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Joven albañil me coge y me trata como su puta
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Después de una rica sesión de sexo, un maestro albañil ya mayor me hablaba de su vida mientras me tocaba y me metía sus dedos en mi culito, acariciaba mi pene y me decía lo mucho que se le antojaba cogerse a una chica travestida como yo. Nos acariciábamos en la cama de mi abuelo cuando se oyó un toquido a la pieza; era su chalán, un joven de como veintitantos que quería su turno conmigo.

El maestro se vistió, me dio un beso y salió del cuarto. Yo me puse mis ropas de nena sin ponerme ropa interior, esperando el turno del joven. Me preguntaba cómo lo haría, si sería tierno como su maestro o lo haría de otra forma. No tuve que esperar mucho más para averiguarlo: entró, cerró la puerta y me dijo: "Ahora sí, putita, vamos a pasarla rico". Se bajó el pantalón y el calzón, y, con la verga ya despierta, se acercó rápidamente a mí, a mi rostro: quería una mamada para empezar. Empecé a chupársela despacio, él gozaba escandalosamente en comparación con el maestro, que susurraba sus obscenidades. Este cabrón en cambio las decía en voz alta: "Uy, qué rica boquita. carbona. Pinche boca de mamadora que tienes, me vas a hacer venirme"… En su goce soltó una frase que despertó mucho morbo en ambos: "me la chupas más rico que mi esposa".

-¿Tu esposa no te coge rico?- le pregunté.

-No, pero tú te ves bien putona, tu sí me vas a hacer gozar, cabrona.

Me quitó la verga de la cara, sacó un condón para ponérselo y se agachó para indicarme que me tendiera en la cama. Prácticamente levantó mis piernas para que me fuera de espaldas a la cama, me levantó la cadera lo suficiente para verme el culo y empujó su verga mojada por mi cola mientras sostenía mis piernas en el aire.

-Uy, pinche putita, aprietas un chingo- me decía mientras empujaba duro y ágil su pene- ¿Te gusta cómo te cojo, pendeja?

-Sí, me encanta

-Grítalo, pendeja, grita lo mucho que te gusta.

-¡Me encanta! Me encanta tu verga, papi. La tienes bien dura.

Estuvimos un rato así, yo con las patas al aire respondiendo las obscenidades del chalán cuando decidió cambiar de posición: "A ver, ahora ponte de perrito, pinche putita". Obedecí al carbón que me estaba dando la verguiza de mi vida y levanté las nalgas para que el macho las contemplara. Entonces vi de reojo que se quitaba el condón que se había puesto antes diciendo: "Voy a disfrutar este culo así al natural". Acomodó su cabeza y empezó a entrar despacio. Una vez que sentí sus huevos rozando los míos, empezó el bombeo durísimo: me tomaba bruscamente de la cintura, de las nalgas, las apretaba mientras me empujaba su verga hasta dentro: "Uy, pinche culito sabroso, aprietas bien rico, cabrona". Entonces empezó a nalguearme bruscamente: "Te estoy cogiendo bien rico, ¿verdad, pendeja?"

-Sí, me coges muy rico.

Estábamos cogiendo riquísimo cuando escuché la puerta abrirse; era el maestro, que le preguntó al chalán en tono de broma: "¿Qué le haces a mi muñequita, cabrón?"

-¿Su muñequita? Más bien es una putita.

-¿A poco sí?- le preguntó el maestro mientras se va sacando el chile- a ver, ¿me la quieres chupar?

-Sí- le dije con voz entrecortada por la dificultad de hablar con tanto vaivén del chalán.

-Pues ya te estás tardando- dijo el maestro mientras me puso la verga en los labios. Yo comencé a chuparla, aunque en poco tiempo dejé de hacerlo a conciencia y solo dejé la boca lo suficientemente abierta para que el maestro empujara y sacara su verga con un vaivén similar a la de su ayudante. Me estaban cogiendo por la boca y por el culo dos cabrones y lo estaba disfrutando.

-Pinche putita, te encanta la verga, ¿no?

-No le preguntes cosas, ¿no ves que me está dando una mamada?

-Ahí te van, pendeja. Ahí te van mis mecos- el chalán se vino en mi culo luego de varios minutos cogiéndome; luego, salió de mí y se fue a acostar a nuestro lado. El maestro entonces me sacó la verga de la boca y se pasó detrás de mí. Comenzó a cogerme duro pero tierno como antes y se vino en un resoplido excitante.

Nos quedamos en la cama exhaustos un rato más. El maestro ejerció su dominio abrazándome y dedeándome mientras el chalán estaba un tanto lejos de nosotros. Ellos platicaban sus cosas, medio me contaban algunos aspectos de su vida como para que siguiera la conversación, pero yo podría no estar y ellos podrían seguir hablando sin problema. De pronto, pasó algo raro: el maestro le dijo a su chalán: "mira, tú también estás bien nalgón. Si te vistieras de vieja, te verías rica". El chalán soltó un "no mames" y se rio nerviosamente. El maestro insistió y me preguntó mi opinión. En efecto, el chalán tenía nalgas muy firmes y bien formadas. Entonces el maestro se acercó al chalán, le agarró la nalga una vez, otra… a la tercera ya no quitó la mano del culo del chalán y el maestro comenzó a besarle las nalgas, a lamerle el culo y a dedearlo mientras el otro ponía un rostro de placer. La escena era tan excitante. Finalmente el maestro no se animó a cogerse a su chalán ese día. Nos vestimos, me dieron sus teléfonos y se fueron.

Algunos meses después el maestro y yo quedamos de vernos una vez más; en esa cogida me confesó que al fin había disfrutado de su chalán: "Su culo aprieta más que el de su esposa", me dijo el muy cabrón.

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