonado.

Por su parte, Paula también notaba algo de distancia con ambos, su hijo y su amiga, desde que hacía medio año habían decidido unirse a la Asamblea, aunque ella también estaba en ese grupo, vio a Débora más involucrada en el grupo que ella y cualquier otra madre.

– Amor, yo he notado que Diego anda muy pegado con ella siempre que voy a salir cerca de la escuela. Yo entiendo que se le de mal el inglés, pero creo que aún así se pega demasiado.

– Tienes razón, antes era cariñosa con todo el mundo en general pero ahora es demasiado obvio que hay una preferencia.

– Tienes razón bebé, parece que quiere llevarse también a mi hijo, más de lo que tiene permitido.

– ¿Más de lo que tiene permitido? ¿Que quieres decir con eso?

Paula se puso algo nerviosa, lo que provocó algo de sospecha en Enrique.

– No es nada. Sólo decía que esos dos se han vuelto muy cercanos últimamente.

Enrique la miró con algo de desconfianza, siempre que mencionaba o sugería que algo pasaba dentro de la Asamblea parecía que querían ocultar algo y esto no le daba buena espina. De igual forma, no pasó mucho tiempo pensando y respondió.

– En fin. El punto es que mi mamá dentro de la casa ya no es tan cariñosa conmigo y parece que quiere reemplazarme

-¡Pero no digas eso, una madre nunca dejaría de amar a su hijo!

– ¿En serio?

– ¡Claro! Además, si necesitas mimos o quieres que te apapachen, ven a darle una visita a tu tía, yo te amo y estoy seguro que no vendría mal que pasáramos un rato juntos.

Entonces ella abrazó de nuevo al muchacho, pero esta vez no tenía una esencia maternal sino carnal, y también le besó muy cerca de la boca igual que cómo su madre había hecho con Diego

Enrique quedó confundido, a él le atraía la madre de su amigo, por supuesto, pero nunca pensó que llegaría a hacer eso, al final sólo la veía cómo una madre.

Tras aquella bizarra conversación caminó unos veinte minutos hasta llegar a su casa.

– Mamaaa, ya traje lo que me pediste

Llamó a su madre y esta no respondió, pero en cambio escuchó algo raro venir de la habitación de su madre así que fue a investigar.

Cuando llegó pudo ver que la puerta estaba ligeramente abierta, así que se asomó un poco para ver que pasaba ahí.

Una vez entendió lo que estaba pasando, no sintió otra cosa más que confusión y rabia.

– Apúrate, el idiota de Enrique ya va a llegar, ¿quieres que se entere de lo putita que es su mami?

– Sabes bien que esto es un secreto, la Asamblea me destituiría ¿Además cómo podría ver a mi hijo a la cara si se entera?

– Entonces, número 4, empieza a moverte.

¿Número 4? ¿Secreto?

Ante su vista, ahora se encontraba su madre a horcajadas de Diego con medio falo de carne en sus entrañas, ella subía y bajaba lentamente por ese pedazo de carne, Diego no perdía el tiempo y agasajaba los pechos de Débora con tiernas caricias mientras no perdía detalle de como su mástil iba siendo succionado por ese hermoso y hambriento coño, podía sentir las paredes apretar su miembro cosa que lo embrutecía, pero no quería lastimar a la madre de su amigo a sí que dejo que fuera ella misma la que marcase el ritmo, ritmo que fue aumentando poco a poco hasta que consiguió que esa polla estuviese completamente en su interior.

Débora estaba arrodillada y apoyando sus manos sobre el pecho de Diego comenzó a cabalgarlo con bastante violencia, Diego podía ver como esos pechos bailaban al son que le imprimía la madre de su amigo. No pudo resistir y empezó a usar su boca para jugar con ellos, los chupaba, mordía y lamía alternativamente, limpiando el sudor de aquellos pechos adornados por unos gruesos pezones y unas grandes areolas.

– Cómelas cariño, en vez de abrir esa boca para hablar de más, hazlo para satisfacer a tu hembra.

Su respiración cada vez era más entrecortada, más acelerada, estaba a punto de correrse pero no disminuía su ritmo es más lo alternaba con movimientos circulares de su pelvis, no tardó mucho en correrse, lo que la dejo algo desmadejada y se dejó caer en el pecho de Diego.

No podía creer la imagen de lo que estaba viendo frente a él, la mujer que él idolatraba y veía como lo más sagrado en este mundo, fornicaba con su amigo.

También por lo poco que pudo oír, sospechaba que su madre había estado escondiendo algo desde que entró a la asamblea y posiblemente era algo peligroso, ya que había demostrado temor a que sus asuntos salieran a la luz.

Esto no se quedaría de esta forma, investigaría hasta encontrar la verdad.

Continuará…

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