Nota del Autor: este cuento es una secuela de “Un inconveniente afortunado”. Aunque si bien los personajes son los mismos y existe un hilo conductor, puede ser leído en forma independiente. Es por ese motivo que no lo titulo como segundo capítulo de aquel.
El encuentro anterior con Laura terminó a las apuradas. En casa ya se andaban preguntando por mi paradero y debíamos dejar el departamento impecable, ya que al día siguiente a la mañana se lo mostraban a un interesado en comprarlo.
– Hola – me chatea el siguiente mediodía.
– Hola pequeña, ¿cómo estás?
– Muy bien, ¿vos?
– ¡Inmejorable, la gente que fue a ver el departamento de esta mañana me lo reservó! Contesta con varios emojis de aplausos – Me trajiste suerte. Cuando termine el otro que estoy reformando tenemos que ir a echarnos un polvo para bendecirlo, jaja.
– Es que le arrojé mi agua bendita- cierra con un emoji de lluvia.
– ¿Cuál de las dos era el agua bendita? – Vuelve carita roja enojada.
– Que papelón por Dios. Si no me hubieras cogido tan bien seguiría mortificada de vergüenza. Y eso otro que me pasó, no era la primera vez, pero no me pasa generalmente.
– Lo había escuchado. Mentira, lo había visto en videos porno.
– Me arruinaste. Ahora solo voy a poder coger en el baño.
– Cuando nos encontremos en un telo, será problema de la limpieza.
– No voy a telos, Jorgito. Me da asco precisamente la limpieza. – cierra con la carita vomitando.
Debí imaginarlo. Laura tenía un leve TOC con la higiene. Siempre se preocupaba por que la oficina estuviera impecable, lavaba con mucha frecuencia sus manos, y portaba todo el tiempo un sanitizante en la cartera (y esto antes de la pandemia, claro).
– Y tu casa, entonces, yo limpio, te dejo que me uses de mucama.
– Pato me rompe las bolas seguro, está imbancable. Un día, el mes pasado sabía que salía con un tipo que me gustaba y, ¿que hace la boluda? Una reunión con amigas en casa. Está bien que cada una tiene su cuarto, pero no da para estar cogiendo con las chicas en el living en un departamento de 60 m2… ¡Vos sos el que ahora está en el rubro inmobiliario! ¡Conseguí un bulo! -Patricia es la hermana.
– Algo voy a conseguir – Se despidió con el pulgar arriba y el besito.
Me enfrasqué en los problemas de mi trabajo los siguientes dos días, y eso incluía empujar un proyecto que me entusiasmaba ahora más, pero por razones adicionales al dinero. Un inversor quería reciclar casas en lugares de vacaciones. Hay muchos lugares de turismo en Argentina que poseen casas que se alquilan AirBnB o páginas similares. Y en ellos, con frecuencia hay propiedades que están en ubicaciones privilegiadas, pero ediliciamente en mal estado. Generalmente son construcciones antiguas. En excel el negocio lucía bien. Había que aterrizarlo en una oportunidad concreta.
– Lau – le chateo otro día.
– Hola!
– Tenés tres días pendientes de vacaciones para escaparte de tu jefe?
– Si, y si no me rajo igual, me tiene los ovarios llenos. ¿Que estas pergeñando?
– Tengo que encontrar una propiedad en Villa General Belgrano para un inversor. Voy la semana que viene entre el martes y el jueves. Ya tengo habilitada la fecha en casa, por viaje de laburo oficial y genuino.
– Uyy si… pará!, Villa General Belgrano son ocho horas mínimo de auto de ida y otro tanto de vuelta. Medio bajón. Hagámosla bien, vamos un día más.
– Ningún auto. Avión.
– Lo mismo, el avión va a córdoba Capital, a dos horas de micro… Hagamos un día más! Volvamos el viernes!
– Ningún avión de línea, Vuelo privado al aeródromo de la villa – le agrego el emoji de la carita de los anteojos negros – No te llegué a contar, pero hice la rehabilitación de licencia de piloto y volví a volar. De hecho, el pibe este, el inversor, tiene un avión, que yo le alquilo con frecuencia. Así lo conocí. Son tres horas y media hasta allá.
– Programón! – varios emoticones de aplauso. – Comprate un blister de azul de cincuenta que te gasto.
– Pero te tengo que pedir algo – y le agrego un par de emojis de la carita sonrojada – Me tenés que cumplir una fantasía…
– Que?
– Me tenés que hacer un pete en el avión
– solo un pete?
– Mas no se puede… ya vas a ver
– y yo?
– Vos estas en deuda
– ?
– Y sí. Yo conté tres el otro día. Tuyos, mío solo uno….
– Puto!… Trato. Prometido.
– Te paso a buscar el martes 6 am en un Uber. De ahí a morón de donde salimos. Al mediodía estamos almorzando con cerveza en Belgrano.
“La acompañante le practicaba sexo oral al piloto”. La frase, literal, habría sido escrita en un informe de la junta de accidentes aéreos. ¿Era mito o realidad? No lo sé, nunca pude encontrar el famoso informe. Pero la leyenda existía a finales de los ochenta, cuando yo aprendí a volar. Si los reportes de accidentes se difunden con ahínco en el mundo aeronáutico con el fin de mejorar la seguridad aprendiendo de los errores, en este caso había tenido el efecto inverso. Se había transformado en la fantasía imperante de ese mundillo. Y ahora, treinta años después, la cumpliría. Con piloto automático, claro. Durante los días siguientes saboree por anticipado esta aventura con gula. Combo perfecto. Avión, sexo, trampa… adrenalina pura. Cuando el lunes por la tarde suena el teléfono y veo el ID de Laura se me paró el corazón. "Cagamos. Se baja." Pensé. No pude atender en ese momento, estaba muy expuesto. Pero si me llamaba y no me chateaba, eso significaba problemas. Finalmente pude devolverle el llamado.
– ¿Que pasó, Lau?
– ¡La mato! La mequetrefe de Pato, siempre me jode.
Patricia era más chica, tenía 21 años. Eran tres hermanos, y Laura era la mayor. Por lo que los conocí, eran una familia bastante disfuncional. Había mucha relación amor-odio entre hermanos. La familia era de Corrientes (donde vivían los padres) y de buen pasar económico. Y como en muchos casos de esos, los hijos emigran a Buenos Aires, ya sea a la universidad o a trabajar. Consecuencias de las asimetrías de un país con una economía excesivamente concentrada en la ciudad capital. Papá pagaba dos departamentos. Uno para las hermanas, y otro para el varón privilegiado. Buscaban febrilmente la independencia económica, cuando menos Laura. Al punto de algunos sin sentido. Por ejemplo, seguir trabajando para Francesco, con tal de no depender tanto de sus padres.
Patricia era un tema aparte. Es decir, Laura era una chica divina, hay otras mujeres hermosas que conoces, tratás y con suerte a veces cogés en tu vida. Pero Patricia era otra liga. Otra categoría. Una modelo, y de hecho trataba de abrirse paso en ese oficio. Eventualmente la única razón por la que no era una “Top Model” era que había comenzado algo tarde, a los 20 años. La había visto una sola vez. Alta, estilizada, de piernas larguísimas, sus tetas no eran tan grandes como las de Laura, pero bien formadas y bonitas. El rostro bellísimo de rasgos suaves, algo aniñados, portaba los ojos azules penetrantes de la familia. Su pelo lacio castaño claro, lo llevaba largo. No era rubia como Laura, aunque creo que el de Laura era color elegido. Imposible saber de seguro en los tiempos de las vulvas depiladas.
– Se nos coló en el viaje. – continuó verborrágica – Resulta que la agencia que la tiene bookeada tenía contratada una producción de fotos en Villa General Belgrano, algo de la municipalidad para la promoción el turismo. La modelo que lo iba a hacer tuvo un inconveniente, preguntaron en el chat de la agencia si alguna chica estaba disponible con posibilidades de estar mañana mismo, y ella se mandó diciendo que tenía quien la lleve para el mediodía.
– Que se tome un micro de trasnoche.
– Encima le comenta a mi vieja. – continuó casi sin escucharme – El "éxito para lanzar su carrera". Va a ser la "cara promocional" de la Villa y bla, bla, bla.
– ¿Y le dijo a tu vieja que te ibas de trampa conmigo?
– No, más vale que no, le mandó algo de que yo viajaba por laburo de negocios importantes y una parafernalia del estilo. Mamá me sale con la cantinela de cuidála, es la más chiquita, que como la vas a mandar en micro si la podés llevar, que si estas vos mejor, que compartan la habitación del hotel, y etc. etc. etc.
Así de rara era la relación entre hermanas. Por un lado eran confidentes a la hora de contarse por ejemplo, la escapada de Laura conmigo, pero luego no se respetaban códigos y se peleaban ferozmente.
– Bueno, bueno para, flaca. No hay problema Lau. No te hagas mala sangre. Ella su habitación, nosotros la nuestra. Si promete ser discreta…
– Si, sobre eso se calla.
– Y dejarnos algo de intimidad en el avión…
– Pero eso no es problema, cerramos la puerta de la cabina y chau.
"Puerta de la cabina" pensé… "jaja… bueno veremos".
Laura vino con un vestidito floreado, de esos bastante sueltos tipo solero, largo hasta la mitad del muslo. Ya se lo conocía, y me encantaba. Patricia… mi Dios, Pato… Para el infarto. Una minifalda de jeans apretada, con camperita de jeans haciendo juego, y un top blanco debajo, strapless, visiblemente sin corpiño. Lo completaba con unas botitas vaqueras.
El Aero Commander 500 era mi avión favorito. El de mi conocido era un modelo 1975 (no, no se asuste el lector ajeno al mundo aeronáutico – los aviones no son autos) y estaba excelente. Si bien conservaba mucho del instrumental tradicional, tenía instalado dos sistemas de navegación garmin de última generación, y un piloto automático century y radioltímetro. Tapizados de cuero en perfecto estado, y auriculares bosse activos nuevos. Ese modelo de avión es de seis plazas. Piloto y copiloto al frente, dos butacas de espaldas a esas, mirando hacia atrás, y las últimas dos atrás, mirando hacia el frente. Amplio para un avión, aunque nada en realidad es tan amplio en esos aviones.
– Bien señoritas – habíamos acomodado los bolsos en el espacio portaequipajes, y estábamos sentados temporalmente en los asientos traseros, yo enfrente de ellas – Esto es así. Ahora voy a hacer el chequeo de prevuelo, luego vamos a cargar combustible, y vamos a salir. Vos Lau, que vas en el asiento de copiloto, atenta a lo que tocás. Despegamos y hasta que salimos de TM… bueno del área de Buenos Aires y llegamos a vuelo crucero, yo voy a estar bastante ocupado. Si me hablan es posible que no les de pelota y no conteste. No es mala onda. Es disciplina. Pilotear requiere focalizarse mucho en las partes críticas del vuelo, digamos despegue y aterrizaje en general. Estos aviones son ruidosos. Mas que uno de aerolínea. No solo tiene ahí a cada lado dos motores, sino también sus respectivas hélices, que hacen tanto o más ruido que los motores. Es muy difícil escucharse si no es hablando al oído y por eso cada asiento tiene disponible un auricular con micrófono. Son de los activos, aíslan el ruido externo cuando nadie habla, y hacen que podamos conversar con comodidad. Van a escuchar las comunicaciones de la torre de control por ahí. Sin embargo, no los escuchan, solo a mí cuando presiono el botón para transmitir. Ya tenemos el plan de vuelo aprobado y debemos salir pronto. Vayan al baño porque son tres horas, y habrán visto que no hay a bordo.
– Ni puerta de cabina…. – dice Laura.
– Patito se pone en la silla de espaldas a mí, se saca los auriculares y no espía ni oye.
– No entiendo – Dice Patricia.
– Te colaste en un viaje de amantes hermana. ¡Bancátela! – Al parecer entendió y se puso colorada como un tomate.
Nos estabilizamos en crucero a tres mil metros, y coloque el piloto automático. El día estaba diáfano, el aire terso, y la pampa corría bajo nosotros en toda su verde grandeza.
– Que lindo. – dice Patricia – es mucho más copado que en el avión de línea.
– Si. La vista es mucho mejor – dice Laura – ¿Tu mujer nunca te acompaña en estos vuelos? – me pregunta.
– Poco. Le tiene terror a los aviones. Y se casó con un fanático de la aviación. Igual le digo siempre que cuando los chicos se basten por sí mismos, nos vamos a comprar uno de estos y suficiente stock de rivotril para ella y nos vamos solitos a recorrer el país a vuelo de pájaro.
– Te proyectas con ella de viejo -dice Laura. "Ay", dije para mis adentros.
– Las relaciones de pareja largas son complejas Lau. Están los chicos, una construcción de vida juntos, los problemas enfrentados juntos…. – No me gustaba un carajo adonde estaba yendo esa conversación, y tenía una fantástica forma de salir de ahí. – Pato: al asiento a espaldas mío, abróchese el cinturón, y sáquese los auriculares. Orden del comandante.
Laura me miró con ojos pícaros y sonrió. No bien su hermana salió de la vista me empezó a sobar la entrepierna. Me abrió la bragueta (llevaba un pantalón amplio de tiro largo), y se encontró con otra con botones.
– ¿Y este calzoncillo? ¿Calzoncillo con bragueta a botones?
– Es un pijama en realidad… ¡Todo pensado! ¡Fijate como sale cómoda con testículos y todo! – Le agarró un ataque de risa, y mi verga comenzó a endurecerse en su mano. – ¡Dale boluda!
Se sacó los auriculares por lo reducido del espacio, y coloqué mi brazo derecho por sobre el respaldo de su asiento para hacerle lugar. Comenzó una mamada suave, no muy jugosa, me relajé y miré por la ventana, mientras le acariciaba el pelo con mi izquierda. Y me sentí en el cielo. Literalmente. Disperso en ese éxtasis creí escuchar un tenue sonido no habitual en mi audio. Pero no estuve seguro.
Luego el sobresalto.
En la mano que tenía sobre el respaldo del asiento de Laura, me apoyó su mano Patricia. Entrelazó sus dedos con los míos, y me apretó. Su fuerza variaba rítmicamente. Entonces estuve seguro de lo que había escuchado en el audio. Un gemido.
– Vos te estás tocando – afirmo al micrófono. Laura seguía en su faena. No era posible que me escuche.
– Si – Contesta Patricia.
– ¿Te calentó mucho toda la situación?
– Si.
– ¿Esta toda mojada tu tanguita blanca?
– Me la viste…
– Si, cuando te sentaste frente mío, espié – y suspiré profundo. Laura hacía lo suyo.
– Está muy húmeda. ¿Bueno el pete de Lau?
– Acá en el cielo siempre va a ser glorioso.
– No sé qué le hiciste, pero está loca con vos. La sonrisa después que la cogiste le duró tres días. Mirá que no le gusta chupar, y acá obviamente va a tener que tragar.
– ¿A vos te gusta chupar?
– A mí me encanta chupar, y que me acaben en la boca haciendo garganta profunda. – mi cuerpo tembló de placer, y apreté fuerte la mano de Pato. Laura sintió mi estertor, miró hacia arriba sosteniendo apenas el glande en mi boca y sonriendo, entendiendo que se acercaba mi clímax. Volvió a lo suyo.
– ¿Tenés tus dedos adentro?
– No.
– Metéte uno.
– Ahhh.
– Ahora otro. – nuevo gemido. – Pajeate. Acabá para mí.
Sus gemidos se incrementaron. Seguimos unos minutos en silencio mientras ella buscaba a su orgasmo y yo retenía al mío. Se hizo una pausa en sus jadeos, su mano se cerró muy fuerte sobre la mía. Luego exhaló con un gemido y me soltó. Apoyé mi mano ahora libre también en la cabeza de Laura, presioné hacia abajo, levanté la pelvis y eyaculé abundantemente en su boca. Laura levantó la cabeza. Su cara era de pocos amigos. Tragó, se limpió la boca con un pañuelo, y finalmente sonrió.
– Boludo, ¿cuánto hace que no acababas? – dijo al colocarse los auriculares nuevamente.
– Diez días. La última vez, con vos. Costó la abstinencia, pero me preparé como corresponde.
– Hijo de puta.
– Hay bolsita para mareos al costado.
Reímos a las carcajadas. Patricia se había sacado disimuladamente – ahora si – los auriculares. Laura se da vuelta y le toca el hombro, para avisarle que se los podía poner. Patricia volvió también al asiento del fondo. Luego me volteo yo a mirarla. Patricia abrió sus largas piernas, mostrándome su tanga visiblemente húmeda, pasó el índice por sobre ella, se lo chupó sutilmente y me sopló un beso.