Había terminado con mi novia hace unos seis meses, pero pasaba mucho tiempo con Sasha por cuestiones profesionales.
Fue el primer trabajo que tuvimos después de un período de crisis y protestas en mi ciudad. Esa noche todos trabajamos con entusiasmo, hasta tarde y aprovechando que trabajamos en un bar, decidimos pasar un buen rato entre copas y música.
Estaban 4 compañeros, Sasha, su amiga y yo. Admito que desde que vi a su amiga tuve una sola cosa en mente.
Era una mujer no muy alta, con labios gruesos pintados de rojo, con el cabello llenos de rizos, esponjoso, que parecían un arbusto. Un arbusto hermoso, sexy y que seguramente estaba ovulando.
Usaba un vestido negro muy corto, con un gran escote que le hacía buen marketing a sus tetas, con un rombo que mostraba la piel de su abdomen y su ombligo, unas caderas fuertes y un buen culo que me hizo ignorar el vestido.
Me acerque, empezamos a hablar de cosas comunes como el trabajo, la profesión, intercalándolo con tragos y sonrisas. Aproveché el ruido del lugar para hablarle al oído y decirle cosas bonitas y cursis, que normalmente les gustan a las mujeres. Ella se reía y yo me estaba divirtiendo.
Bailamos un poco, nos abrazamos, hasta que Sasha empezó a interrumpirnos. Se puso en medio de los dos y se la llevó lejos de mí, obviamente no quería que coqueteara con su amiga.
El resto de la noche cada vez que nos juntábamos para avanzar lo nuestro, Sasha estorbaba y se portaba como una verdadera imbécil. Yo estaba harto de todo eso y me la lleve a un lado para decirle:
-Deja de jodernos -ella estaba muy molesta, de seguro pensó en golpearme. Y me dijo:
-Lo que estás haciendo es un micromachismo, ella no te pertenece – y un montón de estupideces más. Y le dije:
-Solo quiero tener sexo con ella, no quiero enamorarme ni nada de eso- Ella se calmó, me miró hacia el pecho y dijo:
-Está bien, si alguien te gusta, dile que te gusta y que quieres tirar.
Yo estaba molesto, excitado, casi ebrio y entendí lo que ella quería y que no me dejaría avanzar con su amiga.
El resto de la noche la mantuve cerca de mi, no le dije nada romántico, pero le tocaba los muslos para estimularla.
Tomamos un Uber a su casa que estaba más cerca, entramos y fuimos directo a su cuarto, ella se acostó en su cama como en posición fetal pero con la espalda estirada, exponiendo bien su culo. Ella usaba unas mallas blancas con patrón de cebra y sus nalgas eran carnosas y redondas. Todo un manjar.
Enseguida me quite la ropa y empecé a frotar el pene entre sus 2 nalgas sobre el pantalón, se lo baje y los labios de su vagina estaban pegajoso, algo enrojecidos y con una cantidad considerable de vello púbico. Antes de metérsela tome mi mochila, pero estaba mareado y no podía encontrar los condones. Quería metérsela ya, lo demás no me importaba, pero como hábito siempre uso protección, busque bien, tome uno, me lo puse y entre rápido y sin preguntar.
Ella se estremecía, estiraba la espalda, respingaba las nalgas y gemía con su voz que es un tanto ronca, mientras su cuerpo se sacudía con cada penetración.
Pasado un rato me pidió espacio para levantarse, se puso de rodillas en la cama, para quitarse esa blusa negra holgada y ese sostén aburrido. Aunque su cuerpo no era tan sexy como el de su amiga, me gustaban más sus tetas y su cuerpo estaba bien cuidado. Me tomé un segundo para admirar su piel y sus tatuajes.
Después se recostó boca abajo, levantando un poco el culo. La penetre con ganas y sin consideración, a ratos me apoyaba en sus nalgas, a ratos en sus hombros y le escupí en la espalda varias veces.
Ya para terminar me recosté sobre ella, la abrace fuerte, metiendo un brazo bajo su abdomen y el otro bajo sus tetas. Movía mi pene con fuerza en dirección a su vagina y ella movía sus caderas con fuerza en dirección a mi pene. Nuestra carne chocaba y ella se retorcía violentamente debajo de mi.
Yo gruñía y expulsaba con fuerza el aire contra su nuca, ella gemía con silabas cortas explosivas y expulsaba el aire de manera entrecortada.
Cuando eyaculé dentro de ella la abrace con todas mis fuerzas, mientras le daba las últimas penetraciones profundas y lentas. Ella se estremecía y daba pequeños golpes con sus caderas a mi pelvis.
Me levanté solo lo suficiente para despegarnos, me quité el condón, dejando tirado en su cama y luego me quedé dormido junto a ella.
Disfruté mucho ese encuentro, imaginé que una mujer con su carácter tomaría el control en algún momento y me cabalgaría. Supongo que el alcohol afectó su desempeño.
Después de eso Sasha y yo no volvimos a tener conflictos demasiado serios y la empecé a considerar una verdadera amiga.