Segundo día.
Karen ha pasado una noche terrible, pensó y pensó que hacer con su nuevo trabajo, sabía que lo que hacía Carlos no estaba bien, sin embargo era algo que no le asustaba, es más le excitaba; se decía a si misma, voy a volver solo para saber hasta dónde es capaz de llegar Carlos.
Llego la mañana, se metió a la ducha, y tenía una sensación diferente, el roce del agua en su cuerpo le generaba una sensación de placer, realmente la disfruto.
Llego el momento de vestirse, eligió lencería color negro, de encaje, tal vez sin pensarlo, se puso un vestido color turquesa, abierto del frente, resaltando sus hermosas piernas, decidió adornarse de esclavas de oro, uno en el tobillo, otra en la muñeca.
Finalmente el cabello suelto, largo, rubio, que caía de manera delicada sobre su espalda, y unos zapatos negros (para hacer juego con la lencería) de tacón alto.
Se dirigió de nuevo al edificio corporativo, al llegar noto que sobre su escritorio estaba el trabajo que había realizado el día anterior, con una marca encerrando un error de ortografía, Karen se sintió morir, solo reacciono para ponerse a hacerlo de nuevo, con todo cuidado de no volver a errar.
Termino de corregirlo, lo imprimió y corrió a llevárselo a Carlos, toco a la puerta sin recibir contestación, tomo valor y abrió la puerta, ahí vio a Carlos sentado en su escritorio, escribiendo sobre un papel, ni siquiera volteo a verla.
-Carlos, dijo Karen, discúlpame por favor, aquí esta corregido el trabajo que me encargaste ayer, discúlpame, estoy muy apenada!
El ni siquiera levanto la cabeza, siguió sumergido en lo que estaba escribiendo, Karen bajo la cabeza, dejo el escrito sobre la mesa y se retiró.
Estaba muy apenada y asustada, pensaba ella, creo que mi trabajo aquí se acaba de terminar.
El día fue muy largo, Carlos entraba y salía de su oficina sin mediar palabra con Karen, cada vez que pasaba Karen se sentía peor, se decía a sí misma, si fue un error pero no creo que sea para tanto.
La jornada laboral estaba a punto de llegar a su final, ella se disponía a retirarse, pero la angustia pudo más, se armó de valor y entro a la oficina de Carlos, ¡no puedes tratarme así! Le grito, cometí un error, pero no es el fin del mundo, no creo merecer el trato que me has dado, ¡has sido de lo más grosero!
Al decir esto Carlos levanto la mirada, busco sus ojos y le clavo la mirada hasta el alma de Karen, parecía que iba a asesinarla, su rostro endurecido, todo indicaba que había desatado al mismo demonio.
Carlos se levantó, empezó a caminar hacia ella, y comenzó a hablar, Karen (le dijo) yo estoy acostumbrado que la persona que trabaje para mi debe estar comprometida al 100%, atenta siempre, enfocada, lista para descubrir cualquier falla antes que cualquier persona, ¿crees que tú eres esa persona?
Claro que si (contesto Karen), muy bien le dijo Carlos, puedo pasar por alto esto siempre y cuando aceptes que mereces ser reprimida para que esto no vuelva a ocurrir, ¿estás de acuerdo?
Sí, claro; contesto Karen.
Muy bien dice Carlos, la prueba es sencilla, por favor pon las palmas de tus manos sobre el escritorio, a lo que ella inmediatamente obedeció, lo único que debes hacer, prosiguió Carlos, es permanecer así pase lo que pase, ¿estás de acuerdo?
Apenas termino de decir Karen que si, cuando Carlos de manera inesperada levanto el vestido de la parte trasera de Karen, quedando al descubierto su hermoso trasero vestido de encaje negro, y sin mediar palabra alguna Carlos le azoto la mano contra el trasero.
Karen sufrió un sin número de sentimientos, estaba sorprendida, asustada, enojada, pensando como debía responder, cuando recibió la segunda bofetada en su trasero, esta vez algo paso, había dolor, había enojo, pero empezó a haber algo de placer.
Después del tercer azote Karen cerró los ojos, pero para disfrutar el castigo, para el cuarto ya fue imposible contener un gemido, el quinto ya fue directo a su entrepierna, la sintió que se empezaba a incendiar.
Se entregó por completo, acostó su torso completamente en el escritorio, quedando completamente empinada, Carlos azotaba el sexto bofetón, los tres siguientes fueron ya de solo placer, después del décimo azote le dijo Carlos, miro su blanco trasero con un gran lunar rojizo de los golpes que le había proporcionado, listo ya puedes irte.
Karen se levantó y giro, levanto la cara y busco los ojos de Carlos, al encontrarlos Carlos pudo ver el grado de excitación de Karen, lo cual le elevo la temperatura a él también, lo que hizo que realizara otro movimiento totalmente inesperado:
De otro movimiento rapidísimo, bajo sus brazos y coloco cada mano de el en los tobillos de ella, levantándola casi de vilo, ella sintió el desequilibrio y lo primero que se le ocurrió fue caer de espaldas sobre el escritorio, esto hizo que quedara completamente a merced de Carlos.
Con las piernas levantadas y abiertas el vestido se había subido hasta la cintura, totalmente expuestas las piernas hasta el coñito, elegantemente vestido de lencería.
Carlos comenzó a besarle las piernas y a lamérselas, las recorrió todas, las pantorrillas, los muslos, los pies, Karen estaba a punto de perder el conocimiento, estaba excitadísima, ya no sabía de ella, solo quería ser poseída por ese hombre que hasta ayer le hubiera parecido un pervertido, ahora estaba convertido en todo un amo para ella.
Sus tobillos apretados por esas enormes manos, no se podía mover y no quería, Carlos finalmente sumergió su cara en la entrepierna de ella, con una maestría evidente, con su lengua pudo hacer de lado la lencería, para dejar al descubierto su hermosa rajita, afeitada, perfumada, comenzó a lamer, desde la vulva hasta el clítoris, recorría cada uno de sus labio de manera desesperada, como si estuviera hambriento y ella fuera la única comida que existiera en el mundo.
Karen solamente estaba concentrada en sentir, esperaba que la lengua del pasara por el lugar que ella deseaba, cuando esto sucedía, ella se estremecía, no supo cuándo pero su vagina estaba inundada, ya no sabía si por sus propios jugos o por la saliva de Carlos.
El mientras tanto recorría cada centímetro de ella, masajeando con su lengua los lugares estratégicos, jugaba con el clítoris y bajaba hasta la vulva, donde hacia todo lo posible por meter su lengua lo más que podía dentro de ella.
Karen estaba entregada, bajo sus manos y las puso sobre la cabeza de Carlos, mesaba sus cabellos y solo atinaba a decir: ¡cómeme mi amo!
Ella disfrutaba ya cada uno de los embates de su lengua, sus terminales nerviosas estaban alertas, cada lugar recorrido por la lengua del generaba una sensación diferente, ella deseaba que esa sensación permaneciera para siempre.
No tardó demasiado en soltar un potente chorro de orgasmo Karen, la lengua de Carlos logro que ella llegara al máximo de excitación, hizo un gran charco sobre el escritorio, sus bragas estaban empapadas, finalmente Carlos la soltó de los tobillos lo que hizo que Karen se incorporara lentamente, sentía que las piernas le temblaban, no sabía si podía sostenerse de pie.
Al incorporarse, Carlos se acercó de nuevo a ella, para sorprenderla de nuevo, le bajo las bragas hasta el suelo, se las saco, las tomo en una de sus manos y se la metió en la bolsa del traje.
Volteo la mirada hacia Karen y le dijo: limpia este desorden y nos vemos mañana, y se fue.