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Jamás sentí tanto placer como cuando te sentí dentro de mi
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Si hay una cosa que me encanta en verano es sentarme a la sombra de un bien árbol leyendo un libro, si hay un árbol que me gusta en particular es el viejo roble que está en un pueblo de Jaén, donde viven mis tíos, un roble centenario en lo alto de una colina desde donde se divisa todo el pueblo por un lado y por los otros un mar inmenso de olivos, un sitio ideal para relajarse y disfrutar de la soledad.

Van cayendo las hojas del libro, son las siete de la tarde y todavía el calor aprieta, pero allí a la sombra del roble corre una pequeña brisa que se agradece, siento el viento sobre mi pelo, sobre mi piel, me tumbo sobre la hierba seca notándola en mis piernas, un pantalón vaquero muy corto y una camiseta dejando ver mi tripa son las únicas prendas que me separan del suelo, el libro cae abierto sobre mi pecho y cierro los ojos, descansando un poco de la lectura cuando…

Al abrirlos de nuevo me siento diferente, el sonido, el olor es diferente y me levanto extrañada, observo perpleja el paisaje que tengo ante mí, un paisaje totalmente diferente y sin embargo sigo en la colina del roble, el pueblo y el mar de olivos han desaparecido, lo sustituye un mar infinito de aguas turquesas y cristalinas plagado de barcos de vela, al otro lado un manto de flores cubren los campos que terminan en una línea de árboles que poco a poco van conformando un bosque espeso de robles y hayas, sobre mi cabeza un cielo azul bañado por dos soles y bajo mis pies un camino de flores rojas que desciende hasta una playa de arenas blancas, una pequeña brisa lanza sobre mí el aroma fresco y suave de las flores, el viento mueve mi pelo ondeándolo al aire al igual que un vestido blanco de gasa que cubre mi cuerpo hasta los pies, sin pensar mis pies descalzos que se deslizan pendiente abajo, hacia la playa de arenas blancas.

A mi alrededor las flores muestran un crisol de colores y en la playa un cenador con unas cortinas blancas transparentes que dejan ver un enorme colchón que prácticamente ocupa todo el espacio, en la entrada un hombre de unos 30 años, un hombre de piel morena, alto, pelo negro muy corto, ojos verdes y un cuerpo esculpido por los mismísimos dioses, un hombre que parece mirarme, que parece sonreírme con una sonrisa blanca al pie del cenador, vestido con un pantalón de lino blanco y una camisa del mismo color sin abrochar dejando su torso desnudo, un hombre que se dirige a mí.

– Bienvenida Lara, te estaba esperando.

Y cogiéndome suavemente mi mano con la suya, apartando las cortinas con la otra me habré paso al interior del cenador, dentro dos mesas con velas encendidas y un colchón cubierto con enormes cojines, el sonido de las olas del mar y el viento batiendo suavemente las cortinas hacen del momento algo especial, él detrás de mí acercándose lentamente va acariciando mis brazos, recorriéndolos desde las manos hasta los hombros con las yemas de sus dedos, sus labios sobre mi cuello besándome con dulzura y delicadeza haciendo que mi cuerpo vibre y se estremezca.

Sus manos van rozando con suavidad mis pechos, mi cuerpo reacciona pidiendo más y mis pezones no resisten y se endurecen a su paso, me da la vuelta despacio y sus labios se funden con los míos, la boca entreabierta permite que mi lengua escape y se junte con la suya jugando la una con la otra, me dejo llevar por él, algo tiene que me atrae, algo tiene que mi cuerpo y mi mente sienten la necesidad de ser poseídas por él, le miro fijamente a esos ojos verdes seductores, miro los labios carnosos que me llaman a besarle, siento sus dedos deslizándose por mis hombros, arrastrando a su paso los tirantes de mi vestido que cae suavemente a mis pies, solo el vestido de gasa me tapaba y al caer, mi cuerpo desnudo se descubre ante él esperando el momento en que sus manos hagan posesión y reclamen mi piel acariciándome.

Siento sus manos sobre mis pechos otra vez, su boca sobre mis pezones arrancándome pequeños gemidos, sus dedos se deslizan por mi cuerpo hasta mis caderas para abrazarme y que nuestros cuerpos se unan en uno solo, al separarse de mí siento un vació, un vació que se llena cuando le veo desabrocharse el botón de su pantalón, cayendo también al suelo y al igual que yo se queda desnudo delante de mí, dos cuerpos frente a frente, uno moreno y el otro blanco como la leche que se van uniendo despacio, apartando el aire que existe entre ellos hasta sentir como mis pechos se unen a su cuerpo, notando en mi sexo su pene con una fuerte erección, su pene se aplasta contra mi cuerpo y mis manos instintivamente lo acarician sintiendo la suavidad y la dureza que tiene.

Nuestras manos se juntan haciendo dibujos en el aire mientras nos besamos y nuestros dedos se entrelazan, nuestras manos unidas bajan hasta mis caderas donde se separan y cogiéndome por mis nalgas me eleva con cuidado, rodeándole con mis piernas su cuerpo avanza hasta el colchón subiéndome encima de él, dejándome caer suavemente y tumbándome, su cuerpo sobre el mío, sus labios empiezan a besarme nuevamente, a recorrer mis pechos y mi tripa, poco a poco se va alejando de mí y acercándose a mi monte de venus acariciándolo con la legua, poco a poco se encamina hacia mi sexo y lamiéndome el clítoris arranca los gemidos de mi interior.

Mis ojos cerrados y concentrada en sus caricias, su lengua saboreando mis labios humedecidos por mis flujos, sus besos sobre mi vagina penetrando con su lengua en mi interior, la yema de sus dedos acarician mi clítoris moviéndolos circularmente, apretándomelo con suavidad, su lengua entra y sale de mi interior recorriendo mis labios, mordiéndomelos con sus labios, tirando de ellos hacia él, míos manos agarrando su cabeza, sintiendo sus movimientos entre mis piernas y el placer me inunda, mis manos lo demuestran cuando agarro con fuerza los cocines de nuestro alrededor cada vez que siento mis muslos temblar con los movimientos de sus dedos y de su lengua dentro de mi vagina.

Él está de rodillas frente a mí con mi cuerpo tumbado sobre mi espalda con una de mis piernas estirada y la otra doblada, se sienta a horcajadas sobre mi pierna estirada y con la otra por debajo de mi muslo amarrándome de la pierna, siento su pene sobre mi tripa, sobre mi monte de venus acolchado por mi vello, siento su excitación, su respiración acompañando en un mismo compás a la mía y sin parar de mirarnos siento como su pene recorre mis labios hasta encontrar la abertura de mi vagina, su mirada me consume y la mía le dice que si, que si al deseo de que me penetre con su glande, que si a que su pene se meta en mi vagina, dos cuerpos uno moreno y el otro blanco van uniendo poco a poco por sus sexos, su pene negro se va deslizando dentro de mi vagina rosada, llenando mi interior, llegando hasta el fondo y saliendo de mí para volver a entrar.

Nuestros gemidos son música de placer, su pene me va penetrando cada vez más rápido, su mano izquierda apoyada en mi pie derecho y su mano derecha sujeta mi otra pierna, con múltiples movimientos de cadera me dejo llevar por un placer que nace en mi interior y que va recorriendo mi cuerpo entero, desmontándome pieza a pieza, su pene va penetrando una y otra vez en mi vagina y siento como el agua del mar rodea el colchón, los barcos, el cenador, las velas, todo ha desaparecido, solos él y yo encima del colchón en medio de un mar en calma, el cielo testigo de nuestra unión, los soles calientan nuestros cuerpos y en mi interior fuego.

Un orgasmo irrumpe dentro de mí, haciéndome explotar con gritos de libertad, gemidos apasionados sintiendo mis flujos apagar el incendio que su pene ha provocado lanzándose contra mí, metiéndose una y otra vez, él también explota en gemidos de placer y su semen me va llenando intentando apagar también mi fuego, navegando por un mar de flujos que van saliendo del interior de mi vagina, los dos hemos llegado a un orgasmo delicioso entre el suave balanceo del colchón sobre el mar.

Nuestros sexos se separan y él se tumba junto a mí, su piel morena contrasta con la mía sus abdominales sudorosos atraen y llaman a mis labios, una fuerza extraña me hace que me incorpore y le bese, que dibuje sus músculos con mi lengua, que mi boca pruebe su glande con sabor a mí, con sabor a él, una mezcla entre su semen y mi flujo rodean su pene que poco a poco va creciendo nuevamente en mi interior, en el interior de mi boca con mi lengua recorriéndola de arriba abajo, envolviendo su glande rosado y su tronco moreno, noto nuevamente su dureza, sus venas hinchándose en mi boca, mis manos suben y bajan al unísono con mi boca que va salivándola y disfrutando de ella.

Tengo más ganas de él, tengo la necesidad que me vuelva a penetrar, con el último movimiento de mi boca sobre su pene le miro a los ojos y él ya sabe lo que quiero, se incorpora para besarme cuando me siento a horcajadas sobre sus piernas extendidas hacia delante buscando con mi mano su pene y metiéndolo en mi vagina, la siento nuevamente dentro de mí, la noto entrar y salir de mi vagina cuando me muevo arriba y abajo, nuevamente los gemidos salen de mi garganta, nuevamente la electricidad atraviesa mi cuerpo, arqueándome hacia atrás sin tensionar mi espalda coloco mi cabeza entre sus piernas y estiro los brazos hacia atrás agarrándome a sus talones y me empiezo a mover mi cadera circularmente mientras él se empieza a mover hacia delante y hacia atrás dando paso a más gemidos a más gritos de placer.

Siento su pene tan dentro de mí que noto cada centímetro de él, ganando cada vez más terreno en mi vagina, apretando mis manos contra sus talones mi cuerpo arqueado empiezan a sentir sus manos sobre mis pechos, acariciando mi tripa, su torso sobre el mío y sus labios van besándome y su boca devorando mis pechos, es en ese momento cuando con cada penetración siento el roce de mi clítoris con él, cada vez que mete su pene aprieta mi clítoris rozándose contra su cuerpo, su pene metiéndose y saliendo de mi vagina y su boca succionando mis pechos a la vez que siento sus manos en mi costado llevando un ritmo, moviéndome hacia delante y hacia atrás.

El tiempo parece no pasar, minutos penetrando con su pene mi cuerpo y esas tres sensaciones tan profundas que me están volviendo loca, su pene nuevamente tan dentro de mí, permanentemente en mi interior, tan solo pocos centímetros saliendo de mi vagina para volver a entrar, el vaivén del colchón empapado sobre las olas del mar, me siento húmeda, el agua nos moja el cuerpo y dentro de nada nos cubrirá al igual que nuevamente en mi interior una ola de placer empieza a cubrir mi vagina, un orgasmo como nunca antes había sentido, tan increíble como indescriptible, nunca he sentido tanto, nunca mis gritos se han oído tan alto, nunca he sentido tanto la eyaculación de mi amante como hoy, una sensación tan agradable como placentera, sentir sus explosiones contra mis paredes, ver sus ojos verdes volverse blancos cuando eyacula dentro de mí soltando gritos de placer, mi cuerpo ya no responde, soy prisionera del placer, solo temblores, solo un ardor que nace en mi vientre y se desliza por todo mi cuerpo.

Al incorporarnos los dos, mientras nos besamos y abrazamos, siento mi sexo empapado, mis muslos están sumergidos en agua y le rodeo con mis brazos para que no se me escape a pesar que nos hundimos sin remisión, le quiero, le quiero y no le conozco, miro a mi alrededor llena de felicidad y veo el inmenso mar, no hay playa, ni campo de flores, solo él con su pene dentro de mi vagina, flotando por ese mar que poco a poco se va difuminando, poco a poco mis brazos abrazan el aire cuando mi amante va desapareciendo y oigo una voz lejana que me llama por mi nombre.

– Lara, Lara.

Mis ojos se van abriendo y lo primero que veo son las ramas de viejo roble meciéndose sobre mi cabeza, al incorporarme no veo el inmenso mar, no veo el campo de flores ni el camino hacia la playa, tampoco le veo a él, allí de pie bajo el viejo roble solo contemplo el mar de olivos y el pueblo blanco de mis tíos y sobre el sendero que sube hacia mí, mis tíos que se acercan gritando mi nombre.

Un sueño, todo ha sido un sueño, un sueño tan real que siento mis pantalones empapados, de mis muslos caen como una cascada gotas de flujo procedentes de mi vagina, un sueño tan real que siento dentro de mí todavía como su semen se une a mi flujo, no te conozco y ya te quiero, no te conozco y te busco en cada rincón, no te conozco y ya…

Ya te echo de menos.

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