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Jódeme
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Llevábamos tiempo viéndonos por la calle, nos habíamos mirado en más de una ocasión, yo tenía tus redondeadas piernas grabadas en mi cabeza y cada vez que salía de mi casa camino al trabajo no podía evitar tener la obsesiva idea de encontrarme contigo para poder verte de nuevo. No podía parar de pensar en todo lo que te haría.

Un día lluvioso iba hacia el trabajo buscando los soportales para evitar que la lluvia me empapase antes de llegar a mi oficina, fue entonces cuando te vi, llevabas unas botas negras y unas medias que envolvían tus piernas hasta llegar a una minifalda de cuero también negra. La parte de arriba era una camiseta con un generoso escote y una chaqueta, también de cuero, sujetabas un paraguas y al verme te acercaste a mí.

-Puedes ir conmigo si quieres, así no te mojarás -me dijiste con una sonrisa.

-Lo cierto es que te lo agradezco -conteste- soy Manu.

-Encantada –pudiste ver como mientras hablabas no podía evitar mirar tu escote y mordiste tu labio inferior mirándome.

Enseguida me di cuenta de la situación y retire mi mirada entre avergonzado y excitado, podía oler tu fragancia y me excitaba más, adoraba aquel olor que se metía en mi haciendo que te deseara más y más. Juro que lo único que deseaba en aquel momento era tirarlo todo y que nos fusionásemos allí debajo de la lluvia. Note como te pegabas a mi, ya que el paraguas era pequeño y como el contacto conmigo te ponía algo nerviosa, te sonrojaste y me dijiste que aquí nos separábamos ya que tu tomabas otra dirección, me dejaste allí bajo la lluvia y te fuiste dándome la espalda y me quede mirándote como un idiota y sin saber tu nombre y sintiendo que no había conseguido nada nuevo sobre como acercarme a ti.

Pase toda la tarde pensando en ti y en lo que había pasado, no paraba de llover y era difícil concentrarse en el trabajo debido a la oscuridad, el constante ruido de las gotas romperse contra la ventana y el incesante recuerdo de como te habías acercado a mi inundaban la totalidad de mi mente. Las horas no pasaban y yo en mi mente les gritaba para que corrieran, salir de allí era una nueva oportunidad de encontrarnos, de vernos y de que gracias a la lluvia me regalaras un poco mas de tiempo juntos, hasta que llegó la hora de terminar la jornada y me fui de allí sin haber sido capaz de hacer ni la mas mínima parte de mi trabajo. Pero la verdad es que los milagros a veces ocurren.

Salí del trabajo y la lluvia no paraba de caer y me resigne a cubrirme de ella y deje que me bañara mientras caminaba por la avenida hasta que de nuevo estabas frente a mi, con tu paraguas y tu minifalda negra, con tu escote y tus botines. “Hola” fue la única palabra que dijiste me empezaste a guiar por las calles, esta vez sin invitarme a ir junto a ti bajo el paraguas.

Finalmente llegamos a un cruce donde había un callejón y me hiciste pasar y una vez dentro cerraste y dejaste el paraguas. Me echaste al suelo frente a ti quedando yo de rodillas y completamente alucinado y sin entender nada, levantaste tu minifalda y para mayor sorpresa la minifalda y las medias eran tu única ropa, de pronto note tu mano en mi cabeza y como con un movimiento brusco me llevaste contra ti y entonces me entregue a lo que me ofrecías, besé tus piernas y tus ingles, hasta que finalmente empecé a comértelo bajo la lluvia y tu mano fue a la raíz de mi pelo y tiró con fuerza, escuche como comenzabas a gemir y pase mi lengua cada vez más rápidamente hasta que comenzaste a acompañar su movimiento con tus caderas. Levantaste una de tus piernas y pusiste tu pie sobre mi mientras te apoyabas contra la pared y me empujabas con mas fuerza contra ti hasta que terminaste de gritar y de disfrutar. Te quedaste mirándome mientras gozabas y finalmente me cogiste de las mejillas con mi boca aún abierta y dijiste:

-Soy Lara, y ahora mismo tú me perteneces.

Comenzaste a andar dejándome allí tirado empapado de la lluvia y tus flujos, te giraste y solo con tu mirada ya hiciste que me levantara y te siguiera. Llegamos a tu casa, seguías sin hablar y sin decir nada, ambos estábamos empapados así que en la entrada me llevaste contra la pared y empezamos a besarnos mientras me quitabas toda la ropa, me empotraste y a mi oído me susurraste una palabra: “jódeme”.

Te cogí de las mejillas y mientras me liaba contigo puse tu cara contra la pared, subí tu falda y comencé a metértela, nuestros cuerpos empezaron a chocar y me excitaba ese sonido que hacían las colisiones, con una mano te cogía del cuello y con la otra no paraba de masturbarte, tus gemidos se metían por mi oído e invadían toda mi mente, solo quería estar dentro de ti y que disfrutaras cada empujón.

Te separaste de mí y me llevaste a tu cuarto, allí te quitaste la ropa, me tiraste a la cama y con decisión cogiste un cinturón para atar mis manos al cabecero. Te sentaste sobre mi cara y literalmente comenzaste a follártela, mi lengua entraba y salía de ti, repasaba cada porción de cuerpo que podía, acompañando tu movimiento, tus gemidos y tu placer, deseaba coger tu culo con mis manos pero estaban atadas pero tu sabias como deseaba agarrarte. Te corriste sobre mí y comenzaste a chupármela haciendo que mi deseo de soltarme solo fuese a más y disfrutabas sabiéndolo, finalmente me soltaste y comenzaste a cabalgar sobre mi, primero despacio y con el tiempo y el acelerar de mis gemidos comenzaste a acelerar tus movimientos, me tapaste la boca y me hiciste terminar dentro de ti dejándote caer sobre mi.

Después de un rato sin hablar rompiste el silencio:

-Ahora vete, mi marido está a punto de llegar.

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