Este relato fue escrito hace tiempo. Recibí un gran número de correos con ideas, impresiones. Me decidí a volver a escribirle de forma más larga y duradera en capítulos sin omitir detalles. Antes de empezar a leerlo quería hacer una indicación y una advertencia. La indicación es que soy consciente que hay partes irreales no posibles de realizar, ¿A una película se le pide sea real? No tientes a una ama sádica porque puede superar la realidad la ficción. La advertencia es que es un relato sin taboos, lleno de castigos, dolor, humillación e incluso vejaciones. Apto para sádicas y masoquistas.
Capitulo I: Casa equivocada.
Mi nombre es Manuel, aunque todo el mundo me conoce como Manu el “chanchullos“ y la historia que os quiero relatar se basa en mí mismo. Sucedió hace tiempo y he de aclarar que aquella persona del pasado ya no tiene nada que ver con la persona presente. Hoy en día, considero a mi yo pasado un joven detestable que realizó diversos hechos que nunca debí de haber realizado. Me quedo corto con el adjetivo detestable, habría un sinfín de descalificativos que podría utilizar para describirme. Aunque tal como he indicado y afortunadamente ya no soy el mismo, aprendí la lección por completo gracias a la protagonista de esta historia. Pronto entenderéis todo lo que sucedió y lo comprenderéis.
La historia comienza cuando heredé la casa de mi abuela, tuve un enorme golpe de suerte. Heredé una bonita casa situada en un lugar tranquilo. Fue un golpe de suerte porque yo no tenía ni oficio ni beneficio. Apenas lograba subsistir con todos mis chanchullos. No tenía estudios, ni la menor intención de trabajar. Era un completo vago que deseaba el dinero fácil y rápido y me dedicaba a todo tipo de pequeños actos delictivos. Ahora tenía un confortable hogar gracias a mi abuela pero igualmente necesitaba dinero para pagar facturas, todos mis caprichos y vicios que eran muchos y nada admirables.
Tenía un ojo especial para detectar cualquier asunto turbio que pudiese producirme dinero instantáneo. Observé que la casa que había heredado de mi abuela estaba situada en un lugar muy tranquilo donde la mayoría de habitantes ya eran de una edad avanzada. Mis vecinos eran un matrimonió ya de abuelos, muy simpáticos y agradables. Me recibieron en su casa para darme la bienvenida ya que ellos conocían a mi abuela. Descubrí que había pequeñas joyas esparcidas por la casa perteneciente a la señora. No dudé en coger un pequeño anillo y echarlo a mi bolsillo sin que me observaran. Resultó que el anillo era muy valioso y lo empeñe por una buena cantidad de dinero. Desde ese día comencé a ayudar a todos mis vecinos, les llevaba bolsas de la compra, les ayuda en casa en pequeños arreglos y yo aprovechaba para robar cualquier objeto valioso a mi alcance. Ahora mismo el solo hecho de contarlo me produce una gran vergüenza mi comportamiento. En aquel momento me llenaba de orgullo, ya que conseguí una gran suma de dinero fácil robando a todos mis vecinos de edad avanzada.
Los vecinos comenzaron a sospechar que faltaban objetos en sus casas, pero nunca habían sospechado de aquel joven tan dispuesto a ayudar. Debería haber algún ladrón suelto por la zona era lo que pensaban, alguien que no conocían. Nadie sospechaba de mí excepto una señora que era mucho más inteligente que nadie. Esta mujer era la señora Pain. Una vieja señora que residía en una enorme casa a pocos metros de la mía. La señora tenía fama de no ser nada sociable, apenas intercambiaba un breve saludo con sus vecinos, nadie sabía de su vida y quien había intentado establecer conversación con ella se daba cuenta al momento que era una mujer bastante seria y antipática. Era un misterio aquella mujer para los demás vecinos.
La señora Pain ató cabos, descubrió que los robos en el vecindario empezaron con mi llegada. Observó que a todas las personas a quien había ayudado aparentemente de forma desinteresada, en poco tiempo les robaban alguno de sus objetos valiosos. Recuerdos de familia como anillos, pulseras, relojes… fue la única mujer en el vecindario que sabía que yo era el culpable. Decidió desenmascararme y mostrar al resto del vecindario que yo era el culpable, elaboró un plan concienzudo que pasaré a relataros.
La vieja señora Pain solicitó mi ayuda para un pequeño arreglo en su casa, un grifo que goteaba. Acudí de inmediato, quizás había algo de valor en casa de aquella señora y estaba seguro que lo habría debido a las grandes dimensiones de su casa. La señora Pain me recibió en la puerta, fue la primera vez que la vi, quedé asombrado por su aspecto físico. Os relataré detenidamente su aspecto. A primera vista era notable su tamaño con un enorme peso corpulento. Una señora grande y con muchos kilos de peso, no era baja, era alta y grande con una masa de carne enorme en todo su cuerpo que la conferían un gran abdomen, unas piernas grandes, brazos muy carnosos, pechos y culo enorme. Era una auténtica “montaña“, fue lo primero que me vino a la mente. Rostro regordete, serio y con arrugas debido a la edad, en torno a 65 años y pelo ondulado lleno de rizos. Vestía con un enorme vestido negro que cubría su cuerpo voluptuoso y carnoso. Resumiendo era una abuela de grandes dimensiones y con muchos kilos de peso, unos 120 kilos calcularía.
Arreglé el grifo fácilmente y observé que la casa estaba llena de objetos valiosos. Debía volver a aquella casa de noche y robar cuanto pudiese, estaba seguro que incluso podría retirarme con todo lo que sacaría tras empeñarlo. Así lo hice, esa misma noche volví a casa de la señora Pain. Fue demasiado fácil, si fuera listo hubiese pensado que algo no encajaba, pero era un joven estúpido. La ventana estaba abierta y me colé en su casa sin dificultad. Comencé a introducir en un saco de tela todos los objetos que me encontraba por la casa. Tenía ya casi la bolsa llena cuando sentí un leve pinchazo en mi cuello. Me di la vuelta por el picor del pinchazo y descubrí a la vieja señora Pain sosteniendo una jeringuilla, ella me había inyectado algo en mi yugular. Había sido descubierto, ya tenía la bolsa llena, solo debía huir y salir corriendo de aquella casa con la bolsa. Empecé a correr hacia la ventana de salida pero en pocos segundos caí al suelo, mi cuerpo dejó de responder, la señora me había inyectado algo terriblemente fuerte que anulaba mi cuerpo, me había dejado sin fuerzas tumbado en el suelo sin poder moverme, no podía ni pestañear.
La señora me arrastró hacia el final del pasillo donde salían unas escaleras de madera, descendían hacia una planta inferior que conducían a otra puerta de madera. Abrió con sus llaves la puerta y me introdujo en la habitación. Encendió la luz y pude comprobar que era un sótano, pero no uno cualquiera, estaba lleno de objetos misteriosos, entre ellos un banco de metal de grandes dimensiones, una especie de caballete metálico, columpio o potro. Me condujo hasta el misterioso aparato de metal y me colocó sobre él. Mi cuerpo quedaba bocabajo sobre una superficie de metal y mis piernas y pies colgando del caballete.
Rodeo las muñecas de mis manos y los tobillos de mis pies con unos brazaletes de cuero gruesos. Apretó los brazaletes fuertemente a mis extremidades y los cerró con una hebilla que llevaban anclados. Comenzó a colar un candado en cada uno de los brazaletes entre la hebilla y un agujero del banco de metal, de tal forma que mis manos y pies quedaban sujetos al banco metálico fuertemente. Cerró los candados y se guardó la llave. La señora Pain se relajó, sabía que ahora no podría escapar inmovilizado sobre el caballete. La inyección era poco duradera, paralizaba tu cuerpo y a los pocos minutos comenzabas a recuperar las fuerzas. Así ocurrió, comencé a recuperar mis fuerzas y tratar de escapar del potro de metal, descubrí que era imposible, no podía moverme, los brazaletes de cuero estaban muy apretados y los candados eran resistentes.
Desistí de intentar escapar, era imposible. Giré mi rostro inclinado hacia el suelo que colgaba del caballete y comprobé como la señora Pain se despojó de su enorme vestido. Observé el cuerpo semi desnudo de la señora. Era muy grande y carnosa, una masa de carne voluptuosa y gigante. Portaba un corpiño negro que cubría su estómago y pechos, unas ligas continuaban hasta sus medias negras que cubrían sus grandes muslos y piernas que acaban en unas botas enormes de piel sin tacón hasta las rodillas. Fue cuando descubrí que aquella señora estaba esperándome, iba vestida de una forma especial y no acta para irse a dormir.
Tras quitarse su vestido y quedarse en la ropa interior mencionada la señora agarró unos guantes de goma de color negro. Eran unos guantes grandes de goma gruesa, diseñados para trabajos industriales. Comenzó a enfundarse los grandes guantes sobre sus carnosos brazos desnudos. La goma rechinaba según introducía en ellos su mano. Aquello me asustó por completo. No podía escapar y la señora casi desnuda enfundándose unos grandes guantes de goma largos en sus manos, me produjo pánico, lo único que podía hacer era gritarla e intimidarla.
– Suéltame ahora mismo vieja puta gorda… o te seguro que cuando me libere lo vas a lamentar – La grité enfurecido para que me soltara.
La señora caminó despacio hacia mí mientras terminaba de enfundarse los guantes en una de sus manos.
– ¡¡Tienes la boca muy sucia!!, te aseguro que no vas a volver a abrir la boca – fue la primera vez que se dirigió a mí con su voz seria y enojada. Comenzó a bajarse sus bragas negras deslizándolas por sus muslos y piernas hasta sacarlas por sus botas. Se situó frente a mi sobre el caballete donde me encontraba inmovilizado y atenazó mi nariz con fuerza entre sus gruesos guantes de goma negros. No tuve más remedio que abrir la boca para respirar y fue cuando introdujo sus grandes bragas en mi boca. Eran de una talla muy grande sus bragas debido a su corpulencia, apenas entraban en mi boca pero se aseguró empujando fuertemente con sus dedos enguantados que entraran dentro de mi boca inflándola. Empujó y empujó hasta que entraron por completo hasta el final de la boca hasta casi a la garganta. Escuché el sonido inconfundible de cinta americana de embalar. Colocó un extremo sobre mi boca y comenzó a rodear rostro y cabeza con la cinta asegurándose que quedaba bien apretada. Tensó la cinta cuanto pudo, apretaba mi rostro y boca. Era una situación agónica, mi boca completamente rellena y la cinta muy apretada.
Ahora no pude insultar a la señora ni amenazarla. Sus bragas grandes eran una mordaza eficaz, no podía articular palabra alguna. Comencé además de sentir miedo a sentirme humillado. Sus bragas desprendían un fuerte sabor a suciedad, restos de caca de su culo estaban en mi boca. Era completamente humillante y no podía escupir la mordaza. Sus bragas estaban muy sucias con sabor a suciedad, era muy humillante.
– Ahora no tendré que escuchar tus insultos… Vas a permanecer callado y en silencio, aprenderás a mantener la boca cerrada – Me recriminó de forma seria mientras no dejaba de tragar el detestable sabor de sus bragas sucias con restos de su ano.
La señora se dirigió hacia un armario que había en un lado del sótano, abrió el armario y observé que había todo tipo de utensilios de castigo. Correas de cuero, fustas, varas de madera de diversos tamaños y un sinfín de objetos colocados ordenadamente en el armario. ¿Quién era aquella señora? ¿Que era aquel sótano? Mis preguntas fueron respondidas como si me hubiese leído la mente.
La señora Pain deslizó la yema de su dedo enguantado entre los diversos objetos de castigo, no sabía cuál elegir, estaba en duda. Finalmente eligió una gruesa correa larga de cuero. Se dio la vuelta y se dirigió de nuevo hacia mi agarrando la gruesa correa de cuero entre la palma de su mano enguantada.
– Soy Mistress Pain y se perfectamente lo que has hecho: Has robado a todas aquellas personas, les has robados sus objetos familiares, recuerdos… Les has hecho llorar, han perdido sus recuerdos y no se lo merecen… no te preocupes… se lo compensaras… Voy a encargarme de que aprendas la lección, vas a recibir tu castigo y te prometo que no te va a gustar nada, vas a llorar desconsoladamente tal como has hecho a los demás vecinos .- quedé aterrado por sus recriminaciones y amenazas. ¿Quién era aquella señora, quien era MistressPain? Fuese quien fuese me había descubierto.
La señora caminó hasta el banco de castigo metálico donde me encontraba inmovilizado y amordazado y se situó frente a mí. Noté la goma de su mano agarrando mi pelo y tiró de mi cabello con una fuerza descomunal. Sentí un fuerte dolor debido a su dureza, empleó su fuerza levantando mi rostro por el pelo en el aire. Acercó su rostro al mío mientras me retorcía de dolor por su tirón de pelo.
– Eres un regalo para mí. Por un lado voy a enseñarte disciplina, no vas a volver jamar a robar nada ¡¡te lo aseguro!! Por otro lado voy a disfrutar mucho… Adoro castigar y aplicar dolor a mi esclavos… pero en este caso voy a ser especialmente dura, como nunca antes lo he sido… vas a vivir una pesadilla que no podrás despertar y yo voy a disfrutar mucho observando cómo te retuerces de dolor. – Ahora si estaba aterrado de verdad, deseaba huir, escapar, gritar… Nada de eso era posible. No podía mover un musculo de mi cuerpo y no podía emitir sonido alguno, solo tragar y tragar el sabor rancio de su mordaza.
Agarró la correa entre sus manos doblándola por la mitad y se situó tras de mí, bajó mis pantalones y ropa interior dejando mi culo al desnudo. Dio unos pasos hacia atrás agarrando fuertemente la correa entre sus carnosos brazos enguantados.
– Me encanta azotar a mis esclavos… pero son muy quejicas… no paran de protestar, suplicar, gritar… y usan su palabra de seguridad… en tu caso… voy a divertirme mucho, inmovilizado y amordazado no podrás hacer nada, voy azotarte hasta que me duela el brazo… vas aprender a respetar a los demás, se te van a quitar las ganas de volver a robar… Va a ser una noche muy larga para ti… – La señora agarró levantó su gruesa correa de piel y la descargó contra mi trasero.
ZAS Sentí un fuerte dolor, su correa se estrelló en mi culo con fuerza quemando mi culo. Nunca había sido azotado, puedo aseguraros que es terriblemente doloroso. La correa quema la piel de tu culo y te provoca una picazón muy fuerte. Antes de recuperarme de su primer azote recibí más y más azotes.
ZAS ZAS Ahora estaba viviendo la pesadilla que me indicó la señora MistressPain. Azotaba con fuerza una y otra vez sobre mi culo sin piedad. Sus azotes no cesaban y no podía hacer nada para evitarlo, no podía moverme lo más mínimo y tampoco gritar o pedir clemencia con su mordaza agónica. La intensidad iba subiendo, mi culo estaba magullado y dolorido y la señora continuaba descargando su correa contra la piel desnuda de mi trasero. El dolor aumentaba más y más, era una pesadilla que no podía despertar. Las lágrimas comenzaron a aflorar en mi rostro mientras la señora Pain continuaba azotándome una y otra vez. Deseaba suplicar o escapar pero no era posible, lloraba y lloraba mientras era azotado. La piel de su correa mordía mi culo con fuerza.
– ¿Ya estas llorando ?… ¡¡ohhh no he hecho nada más que empezar!! cuando termine con la correa pasaré a la vara de madera, ahí si vas a llorar de verdad, estúpido – La señora continuó azotándome con la correa una y otra vez. Tenía el culo magullado y finalmente se detuvo. Pensé que se había apiadado de mí, pero era todo lo contrario, dejó su correa en el armario y agarró una vara larga de madera fina. La azotaina se hizo insoportable, el dolor era muy intenso, su vara de madera chocaba y rasgaba la piel de mi culo una y otra vez. Llore y lloré pero no sirvió de nada. Sentí una gran impotencia, mis llantos no servían de nada y no podía suplicar. Era un muñeco inerte que no podía moverse ni gritar, solo llorar.
Terminé con el culo completamente magullado, lleno de verdugones. La señora o MistressPain quedó satisfecha. Comprobó cómo había quedado mi culo, destrozado.
– ¡¡Ahora lloras como una niña!! No te importó nada cuando robaste a todas aquellas personas. Veinte correazos duros te ayudaran a recordar – Volvió a agarrar su correa y terminó de magullar mi culo. Azotó con mucha más fuerza levantando por completo su brazo. Fue una azotaina muy dura, llena de dolor y llanto. Estaba pagando por mi comportamiento como me merecía. Mi culo quedó magullado, el simple roce del aire ya era doloroso. Deseaba suplicar piedad, pero no era posible amordazado de aquella manera.
MistressPain se dirigió a su armario y agarró un objeto metálico, se acercó a mí y volvió a tirar de mi pelo incrementando mis lágrimas de dolor, tiraba con gran dureza, parecía iba a arrancarme el pelo. Me mostró unas pinzas metálicas con una fina cadena que las unía.
– ¿Ves estas pinzas? Las tengo un cariño muy especial. Son terriblemente dolorosas. Se atenazan con dureza a los pezones. Cuando se las coloco a mis esclavos suplican piedad… pero en tu caso amordazado no vas a poder ni suplicar, vas a estar calladito aguantando el dolor que producen. Llora cuanto quieras que me va a dar igual, vas a llevarlas en tus pezones hasta que me plazca. – La vieja Mistress Pain liberó mi pelo y comenzó a colocar las terribles pinzas sobre mis pezones. No parecían tan dolorosas cuando las ajustó a mis pezones, pero había sido un ingenuo, faltaba un toque especial. La señora deslizó una pequeña palanca casi minúscula que llevaban ancladas las pinzas y de pronto se cerraron en mis pezones con una gran fuerza, como la mordedura de un cocodrilo. Eran terriblemente dolorosas tal como me advirtió. Intenté gritar, pero no se escuchó sonido alguno de mi boca.
La señora acarició mi rostro con la palma de su guante mientras continuó hablándome:
– ¿Duelen verdad?… las vas a aguantar hasta que yo quiera. Ahora me iré a descansar, han interrumpido mi sueño intentando robarme, pero no te preocupes regresaré después y continuaremos tu castigo. ¿Nadie sabe que estas aquí verdad? Y así va a seguir siendo, me he asegurado que no puedas escapar y nadie te va a escuchar bien amordazado. Voy a enseñarte disciplina, vas a aprender a no robar nunca jamás. Esto no ha hecho nada más que empezar, te voy a castigar de una manera especial, voy a disfrutar mucho haciéndolo, vas a vivir un verdadero infierno del que no podrás escapar hasta que yo lo desee- Las palabras de la señora aumentaron mi miedo, llevaba razón, no podía escapar de ninguna forma y gritar o pedir ayudar era imposible, no paraba de saborear el sabor de sus bragas sucias en mi boca llenas de restos de suciedad. La mordaza era tremendamente agónica.
La vieja señora se quitó sus guantes gruesos y los dejó sobre un pequeño mueble que había en el sótano. Más tarde iba a volver a necesitarlos. Se encaminó hacia la puerta de salida y me dejó allí atado, encadenado, amordazado y encerrado. Escuché como cerraba con llave desde el exterior.
Tuve mucho tiempo para recapacitar y pensar. No entendía como había llegado a esta situación. Mi cabeza no paraba de pensar ¿quién era aquella señora?, ¿que era aquello de sus esclavos? Estaba rotundamente claro que me había equivocado de casa esta vez. Aquella vieja señora debía ser una dominatrix sádica que tal como me advirtió iba a disfrutar mucho conmigo enseñándome disciplina. Trate de escapar o pedir ayuda de nuevo, pero era imposible. Los candados me sujetaban por completo al pesado banco metálico, era imposible romperlos, eran muy gruesos y cerrados con llave. Gritar era igual de difícil, sus bragas eran tan grandes que inflaban mi boca por completo hasta el fondo de la garganta, me molestaba la mandíbula. La cinta americana estaba muy apretada, era agónica aquella mordaza, necesitaba respirar aire limpio, su mordaza estaba sucia llena de restos de sus necesidades y no paraba de saborearlos.
Mi culo estaba completamente magullado y dolorido, rojo y morado, había sido muy estricta conmigo la señora. Tal como me advirtió como nunca antes lo había sido. El estado de mi culo era un trofeo para MistressPain. Mis pezones sufrían sus pinzas, atenazaban con mucha dureza, deseaba quitármelas pero era imposible estando inmovilizado.
Todo cuando me estaba pasando era merecido. En aquel momento no era consciente del daño que había hecho a todos aquellos vecinos robándoles recuerdos de toda su vida. El anillo de la señora Ramirez, un anillo especial que la regaló su madre antes de fallecer y yo se lo había robado y empeñado a un precio irrisorio. El llanto que produje a aquella señora de entre muchos más vecinos iba a pagarlo con mi propio llanto de dolor.
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