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Jota, mi empotrador
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Mi marido Luis se marcha a Madrid por cosas del trabajo, así que me encuentro sola en casa durante tres días, con todo el tiempo para mi. En las primeras horas de soledad me propongo leer, ver pelis pendientes y gestionar las cosas de la casa que tengo un poco dejadas. Incluso me hago una lista de propósitos, todos muy de ama de casa.

Pero justo cuando mi marido se marcha yo me tumbo en el sofá, en busca de un rato de silencio y me quedo medio adormecida. Siento de repente que estoy cachonda y, sin saber cómo, se me vienen a la mente imágenes de mi amigo Jota, uno de mis empotradores preferidos. Me doy cuenta de que llevo tiempo sin verle y, a la vez, recuerdo el placer que me ha dado.

Busco el teléfono y me pongo a mirar las fotos que me hizo mi marido cuando Jota me empotraba la última vez. No tardo en encontrarlas: están en una carpeta que confeccionó Luis con su esmero habitual para esas cosas. La carpeta se titula "Maite y Jota, jueves tarde". Mi marido es muy detallista con esas cosas y monta unos álbumes muy cuidados. Cada nueva foto que desfila en mi pantalla me pone más y más caliente. Veo los primero planos de su pene entrando en mi boca, en mi vagina y en mi culo. Veo las nalgadas que me regala, las posturas que me impone, como me pone en cuatro…

De repente me veo tumbada en el sofá y casi desnuda, con una mano en mi entrepierna y la otra buscando el teléfono. Casi sin pensarlo me doy cuenta de que estoy llamando a Jota incluso antes de saber lo que voy a decirle. Jota tiene el teléfono apagado y le dejo un mensaje: "Estoy sola las dos próximas noches y me gustaría…". Dejo la frase así, en los puntos suspensivos.

Unos minutos más tarde Jota me manda el enlace a un vídeo porno y me dice que hoy no puede, pero que mañana sí vendrá a mi casa. Y que, de mientras, me puedo masturbar mirando el vídeo. Me pongo a ver el vídeo con ganas: dos hombres aparecen por arte de magia en el dormitorio de una joven que duerme con ropa sexy y la penetran por todas partes. Tardo un rato en descubrir que mi amigo Jota es uno de los dos actores. No me extraña nada descubrir que le han fichado para esas películas, y recuerdo que algo me había dicho él sobre sus pinitos en la industria del porno. Cuando me doy cuenta me fijo mucho más y me excita ver ese pene de Jota tan gordo metido en el culo de la actriz, y sabiendo que es el mismo pene que entró en el mío meses atrás. Me enorgullezco de haber sido follada por un profesional del sexo.

Quedamos al día siguiente a las siete de la tarde.

A las seis y media, sin embargo, Jota ya ha llegado. Le recibo de rodillas tras la puerta del piso. Llevo medias y ligueros, un corsé transparente y un collar de terciopelo negro. Con Jota me siento sumisa y se lo demuestro así. Él ha tenido la misma idea: aparece sin pantalones blandiendo su pene erecto delante de mi cara.

Y a las siete menos cuarto me tiene brincando encima de su pene como una loca, con mis ropitas sexis deslavazadas, una teta al aire y mis nalgas enrojecidas por sus azotes, que me marcan el ritmo severo.

A los pocos minutos de empezar, Jota ya me ha advertido de que hoy me va a cruzar la cara con sus chorros de esperma y la verdad es que yo los espero, aunque se de sobras que tardará mucho en dármelos. Jota insiste mucho en mi culo, creo que solo le gusta el sexo anal por lo que voy viendo. A veces me duele un montón pero a la vez me da un placer distinto. Jota es muy duro cuando me agarra por las caderas, me usa y y le escucho jadear, y eso me da mucho placer.

Si ahora mismo me pidiese si me puede mear encima le diría que sí, pero Jota sigue percutiendo mi ano a punto de estallar.

No tardaré mucho en suplicarle que se corra, aunque me gusta que aguante tanto tiempo y me dé tanto placer. Pero de repente Jota me pide que me tumbe delante de él y le presente la cara.

Jota me regala varios chorretones. Pierdo la cuenta. Luego se ducha y se va, antes de decirle que se puede quedar a dormir. Me saco unos selfies y me quedo admirada por lo abundante de su corrida. Sin perder un segundo, se los mando a mi marido para que disfrute des de Madrid.

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