La ciudad de Ibiza es famosa por su ambiente festivo y libertino, especialmente en verano. Miles de jóvenes —de ambos sexos— llegan a diario de todas partes con ganas de fiesta. Esta diversión se traduce en alcohol, drogas, discotecas o sexo, en ocasiones un cóctel de todo. Son populares los paquetes que incluyen avión ida y vuelta y entrada a alguna de las más populares discotecas. La idea es llegar temprano, pasar mañana y tarde en la playa, o vagando por la ciudad, y terminar en la discoteca, antes de regresar la mañana siguiente, triunfantes o decepcionados según se hayan dado las cosas.
Chema y sus amigos son un claro ejemplo de jóvenes ilusionados.
A Chema lo conocí ayer por la tarde en la playa. Yo estaba con mi amiga Alicia tomando el sol en topless, cuando un grupo de tres chicos y dos chicas se pusieron a nuestro lado. Iban muy alegres, menos uno de ellos, que estaba desparejado. En un momento dado, las dos parejitas fueron a dar un paseo, muy acaramelados, y el pobre quedó al cuidado de las pertenencias de todos, visiblemente decaído.
Mi amiga estaba tumbada boca abajo, escuchando música con auriculares y los ojos cerrados, ajena a todo. Aproveché para conversar con el muchacho.
Dijo ser de un pequeño pueblo de Guadalajara, igual que sus dos amigos, y ellas de Madrid. Las habían conocido en el avión y llevaban juntos desde entonces. Su voz era tímida, no tanto sus ojos, que miraban el culo de mi amiga y mis pechos cada vez que yo desviaba la vista. Me pareció feo que, siendo tres, los otros ligaran con dos chicas; más que nada porque alguno quedaría inevitablemente sujetando la vela. Así se lo dije; no obstante, Chema aclaró que eran cuatro en el avión, pero las otras se habían ido por su cuenta. Entendí que las otras no le gustaban, pero dejó caer que no le habían hecho caso.
—Ellas se lo pierden, porque eres mono, físicamente estás bien y eres simpático —le dije sonriendo y pregunté—. ¿Te asustan las chicas?
El pobre apartó la mirada hacia el mar y respondió con tono descorazonador:
—No me asusta hablar con las chicas, pero no soy tan lanzado como mis amigos.
Le tomé la barbilla y dirigí su rostro hacia mí. Luego le hablé con ternura.
—Imagino que no te has atrevido a decirles nada, esperando que ellas dieran el paso, y así es complicado con casi todas las mujeres. Pero, mira por dónde, has dado con una de estas, porque a mí me gustas. Prefiero los tímidos a los descarados. Por cierto, me llamo Sandra, tengo veintidós y soy de la provincia de Alicante.
Le di dos besos en las mejillas y llamé la atención de mi amiga con un par de azotes en el culo. Se levantó sobresaltada. Los presenté, se saludaron con otro par de besos y los tres hablamos durante un rato. Luego Alicia fue a darse un baño. Chema se la comió con los ojos mientras caminaba, especialmente su espectacular culo, mínimamente tapado con el tanga.
En este momento dejamos de hablar, interrumpidos por sus amigos, que regresaron con las otras. Poco después volvió Alicia, tomó el relevo cuidando nuestras cosas y me levanté con intención de darme un baño. Apenas di unos cuantos pasos, me di la vuelta y ahí estaba él, mirándome embobado. Me sentí halagada y le pedí que viniera conmigo. Le costó unos segundos decidirse, pero vino, le tomé de la mano y caminamos juntos, mientras los otros nos miraban alucinados.
Durante un rato tonteamos salpicándonos agua en la cara, una cosa llevó a otra y terminé abrazada a su cuello con los brazos y a la cintura con las piernas, fingiendo que no hacía pie y apenas sabía nadar. Así le susurré al oído lo mucho que me gustaba y le besé. No fue la típica comida de morros en plan salvaje, sino suave, con pequeños mordisquitos en los labios, alternando el superior y el inferior repetidas veces. Entonces percibí cómo su miembro crecía y oprimía mi sexo. Aunque este hecho no implicaba que fuera virgen, le pregunté y lo admitió al tiempo que giraba el rostro, visiblemente avergonzado. Resultó tan tierna su forma de responder, que le propuse vernos por la noche, porque Alicia y yo teníamos que irnos en un rato. Vaciló un instante, mirando a sus amigos, y aceptó cuando le di un último empujoncito, argumentando que pensara en sí mismo, igual que hicieron ellos con las otras.
Volví a besarlo y salimos juntos del agua. Entonces me sentí juguetona y salté sobre su espalda, pidiendo que me llevara a caballito. Cuando llegamos, sus amigos le miraron en plan, ¿qué coño verá esta tía en él? Le di un piquito y me senté con Alicia.
—Te veo muy motivada con Chema —dijo ella esbozando una gran sonrisa.
—El pobre es tímido y se siente apocado porque sus amigos han ligado y él no —respondí al tiempo que maduraba una idea en mi mente—. Además, tiene dieciocho años, es virgen y siempre recordamos la primera vez. Podemos darle la experiencia de su vida, para que presuma de haber debutado con dos tías estupendas.
—Veo que vas aprendiendo de tu maestra —respondió Alicia entre carcajadas, señalándose a sí misma con el dedo.
Conformes las dos, le di mi número para cuadrar la cita más tarde, nos despedimos besándole los labios y caminamos exagerando el contorneo.
Recibimos su llamada terminando de cenar en una pizzería junto al puerto, cuando habíamos perdido la esperanza y hacíamos planes propios. Nos citó en la entrada al recinto donde se celebraba una pool party. El problema es que ellos tenían entrada y nosotras no. Sería imposible obtener una de última hora. Chema resolvió el problema anunciando que les sobraban dos, las de aquellas que se fueron por su cuenta pasando de él. Por lo visto, habían ligado con dos ingleses y no pensaban ir, por lo que nos cedían sus entradas a precio de coste.
Como el lugar estaba a las afueras de la ciudad, a unos cuatro kilómetros de la zona del puerto, llegamos en taxi, conformes en integrarnos en el grupo, más que nada para que Chema no se sintiera intimidado por dos lobas hambrientas, vestidas con top bikini y minifalda con vuelo, más cómoda para nuestras pretensiones.
Bebimos y bailamos durante un par de horas, hasta que Alicia y yo pensamos que Chema estaba a punto de caramelo. Desinhibidas, le perreamos un rato, recibiendo abrazos y besos de las dos que terminaron por subirle la moral. Le tomamos cada una de una mano y tiramos de él, alejándolo de sus amigos, que le miraban boquiabiertos.
Pensando que los aseos estarían atestados de gente esperando, y que podríamos provocar un motín encerrados los tres un buen rato, buscamos un lugar oscuro y apenas concurrido al fondo del recinto. Empujé a Chema contra el muro apenas llegamos y le comí la boca unos segundos, al tiempo que le manoseaba y él me correspondía. Entonces le susurré que Alicia y yo queríamos sexo con él, preguntando luego si se atrevía con las dos. Me apartó con las manos, diciendo que se trataba de una broma pesada de sus amigos. Traté de convencerle de que no era así, pero, Alicia que tiene menos paciencia que yo, me apartó ocupando mi lugar. Miró a Chema fijamente, se acercó y le puso la mano en el paquete.
—La tienes dura y tantas ganas como nosotras —le dijo con tono severo—. Qué más daría si fuese una broma, que no es así, mientras te beneficies de ello —añadió al tiempo que le abría la bragueta y sacaba el miembro.
Antes de que Chema reaccionara, Alicia se puso en cuclillas y comenzó a chupársela. El pobre muchacho gemía entusiasmado mientras la lengua y los labios de mi amiga hacían maravillas. Cuando Chema estuvo más relajado, ella me pidió un preservativo y se lo puso. Luego ayudó a quitarme las bragas y se apartó para dejarme sitio. Me coloqué de espaldas delante de Chema, me incliné levemente alzando la minifalda por detrás, para tomar la polla y colocarla en la entrada del coño, y reculé hasta ensartármela yo misma.
Alicia hizo pantalla delante de nosotros, para taparnos y alertar si alguien se acercaba, y pedí a Chema que me follara. Lo hizo así durante unos pocos minutos, acalorando mi nuca con el aliento de sus jadeos. Luego repitió con Alicia del mismo modo tras quitarse las bragas. Como la verga del muchacho no era gran cosa, mi segundo turno me sabía a poco y ayudé masturbándome el clítoris. Alicia hizo lo mismo después. Solo de este modo experimentamos cierto grado de placer. Pero yo necesitaba más y le propuse darme por el culo. El muy granuja, que había dejado lejos la timidez, afirmó con un leve sí, y él mismo encontró el agujerito y empujó. Esto era otra cosa y comenzaba a sentir que me venía el orgasmo, gracias a la ayuda de mis dedos entrando y saliendo del coño. No obstante, la mayor presión del ano hizo que se corriera antes de lo esperado.
Alicia se lamentó bromeando por haber perdido al paciente y lo confirmé. Por su parte, Chema se excusó argumentando que había aguantado todo lo posible. Me hizo gracia que pidiera perdón por algo natural, siendo la primera vez. Así se lo dije después de besarle los labios y recuperó la sonrisa, agradeciendo que hubiéramos sido nosotras y no otra.
Vale, todo muy tierno y lo que se quiera, pero nosotras seguíamos con ganas de más. Alicia propuso buscarnos un par de vigorosos machos que dieran más juego, pero entendimos que podría resultar arriesgado. Entonces se me ocurrió una alternativa menos temeraria y con ciertas garantías. Con esta intención pregunté a Chema qué tal les iba a sus amigos con las otras. Afirmó que eran de las que se dejan meter mano, pero de momento nada más. Alicia entendió y los tres fuimos a buscarlos.
El caso es que nos importaron tan poco al principio, que ni recordábamos sus nombres. Chema nos los recordó. Al más alto le llamaban Toni, el otro Luis.
Los encontramos charlando con las chicas, llamé con el dedo a Toni y vino. En plan cotilla, le pregunté qué tal les iba con ellas. Él respondió que de momento nada de nada, que solo tenían ganas de fiesta. Entonces, me acerqué a su oído, le dije lo que acabábamos de hacer con Chema y que teníamos ganas de más. Finalmente, resultó graciosa su cara cuando le propuse, sin pelos en la lengua, si querían follar con nosotras. Chema confirmó que era cierto e íbamos en serio. Aun así, para convencerlo del todo, tomé su mano y la metí por debajo de la minifalda.
—Como puedes darte cuenta, no llevo bragas —le susurré al oído—. Mi amiga tampoco. Se las hemos regalado a Chema como recuerdo de su primera vez con las dos. Podéis decirles que vais a mear. No se extrañarán si tardáis media hora o más, estando los aseos como están.
Chema se las mostró discretamente y los dos fueron con el otro. Le apartaron de las chicas y cuchichearon los tres mientras nos miraban. Chema confirmó con la cabeza y le indicamos que nos siguieran.
En la calle, miramos a nuestro alrededor buscando un lugar discreto. Donde lo hicimos con Chema daríamos el cante siendo tantos. Entonces vimos varias personas que provenían de detrás del muro que delimita el recinto. Los típicos que no esperan la cola de los aseos. Caminamos siguiendo el muro, alumbrando con los teléfonos, hasta llegar tan lejos que no se veía ni escuchaba a nadie cerca, salvo el estruendo de la música y levemente las olas rompiendo contra las rocas.
Alicia y yo nos pusimos en cuclillas —el suelo era de tierra con multitud de pequeñas y afiladas piedras—, esperamos a que se sacaran la verga y les dimos una buena mamada hasta que se pusieron erectas y duras del todo. Estábamos listas, pero Alicia cayó en la cuenta de algo que yo había pasado por alto. Recelaba de que, estando algo ebrios, tuvieran la brillante idea de hacerlo sin condón.
—Lo mejor es follar por turnos, una primero, mientras la otra se asegura con la luz del móvil de que lo tienen puesto, y luego cambiamos —propuso mi amiga.
Ella fue la primera. Se colocó cara al muro, con la minifalda subida y el culo ligeramente fuera. Yo le di un preservativo a cada uno y vi cómo se lo enfundaban. Toni, más lanzado que Luis, no tardó en colocarse tras ella y clavarla en el coño. Alicia gimió apenas comenzó a follarla, al principio despacio, luego con cierta violencia, así durante unos cinco minutos.
—¡Esto es otra cosa! —exclamó Alicia cuando Luis se la clavaba.
—Tienen más experiencia, creo, y seguro que nos duran más que Chema —opiné en su oído.
No iba desencaminada, porque la jodía bien jodida, al tiempo que ella se ayudaba con la mano en el clítoris. Así llegó al orgasmo, gritando como una loca.
Era mi turno y me coloqué igual que ella, apoyada con los antebrazos en el muro. Así recibí a Toni, después de levantarme el top y dejarme los pechos desnudos.
—Ha merecido la pena pasar de las otras estrechas —dijo cuando me follaba con ganas aferrado con las manos a mis tetas.
—Alicia ha pasado de su marido y yo de mi novio —susurré entre gemidos.
El muchacho soltó varias carcajadas, informando al otro de mi comentario.
—No me creo nada —dijo Luis.
Alicia se lo confirmó, alegando que se habían ido a jugar al casino y dejando caer que seguramente se estarían tirando a unas guarrillas. Esto encendió la imaginación de Luis, que apartó al otro, y me la metió de un empujón, presumiendo de lo mucho que le gustaba joder con chicas comprometidas. Verdad o no, lo cierto es que, por su forma de follarme, era fácil decantarse por lo primero. Así alcancé el orgasmo, al tiempo que le pedía más y más.
Cuando salió de mí, observé cómo Alicia le comía la polla a Chema, procurando que se le pusiera dura de nuevo. Estaba cansada de esperar mientras la otra recibía, y propuso que nos dieran por el culo al mismo tiempo. El temor a que lo hicieran sin condones había pasado y se colocó cara a la pared a mi lado. Entonces exigió a Chema que la enculara. Antes se había quedado con las ganas porque se vino demasiado pronto. Toni lo hizo conmigo y nos sodomizaron un rato. Luego se fueron intercambiando hasta que, Alicia primero y yo después, nos corrimos de nuevo.
Para terminar, Luis y Toni, insistieron en correrse encima del culo, lamentando que era cutre hacerlo en un mísero condón. No les faltaba razón, porque son pocos los hombres que les gusta terminar así hoy en día. Sin embargo, Alicia y yo descartamos cualquier opción que supusiera quedar embadurnadas de semen, ya que no es agradable si no tienes con qué limpiarte. Decidimos que lo mejor para todos sería que lo hicieran en la boca y escupirlo después.
Con esta intención nos pusimos en cuclillas apoyadas con la espalda en la pared. Así ella se la chupó a Luis y yo a Toni, hasta que descargaron, las limpiamos en plan zorras y escupimos en el suelo.
Cuando regresamos a la fiesta, Luis y Toni, por un lado, Chema y nosotras, por otro, las otras seguían allí, esperando con cara de pocos amigos y protestando, supuestamente, porque habían tardado demasiado. Daban las nueve cuando nos fuimos con Chema para acompañarlo al aeropuerto. De los otros no supimos nada hasta que los vimos allí, mientras desayunábamos en la cafetería media hora antes de embarcar.
—Ven conmigo, Chema —le dije mimosa.
Me siguió y llegamos a los lavabos de caballeros. Allí nos encerramos en un compartimento y regresamos veinte minutos más tarde.
—¿Puedo saber dónde habéis ido antes? —preguntó Alicia mientras volvíamos en autobús.
Respondí con una sonrisa de oreja a oreja.
—Hemos ido a los aseos, le he dicho lo feliz que estaba porque haya perdido la virginidad con nosotras, y que me llamara si alguna vez visita Denia. Luego hemos follado a pelo por última vez y he permitido que se corra en el coño. No ha soltado mucho, pero ha sido un regalo extra para los dos.
Alicia rio a carcajadas y nos enzarzamos en una disputa dialéctica por quién de las dos era más puta.
Fin
Espero que el relato haya sido del agrado de los lectores. Reitero que los comentarios son buenos para conocer vuestras impresiones o sugerencias. Prometo responderlos todos.