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Jorge y Alejandra
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Me llamo Jorge, me gustan mucho los relatos eróticos, los leo a menudo y hoy quisiera contarles mi historia. Soy dueño de una Pyme, un mini supermercado para ser más preciso. Tengo cuatro hijos: Alina, Aldana, Agustín y Florencia y mi actual mujer se llama Alejandra, que es mi amor y la protagonista de ésta narración.

Todo se remonta a 2003. Yo estaba -digamos que felizmente casado con Teresa-, una mujer hermosa que me dio tres hijos maravillosos, en ese entonces la mayor (Alina) tenía 8, la segunda (Aldana) 6 y el tan buscado varón (Agustín) 4 años.

Con Tere éramos muy pasionales, y para adentrarme más con la historia me iré a la década del 90. Ella tenía unas caderas y un culo enorme y eso me volvió loco desde el primer día. Primeramente fue la empleada doméstica en casa de mis padres y a mí me gustaba mucho. La morocha siempre traía puestos unos jeans que se los untaba con manteca y yo me mataba a pajas luego de verla con esos pantalones tan sexis pasar el plumero a los muebles y hacer sus cosas por la casa. Siempre fui un loco por los culos y el de Teresa era hermoso.

Ella era mayor que yo, y por cosas de la vida nos fuimos acercando, palabras van palabras vienen llegaron las primeras tomadas de mano, un beso tímido y así nos fuimos entusiasmando con el pasar de los días.

Nos encamábamos a escondidas de mi madre y después ya cogíamos con más asiduidad. Hasta que un día a media mañana descuidó sus quehaceres, nos encerramos en mi habitación y mamá me encontró desnudo en mi cama con Teresa la mucama montada sobre mí. Ahí no nos quedó otra que blanquear, se quedó a vivir conmigo, compramos una cama más grande y al tiempo quedó embarazada de Alina, nuestra primera hija.

Nos pusimos un almacén en la parte de adelante de la casa y vivíamos de eso. Pasó el tiempo, se agrandó la familia y ya teníamos tres hijos. Tere estaba muy hormonal y quería quedar embarazada por cuarta vez.

Año 2003, la vida transcurría normal, hasta que una mañana vinieron al negocio por primera vez dos chicas divinas, estudiantes de odontología que se mudaron al barrio alquilando en el edificio de la siguiente cuadra a nuestra casa. Una de pelo oscuro, morenita muy linda y una rubia que estaba el triple de linda que su compañera. Verónica y Alejandra.

Yo me calenté con la rubia, esa piel tan blanca, una carita de inocente pero con aires de puta a la vez, y tenía un tremendo culo para mi desgracia.

Alejandra empezó a venir mas de seguido al local, me calentureaba y yo a ella. Yo era un tanto más grande de edad que ella pero me gustaba, verla llegar me hacía sentir bien, me esmeraba al atenderla y forjamos una complicidad incipiente entre los dos.

Yo la llamaba Ale y ella me decía Jor. Era divina. Yo ya estaba loquito por su carita, su voz, su pelo y su cuerpo. Tenía una cara de angelito y lo combinaba con un cuerpazo infernal y para peor se daba cuenta de mis intenciones y me hacía una voz de nena inocente.

Un día las termino de atender a las dos futuras odontólogas y Dante un vecino y amigo de toda la vida, cuando ellas al hacer sus compras se despidieron y se fueron me gesticuló lo buenas que estaban y yo asentí con la cabeza.

Dante me confesó que las dos se ganaban un dinero "extra" trayendo tipos a su departamento. Es decir se hacían de clientes que se las cogían y les pagaban por los favores sexuales y así Vero y Ale solventaban sus estudios y el alquiler.

Mucho no le creí pues Dante siempre fue un charlatán. Decidí ignorarlo pero empecé a darle la razón cuando en un par de oportunidades vi a mi rubia hermosa salir y subirse a autos que la esperaban afuera de su edificio.

Sinceramente me desilusioné. Yo la veía tan inocente a Ale.

Igual no dejé de tratarla como si fuese el primer día. Y cuando hablábamos se desenredaba las puntas de su rubio y largo pelo y me hipnotizaba, pero más perdía la cabeza cuando venía en ojotas y shorts de jeans cortitos. Se me ponía de espaldas y la erección era inevitable.

Entre charla y charla me pidió hablarme en privado. Me tomé un tiempo y en la vereda del local conversamos de un modo más ameno.

Alejandra muy avergonzada me pidió si le podía prestar dinero. Cómo que vio venir una negativa de mi parte entonces agachó la cabeza.

–Cuanto necesitas? – Pregunté, y era una cifra un tanto elevada.

–Dejame pensarlo Ale, es mucha plata pero veo y te contesto después – , le dije. A lo que ella me respondió –Si está a tu alcance y lo podes hacer llévamelo al departamento ésta noche, es el 2º C, tocá timbre a las 22 horas y te espero. Sos un amor Jor– y se fue.

Junté el dinero, me armé de una excusa para salir y a las 22 en punto toqué el portero eléctrico del 2do C. Ale abrió desde arriba y subí. Me esperaba en calza negra, una musculosa blanca y zapatos con plataforma.

–Sabía que ibas a venir– fue lo único que alcanzó a decir y nos besamos. Nos matamos a besos y fui adentrándome en su departamento. Toqué su cuerpo por primera vez y ella se quitó los zapatos, se dio vuelta y se bajó la calza. Por Dios tener ese culazo a mi merced era un sueño. Una cosa redonda y suave al tacto, su piel era tan blanca que al apoyarle las manos se le quedaban marcados los dedos. Una tanga negra traía puesta, me arrodillé, se la corrí y le chupé el culo con demasiado deseo, tantas noches soñé en hacerle eso pero ella me era inalcanzable y ahora lo estaba haciendo realidad.

Ale se dejaba, es más, se separaba las nalgas dejándome enterrarme más en su asterisco. Se lo ensalivé como nadie se lo ha hecho alguna vez.

Su concha era rosadita tal como fantaseamos con Dante en nuestras tantas charlas de maridos calentones por esa hembrita de pelo rubio. Me la senté en una banqueta y desde abajo me la comí toda. Tenia el clítoris erecto por el franaleo de mi lengua y la ensalivada que le estaba propiciando. La miré desde mi posición y Alejandra cerraba sus ojitos totalmente entregada.

Salió de su postura en ese banco de madera de patas largas y se agachó a chupármela. Era una maestra, una diosa total, lo hacía con ganas y una devoción absoluta. Chupaba, lo dejaba de hacer, lo escupía y se lo devoraba otra vez.

Se volvió a acomodar en la banqueta, sacó el culo tremendamente y abriéndose las nalgas me pidió que se la meta.

Ella la quiso en la conchita pero yo le puntee el culo. Le apoyé solo la cabeza y le costó un tanto entrarle. Se la enterré de a poco y le fue ganando terreno.

Alejandra fue la mujer que me volvió loco, era la primera vez que le era infiel a Teresa pero no me importaba nada. Yo la estaba culeando de un modo bestial, de repente se me salió y me equivoqué de agujero, se salió del culo y con la calentura reinante se la hice entrar en la mojadita concha. Se estremeció al sentirla y se la di con todo.

–No me acabes en la concha Jor– me decía agitada, yo se la seguía dando enloquecido.

Ale alcanzó un orgasmo, era por demás expresiva y al llegar al clímax habrá despertado a medio edificio.

Me quedé adentro de ella, nos calmamos y la disfruté así tan excitada y agitada. No me moví por un rato hasta que de a poco fue retomando fuerzas.

–La quiero en el culo please – dijo con su vocecita desvanecida después de haber acabado.

Tenía la colita colorada tras esas primeras embestidas. Se lo lengüeteé un tanto más y se la hice entrar.

Me aceleré y fui algo bruto, ella gemía y balbuceaba insultos hacia mí. Me sentí venir y exploté adentro del ojete de la rubia estudiante de odontología.

Nos bañamos juntos y queríamos volver a hacerlo, el tema es que Vero regresaría en cualquier momento. Lo dejamos para otro día, me vestí y le di el dinero que me pidió en calidad de préstamo o entiéndase en calidad de pago.

Pasaron los días y nuestras encamadas fueron en aumento. Amaba buscarla a la salida de la universidad, o del gimnasio o nos veíamos en la plaza cuando simulábamos ir a hacer running y de ahí nos íbamos a algún hotel. Ella me pedía dinero para solventar sus gastos y yo la complacía. Mis números estaban ya en rojo pero era una muy buena inversión.

Estaba loca por una moto.

–Amor quiero una motito– me insistía, y su sugar daddy le compró la motito.

Quería ropa y yo se la compraba, un zapatito tal vez y yo ahí estaba. Era mi locura, y la rubia me pagaba con su cuerpo.

Se me fueron las ganas de coger con Tere, y las sospechas que yo tenía otra mujer no tardaron en llegar.

Alejandra rindió la última materia y logró recibirse de odontóloga. Allí estuve cuando autoridades de la universidad le entregaron el título habilitante.

Estaba tan orgulloso de mi tal vez novia a escondidas que le dí un merecido premio, su propio departamento.

Lloró de emoción y no lo podía creer pero mi Alejandrita se lo merecía. Y en el fondo yo la quería sola para mí. Desee sacarla de esa vida en la que alquilaba su cuerpo a cuánto tipo se le presentaba.

Me pidió algo que me descolocó: Que me mude con ella a su nuevo hogar.

Con Tere no había vuelta atrás, se lo conté y abiertamente le confesé que me enamoré de otra mujer. Le conté que era la rubia de la otra cuadra que nos venía a comprar al negocio y así fue como me fui de casa.

Ya en nuestro nidito de amor cogíamos todas las noches. Ale estaba más que hermosa y tenía un culazo más apetecible al de aquella nuestra primera vez. Nos casamos por civil en una casa quinta y las cosas nos salían bien. Empecé con el emprendimiento del mini supermercado, pudimos montar su consultorio para así poder ejercer su profesión y le regalé el auto de sus sueños: un Volkswagen Gol de tres puertas.

Pasaron los años, y aquella flaquita divina se transformó en tremenda milf.

En el 2015 le entró el deseo de quedar embarazada. Y su sugar daddy se la tuvo que coger y mucho hasta que por fin le cumplió lo que quería.

Tuvimos a Florencia, nuestra hija y la criamos con mucho amor.

La maternidad la transformó en un hembrón. Era adicta al fitness y obsesiva con sus curvas. Tenía unas tetazas enormes, pancita plana, unas caderas anchas y ese culo seguía impoluto, firme, muy parado y tentador. Todo el mundo la miraba de atrás y ella se relamía por sentirse deseada.

A la noche cuando lográbamos hacer dormir a nuestra hija nos metíamos en la cama y Ale me narraba todas las groserías que le decían los hombres por la calle cuando le miraban la cola. Yo me calentaba a full, ella me chupaba la pija y terminábamos cogiendo de un modo animal.

En el fondo me motivaba y mucho que se calienten con mi mujer.

Y así llegamos a la actualidad, yo tengo 60 años, y no hace falta recordar que a Ale le saco varios de diferencia. Ella sigue hermosa, lo que si es toda una señora decente y de su hogar, cosa que no quita que se vista por demás guarra, con calcitas, shorts y jeans que le resaltan su tremendo orto. Sigue yendo al gimnasio y tiene un cuerpazo.

En el plano sexual ya me cuesta un poco mantener una erección plena. Si bien hacemos el amor siento que no puedo complacerla como antes, tal vez estando yo sobre ella aguanto un tanto más, pero si mi mujer está montándome o se me pone en cuatro patas sinceramente acabo rápido.

Ella trata de consolarme diciendo que le encantó pero en el fondo me invade la frustración porque Ale se queda con ganas de seguir.

Nos mudamos a un barrio céntrico. Nuestro departamento es vidriado de cara a la calle y en el lado de enfrente tenemos más edificios de departamentos similares al nuestro.

Un día Ale decidió tomar sol en el balcón. Tiró un toallón al piso, se untó con bronceador y colocándose lentes oscuros se acostó boca abajo con una mallita negra que se le metía atrás ya de un modo escandaloso.

En el edificio de enfrente un muchacho se tildó viendo el culazo de mi rubia esposa expuesto al sol. Encendió un cigarrillo y sin sacarle la vista de encima se empezó a tocar la entrepierna excitado por el cuerpo de Ale.

–Amor, tenés un admirador enfrente – le dije.

–Que me importa!, dejalo que mire– respondió, pero la idea de que alguien la mire un tantito la calentó.

Se puso en cuatro y se untó nuevamente las nalgas con bronceador. Yo observando la escena desde adentro cuando mi puta esposa le ofreció el culo en esa postura al voyerista vecino de enfrente, éste sacó su pene duro y lo dejó a la vista de quién lo quiera mirar y se masturbaba como si estuviera en la intimidad de su habitación.

Le hice un gesto a mi mujer para que mirase, ella se dio vuelta, acostándose boca arriba, se sacó la parte de arriba y quedó en topless. Alzó las rodillas y se abrió de piernas de cara al vecino que se hacía la paja viéndola.

El muchacho ya tenía una erección más que respetable y Ale actuaba como si no pasara nada pero lo miraba y estaba excitadísima. Rato después se puso de pie, se tapó los pechos con una mano y con la otra se corrió el costado la riendita que tenía por malla y me mostró (va, a mí y al mirón más que nada) lo rápido que se bronceó. Una marquita sumamente erótica. La única parte blanca que quedó en su piel era lo que cubría esa mallita colaless. Me pidió que ponga música y así lo hice, simuló bailar un poco moviendo sus caderas y no pude más de la calentura, la tomé de la mano, fuimos a la cama y la cogí como en los viejos tiempos.

No hizo falta que me la chupe largamente para que me provoque una erección porque con todo lo vivido en el balcón se me puso dura como un fierro.

Ale también estaba más que caliente y mojadísima. Tales eran sus ganas que acabó antes que yo. Estaba feliz y yo también. Se puso en cuatro y la bombeé un rato más mientras le metía dos dedos en el culo. No pude resistir, se la saqué y le enchastré con mi leche las bronceadas nalgotas de Alejandra. La noté satisfecha como de hace tiempo no la veía disfrutar una encamada conmigo.

Ya distendidos en nuestra cama me contó un secreto: se excitó al ver que ese hombre de barbita y pelo lacio algo largo se baboseaba con ella. Me suplicó que no me enoje por tal confesión pero yo lejos de ofenderme le dije que me hacía por demás feliz que a mi mujercita la deseen otros machos. Ale abrió grande los ojos y se puso feliz, entró en calor, me besó apasionadamente y se me montó poniéndome culo y concha en mi cara para practicarle un 69. Me adentré en sus carnes y ya tenía la verga lista para un segundo round.

Todo ese morbo nos dio un plus de calentura y a mis 60 años encontramos un modo muy peculiar de encendernos sexualmente hablando. Ella se exhibía y yo me calentaba cuando mi rubia odontóloga se prestaba a provocar a otros sujetos.

Soy consciente que tal vez sean mis últimas erecciones, el paso del tiempo no tiene marcha atrás, y me estoy haciendo la psicológica de que tarde o temprano me resignaré a ver a mi joven esposa ser enculada por otros tipos.

Tal vez la cosa se ponga más hot, quiero averiguar si Ale se dejará culear por sujetos que a ella le gusten. Es joven, atractiva y tiene intacto su apetito sexual. Veremos hasta donde es capaz de llegar, pero ya será motivo de otra historia.

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